sábado, septiembre 11, 2021

RESTAURADO RETABLO DE SANTO TORIBIO EN SU ERMITA DE MAYORGA

RESTAURADO RETABLO DE SANTO TORIBIO EN SU ERMITA DE MAYORGA

 

Gracias a un generoso donativo se ha podido restaurar y desde este mes de septiembre de 2021 luce como en sus mejores momentos. Recordemos que hace varias décadas las imágenes centrales fueron restauradas gracias a la familia de don Ángel Calzado Castro, mayorgano residente en Barcelona.

La casa solariega donde nació el santo fue ocupada ya por sus abuelos Jorge Alfonso y Violante. Su madre, Ana de Robledo murió en febrero de 1593. En 1605 llegó desde Lima a Mayorga el hijo de Grimanesa, Antonio, a quien correspondió el mayorazgo; en 1609, Luis, que regresó a Lima y se avecindó en Quito. El primero se casó en Medina, vivió en la casa solariega y en otros lugares en los que poseía alguna finca como Villaquejida, Rioseco y Benavente. La casa estuvo habitada hasta el momento de la beatificación. La Casa convertida en ermita es hoy el corazón de las fiestas en honor a santo Toribio y al que confluyen todas las arterias y venas vinculadas con el patrono de Mayorga.

Por una carta de Juan Manuel Vela, canónigo lectoral de Oviedo y natural de Mayorga, el 18-12-1726, diez días después de la canonización "se movió el piadoso pueblo de Mayorga con común asenso a la fábrica de un templo". Para ello se derribaron algunas obras en los planos de adaptación. Solicitaron del Rey el arbitrio de un impuesto extraordinario que concedió Carlos II para construir iglesia en la casa solariega. Se interpuso la gestión de la iglesia en ruina de las Dominicas dando prioridad al mismo; aun hoy se conserva el altar barroco dedicado al santo. El convento se abrió al culto público en 1707 dedicándose a santo Toribio. Una monja del convento, Antonia de Castro, obtiene de su primo sacerdote residente en Lima, Antonio Dávila, una reliquia concedida por el arzobispo-virrey Liñán y Cisneros. Se trata de una costilla montada dentro de un relicario de plata maciza blanca.

A raíz de la beatificación se celebran grandes fiestas en Lima, Salamanca y Mayorga. Los mayorganos no se resistieron a la edificación de un templo específico para su santo. En 1722, cuatro años antes de la canonización, se iniciaban las obras. Sobre la cadena de lomas que sirven de mirador hacia la meseta se alzaban 4 construcciones: el Alcázar de argamasa, el monasterio de S. Francisco, la parroquia de San Juan y la Casa solariega de Luis Mogrovejo. Las fiestas de la canonización se celebraron en las Dominicas y la parroquia de El Salvador.

A los 7 días justos de la canonización, esto es, el 15 de diciembre de 1726, el Ayuntamiento de Mayorga se felicitaba con el Deán y Cabildo de Lima, al tiempo que el citado Lectoral Sr. Vela Cabeza de Vaca y Mogrovejo les interesaba en dos grandes favores: ayuda para la construcción del templo en la casa solariega y una reliquia para el mismo.

El siempre diligente don Vicente Rodríguez en la nunca superada obra sobre santo Toribio nos da pelos y señales del retablo gracias al documento alcanzado por el célebre historiador del arte Esteban García Chico quien lo ubicó en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Protocolo 12824, ff.179). El arquitecto Andrés de Moratinos Gutiérrez, de Grajal de Campos, por 2.500 reales de vellón (bajados a 2083 reales y 12 maravedís como material y transporte), en 27 de diciembre de 1733. Que la obra se iniciaría el 1 de abril de 1734 y se culminaría el 30 de septiembre del mismo año.

Según el Lic. Don José Gascó, presbítero racionero del cabildo eclesiástico de san Vicente de Mayorga "en cuyo poder obran algunos caudales procedidos de las limosnas dadas para el culto del glorioso santo Toribio, se obligó " en pagar al maestro arquitecto en tres plazos.

Las condiciones fijadas es que el retablo "ha de coger todo su hueco de ancho y alto; y en su planta se han de meter en el pedestal principal cuatro acudilladas por la parte de arriba y su tarjeta en ella buena que sirva de peana al asiento del santo, y lo que quedare entre la hornilla y repisas ha de ser guarnecido a la correspondencia de los metros de las orillas, y encima del dicho pedestal se ha de poner dos columnas arrimadas a la caja y en cada orilla un estípite y los dos intercolumnios han de venir a la correspondencia y macizos de los netos del pedestal. Y la fábrica de la caja del santo ha de llevar el hueco y alto de la que ahí tiene formada en la tapia metiéndola un arco y jambas con sus cogollos de talla, que en samblaje y talla ha de ocupar el hueco grueso de la tapia y en la guarnición de la parte de afuera que ha de subir acudillando la parte de arriba con su tarjeta que resalte la cornisa y la cornisa que venga a correspondencia de los macizos del pedestal había sido de los modillones y sus frisos de tallas y sus molduras según arte. Y el segundo cuerpo ha de ser según demuestra la tarjeta de Nuestra Señora de Fuentes, que la columna ha de quedar desviado medio pie y la guarnición de la caja.

Es condición que la cortina de la caja principal se le ha de dar hueco para que ande de la parte de adentro con su torno y en la guarnición de afuera se han de poner tres angelitos de cada lado, lo de que sirvan para tener una vela, y éstos han de tener de altura una tercia y han de ser de madera de nogal.

Es condición que toda su talla y columnas han de ser de lo que se estila ahora, y así el pedestal, pilastras y neto y arquillo han de llevar todas las molduras con las medidas correspondientes, para toda la obra ha de ser según arte. El San Miguel no es de la obligación.

Firman el contrato el 23 de noviembre de 1733, el maestro Andrés Moratinos, don Manuel García de Argüello, presbítero, vecino de Vega de Ruiponce, don Diego Valbuena, cura de san Juan de Santibáñez, de Mayorga y Lorenzos Pablos, vecino.

Hay que destacar en primer lugar el altar dedicado al santo con el grupo escultórico que representa a Santo Toribio confirmando a santa Rosa de Lima y que está bordeado por diferentes casetones con relieves alusivos a los momentos más destacados de su vida. El prelado aparece revestido de pontifical, con báculo y mitra, así como los atavíos litúrgicos habituales, alba que le llega hasta los pies recogida por el cíngulo, con la muceta y esclavina sobre los hombros que cubre pecho y espalda, siendo abrochada por una hebilla a la altura del pecho. El rostro de la imagen del santo es el de un joven de 40 años y no el real de 59 años que tenía al confirmar a Rosa; su nariz frontal, boca pequeña, mofletes rellenos, pómulo tímidamente saliente con hoyuelo y ligera barba, sobria sonrisa, se acerca a la tradicional iconografía toribiana. Por su parte, la imagen de Rosa, colocada sobre la peana, de rodillas, con las manos unidas típicas de las inmaculadas, se presenta con hábito de terciaria dominica, bastante mayor, de unos 30 años, lejos de los 11 reales que tenía en el momento de la confirmación en 1597.

En el recinto hay distintos cuadros que resaltan alguna de las facetas de su personalidad o su actividad. Entre ellos alguno de los milagros como el del agua, ubicado en el pueblo de Macate, departamento de Ancash. Cuentan las crónicas que el Santo "al ver que las buenas tierras se quedaron sin agua, rogó por los habitantes del lugar, e inspirado por Dios subió a una altura a media legua del pueblo. Allí, revestido de pontifical, golpeó cual otro Moisés con su báculo tres veces las rocas, y de ellas brotaron tres brazos de agua cristalina que hasta ahora da vida, verdor, lozanía a aquella región.

En las paredes del templo se guardan distintas inscripciones para recordar ilustres visitas de sus sucesores en el arzobispado de Lima como Monseñor Emilio Lissón, en 1941; el Cardenal Landázuri en 1964 y la del Cardenal Vargas Alzamora con motivo del 92, fecha en que tuvo lugar el nombramiento del Párroco de Mayorga, canónigo honorario de Lima, 2-6-1992 y se dejó como recuerdo el cuadro de María, Estrella de la Nueva Evangelización.

 Según nos han referido varios mayorganos y así lo parecen confirmar los inventarios del material de la ermita el número de los exvotos era abundantísimo, en su mayoría recuerdos personales: pelo, ropa y fotos.

Con motivo del III Centenario de la muerte del santo figura una placa en la que se recoge la presencia de los obispos de León y Palencia: Juan Manuel Sanz y Enrique Almaraz. Como alcalde D. Modesto Lafuente y Mellado, 23 de marzo de 1906, padre del famoso historiador D. Modesto Lafuente Ferrari.

Que esta renovada nueva muestra de la devoción de los mayorganos por su santo patrono sirva de estímulo para incentivar no sólo el justo turismo sino la necesaria peregrinación a la patria del Santo Padre de la Iglesia de América, cuya vida emblemática y ejemplar tantos bienes puede depararnos.

