Millar Carvacho, René "Políticas y modelos de santidad en la Época Moderna. El caso de Toribio de Mogrovejo". A la luz de Roma. Santos y Santidad en el Barroco Iberoamericano III. Tierra de santidad (Enredars, 2020) pp.13-36. https://www.upo.es/investiga/enredars/?page_id=1743
¡Qué gusto que un gran maestro de la historia de la espiritualidad como es el Dr. René Millar se haya dedicado a estudiar la configuración de la imagen de santidad en Santo Toribio! Les comparto el enlace con todo el artículo, así como algunos fragmentos destacados de su escrito.
En el Perú del siglo XVII, los fieles se identificaban con un determinado tipo de santidad, en el que los milagros, las mortificaciones extremas y lo extraordinario constituían la esencia de la misma. Por su parte, la Santa Sede, a raíz de los cuestionamientos de la Reforma Protestante, e incluso de sectores católicos, al fenómeno de la santidad, reaccionó para reafirmar el valor de los santos, modificar la tramitación de sus causas y plantear nuevos modelos de santidad. En ese contexto se tramita la causa de beatificación de Toribio de Mogrovejo. Y en este trabajo se analiza la manera como se configura la imagen del arzobispo que se proyectó en su postulación y en las hagiografías y el modelo que había tras esa representación.
"En consecuencia, la sociedad virreinal entendía por santo a quien llevaba una vida virtuosa, que se caracterizaba por practicar de manera sistemática, intensa y preferente, entre otras virtudes, la caridad y la humildad; a quien despreciaba su cuerpo, sometiéndolo a terribles mortificaciones, en lo posible con efusión de sangre; y a aquel que gozaba de dones extraordinarios y maravillosos, es decir quien hacía milagros" p.47
Configuración de la imagen de Toribio de Mogrovejo El proceso ordinario de canonización El cuestionario.
"¿Cuál es la imagen de Mogrovejo que fluye del cuestionario? [Nota: El texto del cuestionario, en GARCÍA YRIGOYEN, C., Santo Toribio. Nuevos estudios sobre la vida y gobierno de Santo Toribio. Tomo III, Lima, Imprenta y Librería de San Pedro, 1907, págs. 19-216] Se le representaba como una persona de origen noble y que en su vida practicó con pasión y constancia las virtudes cristianas. Entre ellas se destacó en primer lugar, la humildad, que se contrastaba con la nobleza de su nacimiento, al enfatizar que rechazaba todo privilegio y actuar sin hacer diferencia por la condición social. También se le asociaba al ejercicio excelso de la virtud de la caridad, ya fuera respecto al amor a Dios, como al prójimo. En relación con el primero se le presentaba como un sujeto incapaz de ofenderlo. La caridad con el prójimo, se expresaría en la preocupación por la salvación de las almas, que dejó de manifiesto en las visitas apostólicas, en las que se ocupaba del socorro espiritual de los indios; y en el auxilio a los pobres en general, a los que repartía limosnas hasta gastar toda su renta. Las otras virtudes que Mogrovejo habría practicado con dedicación serían la paciencia y la fortaleza, que el cuestionario asociaba a la manera como enfrentó las "contrariedades", es decir los conflictos que experimentó en su vida. En las preguntas esos asuntos no se especificaban, pero era evidente que se aludía a las dificultades que tuvo, sobre todo, con las autoridades políticas; y se esperaba que los testigos se refirieran a ellos con detalle. También, al destacar dichas virtudes interesaba poner de relieve la labor que tuvo el arzobispo como defensor de las prerrogativas y dignidad del cargo y de la jurisdicción y privilegios de la Iglesia. En otra pregunta, relacionada con la virtud de la templanza, en forma específica, se hacía notar la actitud que Mogrovejo habría tenido con su cuerpo, al que mortificaría con ayunos y disciplinas rigurosas, lo que conjugaba con la oración. La última pregunta se refería a su formación intelectual excepcional, lo que se reflejaría en los concilios provinciales que celebró, valorados por el Santo Padre y cuyas disposiciones habían servido para el gobierno de la arquidiócesis hasta ese momento. En el contenido de esa interrogante se hacía mención a su capacidad de gobierno, que habría sido reconocida por el propio Monarca y valorada nada menos que por su Divina Majestad, que se sirvió honrarlo con el testimonio de milagros en vida y después de muerto. En síntesis, ¿qué nos expresa el cuestionario acerca de la representación de Mogrovejo? En él estarían, en ciernes, casi todos los elementos que, desde la perspectiva de la sociedad peruana configuraban la fama de un santo. Muchos de los puntos enunciados en el cuestionario se transformarán a la larga en aspectos centrales de la imagen que se proyectó de Mogrovejo al momento de su beatificación y posterior canonización". Pp.48-49
