domingo, diciembre 19, 2021

El Seminario de Lima, cuna de pastores. Renato Santino Pignano Bravo

El Seminario de Lima, cuna de pastores. Renato Santino Pignano Bravo

 

Artículo finalista en el Curso Cátedra de Santo Toribio de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima (24 de noviembre de 2021)

 

 

I.                    Introducción

 

Una de las dificultades que muchas veces podemos encontrar en nuestra reflexión teológica es la de dejar de sorprendernos. Aristóteles consideraba que la capacidad de asombrarnos era lo que movía nuestro aprendizaje. "Dejarse asombrar", quizás este es el sentido de la invitación que nos hace Jesús de ser como niños (Cf. Mt 18, 3). En efecto, de ordinario, todo niño suele asombrarse de la realidad que le rodea, no se acostumbra. En la medida que vamos creciendo, muchas veces corremos el riesgo de acostumbrarnos a la realidad que vivimos, de dejar que aquello nos sorprenda. Esto sucede, entre otras cosas, porque reducimos el espectro de lo que conocemos a nuestra realidad inmediata sin considerar que aquello supera los límites de nuestro espacio y tiempo, sino que se enraíza en la historia. No todo lo que conocemos ha sido siempre así. La realidad que conocemos no es una roca fría, dura, inamovible y ya acabada, sino que se encuentra circunscrita en el dinamismo mismo de la vida. Esto se aplica también al contenido de fe. Aunque lo esencial de ello permanece, la expresión y profundización del misterio de la fe ha variado en cada época de la historia según lo han motivado los distintos contextos. Por ejemplo, creo que esta situación la vivimos muchos de nosotros cuando somos incapaces de reconocer la grandeza que ha supuesto para la vida de la Iglesia el Concilio Vaticano II. Si nos acercamos a sus textos quizás poco de lo que está dicho ahí nos resulte extraño, pero si consideramos.

Al acercarse el 7 de diciembre, aniversario de la fundación del Seminario de Santo Toribio, considero oportuno reflexionar en torno a la gran novedad que supuso su creación para la vida de la Iglesia y, en concreto, para el Perú. Hoy en día es común identificar la formación de los futuros clérigos dentro de un seminario, sin embargo, no siempre fue así. Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, supo acoger lo trabajado en el Concilio de Trento y aterrizarlo en la realidad en la que se encontraba como cabeza de una enorme diócesis.

 

II.                 Contexto previo: Trento y la Reforma

 

El Concilio de Trento surge como respuesta al contexto de la Reforma Protestante iniciada por Martín Lutero. Este concilio tuvo que hacer frente a dos desafíos planteados por los reformadores. En primer lugar, en lo referente a lo doctrinal. En este ámbito Trento se dedicó a esclarecer y reafirmar aquellas verdades de fe que el protestantismo había negado. Esto es: lo referente a la justificación y lo referente a los sacramentos. Dentro de lo sacramental nos interesa considerar qué dijo el concilio respecto al sacerdocio.

Para los protestantes no existía realmente una distinción "ontológica" entre la jerarquía eclesial y los laicos. Es decir, entre el sacerdocio ordenado y lo que hoy conocemos como sacerdocio común de los fieles que es dado en virtud del bautismo. Lutero consideraba que el sacramento del orden era un invento de la iglesia del Papa, pero que no respondía a un designio divino. La iglesia de Cristo, decía él, estaba fundamentada en el ministerio eclesial del sacerdocio común de los laicos: "Ten por cierto, y no te dejes engañar por otra persuasión si quieres ser auténticamente cristiano, que en el nuevo testamento no hay sacerdocio visible y externo, sino el instituido por Satanás por medio de mentiras humanas. No hay para nosotros más que un único sacerdocio, el de Cristo, que se ofreció por nosotros, y consigo a todos nosotros. (…) Este sacerdocio es común a toso los cristianos. Todos somos sacerdotes con el mismo sacerdocio de Cristo" (M. Lutero. De abroganda missa privata.)