JAB 

P.D. Agradezco el generoso envío de la foto por parte de Jennifer Castellanos  

jueves, septiembre 09, 2021

Doña Grimanesa Mogrovejo (1545-1634): Luz en la sombra de la dama limeña hermana de santo Toribio

Doña Grimanesa Mogrovejo (1545-1634):

Luz en la sombra de la dama limeña hermana de santo Toribio

España y la Evangelización de América y Filipinas (siglos XV-XVII) San Lorenzo del Escorial 2021, pp. 319-344. ISBN: 978-84-09-33392-9

José Antonio BENITO RODRÍGUEZ

jbenito@ftpcl.edu.pe

Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima

 

 

              I.                                          Introducción

            II.                                         Raíces familiares

         III.                                         Al ritmo de una singular trayectoria

         IV.                                         Viaje ultramarino

           V.                                         En la Ciudad de los Reyes

         VI.                                         Esposa de Francisco de Quiñones

      VII.                                         Madre de cinco hijos

   VIII.                                         Desde la casa arzobispal

         IX.                                         Dulces de navidad

           X.                                         El último adiós

         XI.                                         Mujer empeñosa

      XII.                                         Una mujer en la catedral

   XIII.                                         Conclusión

   XIV.                                          Bibliografía

 

I.                   INTRODUCCIÓN

Junto a los grandes evangelizadores, el cristianismo ha contado siempre con los pequeños, casi anónimos, los que el Papa Francisco ha denominado "los santos de la puerta de al lado […] los padres que crían con tanto amor a sus hijos, los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos (…) son aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios"[1] Por la misma razón, los estudios sobre grandes personajes de la historia necesitamos complementarlo con otros muchos que viven a su lado y completan el cuadro total de la vida cotidiana.

En esta oportunidad, ofrezco una reflexión acerca de una breve, pero estimulante realidad, la de una mujer nacida en 1545, en Mayorga (Valladolid-España) y que a los 35 años de edad –en 1580- viene a Perú, en compañía de su esposo y sus dos hijos –le nacerán otros tres en Lima-, desenvolviéndose en nuestra tierra por 54 años, mereciendo el honor de ser la única mujer de la historia con el privilegio de ser enterrada en la Catedral de la Ciudad de los Reyes. Es el caso de doña Grimanesa Mogrovejo, hermana de Santo Toribio Mogrovejo, esposa de Francisco de Quiñones, capitán general de Chile y alcalde de Lima.

Llevo unos treinta años investigando sobre la persona y obra de Toribio Alfonso Mogrovejo y me he encontrado con interesantes documentos acerca de la mujer que más influyó en su vida: su hermana Doña Grimanesa. Las excepcionales menciones a su persona, se fijan solamente en su tarea de "normalidad" en la educación de los hijos, el gobierno doméstico, la atención a su marido, a su hermano, y a las numerosas personas de su entorno. Como recuerda uno de los escasos estudios dedicados a su persona, brindó "el entorno adecuado para que su esposo pudiera dedicarse a sus tareas políticas y militares y ofreció el calor de familia a su hermano, el gran arzobispo de Lima.  Con su señorío y elegancia aportaba el sosiego hogareño donde ambos podían encontrar el equilibrio necesario, después de afrontar los muchos problemas que se les presentaban"[2].

 

Sin embargo, ya Antonio de León Pinelo, en la primera biografía sobre el Santo, compendiará que Grimanesa, "vivió siempre con el Arzobispo de Lima, y murió con opinión de mucha virtud"[3]. Esta nueva luz sobre ella, arrojará consecuentemente mayor claridad en una faceta fundamental del considerado padre de la Iglesia de América como es la vida cotidiana familiar.

 

II.                RAÍCES FAMILIARES

 

Me adelanto a una posible reflexión crítica por parte de ustedes mis lectores, y que ya se le ocurrió al arcediano Bartolomé de Benavides, el mismo día de las honras fúnebres de doña Grimanesa, cuando predicó el sermón en la Catedral de Lima, en 1635:

 

"David convida a alabar la santidad de Dios que es solo santo y yo Ilustrísimo Señor y estado eclesiástico, convido a celebrar la buena memoria de la santidad de aquel señor hermano de nuestra difunta, arzobispo de esta iglesia y lustre inmortal de nuestro estado eclesiástico, y si alguno muy crítico me hiciese cargo que ocupo y divierto la materia de este sermón, no dirá que es materia ajena pues cuanto dijere de este apostólico varón es gloria de su hermana cuyas honras celebramos"[4].

 

Efectivamente, cuanto consideremos de santo Toribio incide en su hermana. Los testigos del proceso de canonización de Santo Toribio que señalan a Mayorga como su patria natal, lo hacen por haberlo escuchado a su hermana, a quien consideran autoridad irrebatible. Es el caso del P. Juan de Figueroa, Ana María de Collazos, el capitán Basilio de Vargas, el Lic. Alonso Díaz de Vergara o como el P. Gaspar Meneses. Se adivina entre sus muros y en su gente la declaración de la sobrina del santo patrono e hija de Grimanesa, Mariana de Guzmán Quiñones: "que en el dicho pueblo de Mayorga siempre se ha guardado y guarda la fe católica y obediencia a la Santa Sede Apostólica, bautizándose todos los que en ella nacen como verdaderos católicos y como tal sabe fue bautizado el dicho siervo de Dios y, a su tiempo, confirmado".

 

Fueron los padres de Toribio, don Luis Mogrovejo (1504-1569), bachiller en Derecho y regidor perpetuo de la Villa desde 1550 a 1568 y doña Ana de Robledo (1508-1592) y Morán, de ilustre familia de Villaquejida, provincia de León y diócesis de Oviedo, a 25 kms de Mayorga. Se casaron en Villaquejida en 1534. Tuvieron 5 hijos: Luis, el mayor y el del mayorazgo, (1535-1571); Lupercio (1536-1587); Toribio -nacido el 16 de noviembre de 1538-; María Coco, (1542-1618 religiosa dominica en el Convento "San Pedro Mártir" de Mayorga); Grimanesa (1545-1634) quien le acompañará a Perú con su esposo F. de Quiñones (1540-1605). Parece que tuvieron una hija más, Eufrosia, nacida en enero de 1547 y que falleció a los pocos días.

 

El contador Alonso Rodríguez de Pulgar, receptor general de penas de cámara, declarará en 1659 que conoció al Santo en su casa por haberse criado con sus pajes: "Su abuela Catalina de Cáceres que era castellana vieja y tenía grandes noticias de los deudos y del dicho siervo de Dios por haber vivido la dicha su abuela 107 años y haber sido de las primeras mujeres españolas que pasaron a estos reinos del Perú"[5].

 

Mayorga ha tenido una fuerte vinculación con Perú. El primero en pisar territorio andino fue uno de los compañeros de Pizarro en Cajamarca y fundador de Lima, Juan de Mogrovejo, quien era primo carnal del padre del santo e hijo de don Gonzalo Mogrovejo. Testó en 1537 archivándose su testamento en la parroquia del Salvador de Mayorga. Le sigue el gobernador Cristóbal Vaca de Castro, nacido en Izagre, localidad próxima a Mayorga. De Mayorga o alrededores, en compañía del Santo, irán Antonio Lebrato, Juan de Villacé, Bernardino Castellanos, Francisco de Quiñones –cuñado y esposo de nuestra protagonista Grimanesa- que llevaron también a sus tres hijos Antonio, Beatriz y Mariana.

 

Doña Grimanesa contará a su hija Mariana de Guzmán Quiñones, una anécdota deliciosa que narra en su testimonio en el proceso de beatificación: "oyó decir a su madre muchas veces, siendo el dicho siervo de Dios de 9 a 10 años, a persuasión de los muchachos de la vecindad de su casa, salió una sola noche a jugar con ellos a la plaza a la luna". Parece ser que los traviesos mozalbetes vieron a unas vendedoras con canastas de comida "arrebatándoles todo lo que de ellas pudieran" por lo que, indignadas las placeras, comenzaron a maldecir, escandalizando al inocente Toribio, el cual ni corto ni perezoso amonestó a las mujeres y les rogó que cesasen en sus imprecaciones pues ofendían a Dios, que valorasen las pérdidas y él iría a su casa para resarcir todo lo hurtado por sus compañeros. Tal como se lo dijo, con la ayuda de su madre, lo hizo, "y de allí en adelante nunca jamás quiso salir a jugar a la luna con aquellos ni otros muchachos"[6].