Las respuestas En esta instancia procesal participaron, en una primera fase, 73 testigos, que lo hicieron ante el tribunal que funcionaba en las dependencias de la catedral de Lima. Otros 27 dieron su testimonio posteriormente en siete lugares diferentes de la diócesis
La información que aportaron varios de ellos fue muy relevante porque un número significativo había conocido personalmente al arzobispo e incluso no faltaron quienes habían tenido trato con él desde la etapa peninsular. Algunos testimonios fueron bastante extensos y entraron en muchos detalles, marcando la pauta de lo que constituirá la configuración de la imagen de Toribio de Mogrovejo santo. Esto fue especialmente significativo en lo referente a aquellos testigos que habían tenido una estrecha cercanía con el prelado, como fue el caso de su paje Sancho de Ávila; el de su secretario en el Concilio Provincial de 1583, licenciado Bartolomé Menacho; el de su capellán Domingo de Almeyda y el de su secretario privado licenciado Diego Morales. Algunos de estos testigos referían pormenores sobre los años hispanos del candidato. Esos testimonios destacaban la nobleza de su cuna, los vínculos familiares, la educación en la fe católica recibida de sus padres; sus estudios universitarios, con especial mención del colegio mayor San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca. También, enfatizaban los vínculos que forjó con algunos de sus compañeros colegiales, los cuales llegaron a tener altos cargos en la administración real e incidieron favorablemente en su trayectoria eclesiástica. Se muestra a un personaje diligente en el cargo de Inquisidor de Granada y lejos de cualquier corruptela. Reacio a los honores, habría dudado en aceptar el nombramiento de arzobispo, pero finalmente lo hizo motivado por servir a la Iglesia y por la conversión de almas que posibilitaba. No faltaron los relatos de hechos extraordinarios y milagrosos que le sucedieron en esos años y que lo mostrarían como una persona elegida por Dios. Una vez en su arquidiócesis, los testimonios muestran a un pastor entregado completamente a su labor apostólica y a la organización de la Iglesia peruana, siguiendo las directrices de Trento. Los testigos insisten en resaltar la importancia de los concilios y sínodos que efectuó y que merecieron, sobre todo el tercer limense, el reconocimiento y felicitación del Rey y del Sumo Pontífice; también mencionan su preocupación por el clero secular, que se ejemplifica en el establecimiento del seminario santo Toribio. Además, presentan, como el hito máximo de su compromiso pastoral, la realización de las diversas visitas de la diócesis, en las que el objetivo era la salvación de las almas, ante el cual no había obstáculo ni peligro que lo amilanara con tal de predicar y confirmar a miles de indios. Ratificando el enunciado de las preguntas, los testigos muestran un Mogrovejo comprometido con las virtudes cristianas, comenzando por la caridad. Otras virtudes que el cuestionario priorizaba eran la fortaleza y la templanza. En este aspecto los testigos hacían alusión a la manera cómo reaccionó ante las dificultades que enfrentó con el virrey, no omitiendo el trato vejatorio que había recibido, que tuvo una recompensa final al obtener del Monarca un reconocimiento a su labor. También, a raíz del relato de esos acontecimientos, subrayaban la defensa que hizo tanto de la dignidad episcopal, como de la jurisdisdicción eclesiástica y de los derechos y prerrogativas de la Santa Sede. Un aspecto importante de la imagen que las