jueves, mayo 16, 2013

Toribio Alfonso de Mogrovejo. Un santo pastor

Toribio Alfonso de Mogrovejo. Un santo pastor

 

Meditación dada a los seminaristas en la Capilla del Seminario de Santo Toribio (19/04/2013).

 

1. El horizonte de la santidad.

Queridos seminaristas, este 27 de abril vamos a celebrar la solemnidad de Santo Toribio de Mogrovejo. Nosotros podemos decir con alegría que formamos parte de un Seminario fundado por un Santo. Esto no lo pueden afirmar otras personas. Nuestro Seminario que fue fundado el 7 de diciembre de 1590 debe encomendarse siempre a su santo fundador, por eso, es conveniente que esta meditación la dediquemos a Toribio Alfonso de Mogrovejo.   

Santo Toribio nació el año 1538 en España en Mayorga (Valladolid). Y un primer dato que nosotros podríamos  meditar es que Toribio fue un hombre que no perdió el horizonte de la santidad. Esa es, en definitiva, la vocación de todo bautizado.

En el Concilio Vaticano II se dijo con claridad: "Todos los fieles de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad" (LG n. 40). Quizás en este momento de oración, delante del Señor podríamos preguntarnos si el horizonte de la santidad está presente en nuestra vida. En cada momento, ¿me cuestiono si estoy luchando por ser santo? Si venimos al seminario es para ser santos, es el acto primero, el acto segundo es ser sacerdotes. 

Nunca perdamos de vista que la santidad tiene que ser nuestra meta, nuestro horizonte. Santo Toribio siendo laico, y lo fue por 39 años, era consciente que tenía que ser santo. Nos dice uno de los amigos de Santo Toribio que "desde sus tiernos años, consagró a Dios su virginidad, la misma que defendió con energía, cuando fue puesta a prueba por unos estudiantes. Que en su largo tiempo de universitario, continúo en él la costumbre de dar limosna que ya tenía desde niño" (Testimonio de Don Diego de Zúñiga).

 

2. Un pastor entregado a Cristo.

¿Cómo ser santo? Cuántas veces se nos ha dicho "seamos santos". Parece incluso ya una indicación repetitiva que ha perdido fuerza, y que la escuchamos sin tomar la atención debida. Para ser santos, no lo olvidemos, lo primero es "quererlo".

Si queremos ser santos, nos hemos puesto en camino de la santidad. Se cuenta que un joven le dice a un sacerdote, "¿cómo debo querer ser santo? El sacerdote llevó al joven a un rio, hizo que se metiera un poco, tomó al joven y metió su cabeza en el agua, y cuando ya la cabeza estaba morada por la falta de respiración, lo sacó y le dice: "Debes querer santo, con la misma vehemencia con que querías sacar tu cabeza para respirar".

Santo Toribio de Mogrovejo quería ser santo con "santa vehemencia". Sabía muy bien, que la santidad consiste en dejar obrar a Dios en nuestra vida, por eso, junto con el verbo "querer", está el verbo "entregar". Quien quiere ser santo se entrega a Dios, se abandona en Dios, lo deja todo en las manos de Dios. Esa entrega, ese abandono implica toda la persona. El adverbio de la santidad es "todo". Es bueno que nos preguntemos sobre nuestra entrega al Señor.  O es total, es todo, o no es entrega, aquí los porcentajes no sirven, podemos darle al Señor el 99 % pero por ese 1% que falta ya no nos hemos entregado.

Cuando nombran a Toribio Alfonso de Mogrovejo, Arzobispo de Lima, hace un acto de entrega. Escribe al Papa Gregorio XIII diciéndole: "Si bien es un peso que supera mis fuerzas, temible aún para los ángeles, y a pesar de verme indigno de tan alto cargo, no he diferido más al aceptarlo, confiado en el Señor y arrojando en él todas mis inquietudes". Entreguémonos a Cristo, como lo hizo Toribio Alfonso de Mogrovejo. 

 

 

3. Un pastor entregado a los demás.

Quien se entrega a Dios, quien se ha abandonado en el Señor, es una persona que sirve de verdad. La santidad no es otra cosa que una configuración con Cristo, el siervo, pobre y humilde. Imitar a Cristo, eso es lo  importante. El santo es quien hace de su vida lo que San Pablo dice en Flp 2, 5: "Tengan los mismo sentimientos de Cristo Jesús". 

Santo Toribio de Mogrovejo fue un Pastor entregado a Cristo, por eso, entregado a los demás. Un verdadero servidor de sus hermanos. Nuestro mayor elogio debe ser escuchar que somos buenos servidores, que estamos siempre dispuestos más a dar que a recibir.

"Habiendo llegado el prelado muy temprano a un pueblo, después de un fatigoso y penoso viaje, como siempre se dirigió a la Iglesia a hacer oración, después predicó a los indios en la Misa y estuvo confirmando hasta las dos de la tarde. Cuando se sentó a comer eran ya las tres, y se le ocurrió preguntar al padre doctrinero si faltaba alguno por confirmar. Tras algunas evasivas, el Arzobispo exigió la verdad, y el padre le dijo que faltaba un indio que estaba enfermo y que vivía algo lejos del poblado. El arzobispo se levantó de la mesa y fue donde el indio a quien animó y confirmó con toda solemnidad como si hubiese un millón de personas"

Santo Toribio de Mogrovejo sabía muy bien que el sacerdote es el "hombre para los demás", "el primer servidor".  Todos debemos de examinarnos sobre nuestro servicio, tengamos siempre los ojos abiertos para servir, no para la burla, no para la crítica, sino para dar una mano al otro.