 

III.             AL RITMO DE UNA SINGULAR TRAYECTORIA

 

Grimanesa irá viendo cómo su hermano Toribio Alfonso, tras los años de infancia en Mayorga, acude a los 13 años a Valladolid, donde cursa humanidades –hoy lo denominaríamos secundaria- y primeros estudios universitarios; pasa a Salamanca, donde logra la licenciatura en derecho civil y canónico. Desde allí, pasará a ocupar el puesto de oficial de la Inquisición de Granada. En tal oficio, es nombrado arzobispo de Lima el lunes 16 de marzo de 1579 por el Papa Gregorio.  Por este motivo, acude de nuevo a Mayorga para dar el último adiós a su madre y llevarse consigo a su hermana Grimanesa y familia. Allá estaban su madre y su hermana María Coco, monja en el convento de las Madres Dominicas de san Pedro Mártir de Mayorga a quien quiso llevársela para Lima. Le acompaña también, su paje y fiel escudero, Sancho de Ávila, tal como nos lo cuenta en el proceso de beatificación: "al cual recibió por paje y le dio escuela y estudio y anduvo con él por todo el Reino de España cuando salió a despedirse de SM y de sus consejos, cuando le presentaron por Arzobispo de esta ciudad y en la Villa de Madrid, y de allí a Mayorga a despedirse de su madre, tíos y parientes...los cuales era pública voz y fama que era la gente de los más principal e ilustre que había"[7].

 

Toribio viviría - por última vez en su patria natal- días de intimidad familiar, al calor del hogar. Habían fallecido su padre (1568) y sus hermanos Luis y Lupercio; doña Ana vivió sola en Mayorga su viudedad, arropada por la compañía espiritual de su hija sor María Coco. Toribio no tenía intención de retornar, su viaje era sólo de ida y, por ello, quiso llevar, estando él en Lima, tanto a su madre como a su hermana. Su madre, murió en febrero de 1592, tal como manifiesta el propio prelado en carta de 10 de marzo de 1594, desde Lambayeque:

Como entre los contentamientos y alegrías de este mundo suelen muchas veces mezclarse dolores, trabajos y persecuciones (fuera de una carta que recibí entre las cédulas que tengo dicho, de alegría, en que tuve aviso de esa corte, de la muerte de mi madre de que tuve el sentimiento que la razón a ello me obligó)[8].

El joven Sancho, quien -por propia confesión- fue "caminando siempre con él y en su servicio" nos revela algunas actitudes de Toribio. En la villa de Mayorga, debido a su gran humildad, no admitió que sus parientes y amigos le llamasen "don". Y en su larga caminata por la meseta y las serranías en el itinerario Granada-Mayorga-Madrid-Granada-Sevilla-Sanlúcar, "no quería descubrirse" por arzobispo, pasando desapercibido al pasar por ventas, mesones y posadas. Sancho Dávila narra anécdotas pintorescas como el hacerse servir la comida "debajo de las encinas, cerca de la venta, por no ser conocido", sentándose en el suelo "sobre las capas de los criados y allí comía con algunos de ellos"[9].

 

En Madrid fue agasajado por los miembros de los Consejos de Indias, de Castilla, de Hacienda y de sus ex colegas de San Salvador de Oviedo que ocupan puestos importantes en la Corte. Hubo que arreglarlo todo para conferir las cuatro órdenes menores y el subdiaconado en Granada, en el espacio de un mes, por mano del arzobispo de Granada don Juan Méndez de Salvatierra. Mogrovejo siguió como inquisidor de Granada; allá recibió el diaconado y el sacerdocio en agosto de 1580 por el propio arzobispo Méndez de Salvatierra.

 

Parece que ofreció cierta resistencia al nombramiento, pero, gracias a la influencia de buenos amigos con Diego de Zúñiga y el matrimonio Francisco de Quiñones y Grimanesa, terminó aceptándolo como vocación especial. Así lo declaró su sobrina Mariana de Guzmán: "Y en especial sus hermanos le persuadieron a que lo aceptase, y le reconvenían diciendo que si deseaba ser mártir (que así siempre lo decía) aquélla era buena ocasión de serlo; y que así aceptase el dicho oficio. Con que por este fin aceptó... y por echar de ver que convenía para exaltación de la Iglesia y conversión de los indios infieles de este Reino y para la salud de las almas de ellos"[10]. Parecido testimonio nos refiere su inseparable ayudante y compañero Sancho Dávila: "no quiso aceptar el dicho Arzobispado hasta que los SS Consejeros de su Colegio le hicieron instancia y le escribieron que Su Majestad le daba tres meses de término para que aceptase o no y así se animó por consejos de su hermana Doña Grimanesa y su cuñado D. Francisco de Quiñones"[11].

 

Una vez promovido a obispo el 16 de mayo de 1579, fue consagrado por Mons. Luis Cristóbal Rojas Sandoval, arzobispo de Sevilla, en la Catedral, en agosto de 1580. Antonio León Pinelo, su primer biógrafo, subraya el hecho de que el Consejo de Indias dio al nuevo Arzobispo "muy honoríficos despachos por ser el primero que salía de España para Lima". Todos los preparativos debían realizarse antes de la consagración episcopal, pues, según la normativa vigente, el neo-consagrado debía partir con la primera flota. Sin minusvalorar sus mercancías y su biblioteca, lo más importante es el selecto grupo de personas que le acompaña, en su mayoría emigrantes sin retorno. Por fin, en septiembre de 1580 se embarca rumbo al Perú desde Sanlúcar de Barrameda.

 

Le acompañan seis granadinos como criados, algo perfectamente lógico, puesto que antes de su elevación al arzobispado de Lima, había residido varios años en esta ciudad: Rodrigo Mejía, de Granada. Luis de Coalla, Francisco de Santisteban,  Baltasar Agustín, de Granada,  Leonor de Palomares, de Granada y Diego López de Palomares, de Granada, (f-304v)[12]

IV.             VIAJE ULTRAMARINO

 

En la nao san Andrés le acompañan, contando los seis criados granadinos, 22 personas: entre ellas, su primo y cuñado, futuro regidor de Lima y capitán general en Chile, Francisco de Quiñones; doña Grimanesa, hermana del santo, y sus hijos Beatriz, Juan Antonio y Mariana; don Antonio de Valcázar, vicario general, y Sancho Dávila. Con razón el obispo emérito del Callao, Dr. José Luis del Palacio, califica a la familia como "una pequeña comunidad en misión ad gentes para evangelizar el Perú", preludio de las actuales del Camino Neocatecumenal[13].

 

Además, navegaba la sexta expedición de 16 jesuitas, contando padres, coadjutores y hermanos: Diego de Zúñiga, P. Juan de Atienza, Alonso Ruiz, Francisco Angulo, Juan Sebastián de la Parra, P. Baltasar Piñas, Diego de Torres Bollo, Diego González Olguín, Ludovico Bertonio, Cristóbal Ortiz, Juan Bautista Rufo, Esteban de Ochoa, Francisco López de Haro, Lope Delgado y Agustín de Pietrasanta. Va como capellán doméstico, Domingo de Almeida, futuro Deán de la Catedral de Lima, el cual conoció al arzobispo en Sevilla, a fines de agosto de 1580, y quien dará testimonio de cómo en el viaje, por mar y tierra, rezaron puntualmente las horas canónicas durante los tres meses que duró la travesía y aproximación hasta la Ciudad de los Reyes[14].

 

            Tal viaje por mar en tiempos de Felipe II estaba organizado metódicamente desde 1561. Para América, las Indias Occidentales, salían dos flotas, la primera, la de los galeones, rumbo a Nueva España con escala en Canarias y en Santo Domingo, y prolongando el viaje hasta Filipinas. La segunda era la flota de Tierra Firme que iba desde el puerto de Sanlúcar a Santo Domingo, dirigiéndose a continuación a Puerto Bello, en Centro América. Los pasajeros, con las mercancías, se trasladaban por tierra a Panamá, despachando a Paita el navío de aviso para el virrey del Perú en el Océano Pacífico. En ese momento, el virrey enviaba a Panamá la Armada del Sur que recogía la gente y sus pertenencias provenientes de España y los transportaba hasta Paita, el primer puerto del Perú, o al Callao, en Lima.

 

            En este caso, zarpó la flota hacia el 27 de agosto de 1580, en la nao del Maestre Andrés Sánchez, a las órdenes del capitán general Antonio Manrique; pasa por la isla canaria de la Gomera el 10 de octubre y llega a Cartagena de Indias el 7 de diciembre. Arribó a Nombre de Dios, en Tierra Firme, actualmente en tierras de Nicaragua, el 2 de marzo de 1581 y en mulas atravesaron los expedicionarios el istmo hasta Panamá. Desde Panamá navegaron hasta Paita, puerto norteño de Perú. El desembarco fue en abril de 1581. Siguieron por tierra hasta Jayanca, primera localidad de su jurisdicción.

 

            En estos tiempos de la covid-19, de obligada convivencia las 24 horas del día por el confinamiento, nos puede ayudar a vislumbrar lo que sería el día a día de la familia Quiñones-Mogrovejo que acompaña al nuevo Prelado de Lima. ¡Cuántas escenas de vida cotidiana, en la comida, en el recreo, en el trabajo y en el descanso, en la oración y en la tensión, en los dolores y en los gozos! Sin duda que Grimanesa, como veremos en la Ciudad de los Reyes, es la mujer fuerte y hacendosa, auténtica ama de casa aún aquí en medio del oleaje.