testificaciones nos muestran del siervo de Dios, corresponde a la relación que tuvo con su cuerpo. Los testigos estuvieron contestes en señalar, de manera directa o indirecta, que aborreció a su cuerpo, como prueba de lo cual se detenían en mencionar, en primer lugar, la actitud que tuvo hacia la comida y los ayunos, los cuales practicó de manera extrema. A eso se agregaban las dilatas vigilias y los estorbos que ponía a un descanso reparador y la utilización de ásperos cilicios. En cuanto a las disciplinas, los testigos las mencionan, de oídas en su mayoría, aunque varios de ellos se habrían preocupado de verificar posteriormente las manchas de sangre que habrían quedado en los lugares donde se las aplicaba. También los testigos, al reafirmar el enunciado de la pregunta, coincidían en hacer notar el compromiso del arzobispo con la oración, que constituiría una instancia fundamental de su vida diaria. Al respecto, lo que ponen de manifiesto es la valoración que hacía de ella, sin entrar en mayores detalles en cuanto al tipo de oración que practicaba, salvo en lo que correspondía a las horas canónicas, que por ningún motivo dejaba de rezar. A la vista de los testimonios y de la ausencia de datos concretos, pareciera que Mogrovejo no puede ser considerado un místico. No hay información relacionada con los fenómenos extraordinarios asociados a la oración contemplativa. Y en cuanto a los milagros de carácter adivinatorio, se menciona el don de profecía, pero en pocas ocasiones, por ejemplo, al indicar que habría anunciado su muerte con anticipación. En general, los milagros, realizados en vida y después de muerto, formaron parte de la representación que se hizo de Mogrovejo. Lo que llama la atención es que se aprecia un esfuerzo por atribuirle esa condición a numerosos hechos, que para la misma época parecían discutibles. No faltan los testimonios acerca de la realización de algunos milagros de sanación, incluso habría resucitado a una niña ahogada por un gentío; le atribuían el don de lenguas, pues se decía que indios bárbaros le entendían su prédica pronunciada en castellano. También se mencionan milagros diversos debidos a su intercesión después de muerto. En general, en la imagen que fluye de las testificaciones del proceso ordinario de Mogrovejo se encuentran casi todos aquellos aspectos que, en su conjunto, la sociedad peruana del siglo XVII estimaba requisitos de la santidad. La ponderación de ellos, en todo caso, era un tanto especial para los parámetros al uso en el entorno virreinal. En los testimonios, ni las exageraciones en las disciplinas, ni los milagros vinculados a la oración contemplativa, ni los otros tipos de milagros, ocupan el papel central del relato. Lo maravilloso está presente, pero no con la trascendencia que tiene en los demás santos peruanos de la época. Se nos muestra como un ser extraordinario, pero lo especial, lo que se resalta por sobre todo, es su vocación pastoral y el compromiso por hacerla efectiva en la evangelización de los indios y, en general, en el auxilio a los pobres y desvalidos, sin importar las adversidades y peligros a los que se exponía para alcanzar sus objetivos. Todo ello se sintetizaba en su muerte, en el ámbito y en las circunstancias en que se produjo. Da la impresión que, en gran medida, fue el cuestionario el que contribuyó a que, en esta etapa, se decantara esa representación de Mogrovejo.
Las primeras hagiografías. La de Diego de Córdova y Salinas.
El texto de Diego de Córdova es breve, de 36 páginas impresas, pero su contenido y orientación resulta interesante por la imagen que proyecta del personaje. Sobre la etapa peninsular, enfatiza algunos aspectos. Uno, que se infiere de todo el relato de esa etapa infantil y juvenil, alude a la vinculación con Dios. De una u otra forma queda bastante claro que, a ojos del autor, Mogrovejo habría sido desde niño una persona elegida por Dios. El otro aspecto tiene que ver con lo extraordinario y lo milagroso. Todas sus acciones son excepcionales, ya sea la relación con los estudios, con la práctica de las virtudes, y con sus devociones y penitencias. A eso se suman, los milagros que experimenta.
