NUESTRA SEÑORA DE COPACABANA Y SANTO TORIBIO
Barrio San Lázaro
Su nombre se debe a que, en este lugar, Antón Sánchez, caritativo y modesto burgués, funda un hospital con la finalidad de atender a los enfermos de lepra, abandonados a su suerte por considerarlo como el "sida" o el "lévora". Estos enfermos comienzan a refugiarse, como pueden, entre los arbustos cerca de la ribera del río Rimac o en las huacas más cercanas, donde lamentablemente, con frecuencia morían de hambre y frío
Junto al hospital, se levanta una pequeña ermita para atender espiritualmente a los enfermos y a los demás moradores de este lugar, para esto cuenta con la autorización del Virrey el Conde de Nieva y el arzobispo de Lima D. Fr. Jerónimo de Loayza. Una vez obtenidos los permisos, comienza a edificar la casa con sus propios recursos y luego comienza a pedir más ayuda hasta que logra construir casi todo lo que se propuso y enseguida se pone a atender a los enfermos con sus propias manos, hasta que enferma gravemente y muere. A su muerte le sucede en esta labor el P. Cristóbal López Bote, clérigo presbítero muy conocido en la ciudad y venerado por sus virtudes,
El barrio de San Lázaro fue en su inicio un vasto pedregal interrumpido por algunos matorrales, que se extendía desde las riveras del río Rimac hasta las faldas del vecino cerro San Cristóbal. Los primeros pobladores fueron unos indios pescadores, que se establecieron en este lugar gracias a una resolución del Cabildo, del 6 de diciembre de 1538, en la cual se declaraba que los indios eran libres para pescar en las riberas y ancones de la mar, en el río y en las lagunas, sin que nadie los molestase. Es así que comienzan a formar poco a poco su pueblo en el sitio comprendido entre la actual avenida del Tajamar y la Alameda de Acho. Gracias a esta relativa libertad de la que gozaban los pobladores comienzan a multiplicarse, a organizarse en forma de Parroquia y a gozar de la doctrina de un sacerdote. Y aquí vivieron los indios hasta que se efectuó la reducción al pueblo del Cercado.
La reducción del Cercado.
En tiempos del virrey Lope García de Castro, el 11 de noviembre de 1546, se dio inicio a la construcción del pueblo del Cercado, en los términos de la ciudad de Lima, con el propósito de reunir en un solo lugar a los indios de las encomiendas vecinas los mismos que vivían diseminados en diversos solares y rancherías sin el debido control y casi sin doctrina. La obra fue concluida durante el gobierno del virrey D. Francisco de Toledo quien el 25 de julio de 1571 hizo la fundación oficial y la repartición de los solares y de acuerdo con el arzobispo Loayza, encomendó el gobierno espiritual a los padres de la Compañía de Jesús.
Una vez fundado el pueblo de Santiago del Cercado se comienza a agrupar en él a todos los indios de los alrededores de la ciudad, sin embargo los indios de san Lázaro aun continuaban viviendo en su respectivo barrio, por esta razón el P. Hernando de Aguilera, entonces cura del Cercado, se acercó al cabildo de Lima, el día 18 de enero de 1585 para pedir que se llevase a efecto el traslado de los indios de San Lázaro, pese a esta petición no se efectuó el traslado porque al parecer el Arzobispo de Lima D. Alfonso Toribio de Mogrovejo se oponía. Cinco años más tarde se volvió a debatir la traslación de los indios de san Lázaro al pueblo del Cercado, y esta vez la inflexible voluntad del virrey, el Marqués de Cañete D. García de Mendoza, la llevó a cabo, incluso utilizando la misma violencia.
Santo Toribio se opuso a este traslado en todo momento. Cuando los indios ya pernoctaban en el Cercado, hizo todas las gestiones posibles para que volviesen a su lugar de origen. Fue enviando frecuentes cartas al Rey en las que le pedía que arreglase el asunto y que diera una orden para que los indios volviesen a San Lázaro. Las razones las fundamentaba en que los indios de San Lázaro estaban bien atendidos por un doctrinero clérigo que él mismo les había designado, y además los indios vivían muy cerca de la Iglesia Mayor por eso iban todos los domingos a participar allí de la Misa y luego se quedaban a escuchar el sermón dominical en su propia lengua natal que era dirigido por un sacerdote bien preparado y con mucha llegada a la gente. Como los pobladores de este barrio ya estaban acostumbrados a este ritmo y por tanto no hacía falta para ellos la reducción en el Cercado.