 

V.    EN LA CIUDAD DE LOS REYES

 

            Conocemos los relatos biográficos acerca del Prelado. Debemos figurarnos siempre en lugar discreto pero oportuno y decisivo a nuestra protagonista. Al llegar a Chancay, salieron a recibirlo los sacerdotes Pedro de Escobar y Pedro de Oropesa, en unión de todo el pueblo de Lima. El Cabildo eclesiástico le tributó un recibimiento triunfal. Junto a las casas arzobispales, se colocó un arco triunfal con el escudo de armas del prelado, se montaron otros tres arcos por donde iba a pasar la comitiva, se costeó una danza de niños con trajes vistosos y no faltaron los cohetes, los fuegos artificiales y las chirimías. La comitiva montada había llegado al barrio de pescadores, en la margen del río Rímac, hasta la iglesia del hospital de san Lázaro. Allí se revistió de pontifical y, tras cruzar el puente, bajo palio, ingresó en la indigente catedral limeña de muros de adobe y techo de paja. Escribe Fernando Montesinos en sus Anales del Perú que "fue recibido con gran solemnidad de fiestas y alegrías; colgáronse las calles por donde entró como si fuera día del Corpus, y aquella noche hubo luminarias en toda la ciudad y grandes fuegos y de aquí quedó esta costumbre en aquella ciudad en la entrada de los Arzobispos".

Era un viernes 12 de mayo de 1581; contaba el prelado tan sólo 42 años y nunca más volvería a España. Diego Morales, secretario del cabildo, lo recuerda vívidamente al tener que declarar en el proceso de 1631:

siendo este testigo muchacho y se acuerda muy bien que entró por la puerta a pie y estuvieron colgadas las calles y hechos los altares y hubo gran concurso de gentes y gran repique de campanas y música, echando bendiciones debajo de un palio.

           

            Una semana antes, el día 4, había entrado en la capital, desembarcando en el Callao, el nuevo virrey don Martín de Almansa. Sin duda, que la acogedora dama estuvo al tanto de su llegada. Una de las primeras anécdotas registradas nada más llegar a Lima, pinta de cuerpo entero al Arzobispo en su ambiente familiar. Tras entrar en Lima cenando con su hermana Grimanesa y don Francisco de Quiñones, se retira a descansar. Aunque el prelado había tenido una jornada agotadora, avisó que, como siempre, se levantaría temprano. Al decirle su hermana Grimanesa que por qué tan pronto, respondió: "Es que el deber está antes que el sueño, y sabed que para gobierno de la Iglesia estoy aquí. Por decreto de Dios tenemos que aplicarnos y lo haremos; porque hermana, no hay que olvidar que no es nuestro el tiempo". Y concluye su primer biógrafo León Pinelo: "No perdía un instante y solía decir: "No es nuestro el tiempo, es muy breve y hemos de dar cuenta de él."[15].

VI.              ESPOSA DE FRANCISCO DE QUIÑONES, ALCALDE DE LIMA y CAPITÁN GENERAL DE CHILE

Natural de la villa de Mayorga, en 1540, hijo de Pedro de Villapadierna y Beatriz de Quiñones, primo segundo de su esposa. Inició su camino a través del estudio en Salamanca, abandonando pronto las letras por las armas. En su juventud combatió en los ejércitos de Carlos I y Felipe II en Italia. Parece que, en el desastre de los Gelbes, 1560, cayó prisionero de los turcos y sufrió cautiverio en Constantinopla con su hermano Antonio, caballero de san Juan, quien falleció. Gracias a un cuantioso rescate logró recobrar la libertad y regresar a Mayorga, donde fue familiar del Santo Oficio. Logra la dispensa pontificia por su parentesco el 5 de agosto de 1572 y dos años después, en 1574, contrajo matrimonio con su prima Grimanesa residiendo el matrimonio en esa villa de Campos durante algunos años durante los cuales el caballero ejercerá como familiar del Santo Oficio y nacerán sus tres hijos mayores: Antonio, Mariana y Beatriz. Con ellos y su esposa embarcará con destino a Perú en la flota que parte en otoño de 1580, al servicio del nuevo arzobispo de aquellas tierras: su propio cuñado, Toribio Alfonso de Mogrovejo.

 

Poco antes de su llegada había entrado como virrey Martín Enríquez de Almansa quien le confirió el grado de maese de campo y de comisario general de la Caballería del Perú, nombrándolo comandante de la Armada del Sur, la de los galeones. Fernando de Torres y Portugal, Conde de Villar Don Pardo (1585-89) le nombra corregidor y Justicia Mayor de Lima de 1586 a 1589[16], justo en un momento complejo en el que se habían suprimido los derechos populares electivos para la designación de alcaldes ordinarios. De hecho, se le otorgó la comisión de nombrar directamente los alcaldes. De su prudencia resultó el "mucho contento de los vecinos", por lo que se le concederá la jurisdicción sobre las villas de Cañete y Chancay.  

Por esta fecha, le toca dar testimonio al rey Felipe II sobre su cuñado santo Toribio: "la santidad del arzobispo es muy antigua en él, así de su niñez, como de colegial que fue en Salamanca; en todas partes hallará Vuestra Majestad gran relación de su cristiandad"[17]. Le acompañó durante el primer año de visita pastoral y estuvo en la provincia de Huaylas, tal como lo refiere en la carta escrita a Felipe II, el 4 de abril de 1587, donde registra la honda impresión del arzobispo ante la dureza laboral de los indios.

Con el virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, (1589-96) tendrá enfrentamientos sonoros que le llevará a recluirle en una nave en el puerto de El Callao, como instrumento de coerción para conseguir doblegar la voluntad del arzobispo, que finalmente cede, temeroso de la mala salud de Quiñones y de que se cumpla la nueva amenaza de Mendoza y sea encarcelada su hermana Grimanesa.

Con Luis de Velasco, marqués de Salinas, (1596-1604) fue nombrado Gobernador y Capitán General interino de Chile. La escasez de soldados, las guarniciones diezmadas, la penuria del ejército español allí acantonado, forzaron al general a invertir 12.000 ducados de su hacienda para vestir y armar a los hombres bajo sus órdenes. Acompañado por su hijo mayor, Antonio, en calidad de capitán y como su mano derecha, quiso pasar y poblar Valdivia, pero hubo de limitarse a una guerra defensiva y de posiciones. Tuvo que afrontar numerosas penalidades que le provocaron una hemiplejia.

En 1603 fue elegido alcalde de Lima junto con don Juan Dávalos de Ribera como muestran las Actas del Cabildo[18]. Los últimos momentos de su vida corresponden con los del virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey (1604-06).

Como padre preocupado de dejar lo mejor para sus hijos, negoció los matrimonios de sus hijas, María y Mariana, con caballeros del funcionariado en Indias, colocando en la mejor de las posiciones posibles a sus dos vástagos varones, Antonio y Luis, para la consecución del hábito de una orden militar –será la de Alcántara- que a él se le negó por la animadversión del virrey Mendoza. Falleció el 23 de junio de 1605, nueve meses antes de la del Santo[19]. Las Actas del Cabildo dan cuenta de su muerte el 25 septiembre 1605[20]. Cinco años después. en 1610, su viuda Grimanesa continuaba pidiendo mercedes por los servicios que su marido realizó[21].

 

VII.          MADRE DE CINCO HIJOS

 

1.      Juan Antonio de Quiñones y Prado. El primogénito. Nacido en Mayorga el 3 de septiembre de 1573. En Lima, ingresó el 8 de mayo de 1589 en el colegio de San Martín, de la Compañía de Jesús. Acompañó al padre a Chile y fungió como capitán; a Lima volvió con grado de general de ejército; volvió a España en 1606 con su hermano Luis. En 1609 se le distinguió con el hábito de la orden de Alcántara y radicó en Madrid. Se casó en Medina del Campo con doña Agustina de Montalvo Cabeza de Vaca, hija de Juan de Briones, quien había sido paje de Felipe II, y de quien no tuvo descendencia. Casado en segundas nupcias con doña Catalina de Ulloa, y morir su único hijo Victoriano sin descendencia, el mayorazgo pasó a la familia de doña Mariana. Será doña Grimanesa quien dio poder notarial a su hijo Antonio, de su legítima materna y paterna, como cuidadora y curadora de sus cinco hijos, en el que le autoriza para disponer de todos los bienes.

 

2.      Beatriz de Prado. Nació el 29 de noviembre de 1578 en Mayorga. En el momento de embarcar tenía 2 años. A los 13 años, ingresó con su hermana Mariana de 11 y María de 10 para ser educada en el monasterio de la Encarnación. Allí mismo se queda com religiosa y pasará a ser una de las fundadoras de Santa Clara. en 1606[22]. Llegó a ser Superiora y muere el 19 de mayo de 1609, con tan sólo 31 años.