Para el reformador todo cristiano es un sacerdote, un anunciador e intérprete de la palabra de Dios. Ahora bien, esto no excluía para él la necesidad de que en las comunidades exista el oficio de predicador, que no respondía a un sacramento, sino al mandato misionero de Cristo. Así pues, la designación de un miembro que presida la comunidad no significaba, pues, celebrar un sacramento, sino la elección de una persona y conferirle el derecho de predicar y guiar a una comunidad.

Habiendo considerado esto conviene ahora detenernos en la respuesta del concilio. Los padres conciliares dejaron en claro que, contrario a lo que afirmaban Lutero y los reformadores, en la Nueva Aliana si existía un sacerdocio visible al que le incumbía la potestad de consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, así como la de absolver los pecados. Asimismo, la ordenación no era una simple designación de un miembro de la comunidad, sino un verdadero sacramento instituido por Cristo. Este sacramento otorga el Espíritu Santo a quien lo recibe, así como imprime el carácter. Es decir, realiza un cambio ontológico en el sujeto.

En síntesis, el Concilio de Trento propuso como materia de fe la existencia del ministerio eclesiástico instituido por Jesucristo, así como la vinculación inherente de este con la Eucaristía.

Un segundo frente al que tuvo que hacer el Concilio fue el de la reforma de la Iglesia; es decir, lo relativo a la moral y la disciplina eclesiástica. Es innegable que se había dado un relajamiento de la moral y las costumbres por parte de la Iglesia y, en concreto, por parte de los clérigos. El antitestimonio era tal que urgía una reflexión acerca de la formación de aquellos que estaban destinados a presidir las comunidades cristianas en las distintas partes del mundo. Como podemos ver, esta necesidad se encuentra vigente aun en nuestros días: de una adecuada formación dependerá la santidad de los futuros pastores de almas.

Así pues, en lo referente a la reforma el concilio trató diversas cuestiones relativas al papado, al episcopado y a los sacerdotes que tenían la cura de almas. El motivo que impulsaba la reforma de los clérigos era la eficacia pastoral. Se buscaba que tanto los obispos como los presbíteros cumpliesen con sus obligaciones, tal como se habían entendido tradicionalmente. La gran mayoría de ellos se había convertido en coleccionista de beneficios, antes que procuradores del bien de la comunidad. Era imperante que los ministros volviesen a ser auténticos pastores de almas. Esta reforma implicó que tanto los obispos como los pastores tengan la obligación de residir en sus diócesis y parroquias. Sabemos que la norma nace cuando se relaja la costumbre. En aquel momento el don del sacerdocio había sido desvinculado de su fin original que era la atención pastoral y se había convertido para muchos en un mero título que proporciona cierto estatus social. La cura de almas era delegada por ellos a ciertos vicarios para que desempeñaran las funciones que a ellos les tocaba.

En síntesis, podemos decir que lo que buscaba la reforma llevada a cabo por el Concilio de Trento fue la necesidad de que los sacerdotes se tomasen en serio su oficio pastoral. Y para dicho fin el Concilio de Trento, en su sesión 29, Capítulo 18, dispuso la creación de seminarios en todas las diócesis de la Iglesia. Pero, ¿Qué se busca en un seminario? A dar respuesta a esta interrogante nos ayuda una cita hecha en el libro del Dr. José Antonio Benito: El seminario de Santo Toribio, trayectoria vital:

Como la juventud no bien instruida se inclina fácilmente a seguir los deleites del siglo; y, si desde la edad primera no se dirige a la piedad y religión, antes que los hábitos viciosos lleguen a enseñorearse enteramente del hombre, jamás persevera sujeta a la disciplina eclesiástica perfectamente, sin el mayor y casi singular auxiliar de Dios todopoderoso; manda el Santo Concilio que cada una de las Catedrales, Metropolitanas y demás Iglesias Mayores, a proporción de sus facultades o rentas y de la extensión de la Diócesis, estén obligadas mantener, educar religiosamente e instruir en las Ciencias Eclesiásticas un número determinado de niños, hijos de la misma Ciudad y Obispado; o si no los hubiese allí de aquella Provincia, en un Colegio cerca de las mimas Iglesias o en algún otro lugar oportuno que el Obispo eligiere (…) Los Seminarios Clericales no son Escuelas Pedantescas, sino los Colegios más distinguidos del Cristianismo, fundados de propósito para que se ejerciten en ellos con tiempo los eclesiásticos en la práctica de las virtudes, de la oración, de las funciones de la Iglesia, de las sagradas ceremonias, del canto llano, y de todas las otras cosas, por cuyo medio se hacen capaces y aptos, para atender a su perfección propia de ellos y para guiar con el tiempo las almas por el camino del Señor. (...) Un clérigo llamado de Dios al Seminario, para que por medio de la buena educación se habilite más que los otros eclesiásticos a hacerse digno Ministro del Altar, debe ser en la Iglesia del Señor lucerna ardiente y luciente, esto es, necesita arder con la santidad de la vida y alumbrar con su profunda sabiduría: quien sabe vivir bien, pero no enseñar a propósito, es totalmente inútil: y quien sabe enseñar bien y no vivir es vano absolutamente… enseñar bien y vivir como se enseña es la perfección a la que el Señor ha llamado a los eclesiásticos y a que están obligados los seminaristas, más que todos los otros2. J. Benito. El seminario de Lima, su trayectoria vital, XXVII.

 

III.               De Trento al Perú

 

Como hemos visto hasta aquí, el Concilio de Trento además de precisar la doctrina teológica en los puntos cuestionados por el protestantismo, señaló determinadas directrices que debían regir la vida de la Iglesia en aquel siglo XVI. Ahora bien, a pesar de que a este concilio no asistieron representantes de las Iglesias de América y de que muchas de las normativas dadas no respondían a circunstancias que se daban en nuestra realidad, la iglesia de América, y en concreto la de Perú, no fue ajena a lo vivido en la Iglesia Universal. Así pues, como nos dice el padre Armando Nieto la recepción del Concilio se realizó solemnemente con la apertura del II Concilio Limense (La primera evangelización en el Perú, 36). En este encuentro se reunió el arzobispo de Lima, Jerónimo Loaysa, junto a los obispos de Charcas, Quito y la Imperial; con los procuradores del Cuzco, Lima y la Plata; así como con los provinciales de las distintas órdenes religiosas. Por varios días aquellos eclesiásticos estuvieron leyendo los textos conciliares4.

El II Concilio Limense además de recoger y aplicar las diversas directrices tridentinas referentes a la disciplina clerical, sugirió la creación de un seminario. Sin embargo, Jerónimo de Loayza tan solo pudo iniciar las clases de gramática para algunos jóvenes5 (V R. Vargas Ugarte. El Seminario de santo Toribio de Lima, 8.

 y la habilitación de una casa cercana a la Catedral de Lima6 (Ibídi. 4).

 

El III Concilio de Limense fue convocado por segundo arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, y contó con la presencia de una mayor cantidad de obispos. En él se recogerán distintas directrices del concilio precedente, lo que nos hace pensar que algunas prácticas contrarias a la buena fe se mantenían entre los clérigos y los laicos.

El padre Armando Nieto S.J. afirma que durante este concilio se pude contemplar la imagen sacerdotal del Perú del siglo XVI. En él los padres conciliares llegaron a la conclusión de que se había deshonrado la dignidad sacerdotal debido al mal testimonio de diversos clérigos, por lo que el sínodo limense "urge a que se mantenga lo referente a la información y pesquisa que se han de hacer de la vida, edad, linaje y examen riguroso que ha de preceder" (7 (Ibíd. p.45) Para dicho fin el III Concilio Limense, recogiendo la exhortación del Concilio de Trento, decidió con mucha aceptación la creación del Seminario con el fin de conseguir un clero enraizado en el lugar y mejor preparado.

Trento había dispuesto que para la admisión de los postulantes se debían reunir ciertos requisitos: "la edad de doce años cuando menos; que fuesen hijos de legítimo matrimonio; que supiesen leer y escribir y que diesen esperanzas de perseverancia" (Ibíd) Así mismo, se elegiría preferentemente a los hijos de los pobres, sin excluir con esto a los hijos de los ricos, aunque estos últimos debían solventar sus gastos.

