miércoles, enero 27, 2016

Santo Toribio Mogrovejo en LA QUINTA DE LOS LIBERTADORES de Pueblo Libre, Lima

Scarlet O´Phelan: Catálogo LA QUINTA DE LOS LIBERTADORES. Ministerio de Cultura, Lima 2016, 248 pp

El cuadro referido a Santo Toribio forma parte del conjunto pictórico del oratorio de la Quinta. No se conoce el autor del óleo sobre tela; 65 x 44 cm, Cusco, siglo XVIII

En la página 180 del catálogo aparece la siguiente descripción: "Representación de STM, de medio cuerpo, en tres cuartos a la derecha y con la mirada de frente al espectador, enmarcado en óvalo vispo parcialmente en zona inferior. Viste roquete y muceta. Lleva cadena con cruz pectoral. En el ángulo inferior izaquierdo se lee la sigujiente inscripción: "Toribio/Mogrovejo", cubierta parcialmente por el marco...El retrato de ST de Mogrovejo fue realizado mucho tiepo después de fallecido y guarda relación con otras imágenes que se realizaron en el tiempo; al parcer, el aturo las tuvo como referencia para la ejecución del cuadro". 

 



Hernando de Guzmán, Rector de la Universidad de San Marcos y del Seminario de Santo Toribio (1568-1638)

Se publicó en  "Hernando de Guzmán, Rector de la Universidad de San Marcos y del Seminario de Santo Toribio (1568-1638)". UKU PACHA Revista de Investigaciones Históricas, Lima Año 5. Nro. 9, Julio. 2006, pp.71-77


Una versión distinta: 2001. "Entre la Cátedra y el Altar:  la Universidad y el Seminario  en tiempos de Hernando de Guzmán" Revista Teológica Limense, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Vol.XXXV, Enero-abril


HERNANDO DE GUZMÁN, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS Y DEL SEMINARIO DE SANTO TORIBIO (1568-1638)

José Antonio Benito Rodríguez. Dr. de la Universidad de Valladolid (España), docente en la Universidad Católica "Sedes Sapientiae", Lima

 

            La Real Universidad de la Ciudad de los Reyes fue creada en mayo de 1551 a imagen de la de Salamanca, concediéndole en 1588 sus mismos privilegios y exenciones. En los 450 años de historia del alma mater sanmarquina brillan con luz propia muchos de sus catedráticos. Los Padres Dominicos la fundaron, las Órdenes Religiosas dieron sus catedráticos más importantes, y profesionales católicos proyectaron sus mejores energías desde los postulados de una sana armonía fe-razón y compromiso con el Perú. El segundo prelado de la arquidiócesis, Toribio Alfonso Mogrovejo (1536-1606), crisol de lazos solidarios[1], tuvo un cuidado solícito con la naciente Universidad como demuestra su aporte a través de rectores y profesores, métodos y proyectos. Tal sucedió con Hernando de Guzmán, tres veces rector de San Marcos y primer Rector del Seminario de Santo Toribio, y del que se ofrecen algunos aspectos de su biografía y su declaración en el proceso de beatificación del segundo prelado de Lima.

 

            A LA SOMBRA DE SANTO TORIBIO

            Por una carta del Prelado Mogrovejo, desde Los Andajes, 13 de marzo de 1589, en respuesta a una Real Cédula de Felipe II, se constata su preciso seguimiento de la Universidad. Le parece que la Facultad de gramática está bien dotada con las tres cátedras de menores, medianos y mayores, y por disponer del Colegio de la Compañía de Jesús. La de artes estaría necesitada de una cátedra con el fin de dar abasto en los tres años preparatorios de la Teología, que "es la orden, que si bien me acuerdo, se tiene y guarda en Salamanca". La facultad de Teología dispone de cuatro cátedras: Prima, Sagrada Escritura, Vísperas y Casos de Conciencia, que le parecen suficientes si se complementan con los colegios de la  Compañía y de Santo Domingo. La mayor necesidad la representa la Facultad de Cánones y Leyes, pues sólo ha habido dos de Prima con título de vísperas y necesitaría otras tres cátedras más con el fin de que "se leyesen de ordinario seis lecciones, que es una menos de las que los estudiantes curiosos y diligentes suelen oír en Salamanca". Acerca de los salarios cree suficiente con mil pesos ensayados las de prima, quinientos las de víspera y cuatrocientos las dos menores. Una nota muy humana cierra su informe: "como son personas legas las que han de regir estas cátedras y por la mayor parte casados y gente de familia, tienen necesidad de más ayuda".