El Milagro del 28 de diciembre
Una vez efectuada la reducción, los indios de San Lázaro se quejaban ante el Arzobispo de frecuentes maltratos y además le pedían que los atendiera el mismo sacerdote del anterior lugar, ya que él sí los entendía y ellos le habían cogido mucho aprecio. Santo Toribio acepta esta petición y haciendo uso de sus derechos como Arzobispo les designa una vez más a su doctrinero el P. Alonso de Huerta.
Cuando los indios de San Lázaro son trasladados al Cercado por el Corregidor, llevan consigo la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, a quien hacía poco que la habían adquirido y la veneraban con gran devoción en la ermita del hospital de San Lázaro, dichos indios en el pueblo del Cercado le construyen como pueden una pequeña y humilde ermita para continuar venerándola. Resulta que un día el encargado de cuidar de la ermita se disponía a abrir la puerta cuando de repente se da con la ingrata sorpresa de que el techo estaba en el piso y la imagen de Nuestra Señora a la intemperie. Este hecho aumentó la tristeza y el dolor de los maltratados indios de san Lázaro y por consiguiente dieron de inmediato el informe a su defensor el Arzobispo de Lima D. Alfonso Toribio de Mogrovejo y ellos por su parte comienzan a investigar quién había sido el autor de este sacrilegio.
Cuando Santo Toribio tuvo noticia del sacrilegio ocurrido en la ermita del Cercado, él dispuso que en desagravio se hiciesen rogativas en todos los templos de la ciudad, y que el Provisor condujese la imagen en solemne procesión de penitencia desde la derruida ermita hasta la iglesia Catedral. Era el día 28 de diciembre de 1591, cuando a eso de las ocho de la mañana el P. Alonso Huerta, cura de los indios de San Lázaro en el Cercado va a la Catedral para pedirle al P. Juan de Pineda que le ayude en la celebración de la Santa Misa en el Cercado porque él no iba a poder celebrarla por estar muy ocupado en el adoctrinamiento. La ermita donde la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, esculpida en madera de cedro de Nicaragua por Diego Rodríguez, había sido cobijada luego de su traslado al Cercado desde San Lázaro junto con los indios, amaneció destechada y demolida en parte por orden del virrey Don García Hurtado de Mendoza, furioso por haberse el arzobispo Santo Toribio puesto del lado de los indios. Mientras se celebraba la Santa Misa, antes de trasladar la imagen de Nuestra Señora a la Catedral, los rostros de la Virgen y del Niño Jesús que ella llevaba en sus brazos empezaron a destilar abundantes gotas de sudor. Presenciaron el prodigio y lo testimoniaron luego en la información jurídica del caso que fue encargada a Don Antonio Valcázar, el sacerdote celebrante, Simón Váez, el clérigo Juan de Pineda, el pintor Melchor de Sanabria, el labrador Gaspar de Agüero, el seglar Alonso Gómez de Castro, el Padre Maestro Alonso Huerta, cura de la ermita, el Padre jesuita Juan de Aguilar, y muchos otros testigos más.
Merece la pena conocer el auto expedido por el legalista Mogrovejo:
En la ciudad de los Reyes, a 26 días del mes de enero de 1592 años, D. Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo de los Reyes, del Consejo de Su Majestad, habiendo visto esta información y los pareceres de los teólogos y varones píos, atrás contenidos y, tomando consejo de ellos, en conformidad de lo proveído por el Santo Concilio de Trento y, habiéndolo encomendado a Dios Nuestro Señor y exhortando a las demás personas que se hallaron en la dicha Congregación y vista del proceso, hiciesen lo propio como negocio tan importante y grave lo requiere, invocando el nombre de Cristo, dijo que reconocía y reconoció, aprobaba y aprobó por milagro el sudor que la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, que está en la iglesia nueva y parroquial del Cercado y su precioso Hijo, tuvieron alteración y mudanza de color, el día de los inocentes, que se contaron 28 días del mes de diciembre del año próximo pasado de noventa y uno, y los demás que resultan de la dicha información y por tales los declaraba y declaró y mandaba y mandó se publique en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana y en los demás partes y lugares que convengan, con toda la brevedad y solemnidad posible, para honra y gloria de Nuestro Señor y Nuestra Señora la Virgen María.