Habiendo recogido esto, el III Concilio Limense legisló en lo referente a la erección de seminarios, y una vez que el Papa aprobó lo dispuesto en este, Santo Toribio de Mogrovejo puso manos a la obra. Se recogían los requisitos dispuestos por Trento, lo indispensable para la idoneidad: hombres de buena vida y de suficientes letras, carentes de todo signo de codicia o simonía. La regla de oro debía ser "más vale pocos sacerdotes y esos buenos que muchos y ruines" (Nieto, La primera evangelización en el Perú, 47.. Era indispensable que quienes se preparasen para el sacerdocio destaquen tanto por su austeridad y el amor a la pobreza, como por su humildad y amor al estudio. Asimismo, debían vivir la obediencia y la unidad al obispo1 (J. Benito, El seminario de Lima, XXX.).

En la línea formativa propuesta por los padres conciliares me parece sumamente relevante la exigencia de que quienes fuesen admitidos al seminario tuviesen nociones de las lenguas originales. Esto responde genuinamente al deseo tridentino de recuperar la cura de almas. Solo en la medida que los pastores conociesen la "voz" de sus ovejas estas conocerían la suya.

Un 7 de diciembre de 1590 con el nombramiento de su primer rector, don Fernando de Guzmán, se pone en marcha el gran sueño del santo pastor: una cuna de pastores, una cuna de santos, el hogar donde se forman los futuros sacerdotes de la basta arquidiócesis de Lima, que por aquel entonces abarcaba mucho más de lo que hoy comprende. Toribio soñaba con un clero sencillo y entregado, un clero que destaque por su formación, pero sobre todo por su unión con el Señor. El santo arzobispo soñó con pastores que sepan ir, como él, al encuentro de sus ovejas. Pastores cercanos y coherentes, pastores que hablasen el mismo lenguaje que la gente. Con esto no nos referimos tan solo al manejo del castellano, del quechua o del aymara, sino, sobre todo, al lenguaje del amor que es en el que nos habla el Señor y el que entiende nuestro corazón y el de las personas que nos rodean. Hoy, a puertas de celebrar un nuevo aniversario de nuestro seminario, es propicio ser memoriosos, como diría el Papa Francisco. Y que nuestra memoria agradecida se transforme en una disposición de ir tras los pasos de quien soñó con nuestro hogar y podamos salir al encuentro de nuestro pueblo.

 

IV.              Bibliografía

 

BENITO, J. El seminario de Santo Toribio: En la historia (1590-1973) su trayectoria vital. Lima: Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2016.

VARGAS UGARTE, R. Historia de la Iglesia en el Perú. Burgos: Imprenta de Aldecoa, 1959.

BENITO, J. Crisol de lazos solidarios. Lima: Universidad Católica Sedes Sapientiae, 2001.

NIETO,   A.   La   primera   evangelización   en   el   Perú.   Lima:  Vida   y espiritualidad, 1992.

VARGAS, R. Historia del Seminario de Santo Toribio de Lima. Lima: Empresa Gráfica San Martí S.A., 1969.

VARGAS, R. Santo Toribio, segundo arzobispo de Lima. Lima: Paulinas, 1971.

VARGAS, R. Historia de la Iglesia en el Perú. Burgos: Imprenta de Aldecoa, 1959.

LA SCUOLA CATTOLICA. La teología del presbiterato al Concilio de Trento, 1971.

Santo Toribio de Mogrovejo, bajo la mirada del S.S. Francisco.

Santo Toribio de Mogrovejo, bajo la mirada del S.S. Francisco.

José Luis Álvarez Gonzales

 

Artículo finalista en el curso Curso Cátedra de Santo Toribio de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima ( 29 de noviembre de 2021)

 

«Obispos auténticos», «Obispos humildes», «Obispos en comunión», «Obispos custodios de la doctrina», «Obispos alegres», «Obispos no oficinistas», «Obispos no standard», «Obispos pedagogos», «Obispos de encuentro», «Obispos orantes», son expresiones usadas por el Papa Francisco cuando se dirige a sus obispos en Roma. Él, oriundo de tierras americanas que Santo Toribio conoció muy bien, redefine la imagen y el actuar del obispo que necesita nuestra Iglesia para el siglo XXI.