Toribio Alfonso Mogrovejo, sobrino del catedrático salmantino, Juan de Mogrovejo, bachiller por Valladolid y licenciado por Salamanca y Santiago de Compostela; conocedor además del mundo universitario de Coimbra (Portugal), levantará en Lima el Colegio Seminario dedicado a Santo Toribio de Astorga, así como el Colegio Mayor de San Felipe, los dos con el patrón de los Colegios Mayores salmantinos.

Francisco Echave y Assu en su obra La estrella de Lima convertida en sol (Amberes, 1688) nos recoge el rol seguido por la Universidad en la beatificación de Mogrovejo. Le tocó predicar al Padre maestro Fray Juan de Francia y Sanz, OP, doctor y catedrático de prima de teología moral, quien se pregunta acerca de los "queridos hermanos de Toribio" y responde: "¿Quiénes han de ser sino los doctores, los maestros y todo el claustro junto de esta insigne Universidad de los Reyes, porque si Toribio sólo era una Academia entera de humanas y divinas letras y en ellas fue parto fecundo de la siempre famosa Universidad de Salamanca, por cuyo título en su insigne Colegio de San Salvador de Oviedo participa el privilegio apostólico de decir Misa y oficios de tan bien logrado hijo suyo...Y si nuestra dos veces Regia Universidad de Lima es también hija legítima de la de Salamanca, y como tal heredera de sus mismos privilegios, según se expresa en la colocación de nuestros grados; bien se sigue que Toribio y nuestro Limano claustro de Maestros y Doctores, son hermanos uterinos hijos de una madre misma y como a tales nos toca en Toribio la especialidad de su fraternal amor: Hic est fratrum amator, y en nosotros la debida correspondencia a celebrar así sus glorias y nuestra dicha para su mayor firmeza".

Años atrás, don Diego de León Pinelo, hermano del célebre primer biógrafo de Santo Toribio, bachiller por Salamanca, y luego estudiante, catedrático y rector (1656-8) de San Marcos, escribió un alegato apologético en defensa de la Universidad de San Marcos en 1648. que revela el habitual sentimiento de los universitarios salmantinos y sanmarquinos; el autor lo coloca al final de la obra y se refiere a la Virgen Inmaculada como quien "perfecciona las obras de los doctores [...] preside la Teología, los sagrados libros, la Jurisprudencia, la Filosofía: ella que presidió aquel divino Colegio de los Apóstoles"; y concluye: "¡Oh María, que doquiera eres María, doquiera piadosa, doquiera misericordiosa, guárdanos, dirígenos, para que cada día florezca nuestra Academia, que más bien es tuya, a la cual proteges como Señora del mundo y de los cielos".

Al ver esta muestra de religiosidad en este eximio rector, no nos sorprende que en las Actas del Cabildo Catedralicio de Lima de 17 de enero de 1733, seis años después de la canonización de Santo Toribio, se consigne que la Universidad de San Marcos le otorga el doctorado póstumo honoris causa para lo cual otorga como limosna 693 pesos y 3 reales.

Alrededor de un astro de primera magnitud giran planetas y satélites de no menor importancia. Sucede en el cosmos y en la vida del ser humano. Tal es el caso del segundo arzobispo de Lima, Toribio Alfonso Mogrovejo, a quien el año de1683: con motivo de su beatificación, su biógrafo F.A. Montalvo –en sintonía con el estilo barroco al uso- le impondrá el título de  "El Sol del Nuevo Mundo" y años más adelante, en 1688, F. Echave y Assu le bautizará como "La Estrella de Lima convertida en Sol sobre sus tres coronas". Doscientos años más tarde, en 1899 se reunían en Roma, por vez primera en toda su historia, obispos de Latinoamérica, con el deseo de preparar el nuevo siglo cristiano de América. A la hora de redactar las Actas, no dudan en colocar en primer lugar la fórmula de consagración al Corazón de Jesús, proclamando enfáticamente a santo Toribio Alfonso Mogrovejo como el "Astro más luciente del episcopado del Nuevo Mundo", reiterando en la conclusión de la consagración: "Tú más que ninguno, acuérdate de nosotros, oh Toribio bendito, ejemplo y esplendor sin igual de Prelados y Padres de Concilios".