Don Gonzalo de la Maza da testimonio de cómo "le había venido un gran deseo de irse al dicho monasterio de Santa Clara, a entrar monja, por medio de doña María de Quiñones, sobrina del señor don Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo de buena memoria, que le había elegido entre las fundadoras de dicho monasterio, que la dicha doña María en aquella sazón estaba en el de la Encarnación de esta ciudad". Doña María de Uzátegui (su esposa) nos ofrece un entrañable testimonio de la amistad de las hijas de Grimanesa con Santa Rosa. "y después le tornó a darle grandes deseos de ser monja de Santa Clara y salió de su casa un día de fiesta, habiendo dado parte de ello a su abuela, diciéndole cómo se iba para no volver a ser monja de Santa Clara, confiada en la gran amistad que tenía con las hijas de don Francisco de Quiñones y de doña Grimanesa y que estando recibida ya era fácil quedase allá para entrar en Santa Clara (30 de octubre de 1617) [23].

 

3.      Mariana de Guzmán y Quiñones, nacida en Granada, casada en Lima en 1607 con Juan de Loaysa y Calderón. Se casó en dos ocasiones, la primera con Martín de Soto, del que le nació un varón llamado Diego de Soto y Quiñones, Viuda joven, enlazará su vida con Juan de Loaysa Calderón, Oidor de la Audiencia de Charcas y luego de la de Lima durante veinte años (1605 a 1625). Su hijo don Pedro de Loaysa y Quiñones actuó en el proceso de beatificación como procurador del Cabildo eclesiástico, junto con Antonio de Villagómez, sobrino del arzobispo de Lima, don Pedro de Villagómez.  Pedro de Loaisa se casa con Antonia de la Cueva, de los que nacen don Toribio de Loaysa (fue el que portó la imagen del Santo en la procesión de la beatificación) y Grimanesa de Loaisa, quien se casa con Fernando de Castilla Altamirano, de cuyo matrimonio nace María Antonia de Castilla y Loaisa, que al ingresar como religiosa de Santa Clara dirá "con que por legítima sucesión soy sobrina rebiznieta de dicha señora doña Grimanesa y de dicho glorioso santo"[24].

 

4.      María de Quiñones Lasso, nacida en Lima, donde se desposó el 7 de noviembre de 1610 con el limeño Nicolás de Mendoza Carbajal, caballero de la Orden de Santiago. Muere en 1613, sin descendencia.

 

5.      Luis de Quiñones. Nació en 1584, en Lima, y fue bautizado por el Santo. Estudió en el colegio de San Pablo hasta los 16 años, fecha en que se matriculó en Derecho en San Marcos, donde se graduó. Obtiene de la Corona plaza de oidor de Quito en 1610. Fue clérigo y heredó la biblioteca de Santo Toribio. Pasó a España con su hermano don Antonio. En 1611 le concedieron el hábito de caballero de la orden de Alcántara, oidor en Quito en 1637, donde murió.

 

VIII.       DESDE LA CASA ARZOBISPAL

 

Fray Gaspar de Villarroel, arzobispo de los Charcas y antes obispo de Santiago de Chile y Arequipa, en su obra Gobierno eclesiástico destaca la presencia femenina en la casa arzobispal de Santo Toribio.: "El Sr. Don TAM, arzobispo que fue de Lima, cuya vida y milagros lo han hecho tan célebre en el mundo que, si no se hubiera tomado el negocio con tanta tibieza el Perú, estuviera canonizado ya. Tuvo en su casa toda la vida a las señoras doña Grimanesa Mogrovejo y Doña Mariana de Quiñones, su sobrina ésta, y aquella hermana suya[25]".

 

            Juan Antonio Suardo en su puntual Diario de Lima del decenio comprendido entre los años 1629 y 1639 recoge una faceta de la vida cotidiana de doña Grimanesa, al contarnos cómo el 15 de julio de 1634 "por la tarde, hubo comedia en Palacio y se representó la del Prelado de las Indias, Don Toribio Alfonso Mogrovejo, arzobispo que fue de esta ciudad" [26]. Parece que era usual este tipo de pasatiempos culturales, pues Ana María de Collazos, monja donada de la Encarnación, nos informa de una treta divertida que urdió doña Grimanesa cuando invitó a palacio a "un hombre volátil a hacer sus habilidades y vueltas en la sala primera y mayor de su palacio y que para verlo volar y hacer las demás acciones que tales hombres suelen hacer, la dicha señora doña Grimanesa, su hermana, había convidado a muchas señoras principales de esta ciudad y les tenía prevenido un gran estrado alfombrado y con muchos cojines donde estuvieran los dichos señores"[27]. Como conocía muy bien los gustos del santo y para no desairar al "hombre volátil" que deseaba obsequiar con su arte al arzobispo, revistieron a su sobrino Antonio de Quiñones con el roquete y muceta del tío

 

Por su parte, Ana María de Collazos, monja donada de la Encarnación, natural de Huamanga, 24 años hortelana de dicho convento, declara que

 

"le conoció de vista desde que esta testigo vino de su patria a esta ciudad de Lima siendo de 5 años con ocasión de haber entrado esta testigo en poder de la señora Doña Grimanesa Lazo de Mogrovejo, hermana del dicho siervo de Dios, en cuya casa y palacio vivía en cuarto aparte y estuvo allí como cuatro años sin salir a vivir a otra parte...todo el dicho tiempo entraba, salía y asistía muy frecuentemente esta testigo con la dicha su tía (Isabel de Collazos) en el cuarto de la dicha señora doña Grimanesa y por esta causa vio muchísimas veces al dicho siervo de Dios en el dicho su palacio y le habló varias veces como a niña que entonces era y se acuerda esta testigo en especial de que viendo el dicho siervo de Dios a esta testigo y a D. Luis de Quiñones, sobrino del siervo de Dios, que eran niños y andaban traveseando como tales sobre una pared, mandó a sus criados que no les riñesen porque con el temor no se turbasen y se cayesen; pero luego mandó que se levantase mucho más alta la dicha pared para que no pudiesen subir en ella más"[28].

 

Es palpable el cariño del santo arzobispo por esta familia. El 12 de junio de 1592 consiguió del Papa Clemente VIII que su cuñado y esposa puedan educar a sus hijas Beatriz, de 13 años, María de 11 y Mariana de 8 en un monasterio femenino de la ciudad; el Papa pone como condiciones que las monjas estén de acuerdo, que el monasterio tenga ya otras jóvenes educandas, que las tres hermanas entren solas y sin servidoras o criadas […] que vistan con sencillez y sin joyas (oros o sedas) que observen las leyes de la clausura y de la comunicación con los externados, que cooperen a su mantenimiento cada semestre, que haya celdas vacías para ellas en el noviciado y que el número de las jóvenes presentes no esté completo; que las dichas jóvenes presentes no se vayan con ánimo de volver de nuevo, a no ser que quieran tomar el hábito monástico[29]. De hecho, doña Grimanesa y sus hijas Mariana y María vivirán religiosamente en el monasterio de la Encarnación de Lima; tras 14 años de vida religiosa en aquel plantel y a la muerte de su santo tío, quisieron entrar como monjas en Santa Clara[30].

 

La propia empleada de hogar de la familia, citada anteriormente, Ana María de Collazos, nos comparte que su vocación como religiosa nace con motivo de entrar "en este convento en compañía de doña Beatriz de Prado y de doña Mariana de Guzmán y de Doña María de Quiñones sobrinas del dicho siervo de Dios, hijas de la dicha señora doña Grimanesa su hermana y de don Francisco de Quiñones, su cuñado, cuando las susodichas entraron a criarse en este convento como doncellas de tanta calidad, virtud y ejemplo, con lo cual tenía mucha comunicación con las personas de la casa del dicho siervo de Dios, además de que el dicho siervo de Dios solía venir algunas veces entre año a ver a la Madre Abadesa perpetua fundadora de este convento que se llamaba doña Mencía de Sosa y a ver juntamente a las dichas sus sobrinas, de las cuales vive hoy la señora doña Mariana de Guzmán y Quiñones, viuda del Señor Don Juan de Loaysa Calderón, oidor que fue de esta Real Audiencia de Lima"[31].

 

Lo confirma el Breve de Paulo V a Doña Grimanesa Mariana de Guzmán y Doña María de Quiñones, nietas de Santo Toribio, concediéndoles licencia para ingresar al Monasterio de Santa Clara en calidad de monjas. Estuvieron en el Monasterio de las Monjas de la Encarnación por espacio de 14 años con "hábito decente y religioso, vinieron en el ejercicio de cristianas virtudes y de la disciplina y vida religiosa. Deseando pues –como lo dice su misma exposición- movidas de piadoso celo, dicha Grimanesa Mariana y María entrar al sobredicho Monasterio de Santa Clara concedernos como consanguíneas de dicho Toribio Alfonso y fundador del mismo Monasterio. Con parecer de la misma Abadesa y de la mayor parte de las mismas monjas, licencia de entrar en dicho Monasterio de Santa Clara y tener entre las demás monjas de tal Monasterio los primeros lugares después de la Abadesa. Dado en Roma en San Marcos, 18 de julio de 1608[32]. El papa Urbano VIII concede a Mariana de Guzmán, sobrina del Arzobispo, la facultad de visitar una vez al año el monasterio femenino de Santa Clara, acompañada de su madre doña Grimanesa[33]

 

Diego de Morales, secretario y aficionado a su persona desde niño, amigo de los hijos del matrimonio Quiñones-Mogrovejo, nos comparte que "siendo muchacho deseó entrar a servir esta iglesia de monaguillo para tener ocasión de verle cada día y besarle la mano y tener entrada en su casa con sus sobrinos y criados, como la tuvo muy grande". Nos informa puntualmente de la preocupación del santo para que sus familiares fuesen ejemplares: "era vigilantísimo en que todos los de su casa viviesen cristiana y recogidamente y mandaba a don Francisco de Quiñones su cuñado que celase con cuidado toda la casa y que se cerrasen las puertas temprano y que si alguno viviese mal lo despidiese" [34].