La representación que Diego de Córdova hizo de Mogrovejo, agrega una perspectiva nueva al personaje. Ahora es claramente un sujeto extraordinario, en todos los aspectos, muy dado a una mortificación extrema de su cuerpo, en que el ayuno y la sangre son protagonistas, y en donde el ámbito de lo maravilloso, del milagro, pasa a ser un elemento central. Esta imagen de Mogrovejo, calzaba muy bien con el modelo de santidad que asumía la sociedad virreinal peruana en el siglo XVII.
La Vida de Antonio de León Pinelo . La hagiografía que en 1653 publicó en Madrid Antonio de León Pinelo tuvo una importancia fundamental en el proceso de beatificación y en la configuración de la imagen de santidad del arzobispo. Esta obra le fue encargada por el prebendado de la catedral de Lima Juan Francisco de Valladolid.
Debió escribirla contra el tiempo para que pudiera ser utilizada en Roma en la preparación del material requerido15. Para su elaboración, el autor se valió de una copia del proceso informativo, la que utilizó profusamente citando las declaraciones de los testigos. También, como hemos indicado, recurrió a la obra de Diego de Córdova y Salinas, y a variados textos referentes al ámbito indiano, que formaban parte de su rica biblioteca. A ello agregó entrevistas que hizo a varias personas, incluyendo autoridades del Colegio Mayor San Salvador de Oviedo. La obra de León Pinelo, si bien está condicionada por la orientación del proceso ordinario, responde en buena medida a la idea que él tenía de la santidad y, asociado a esto, a la imagen de un modelo específico, el de San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, canonizado en 1610. En la presentación, el autor señala que antes de escribirla revisó varias vidas de santos, sobre todo de aquellos que habían sido prelados. Encontrándose en esa labor, cayó en sus manos la que en 1626 publicó, en español, Luís Muñoz sobre Borromeo. León Pinelo cogió la obra sobre el santo arzobispo de Milán e hizo una comparación con Mogrovejo, llegando a la conclusión de que las coincidencias entre ambos eran tan numerosas que parecía como si se hubiesen imitado uno a otro, cosa que reconoció imposible por ser contemporáneos, ambos habían nacido en 1538. En el texto mismo se preocupó de ir señalando todos aquellos aspectos, situaciones y hechos de la vida de Mogrovejo, que también había experimentado Borromeo. De esa manera, la obra de León Pinelo irradiaba una representación de Mogrovejo en la que, en el fondo, se le mostraba como otro Borromeo, el del Nuevo Mundo, con todo lo que eso significaba.
El proceso apostólico.La causa no había avanzado en su tramitación, como se esperaba, después de la llegada a Roma del proceso ordinario en 1633. Buena parte del problema se originó en el decreto de 1634 del Papa Urbano VIII sobre el proceso de non culto, que, en el caso de Mogrovejo, no se había realizado en su momento22. La satisfacción de las imperfecciones, asociadas tanto a ese proceso como al ordinario, llevó varios años y merced, en parte, a las gestiones del rey Felipe IV y del procurador Francisco de Valladolid finalmente pudo lograrse. En 1654 se reactivó la causa al dictarse los decretos que permitían la apertura de los procesos de non culto y ordinario2
Al año siguiente, buscando estimular el avance del proceso, se publicaba en Roma la obra de Michelangelo Lapi, Vita del servo di Dio D. Torivio Alfonso Mogrovejo. Arcivescovo di Lima24, que seguía muy de cerca la obra de Antonio de León Pinelo, al punto que alguno ha señalado que es la traducción al italiano de aquella.
El cuestionario y los artículos Las preguntas eran 22, pero seis tenían un carácter general y se referían al testigo, a su identificación y capacidad para declarar. Las restantes correspondían propiamente al candidato.
Debe tenerse presente que las declaraciones del proceso apostólico se desarrollaron entre 1659 y 1664, más de 50 años después de la muerte de Mogrovejo. Pocos lo conocieron personalmente y quienes sí lo hicieron, eran niños o adolescentes en esa época. Entre los que más información aportaron en esta fase estuvieron la sobrina del arzobispo, doña Mariana de Quiñones, de 80 años, y el fraile dominico Jerónimo Bautista Bernuy, natural de Alcalá la Real en España, de 81 años.