Pidamos al Señor que nos libere de esa tendencia que todos tenemos y que es el egocentrismo.  Un ególatra solo piensa en sí mismo, y lo recibido para los demás, el ministerio sacerdotal, lo usa para su propio provecho. Decía el Papa Francisco a los sacerdotes en la Misa Crismal: "la unción, queridos hermanos, no es para perfumarnos a nosotros mismo, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite, y amargo el corazón" (Papa Francisco, Misa Crismal, 2013)

 

4. Un pastor preocupado por sus ovejas.

Un sacerdote entregado, un sacerdote que es servidor, vive la caridad en grado heroico. Santo Toribio de Mogrovejo era un pastor que se preocupaba por sus ovejas, "el buen pastor que da la vida por sus ovejas" (Jn 10, 11).

Esa defensa de las ovejas sobre todo consistía para Santo Toribio en evitar cualquier maltrato sobre ellas. Por eso defendió los derechos de los nativos. Los indígenas le llamaban "nuestro padre santo". Condenó el hecho que muchos tributos que se cobraban a los indios no se invertían en ellos, por eso, se ganó la enemistad de las autoridades civiles.

Fue un Pastor cercano a sus ovejas más desfavorecidas. "En su casa vio infinitas veces pobres que entraban y salían, y todos con remedio. No sabía que era poseer dinero, ni lo manejaba porque todo lo tenían su hermana y su cuñado, por cuya mano se daban limosnas y toda la renta daba y gastaba en los pobres".

Esto ¿cómo podemos aplicarlo en nuestra vida? ¿A mí no me dice nada? Es importante que ya desde seminaristas se den cuenta que no podemos ser indiferentes a las necesidades de los demás. Un peligro grande es el "aburguesarse", que consiste en "acomodarse" dado que se nos da todo. Pensemos en tanta gente que la pasa mal, y no sólo lo pensemos sino busquemos ayudar en la medida de nuestras necesidades.

Pero, Santo Toribio no era sólo un defensor de los derechos en el ámbito social, sino sobre todo, quería que las personas se encontraran con Cristo. Eso era lo fundamental para Él: llevar a las personas a Cristo. Por eso, recorrió en 25 años, aproximadamente 40,000 kilómetros. Un historiador ha llamado a Santo Toribio, "obispo doctrinero, obispo con vocación de párroco". Él quería que los nativos conocieran a Cristo, aceptaran la verdadera  fe y se incorporaran a la Iglesia. En el trato con los demás siempre tenía una visión sobrenatural.

 

5. Un pastor de oración.

Meditemos todo lo hecho por Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo: sus 40 000 kms recorridos, los cientos de miles de bautizados y confirmados, los concilios y sínodos convocados, el Catecismo elaborado en su periodo, la enorme cantidad de personas que él atendió, la formación del Seminario, el acompañamiento que hizo con su clero, etc. Todo esto fue posible porque era un hombre de mucha oración. La piedad era el motor de su vida activa.

Leemos en una crónica: "Se levantaba a las seis de la mañana, sin que a vestirle y calzarle asistiesen mozos o ministros de cámara, porque su honestidad no se sujetó jamás a estilos de palacio, ni circunstancias de grandeza… Decía sus devociones primero, y después en su humilde aposento. Rezaba las Horas canónicas. Satisfecha esta obligación, bajaba por camino reservado de la casa arzobispal a la Catedral donde celebraba la Misa, con tanta devoción y ternura como pide aquel divino misterio…. Al anochecer, se recogía en su oratorio, donde hasta las ocho, se suspendía en contemplaciones celestiales de la divina bondad".

Nosotros como Santo Toribio pongamos siempre énfasis en la vida espiritual. Los santos nos enseñan que sin la oración no podemos configurarnos con Cristo.  A más oración, más fuerza para hacer el bien y ser como Cristo, "que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el Diablo" (Hch 10, 38).  Los grandes benefactores de la humanidad han sido los santos. Ellos han hecho siempre obras en favor de los demás, porque eran hombres y mujeres de oración. ¡Queridos seminaristas forjemos en estos años de Seminario, el hábito de la oración! Sin la oración personal, sin ese trato amoroso con Jesús a través de la oración, no podemos alcanzar la santidad.

 

6. Un pastor, hijo de María

Santo Toribio de Mogrovejo fue, como todos los sacerdotes santos, muy mariano. Un verdadero hijo de Santa María. Aprendió en la escuela de María a decir siempre sí al Señor (cf. Lc 1, 38). En su vida se relata que velaba para que todos fuesen muy devotos de Nuestra Señora del Rosario. ¡Qué importante es la devoción a María, no sólo para un sacerdote, sino para todo cristiano!  

Santo Toribio redactó unas letanías que son unas verdaderas joyas del amor a María, las cantaba con alegría, como un auténtico devoto de la Santísima Virgen: "… Virgen fiel, Más dulce que la miel…, Virgen linda…, Altar del incienso…, Hermosa sin igual, Luz del medio día, Flor de virginidad, Lirio de castidad, Rosa de la pureza, Venero de santidad, Cedro oloroso, Mirra de incorrupción, Bálsamo siempre manante, Terebinto de la gloria, Palma vigorosa de gracia, Vara florida, Piedra refulgente, Olivo plateado, Paloma preciosa, Vida fructífera, Nave cargada de riquezas, Madre del Redentor, Huerto cerrado, Zarza que no se consume, Gloria del mundo, Nodriza de los Pobres…". Son expresiones que brotan del corazón sacerdotal de Santo Toribio de Mogrovejo.  Aprendamos de él a tener una profunda devoción a la Madre de Dios.

Vamos a pedir en este momento, la intercesión del Santo Arzobispo de Lima, para que nos ayude a ser como él, pastores entregados y no burgueses, fieles y cercanos a las personas, y marianos de verdad. Que así sea.

 

P. Carlos Rosell De Almeida

Rector del Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo

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