Vie de saint Turibe, archevêque de Lima et apôtre du Pérou (1538-1606), Henri Oudin, 1872, París, pp. 579
Monje benedictino de la congregación de Francia escribe esta hermosa biografía, sin duda una de las mejores que he leído. La obra se nutre de las mejores biografías como la de León Pinelo, Herrera, Macedo, Nicoselli, Valladolid, Valenzuela, Le Beau, Backer, Laderchi. España, Francia, Roma; además, se sirve de lo más selecto de lo escrito sobre el virreinato del Perú. El libro respira sosiego, dominio del tema, lecturas bien asimiladas, gran afecto por el santo y la obra evangelizadora de España en América. Estilo sencillo, profundo, ameno. Parece que ha contado con varias ediciones. Dios quiera que un editor se anime a traducirlo y difundirlo en castellano.
Cuenta en su prefacio que concibió la idea de la biografía al contemplar el cuadro de Trevisano en la iglesia de Santa Anastasia, en Roma, como recuerdo de la canonización. Representa al santo arzobispo dando una limosna a dos pobres: un indio y a un español:
"Fue delante de este altar donde tomamos la resolución de escribir la biografía del santo pontífice que fue a la vez el san Carlos y el Francisco Javier de la América Meridional. Nos sentiremos complacidos si estas modestas páginas pueden hacerle conocerle y amarle, si por los ejemplos de sus virtudes heroicas hemos sabido excitar en algunas almas el deseo de imitar y consagrarse al servicio de Nuestro Señor Jesucristo y de la Santa Iglesia Romana" p.570
"ST no es solamente el apóstol del Perú sino el jefe y el modelo de estos valientes misioneros que han realizado en estos países lejanos las esperanzas generosas de Cristóbal Colón" p. XIV·
"Es entonces cuando la Providencia envía al Perú un santo arzobispo para ser a la vez el reformador de los españoles y el apóstol de los indios. Como reformador él fue el San Carlos (Borromeo) del Perú… Como apóstol de los peruanos fue otro san francisco Javier" p. XX
"Ardiente caridad del arzobispo de Lima y la custodia de sus sacerdotes; defiende sus derechos contra los representantes del poder civil y reivindica enérgicamente los privilegios de la inmunidad eclesiástica. (Libro 5º capítulo IX
"Bastaría vivir unos días cerca del siervo de Dios para sentir que su corazón era como un brasero ardiente, siempre avivado por las llamas del amor divino. A menudo se le oía exclamar: "¡Que nosotros tenemos un Dios bueno y misericordioso. "¡Cómo nos ama!" O todavía más: "!Sirvamos a Dios en todo momento, amémosle, amémosle siempre más, porque es infinitamente bueno!… Su manera de saludar era: "Alabado sea el Señor". Toribio se servía a menudo también de estas tres palabras como de una exclamación piadosa, en medio de la conversación (Libro 7, cap. 5)
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