 

Varios testigos y biógrafos ponen de relieve el cotidiano realismo del ama de hogar, siempre pendiente de que nada faltase en la casa de tan dadivoso hermano, quien llegaba a burlar el acucioso celo de Grimanesa. Así nos lo comparte, Monseñor Gaspar de Villarroel -arzobispo de Arequipa y antes de Charcas y Santiago de Chile- quien nos "cuenta cómo al dar como limosna a un pobre dos mulas de carroza que acababa de limpiar un caballerizo, le dijo: Aprisa, aprisa, mirad no os vea mi hermana"[35].

 

IX. DULCES DE NAVIDAD Y OTROS REGALOS

 

            Selecciono algunos de los frecuentes gestos "maternales" para con su querido hermano Toribio. Así, el jesuita P. Francisco de Contreras, que le conoció desde 1592 y fue ordenado de sacerdote por él, nos rescata de su memoria un gesto entrañable en tiempos de Navidad: "Y asimismo vio este testigo que habiéndole enviado de esta ciudad con grande regalo de dulces por ser tiempo de Navidad su hermana doña Grimanesa, el dicho Sr. Arzobispo lo repartió todo entre pobres yendo él mismo a los ranchos de los indios enfermos a visitarlos y dárselo sin quedarse con cosa y le dijeron a este testigo que aquella noche de la vigilia de Navidad había hecho colación con solo un durazno o manzana sin otra cosa"[36].

 

El P. Fray Antonio Rodríguez, dominico de Lima, con 57 años que lo conoció "desde que entró en 1581 hasta que partió para la última visita y vez hubo que le dio las sábanas de la cama y una colecta muy rica y le dijo: "mira no te vea doña Grimanesa mi hermana" [...] Un día víspera de Pascua de Navidad, le dejó su hermana una camisa nueva. Como fuese un clérigo y le dijese que no tenía camisa a raíz de las carnes, se entró Toribio Alfonso Mogrovejo y se la dio, y viniendo el segundo día de Pascua Grimanesa a pedirle se pusiese otra como le dijese "ahí la dimos a un pobre de Cristo, sufrió muchas razones que la hermana le dijo de sentimiento"[37]

 

Fr. Juan de Elías, de Sevilla, religioso profeso de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, de 50 años, que fue ordenado sacerdote en San Joan de Lampras: "Porque a este testigo le cogió el Adviento en su compañía y lo vio y comía muy parcamente una cosa sola y su hermana doña Grimanesa le enviaba algunas ollitas de pescado en escabeche. Porque no fuesen vejados los curas e indios en buscar de comer y llegando un regalo de esto que le enviaba la dicha su hermana de dicho Sr. Arzobispo aunque llegase [482v]un criado con la carta en que le avisaba como se lo enviaba no lo quiso recibir y dijo a este testigo y a otros cuatro o cinco de su orden que estaban allí, que aquello era mostrenco porque no tenía dueño, que mirasen por ello y no lo recibió ni quiso comerlo hasta que llegó el criado con la carta de su servicio y entonces vio que era suyo. Porque era tan grande el recato y limpieza que tenía en no recibir que le preció que algún extraño o cura se lo enviaba[38]".

 

D. Tomás de Paredes, vecino y regidor de Lima, de Sevilla, que conoció al santo "desde el año 1593 que este testigo entró en esta ciudad hasta que murió y lo trató y comunicó muchas veces en esta ciudad y en la villa de Yca estando visitándolos", en su condición de "contador de las iglesias después de muerto el dicho Señor Arzobispo tomó las cuentas a la dicha dona Grimanesa su hermana que dio de los bienes que quedaron de la vacante y para que no le pudiesen adicionar las muchas limosnas que había expendido y que constase de la facultad que tenía. Para ello presento una carta firmada del dicho Señor Arzobispo que este testigo vio y leyó escribiéndosela a don Francisco de Quiñones su cuñado que era mayordomo en que le decía que si para cumplir y pasar todas las limosnas que le había ordenado no había bastante cantidad en sus rentas que vendiese todo su pontifical y con el procedido les cumpliese y pagase de que este testigo quedó admirado que Dios nuestro Señor favoreciese este arzobispado con darle tan gran prelado que escriba carta semejante"[39].

 

 

X.    EL ÚLTIMO ADIÓS

           

            La movida trayectoria del prelado Mogrovejo la seguía muy de cerca su querida familia, de manera especial cuando estaba visitando su dilatada arquidiócesis. Comenzó su tercera y última visita el 8 de agosto de 1601 por las provincias de Canta, Huarochirí, Yauyos, Cañete y nuevamente Ica. Luego retrocede por la misma ruta y entró en los actuales departamentos de Junín y Huánuco, volviendo a la costa por Cajatambo y Chancay. Después de descansar por un breve tiempo en Lima, reinició su Visita Pastoral el 12 de enero de 1605. Visitó minuciosamente la Catedral, inventariando sus bienes. Parece que marcha con el presentimiento de no volver a la Ciudad de Los Reyes. Así lo refiere su secretario Diego de Morales quien recoge las palabras de despedida del santo a su hermana Grimanesa como sustento de su espíritu profético: "despidiéndose de doña Grimanesa Mogrovejo su hermana cuando salió a la última visita que hizo en que murió, le dijo en presencia de este testigo: hermana, quédese con Dios, que ya no nos veremos más; y así sucedió como él lo dijo porque nunca más volvió a esta ciudad ni la vio"[40].

            Recorre las provincias de Chancay, Barranca, y siguiendo el curso del río Pativilca, gira hacia la derecha y visita algunos distritos de Cajatambo; de aquí pasa al callejón de Huaylas y, bajando a la costa por Casma, se dirige al norte a los valles de Pacasmayo y Chiclayo, falleciendo en Zaña, el día de Jueves Santo, 23 de marzo de 1606. La noticia llegó a Lima el martes 4 de abril a la 1 de la tarde tal como consta por los testimonios de los "curas de la catedral": Dr. Juan Sánchez de Prado. El Dr. Juan de la Roca. El Licenciado Alonso Menacho y el Br. Diego Chamorro. Grimanesa, su hermana, solicita al Cabildo de Lima el traslado de sus restos a la Iglesia Catedralicia. Un año después, el 26 de abril -como los mayorganos recuerdan cada año en la Misa solemne y procesión- se trasladaba su cuerpo a Lima por tierra en un trayecto que duró 80 días. Los casi 590 kilómetros se cubren en cuatro etapas: Saña-Trujillo, Trujillo-Chimbote, Chimbote-Pativilca, Pativilca-Lima. Su cuerpo fue trasladado bajo la dirección de doctor don Mateo González de Paz, maestrescuela de la Catedral, y llegó a Lima el jueves 26 días del mes de abril de 1607 años, velándolo en la iglesia de señor Santo Domingo, desde donde se llevó a enterrar solemnemente a la Catedral, el viernes a las 6 de la tarde 27 de abril. Presidió el oficio de pontifical el obispo de Santiago de Chile, Don Fray Juan Pérez de Espinosa, concluyendo todo a las 8 de la noche.

 

XI.              MUJER EMPEÑOSA

 

Grimanesa debió vivir la densa vida de su esposo, los hijos y su hermano. Debió sufrir lo indecible por la prisión de su marido cuando por orden del Virrey Cañete un 22 de marzo de 1591 se le "mandó llevar a El Callao en una carroza, con un alcalde de Corte y cantidad de lanzas, mandándole embarcar en un navío... teniendo mucha gente de guardia y no dándole lugar a que nadie le hablase"[41]. Como cuenta el propio santo en carta a Su Majestad, el 24 de marzo de 1591 amenazaron con lo mismo a doña Grimanesa, que si no se levantaban las censuras "a su mujer asimismo la había de embarcar".

 

Juan Bromley en su clásica obra Las Viejas Calles de Lima[42] nos aporta el domicilio exacto de nuestra dama, calle  San Pedro 305, cuadra tercera del Jirón Ucayali, y que para 1613 tiene los siguientes datos: Cuadra que comienza después de la Cruz de la Iglesia de la Compañía de Jesús, donde vive Doña Grimanesa de Mogrovejo hermana del Arzobispo de Lima Toribio Alfonso de Mogrovejo y vino al Perú casada con su primo el Maestre de Campo Don Francisco de Quiñónez y Villapadierna, que sirvió en Italia y en los Algarbes, que combatió contra el turco, que estuvo cautivo en Constantinopla y que en el Perú fue Corregidor y Alcalde de Lima y Capitán General de Chile. Doña Grimanesa falleció en Lima en 1632.