 

El presente trabajo recopilará intervenciones del Santo Padre a sus obispos, contrastándolas con la vida y obras de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, Patrono del Seminario Arquidiocesano de Lima, modelo para todos los seminaristas, sacerdotes y obispos de nuestro país, a fin de demostrar y confirmar la relevancia actual de Santo Toribio para el episcopado mundial.

 

Lumen Gentium enseña que el obispo es sucesor de los Apóstoles (LG 18), conserva la tradición apostólica en todo el mundo (LG 20) y realiza las labores de enseñar, santificar y gobernar (LG 25-27). En ese sentido, el Papa Francisco enraizado en la eclesiología de Vaticano II, representa un cambio de perspectiva respecto a la figura del obispo[1] y hace hincapié en su función «de fomentar la comunión misionera en la Iglesia diocesana» y entre todas las comunidades cristianas; por eso, a veces estará delante, otras veces en medio y en ocasiones detrás del pueblo encomendado (EG 31).

 

1.    Obispo auténtico

 

El Papa Francisco, en setiembre del 2014, en la Sala Clementina, se dirigió a los obispos elegidos animándoles a «sentir la corresponsabilidad del ministerio episcopal y la solicitud por toda la Iglesia de Dios»[2]. Santo Toribio, a pesar de sentirse pequeño sacerdote para la gran responsabilidad que se le encargaba, se le requirió para caminar con el Pueblo de Dios[3]. De igual modo, cuando fue nombrado Arzobispo de Lima por Felipe II, "el Prudente", se tomó un tiempo de oración para asumir este encargo. «En lo profundo de su ser, recogido y sincero, humillado ante sí mismo a la luz interior de la verdad de su pequeñez, don Toribio reaccionó vivamente en contra y declinó ante Felipe II el honor y el peso del ofrecimiento»[4]. Sin embargo, después de un tiempo de oración, manifestó su aceptación al cargo: «Si bien es un peso que supera mis fuerzas, temible aun para los ángeles, y a pesar de verme indigno de tan alto cargo, no he diferido más el aceptado confiado en el Señor y arrojando en Él todas mis inquietudes»[5]. El Papa Francisco, asimismo, hizo recordar a los obispos de aquel momento en el cual asumieron el plan pensado por Dios para ellos, y les dijo: «Ya pasó el estupor suscitado por vuestra elección; se superaron los primeros temores cuando vuestro nombre fue pronunciado por el Señor»[6].

 

2.    Obispo de comunión

 

Santo Toribio fue un hombre de comunión, diría el Papa, «principio y fundamento perpetuo y visible de unidad»[7]. Para mantener la unidad en todo el territorio, organizó tres concilios, destacándose el Tercer Concilio Limense (1583-1584). Durante su desarrollo se suscitaron problemas y conflictos entre los prelados. También, siguiendo las directrices del Concilio de Trento, organizó trece Sínodos Arquidiocesanos, los cuales constituyeron un arma potente para la labor pastoral. Una de las grandes herramientas para la evangelización producto de estos encuentros fue la publicación del catecismo trilingüe, en español, aimara y quechua.

 

3.    Obispo humilde

Otra característica enfatizada por el Papa es la pobreza y la humildad de Santo Toribio. Menciona a sus obispos: «[…] amen la pobreza […] exterior como sencillez y austeridad de vida; que no tengan una psicología de "príncipes"»[8]. Este es un punto de suma importancia en la vida de cualquier sacerdote, y más aun de un obispo.

Nuestro querido Santo Obispo destacó por su desprendimiento, «el santo, aparte de haber comprado el terreno de su propio peculio, colaboró plenamente con sus rentas arzobispales en la construcción del seminario»[9].

Desde joven nuestro obispo vivió la humildad, «fue piadoso con los pobres, apacible con los ricos, fuerte con los poderosos, vigilante en la reforma de costumbres, constante en la disciplina eclesiástica, suave para todos y para sí solo severo y riguroso: jamás juzgó mal a nadie, ni dio crédito a chismes»[10]. Realmente la vida y obra de Toribio calza perfectamente con el planteamiento del Papa Francisco, al desear que el estilo de servicio al rebaño sea de austeridad y de esencialidad[11].