Ya en nuestros días, el Dr. José Agustín de la Puente Candamo, Presidente de la Academia Nacional de Historia del Perú, en el magno congreso sobre  la  "Historia de la Evangelización de América" convocado y organizado por la  Pontificia Comisión para América Latina, en la Ciudad del Vaticano, en 1992, con motivo del V Centenario de la Evangelización de América, aquilata las facetas y la trascendencia del personaje en la formación del Perú:

 

"La mejor organización de la vida de la Iglesia, el conocimiento de la realidad del Perú, la permanente preocupación por la evangelización del hombre andino, la enseñanza de su vida ejemplar, son algunos de los planos que nos permiten descubrir el vínculo profundo entre Toribio de Mogrovejo y el Perú. Es el gran educador del hombre de la sociedad peruana...uno de los grandes forjadores de la nacionalidad [...] uno de los artífices de la nueva sociedad (peruana)[...]La obra de gobierno de Toribio de Mogrovejo, la afirmación y defensa de sus derechos y obligaciones, su apostolado con los indios y la defensa del hombre nativo como persona humana que es, todo esto es posible, como el esfuerzo singular de las 'visitas'por la calidad humana y la santidad de vida del Arzobispo de Lima.Toda su obra muestra y es fruto de su vida y de su virtud. Austero, alegre, sobrio, caritativo, penitente, cumplidor, minucioso del deber, generoso, ganaba el corazón de los hombres y comunicaba el amor a Dios"[2].

 

HERNANDO DE GUZMÁN[3]

Fue el primer rector del Seminario, con sólo 25 años de edad, Hernando de Guzmán. Nacido en 1568, en Lima, se desempeñaría en el cargo de rector del Seminario por más de 40 años, siendo sustituido solamente con ocasión de sus tres investiduras como rector en la Universidad de San Marcos, en los años 1608, 1624 y 1633. Como vivió 70 años y desempeñó el cargo de rector del Seminario por más de 40 años, su vida estará muy próxima a los cinco arzobispos que rigen la diócesis en este periodo: Mogrovejo, Lobo Guerrero, Arias Ugarte, Ocampo y Villagómez.

Estudió en el Colegio de San Felipe y San Martín de los Padres Jesuitas, parece que cursó algunos años en España y se graduó en Cánones en la Universidad de San Marcos. El 15 de septiembre de 1590 lo vemos junto al bachiller presbítero, Juan Pérez de Bocanegra, acordando que la cátedra de Gramática, de Mínimos, sería regentada por él como sustituto[4] y percibiría como estipendio la mitad de la renta de 50 pesos ensayados y marcados, a razón de 300 al año; al pasar las cátedras a manos de los Jesuitas, estos maestros, Bocanegra y Guzmán, fueron los últimos en regentarlas. Si aceptamos la fecha de fundación de 7 de diciembre de 1591, por ser ésta la de nombramiento de Fernando de Guzmán como primer rector, concluimos la audacia de Mogrovejo al apostar por un jovencísimo sacerdote para cargo tan trascendental. A pesar de la juventud, mostró siempre una gran madurez, de este modo -como recoge un L. Eguiguren- "por ser persona en quien concurren las cualidades que se requieren para la solicitud y secreto del cargo se le designó familiar de la Inquisición"[5]...