 

En aquel año de 1613 residían también en esta calle el Secretario de Gobierno Antonio de Nájera; y D. Jusepe de Altamirano, Caballerizo del Virrey Marqués de Montesclaros. El primer nombre de esta arteria urbana fue de D. Francisco de la Presa, por su vecino de ese nominativo, de quien ya se ha tratado al hablar de la calle de Presa.

 

      Por distintos documentos, podemos colegir que Grimanesa desbordaba el habitual ámbito doméstico de las damas limeñas, como amas de casa sin salir de casa. Al enviudar en 1606, deberá estar al frente de todos los negocios familiares, como el arduo de atender a sus hijos de acuerdo con su puesto social. A la muerte del prelado ese mismo año, el Cabildo puso pleito a sus bienes pues entendía que el Santo había regado su dinero en caridades. A sus herederos, su hermana y sobrinos (había muerto don Francisco de Quiñones) les dejaba su biblioteca, la capellanía para don Luis, clérigo; y una cantidad para el dote matrimonial o religioso de sus dos sobrinas, doña Mariana y doña María; Beatriz había muerto como monja clarisa. Grimanesa salió en defensa de las mandas de sus hijos y lo mismo hizo don Luis de Quiñones con un memorial al rey sobre los servicios prestados por la familia[43].

 

En las Actas del Cabildo aparecen diversos documentos relacionados con el pleito sobre los bienes de Santo Toribio. Grimanesa se aviene a hacer transacción de bienes. Se faculta a Feliciano Vega para tramitarlo el 21 de octubre de 1611. El 3 de enero de 1613 Grimanesa lee una memoria por la que 100.000 pesos podrían corresponder a la iglesia. Deciden darle 30.000 a ella. El 27 de agosto de 1624 conviene la Sra. Grimanesa en recibir a censo los 10.358 pesos que debía sobre las dos viñas que tenía en los pagos de San Martín de Tacazanes en los términos de Ica, conviniendo las dos partes en que se celebrase la escritura[44].

 

Las engorrosas gestiones de solicitar mercedes, arrendar casas y compra-ventas para atender a la familia estarán presentes a lo largo de su vida y se documentan en el Archivo General de la Nación[45]. De igual manera, se conocen varios pleitos, como contra los bienes y albacea del doctor don Juan de Velásquez, en 1626, difunto arcediano de la Catedral, en la escabrosa muerte "del negro Leandro Mandinga a quien mató un negro criado del arcediano"[46].  

 

Más adelante, doña Grimanesa está en los 86 años de edad y debe participar en el enojoso pleito contra don Juan de Valverde, clérigo de menores órdenes, por haber inducido a una esclava suya que le robe seis mil pesos y haberse quedado con ellos. Nuestra protagonista exigía los pesos y el valor de los esclavos en la causa seguida ante don Juan de los Ríos, alcalde ordinario[47]. Como bien advierte la experta en la historia de la mujer en el virreinato peruano Elvira García "la mujer de esa época se elevaba en las regiones del sentimiento, entregándose con sin igual entusiasmo a todo lo que era extraordinario y marchando tranquila hasta el sacrificio […] igualándose al hombre en talento, en saber y en valor; se asocia al progreso social y pone a prueba su actividad femenina. Ningún camino, que conduzca a ese fin, le queda desconocido, y señora de sus actos, tiene la conciencia de sus deberes y de sus derechos"[48].

 

XII.          UNA MUJER EN LA CATEDRAL

 

Narra el cronista Suardo en su Diario que el día 28 de noviembre, "a las diez y media de la noche, dio el alma a Dios Doña Grimanesa Mogrovejo, hermana que fue del señor Arzobispo de esta ciudad, don Toribio Mogrovejo, de santa y gloriosa memoria y a estas mismas horas hubo doble general de la Santa Yglesia Metropolitana y de las demás de esta corte".  Dos días después, el 30 de noviembre de 1634, "a las diez, se enterró en esta santa iglesia metropolitana la difunta Doña Grimanesa, en la bóveda debajo del altar mayor. El entierro se hizo con toda la pompa y aparato que se pudo porque sacaron el cuerpo de su casa los señores de la Real Audiencia y le acompañaron el señor Virrey y Obispo Visitador y, al entrar en la Yglesia, le cargaron las Dignidades de ella y, después de acabada la misa, los señores de la Real Audiencia le llevaron a la sepultura con el mismo acompañamiento"[49].

 

Por su parte, Bartolomé de Benavides, maestreescuela y arcediano, comisario general de la Santa Cruzada, en Perú, catedrático de nona de Teología en San Marcos y, por último, obispo de Oaxaca, predicó el sermón de honras fúnebres[50], en el cual compara a Grimanesa con María la hermana de Moisés, así como con otras damas ilustres del santoral cristiano, por ser hermanas de santos tales como Jerónimo, Ambrosio, Juan Crisóstomo: 

 

Nueva María, hermana de aquel Moisés divino, el Ilustrísimo señor D. TM que hablaba con Dios cara a cara, que le resplandecía el rostro cuando salía de la oración, cuyas glorias celebrara esta iglesia, no en túmulos y obeliscos sino en altares y tronos.

Y decía que, cuando por su piedad y por el servicio de Dios, no diera limosna, la diera por el gusto que sabía a su hermano que fue tan gran limosnero cuanto ninguno mayor ...y cuantos celebran los Anales santos y yo confieso hoy -dice Gerónimo- que es cosa de gusto y de Sansón la  que cuenta San Jerónimo 'le sucedió con Paula que lo mismo le sucedió a nuestra difunta con su santo hermano: ...Y confieso mi error -dice Jerónimo- que como la vía tan pródiga le decía lo que san Pablo: No por acudir a otros necesitemos nosotros y que el alivio ajeno sea tribulación propia, y con el gusto de el dar no quedase nada que dar en adelante, que santa señora era la hermana que podía advertir a tal hermano, y qué tal era el hermano que escuchaba humildes enmiendas de su hermana y con tal respeto, que lavándose un día, entró y le halló solo un pobre y le dio la fuente y el jarro de plata, que no tenía otro y le dijo: Vaya hermano presto, no le vea nuestra hermana"[51].

Gregorio Montero testifica en 1679 cómo "le trajeron a esta Santa iglesia Metropolitana con grande acompañamiento funeral y le pusieron en su túmulo en la capilla mayor donde se hicieron los oficios con gran  solemnidad y en acabándolos le pasaron a la sepultura que fue en el suelo debajo de tierra al lado del Evangelio en un ataúd de madera que estaba abierto y dentro vido el dicho cuerpo difunto vestido de pontifical y luego taparon y clavaron el dicho ataúd poniendo sobre la tapa unas tablas y las cubrieron con tierra como hacen a los demás difuntos y sobre ella pusieron una tumba cubierto con un paño de terciopelo morado con cenefa del mismo color y en su medio estaban las armas del dicho siervo de Dios bordadas"[52]. Entre los presentes figuran Don Pedro Muñiz, Deán, D. Juan Velásquez, Arcediano, D. Mateo de Paz, Maestreescuela, Cristóbal Medel, Tesorero, Juan Díaz de Aguilar, canónigo, D. Gaspar Sánchez de San Juan, canónigo; Cristóbal Sánchez Ranedo y Dr. Andrés Díaz de Abrego, canónigos.

 

Años después se trasladó a la Capilla de San Bartolomé, posteriormente a la bóveda debajo del dicho altar mayor, donde con motivo del proceso de beatificación hubo de reconocerse el cadáver. Mantenemos el texto manuscrito de Gregorio Montero en las Actas por su frescura insuperable:

 

"Bajaron a una bóveda que está debajo del altar mayor de dicha santa iglesia y en ella se halló que estaba puesto en la pared un dosel al parecer morado y debajo de él un cuadro de lienzo pintado Cristo Nuestro Señor a la columna y a las espaldas de la dicha pintura, un arco hecho en la pared en forma de nicho, cubierto con cinco tablas de madera de Chile, clavadas sobre tres tablones de madera que hacen 4 compartimentos y en el dicho nicho o concavidad no había inscripción ni título alguno y su Señoría. Ilustrísima y dichos señores, mandaron a Francisco de la Peña, carpintero, señalado para este efecto que quitase las dichas tablas, el cual desclavó dos de ellas y de la parte de adentro se vieron los dichos cuatro compartimentos divididos de la pared con dichos tres tablones y en ellos estaban dos cajas, dos ataúdes y otra caja pequeña, es a saber, en un ataúd de terciopelo morado, que dijeron los dichos licenciados Gregorio Montero y Juan Sánchez de La Madrid, testigos examinados en este acto, ser del cuerpo del Ilmo. Sr. Don Gonzalo de Ocampo, de buena memoria, arzobispo que fue de esta santa iglesia, y el otro ataúd forrado en terciopelo carmesí en que dijeron los dichos testigos estar el cuerpo de la señora Grimanesa Mogrovejo, hermana del dicho siervo de Dios D. Toribio Alfonso. Y una de las dichas cajas estaba cubierta de terciopelo morado y se halló cubierto de terciopelo morado y se halló abierta y dentro de ella una caja pequeña de plomo con una calavera dentro y una inscripción sobre la cubierta de la dicha caja que dice: "Aquí está la cabeza del señor Marqués Don Francisco Pizarro que descubrió y ganó los Reinos del Pirú y puso en la Real Corona de Castilla y en otra de las dichas casas que estaba abierta y sin forro, se vieron algunas calaveras sin rótulo alguno ni señales que diesen noticia de cuyas son. Y en la caja pequeña que estaba cubierta de terciopelo carmesí tachonada con tachuelas doradas y guarnecida con pasamanos de oro y sobre la tapadera de ella formada una mitra episcopal formada de las dichas tachuelas y pasamanos de oro, la cual estaba cerrada con una cerradura dorada que constantemente afirmaron los dichos dos testigos ser del cuerpo del dicho siervo de Dios Toribio"[53]