 

4.    Obispo no oficinista

Nuestro Patrono fue un hombre que no se achicaba ante las dificultades geográficas y meteorológicas, recorriendo el territorio a su cargo en varias ocasiones. Se narra un episodio de la vida del Santo durante una ordenación sacerdotal cerca de la provincia de Moyobamba: «Entró en muchas partes a visitar donde jamás había entrado prelado en especial en las provincias de Chachapoyas y Moyobamba a donde ordenó a este testigo de sacerdote, caminando por caminos muy peligrosos de sierras, montañas y templos desabridos sin tener regalo ni alivio ninguno porque no era hombre que los recibía ni quería sino tratarse muy pobremente sin tener regalos»[12].

El Santo Padre anima a sus obispos a ir a los lugares más recónditos y a no tener miedo porque no se puede prescindir de los hermanos que están lejos de nuestros centros poblados[13].

El Papa niega la existencia de pastores standard y dice: «No debemos nunca perder de vista las necesidades de las Iglesias particulares a las que debemos proveer»[14].

En ese sentido, Santo Toribio «ardía de deseos de conocer a sus ovejas»[15] y «muchas veces había que dejar las monturas para ascender a pie, expuesto a la lluvia y el frio, pero todo lo superó la indomable energía del Santo y su deseo de acercarse por sí mismo a las ovejas que Dios le había encomendado»[16]. Realizó cuatro visitas pastorales en varios años enseñando el catecismo en lenguas vernaculares; también dispuso la creación del Seminario Arquidiocesano de Lima.

 

5.    Obispo custodio de la doctrina

Santo Toribio fue un gran expositor y custodio de la doctrina, «cuando visitaba la Diócesis (...) en sabiendo, que algunos indios vivían fuera de sus pueblos, en valles, sierras o arcabuces, por excusarles el riesgo del camino, se exponía a padecerles y los iba a buscar y donde los hallaba los doctrinaba»[17]. El Papa Francisco dirigiéndose a la Congregación para los Obispos les pidió ser pastores kerigmáticos, custodios de la doctrina, «hombres que hacen accesible ese «para vosotros» del que habla san Pablo. «Hombres custodios de la doctrina no para medir cuán distante vive el mundo de la verdad que la misma contiene, sino para fascinar al mundo, para cautivarlo con la belleza del amor, para seducirlo con el ofrecimiento de la libertad que da el Evangelio»[18].

El obispo tiene como misión evangelizar de acuerdo a la realidad social y cultural del poblado. Ese es el deseo de nuestro Papa al pedirles a sus obispos «guárdense del peligro de dejar de lado las múltiples realidades de vuestro rebaño, no renuncien a los encuentros, no ahorren la predicación de la Palabra viva del Señor. Inviten a todos a la misión»[19].

De igual manera, nuestro Pastor Toribio supo ponderar la evangelización entre los asentados en el territorio, «para la población española eran días de doctrina los domingos, y días festivos. Para la población india, más necesitada de doctrina, y con menos días festivos en su calendario religioso privilegiario, se fijaron dos días laborables a la semana: miércoles y viernes; más los domingos y días festivos de los indios. Santo Toribio sigue esa costumbre, y la impone como obligación respectiva a los […] párrocos españoles y de indios»[20].

 

6.    Pastor alegre

«¡Pastores alegres!» es el clamor del Papa a los obispos durante todo su pontificado. «Me importa solamente entregarlos a la alegría del Evangelio»[21]. Y como sucedió con los apóstoles, los invitó a alegrarse mientras se entregan por sus Iglesias particulares y a ser capaces de mirar las propias limitaciones teniendo un buen sentido del humor. «Todos debemos pedir esta gracia: Señor, dame sentido del humor. Encontrar el medio de reírse de uno mismo, primero, y un poco de las cosas»[22], mencionó el Papa.

 

Esta actitud alegre la vemos igualmente en el Patrono del episcopado Latinoamericano; a pesar de los caminos difíciles por los que pasaba para llegar a un poblado, igual llevaba la alegría de Jesucristo.