En 1595 era canónigo de la catedral. Catedrático de San Marcos, será el décimo quinto de los rectores desde el 30 de junio de 1608 El 26 de marzo de 1618 será uno de los 75 testigos que declarará en el proceso ordinario de beatificación de Santa Rosa de Lima[6]. No tiene reparo en afirmar que "fue con el Cabildo de la Santa Iglesia Catedral a hacer el entierro de la bendita Rosa, en casa del contador Gonzalo de la Maza, donde estaba; y vio tan grande tumulto de gente que entraba y salía, a ver y venerar el bendito cuerpo de la sierva de Dios, que apenas pudieron entrar a hacer el entierro…Estaban todas las calles y ventanas y balcones de ellas llenas de gente, que fue uno de los mayores concursos que este testigo haya visto en toda su vida…Fueron el entierro y honras los más solemnes y suntuosos que haya visto en toda su vida y era todo debido a la grande opinión de la santidad de esta bendita virgen".

En 1618 era racionero de la Metropolitana. Para 1624, año en que volvió a ser designado Rector de la Universidad por segunda vez, ejercía de Maestrescuela de la Catedral. En este cargo, le tocará suplir al nuevo Prelado Hernando Arias de Ugarte, el  7 de febrero de 1630, para  tomar  posesión del arzobispado "y llevó muy lucido acompañamiento y hubo muy grande repique de campanas, a las cinco de la tarde, y a la noche hubo muchos fuegos y luminarias"[7].En 1631 fue uno de los que promovió la información de méritos y virtudes de Santo Toribio. Fue Prefecto de la Congregación de sacerdotes que existía fundada en la Compañía de Jesús. Con motivo de este nombramiento, el 23 de noviembre de 1631, fiesta de la Presentación de la Virgen, se celebró una misa cantada en la iglesia de la Compañía, que contó con la predicación del canónigo Zorita[8].  Dos de sus hermanos fueron también sacerdotes. Su familia actuó en forma muy movida en los primeros años de la conquista.

           

Tanto en el Archivo del Seminario como en el del Arzobispado de Lima se guardan numerosos documentos que nos muestran los diversos ministerios de su cargo. Algunos pormenores de su actividad cotidiana serán los de procurar comida, ropa, y medicamentos para sus seminaristas.[9] Abundan los reclamos de los prestamistas por lo que la situación económica no parece que fuese muy boyante. Así lo vemos en el caso de Francisco de Prado, mercader, que reclama 572 pesos y medio de a ocho reales de mercaduría que ha hado por 18 libranzas del rector Hernando de Guzmán para ropa de los seminaristas: jergueta, para loba, sobrepellices, bonetes, para altares del Corpus. Lo mismo sucede con la "Relación y cuenta de las hechuras de ropas y vestidos que se han hecho por Mateo Sánchez para los colegiales del seminario de Santo Toribio siendo rector el bachiller Hernando de Guzmán, principiadas hacer desde 20 del mes de mayo de 1607". O, el reclamo de Antolín de Reynoso, en nombre de "Francisco Martín de Reyna y por su poder, por lo dado de su  botica para los enfermos del Colegio Seminario, según la tasa del médico Dr. Francisco de Figueroa, 308 p de a 8 r. Las medicinas que han llevado para los enfermos por firmas del Sr. Lic. Hernando de Guzmán, Rector, hasta 4 de junio de 1612: basilicones, trementina, azúcar, vino, lamedor... Bernabé Cobo diseña el perfil del rector de los primeros tiempos: "Tiene el gobierno y administración de este colegio con título de rector un clérigo que pone el arzobispo, que siempre se procura sea de vida ejemplar, de quien se pueda fiar la institución, en recogimiento y buenas costumbres, de la juventud que aquí se cría"[10].

En 1633, ocupa la más alta dirección del alma mater sanmarquina, y el claustro de profesores le hará el paseo acostumbrado por el nombramiento del nuevo Rector[11]. Simultáneamente se desempeñará en la chantría de la Catedral y como Provisor y vicario general del arzobispado de Lima[12].  Le tocó actuar como Juez en un juicio de residencia tomada al célebre Dr. Feliciano de Vega, a la sazón Tesorero del Cabildo, y futuro arzobispo de Popayán.