           

XIII.       CONCLUSIÓN:

 

Quien ha sido el mejor, o al menos el más completo biógrafo del Prelado, Vicente Rodríguez Valencia nos da la más lograda síntesis a la que hemos intentado dar vida en espera de una merecida y completa biografía:

 

"Doña Grimanesa fue, en los años de su longevidad, la venerada dama que residía en Lima cuando se incoaron los procesos de beatificación de su hermano el arzobispo, a quien sobrevivió 30 años. Murió en 1635, cuando era más unánime el testimonio público de admiración y veneración a la santidad de don Toribio, en plena profusión de gracias y milagros. Durante 25 años ella fue en las casas arzobispales no sólo señora del gobierno doméstico, sino consuelo y aliento del arzobispo en la vida trabajada de luchas y amarguras. Fue también, en cuanto ella podía, un factor de contrapeso en los excesos de penitencia y caridad con que se manifestaban al exterior las virtudes bien constituidas del prelado santo, como conseguir de su hermano el resultado de moderación que consiguió el rector del Colegio Mayor salmantino, teniendo a don Toribio por subordinado. En sus sentimientos de hermana y en su prudencia natural de mujer, tuvo que sufrir doña Grimanesa viendo tan de cerca el régimen de vida de aquel ´arzobispo que murió de hambre´ […]. En las prolongadas ausencias del prelado, durante años continuados de asiento en las reducciones de indios, ella fue una garantía de gobierno y de tranquilidad en la administración doméstica. En fiestas señaladas del año enviaba a su hermano obsequios y regalos, aun a conciencia de que para él sólo había de representar un obsequio espiritual. Los secretarios y criados de visita recordaban estos envíos de doña Grimanesa"[54].

XIV.        BIBLIOGRAFÍA

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VARGAS UGARTE R. Diario de Lima de Juan Antonio Suardo (1629-1639) Vol. I (Lima 1936).



[1] Gaudete et Exultate, 2016, n.7.

[2] GONZÁLEZ DEL CAMPO, M. I. Mujeres vallisoletanas en América en los siglos xvi y xvii, Valladolid, Ayuntamiento, 1998, págs. 52-54.

[3] Vida del Ilmo. y Rev.  Don Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo de Lima. Madrid 1653, Lima 1906, p.41

[4] AAL, (Archivo Arzobispal de Lima APBST (Actas del Proceso de Beatificación de Santo Toribio). Cuaderno V, f. 20.

[5] AAL, APBST, II, f.331v.

[6]AAL, APBST, II, ff.424-424v.

[7]AAL, APBST, I, ff. 48v-60

[8]"Carta del Arzobispo de los Reyes a S. M. expresando su sentimiento de verse tan poco favorecido y muy reprendido, etc." Núm.747.  LISSON CHAVES, Emilio La Iglesia de España en el Perú. Colección de documentos para la historia de la Iglesia en el Perú, EHES Sevilla 1943-47.

[9] Ibídem. ff.45 y ss

[10] AAL, APBST, II

[11] AAL, APBST, I, ff. 48v-60

[12] Archivo General de Indias, Contratación 5538, libro 1º ff.302v-305)

[13] Los fieles cristianos en la "Nueva Evangelización", Biblioteca Redemptoris Mater nº 1 p.365

[14] MARTÍNEZ, C. La emigración castellana y leonesa Junta de Castilla y León N.5048; 5538.I, 464v; 5229-5; C.VI, 3495; RO-2030; Santo Toribio es el nº 5049, 5538.I, 464v; 5229-5, C. VI, 3484) Valladolid, 1993, Tomo II, p.226).

[15] Vida del Ilmo. y Rev.  Don Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo de Lima Madrid [1653], Lima 1906, p. 68

[16] LOHMANN, G. "El corregidor de Lima. Estudio histórico-jurídico" Anuario de Estudios Americanos (Sevilla 1952 ) IX: 152-158).

[17] 4, abril, 1587; AGI, Patronato, 248, Rº 15; VRV, I, 89.

[18] SCHOFIELD, S. E.  Libro de Cabildos de Lima. Índices, Tomos X, XI, XIV y XV, Impresores Torres Aguirre, Lima, 1948.

[19] AAL, Parroquia del Sagrario, Libro 3 Defunciones, 1598-1609, fol.174v

[20] Ibídem. Actas, Tomo XV, 242.

[22]La renuncia a su legítima se conserva en AGN, Protocolo de Pedro González de Contreras, 1606. 788. fol.299

[23] Primer Proceso Ordinario para la Canonización de Santa Rosa de Lima 1617 Transcripción, introducción y notas del P. Dr. Hernán Jiménez Salas, O. (Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima, Lima, 2003)  p.109

[24] AAL, Monasterio de Santa Clara, 24: 91.

[25] Parte 1, q.2, art.6, n.45, f.264; n.53, f.265; I, p.1, q.3, a.1, n.52, f.299

[26] Diario de Lima, de Juan Antonio Suardo, Vol. I (1936); p.36. Edición R. Vargas Ugarte, S: J.

[27] AAL, APBST, II, f.195v-196.

[28]AAL, APBST, II, ff.195v-196

[29] METZLER, II, N.19, p.60.

[30]CVU, PV-66, fol.1

[31]AAL, APBST, II, ff.180-180v

[32]METZLER, II, n.431, p.274

[33]METZLER, II, N.996, p. 568

[34]AAL, APBST, I, f.159v.

[35]"Gobierno eclesiástico pacífico" Parte 1ª, cuestión 2ª, art. VI, Num. 53. Cit. en AAL, APBST, V, f. 17.

[36] AAL, APBST, I, f. 507

[37] AAL, APBST, I, ff. 207-208v

[38] AAL, APBST, I, f. 482

[39]AAL, APBST, I, ff. 582v-583.

[40]AAL, APBST, I, ff. 168v-169

[41] Archivo General de Indias, Lima 93. Cit en RODRÍGUEZ VALENCIA, V. Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Suramérica Madrid, CSIC, 1957, Tomo II, pp.148-150.

[42]Municipalidad metropolitana de Lima. Gerencia de Educación, Cultura y Deportes. Lima 2005 p. 297 (PDF) Las Viejas Calles de Lima | Jefersson Bermúdez Miranda - Academia.edu

[43] Ver Lissón IV, 562).

[44] Archivo de la Catedral. Actas, p.99.

[45] Archivo General de la Nación. Colección "Santa María". S 077

[46] AAL, Papeles importantes. Leg.34, exp.14, Los Reyes. 23 folios, falta el 1.

[47] AAL, Papeles importantes. Leg.38, exp.4. Los Reyes. 1631, 29 ff.

[48] GARCÍA Y GARCÍA, E. (1924, 1926). La mujer peruana a través de los siglos. I tomo. Lima: Imprenta Americana, p.112. https://ufdc.ufl.edu/AA00019316/00001/165x.

[49] R. Vargas Ugarte Diario de Lima de Juan Antonio Suardo (1629-1639), II, p.50

[50] "El cual sermón imprimió en esta dicha ciudad por  el año de 1635 y lo dedicó al Ilmo. y Rvdo. Don Pedro de Villagómez, entonces obispo de Arequipa y visitador de esta Real Audiencia y ahora Arzobispo de la dicha santa Iglesia de Lima en el cual generalmente en varias partes y especialmente en la dedicatoria [18v] "Esto dio aliento a mi corto caudal, en tan alto asunto, como predicar en las honras que Vuestra Señoría Ilustrísima hizo en esta catedral a su santa tía y señora nuestra y hermana de aquel nuevo Crisóstomo y Español Ambrosio, el Ilustrísimo y santo señor Don Toribio Mogrovejo". AAL, Actas del Proceso de beatificación.

[51] f.8, cit. en AAL, APBST, V, f.19 v

[52] AAL, APBST, V, f.29 v

[53] Ibídem, f.34

[54] RODRÍGUEZ VALENCIA, V. Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Suramérica Madrid CSIC

1957 I, p.164

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