En palabras de Sancho Dávila: «No contentándose con andar y visitar los pueblos grandes y demás gente, sino los cortijos, pueblos y chácaras, aunque en ellos no hubiese más de tres o cuatro viejos. Con tanto gusto y contentamiento y regalo de su persona, que por cada uno parece que [pusiera] la vida»[23].

El Papa le pide a los obispos permanecer con su rebaño, «no detenerse de pasada, sino quedarse largamente, como permanece inextinguible la lámpara encendida del Tabernáculo de vuestras majestuosas catedrales o humildes capillas, para que así en vuestra mirada el rebaño no deje de encontrar la llama del Resucitado».

En ese sentido, Santo Toribio no dejaba ni un pueblo sin visitar, pasaba varios días con los indios y, cuando el camino era imposible para el paso del caballo, iba «muchas veces a pie»[24].

 

7.    Obispo pedagogo

El Papa quiere obispos "pedagogos, guías espirituales y catequistas". Estos tienen que ser con su rebaño, «capaces de tomarlos por la mano y hacerlos salir [hacia] su Tabor, guiándoles al conocimiento del misterio que profesan (…)»[25].

Nuestro Santo, en su viaje a Calango, tuvo que pasar una noche en la orilla de un río. No había encontrado un lugar con techo donde pasar la noche, ni cama, y tuvo que acomodarse en el suelo, usar el asiento de la mula como almohada y aguantar la garúa matutina. Muy temprano continuó con su recorrido hacia el pueblo. «Llegó tan alegre como si hubiera ido en una litera. Juntó a los indios, les predicó, dijo Misa, y se puso a confirmar, y era tanta la gente que para esto había, que acabó a las cuatro de la tarde, sin haberse desayunado»[26].

 

8.    Obispo de encuentro

El Papa no quiere obispos jefes de oficina. Por el contrario quiere pastores afectuosos con sus sacerdotes. "Entre las primeras tareas que tenéis está el cuidado espiritual del presbiterio, pero no olvidéis las necesidades humanas de cada sacerdote, sobre todo en los momentos más delicados e importantes de su ministerio y de su vida".[27]

León Pinelo cuenta acerca del Santo: «Habiéndose puesto día de Pascua de Navidad una camisa nueva llegó un sacerdote pobre a pedirle limosna y le dijo que andaba sin camisa, y compadecido el santo prelado entró en su dormitorio y se quitó la que tenía y se la dio»[28].

 

9.    Obispo de oración

Nuestro Papa desea obispos de oración profunda. En este sentido, los obispos deben tratar las necesidades de sus pueblos con Dios y deben ser capaces de «entrar en paciencia ante Dios, mirando y dejándose mirar, buscando y dejándose buscar, encontrando y dejándose encontrar, pacientemente ante el Señor»[29].

Gran cantidad de testimonios confirman la vida de oración de Santo Toribio; por ejemplo: Juan de Guzmán Ponce de León narra «y así como llegaba a cualquier hora de día o de noche al pueblo hacía oración en las iglesias y luego hacía juntar los indios e indias chicos y grandes a los cuales hacía una plática en su lengua y les decía el catecismo de la doctrina cristiana y si acaso hallaba algún indio que vivía mal amancebado lo procuraba casar y sacarle del pecado en que estaba»[30].

 

Queda demostrado que lo que el santo Padre pide en Roma a sus Obispos es obrar exactamente como lo hizo Santo Toribio: un modelo de vida totalmente entregado a ser pastor de ovejas, a cuidar y a vivir entre ellas, tal como lo hizo Jesucristo hace 2000 años. Santo Toribio, pues, cumplió fielmente lo que nuestro Señor decía y hacía, ser el Buen Pastor: "Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen" (San Juan 10, 14).



[1] Muchos estudiosos entienden que el Papa Francisco representa un cambio de época de la autocomprensión de la Iglesia. Es un cambio de perspectiva, siendo él el primer Sumo Pontífice que se formó luego del Concilio Vaticano II. Cfr. E. Bueno, Eclesiología del Papa Francisco. Una Iglesia bautismal y sinodal, Fonte Monte Carmelo, Burgos 2018; S. Pié-Ninot, La Eclesiología del Papa Francisco, Atualidade Teológica 22 (2018); D. Fares, La figura del obispo en el Papa Francisco, Razón y Fe 272 (2015).  