La imagen, obra de Diego de Rodríguez en madera de cedro de Nicaragua, fue trasladada a la catedral, colocándola en la capilla ubicada junto a la puerta del perdón. Se formó una cofradía para alentar su devoción y el propio Arzobispo costeó el retablo. Aquí estuvo hasta 1606 de donde, por las obras de la nueva catedral, pasó al altar mayor y de donde se llevó en 1633 al barrio de san Lázaro, donde sigue hasta la actualidad.
Cofradía
Más adelante, se formó una cofradía para alentar su devoción y el propio Arzobispo costeó el retablo. Aquí estuvo hasta 1606 de donde, por las obras de la nueva catedral, pasó al altar mayor y de donde se llevó en 1633 al barrio de san Lázaro, donde sigue hasta la actualidad.
Podría decirse que la Virgen y el Niño se habían solidarizado con el "sudor de los indios", a quienes el santo Arzobispo había tomado bajo su protección. Varios testigos como Alonso Niño de las Cuentas, nos declaran haber visto "al dicho siervo de Dios predicando de ordinario... en la capilla de Nuestra Señora de Copacabana".Podría decirse que la Virgen y el Niño se habían solidarizado con el "sudor de los indios", a quienes el santo Arzobispo había tomado bajo su protección.
Trasladada a la Catedral, se le labró una capilla, que según Fray Reginaldo de Lizárraga, estuvo situada "junto a la puerta del Perdón, y a la cual concurría el pueblo con gran devoción," entre todos se señalaban los indios, que la miraban como suya, y su gran Protector, Santo Toribio, dispuso que formasen una cofradía para atender a su culto. Este gran prelado costeó de su peculio el retablo de la Virgen y se complacía en visitarla y en celebrar órdenes sagradas en su capilla. En este lugar permaneció la imagen hasta el año 1606, en que se mandó derribar la capilla para las obras de la nueva fábrica de la Catedral y entretanto se colocó la imagen "en la tabla del altar mayor" dice un documento, de la época.
Al fin pudieron vencer los indios y el 28 de diciembre de 1633 fue conducida la imagen de Nuestra señora de Copacabana en solemne procesión a su santuario, asistiendo el Arzobispo D. Fernando Arias de Ugarte y el Virrey Conde de Chinchón. Junto a la iglesia se edificó una casa para el capellán y la devoción de los fieles fue en aumento.
El beaterio actual
Años más tarde, algunas personas piadosas desearon fundar en su proximidad un beaterio para doncellas de etnia indígena y solicitaron del Monarca el permiso requerido. Por cédula de 23 de enero de 1678, les fue otorgada la licencia y el mismo año, por otra cédula de 28 de enero, se aprobaba la cofradía y se reconocían sus derechos sobre la capilla y la imagen. Fueron los fundadores D Francisca Ignacia Carvajal Manchipula, hija de D. Pedro Carvajal Manchipula, Cacique y Gobernador de los naturales del Callao, y de D. Isabel Quapán, india noble del mismo puerto y el caballero D. Francisco de Escobar y Rosas, natural de Lambayeque. Emprendiéronse las obras del Beaterio y ensanche de la iglesia y con la ayuda de los cofrades se culminó en 1691. Con grandes fiestas y regocijos se celebró la inauguración el día '24 de diciembre. Este día tomaron el hábito azul y blanco las cinco primeras beatas y en la tarde se trajo con inusitada pompa el Santísimo Sacramento desde la catedral, tal como refleja el libro de la fundación del Beaterio
Hasta el presente, iglesia y beaterio se conservan. El culto a la Virgen, aunque no tiene la importancia de antaño, se ha reavivado en estos últimos años y la cofradía de la Virgen ha despertado de su letargo.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
CATALINA DEL CORAZÓN DE MARÍA, Reseña Histórica del convento e Iglesia de Nuestra Señora de Copacabana, Lima 1993
VARGAS UGARTE, Rubén. Historia del culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más célebres, Tomo I. Huarpes 2da ed. Buenos Aires; 1974.
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