Con los artículos la situación es diferente. De partida son numerosos, llegan a los 102, cubriendo los diversos aspectos de su vida, develados por el proceso ordinario y las hagiografías. Y, dado que el enunciado de cada uno, por lo general, tenía un desarrollo amplio y explícito, en ellos estaba presentada en detalle toda la existencia del arzobispo.
De hecho el énfasis está centrado en cuatro cuestiones: la labor pastoral y de gobierno de la diócesis, la defensa de la jurisdicción eclesiástica y episcopal, la práctica de las virtudes y la realización de milagros.
Y como ya lo había hecho notar su hagiografo León Pinelo, en la práctica de algunas había sido especialmente notable, que fue lo acontecido con la caridad, sobre todo la relacionada con el prójimo
De acuerdo a los artículos, la otra virtud que practicó de manera superlativa fue la templanza. Aquí se destacaba su pureza y defensa de la castidad, el rechazo a los vicios, su docilidad y mansedumbre, el desprecio de las cosas temporales y del cuerpo, al que sometía a intensos ayunos y mortificaciones, mediante el uso de cilicios y disciplinas, que le hacían sangrar en forma profusa30. Las otras características de Mogrovejo, que resaltaban de los artículos, se referían a los dones sobrenaturales y a los milagros que había realizado en vida y después de muerto.
En ellos se representaba la imagen de un candidato que tuvo como prioridad de vida, con el auxilio divino, el ejercicio heroico de las virtudes, que gozó del favor de Dios expresado en los dones sobrenaturales y milagros, sin que opacaran el sacrificio personal, ayudado del Espíritu Santo. A ello se añadía la dimensión pastoral que le dio a su episcopado, la gestión fundadora que tuvo como arzobispo, unida a su defensa de la jurisdicción eclesiástica e identificación con las disposiciones tridentinas y con la autoridad Pontificia, aún a costa de sinsabores.
La Positio
La Positio indicada contenía una información general de 65 páginas en que se hacía referencia a cada una de las virtudes practicadas. Luego venía una relación de las diferentes etapas de la vida del Siervo de Dios, siguiendo el orden de los cuestionarios, que tenía una extensión de 169 páginas. Continuaba con el ejercicio que hizo de cada una de las virtudes cristianas, indicándose lo expresado sobre el particular por diferentes testigos, de ambos procesos. En el fondo correspondía a un resumen de ellos, de ahí que se denominara Summarium, aunque tenía más de 330 páginas impresas. Culminaba con las animadversiones al ejercicio heroico de aquellas y las respuestas del abogado.
Se describen con detalle las peripecias que enfrentó en sus viajes, en los que se expuso muchas veces a accidentes mortales, llevado sólo por su afán de ayudar a la salvación eterna de los indios. Se resalta su compromiso con los pobres
El otro elemento tiene que ver con el estímulo que había tras su comportamiento. Porque nada temía, ni a las incomprensiones, ni a las injurias, ni a los peligros, ni a la muerte. Incluso deseaba el martirio por Cristo. Esto era consecuencia, según los testimonios, del amor infinito que profesaba a Dios.
La Positio, además de todo lo anterior, aportaba otro aspecto significativo. En el Summarium se citaban de manera textual varios párrafos sacados de la Vida escrita por Antonio León Pinelo, con la referencia correspondiente, y en ellos, por lo menos en una oportunidad, se hace una comparación expresa con San Carlos Borromeo.
En definitiva, en cierta medida, se está mostrando la imagen de un símil de san Carlos Borromeo, pero incluso puede decirse que lo se está representando es un determinado modelo de obispo, el que encarnaba el santo cardenal.
Epílogo
Siguió presentándosele como un ser extraordinario, realizador de acciones imposibles y milagrosas, movido por el anhelo de sacar a los indios de la idolatría y salvarlos para la vida eterna y por hacer realidad en la Iglesia peruana la implantación de las disposiciones tridentinas, impulsando un proceso refundacional. Las diversas hagiografías que se escribieron por esos años así lo muestran
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