[2] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 18 de setiembre de 2014.

[3] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 19 de setiembre de 2013.

[4] V. Rodriguez Valencia, Santo Toribio de Mogrovejo. Organizador y Apóstol de Sur-América, Biblioteca Missionalia Hispánica, Madrid 1956, p.133.

[5] Carta al papa Gregorio XIII, 15 de Abril de 1580, en "Santo Toribio de Mogrovejo. Organizador y Apóstol de Sur – América", V. Rodriguez Valencia, Biblioteca Missionalia Hispánica, Madrid 1956, p. 134.

[6] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 18 de setiembre de 2014.

[7] Cfr. Conc. Vat. II, Lumen gentium, 23

[8] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 19 de setiembre de 2013.

[9] J. A. Benito Rodriguez, Santo Toribio Mogrovejo, 400 Años después Respuesta Incondicional A Una Llamada Sorprendente, Revista Teologica Limense, Vol. XL- Nº3 (2006), p. 328

[10] J. A. Benito Rodriguez, Crisol de Lazos Solidarios: Toribio Alfonso Mogrovejo, Universidad Católica Sedes Sapientiae – Perú, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte – España, Lima 2001, p. 64

[11] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 19 de setiembre de 2013.

[12] J. A. Benito Rodriguez, Santo Toribio Mogrovejo, 400 Años después Respuesta Incondicional A Una Llamada Sorprendente, Revista Teologica Limense, Vol. XL- Nº3 – 2006, p. 332.

[13] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 18 de setiembre de 2015.

[14] Papa Francisco, Discurso a la reunión de la Congregación para los Obispos, 27 de febrero de 2014.

[15] R. Vargas Ugarte S.J., Santo Toribio Segundo Arzobispo de Lima, Asociacion Hijas de San Pablo, Lima 2005, p. 25.

[16] V. Rodriguez Valencia, Santo Toribio de Mogrovejo. Organizador y Apóstol de Sur-América, Biblioteca Missionalia Hispánica, Madrid 1956, p.133.

[17] J. A. Benito Rodriguez, Crisol de Lazos Solidarios: Toribio Alfonso Mogrovejo, Universidad Católica Sedes Sapientiae – Perú, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte – España, Lima 2001, p. 127.

[18] Papa Francisco, Discurso a la reunión de la Congregación para los Obispos, 27 de febrero de 2014.

[19] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 10 de setiembre de 2015.

[20] V. Rodriguez Valencia, Santo Toribio de Mogrovejo: Organizador y Apostol de Sur America, Biblioteca Missionalia Hispánica Vol XI, Tomo I, p. 428

[21] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 10 de setiembre de 2015.

[22] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 19 de setiembre de 2013.

[23] V. Rodriguez Valencia, Santo Toribio de Mogrovejo: Organizador y Apostol de Sur America, Biblioteca Missionalia Hispánica Vol XI, Tomo I, p. 457

[24] Ibidem, p.457.

[25] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 18 de setiembre de 2015.

[26] C. García Irigoyen, Santo Toribio. Parte Primera, Imprenta y Librería San Pedro, Lima 1906, p. 321

[27] Papa Francisco, Discurso a los nuevos obispos nombrados durante el año, 19 de setiembre de 2013.

[28] J. A. Benito Rodriguez, Crisol de Lazos Solidarios: Toribio Alfonso Mogrovejo, Universidad Católica Sedes Sapientiae – Perú, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte – España, Lima 2001, p. 173

[29] Papa Francisco, Discurso a la reunión de la Congregación para los Obispos, 27 de febrero de 2014.

[30] J. A. Benito Rodriguez, Santo Toribio, Pastor De La Misericordia, Revista Teológica Limense, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Vol. XLIX – N° /3 – 2015, Pliego Toribiano nº 8 Archivo Arzobispal de Lima. Actas del Proceso de beatificación de Santo Toribio. Sancho Dávila 

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