Parece que el 19 de noviembre de 1636 amaneció muy enfermo pues le "sacramentaron" y llevan el Santísimo Sacramento "y haciendo oficio de cura el señor Arzobispo (Hernando Arias Ugarte), acompañado de su cabildo eclesiástico"[13]; muestra del prestigio que disfrutaba en la plenitud de su vida. No se restablecerá más de su salud, pues muere el 3 de diciembre de ese mismo año. Así lo recoge puntualmente el Diario de Suardo, informándonos del nombre del canónigo que le reemplazó, el Dr. Fernando de Avendaño. De Guzmán dijo santo Toribio, en carta a Felipe II, en 1598: "El Doctor Hernando de Guzmán, doctor teólogo, de edad de 30 años, muy cuerdo y reposado, ha estudiado en esta universidad con recogimiento"[14]. Por su parte, nuestro protagonista, cuando Lima es llamada a declarar[15] a partir del 5 de julio de 1630 en el proceso de beatificación a favor de la vida y milagros de santo Toribio, pondrá el acento en una de sus obras predilectas, el Seminario. Tiene en ese momento 62 años y, ante Francisco de Palma y Juan de Cabrera, dijo que le conoció "desde que entró en esta ciudad que fue por el año de 81 hasta que murió; al cual trató y comunicó en muchas y diversas ocasiones [...]fue muy pacientísimo y sufrido en trabajos y contradicciones y lo cupo de ver este testigo en la fundación del colegio seminario que fundó en esta ciudad .sin verle jamás airado ni enojado sin haberle oído palabras de enojo ni descompuestas y así mismo en otros actos de inmunidades de iglesia en que suele haber competencia de jurisdicción dando gracias a Nuestro Señor y diciendo siempre Dios por delante".

 

APÉNDICE : Testimonio de Hernando de Guzmán en el proceso de beatificación de Santo Toribio[16]

Doctor. Fernando de Guzmán, 62 años,  Maestrescuela, 5 de julio de.1630, folio.30v, ante Francisco de Palma y Juan de Cabrera:

A la primera pregunta

1[17]. Del buen nacimiento y noble sangre de su genealogía y descendencia y de su limpieza que; que esto no le ensoberbeció ni el oficio y puesto de dignidad tan alta que entonces fue sólo Arzobispo en estos Reinos, antes fue humildísimo en todo trato y conversación, vestido y suma llaneza con todos, así españoles como indios y negros.

 dijo que le conoció "desde que entró en esta ciudad que fue por el año de 81 hasta que murió; al cual trató y comunicó en muchas y diversas ocasiones y vio por su modo de proceder que era hombre de muy buen nacimiento y noble sangre y de limpieza porque sabe que fue colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo en Salamanca y que se llevó la beca por oposición y de allí salió para inquisidor de la ciudad de Granada en los reinos de España. El cual oficio ejerció muchos años y de allí vino por arzobispo de este arzobispado [está muy deteriorado]que lo fue entonces solo en estos reinos [sic] y que conoció de su señoría muy gran virtud, llaneza y humildad sin que le ensoberbeciese el oficio y dignidad, tratando a sus súbditos con mucha llaneza y amor de Padre y Pastor, siempre con un rostro alegre y unas entrañas [31v] de un ángel, grande honrador de hombres virtuosos y en sus conversaciones muy modesto y en su vestir muy llano y asimismo muy honesto y amigo de pobres, y en especial de indios y gente humilde. Y en todo este tiempo que este testigo [sic]jamás le oyó ni vio acción ni palabra[sic]

 

. A la segunda pregunta

.De la caridad y amor a Dios pues no se le conoció culpa mortal ni imperfección grave y siempre tuvo celo de la honra de Dios y culto divino y conversión de las almas, siendo acérrimo de su Iglesia en los oficios que tuvo de Inquisidor apostólico y arzobispo.

A la 2a. pregunta dijo que sabe que el Sr. Arzobispo tenía muy grande caridad y amor de Dios pues nunca le conoció este testigo imperfección ni culpa moral ni acción que no fuese de varón santo y perfecto y siempre tuvo gran celo de la honra de Dios y culto divino procurando siempre la conversión de las almas, siendo siempre acérrimo defensor de su iglesia, no faltando a ella los días que se hallaba en esta ciudad de fiestas y domingos de cuaresma y días que el Santo Concilio de Trento dispone procurando siempre que el culto divino y ceremonias de la misa se guardase inviolablemente con gran puntualidad con lo cual daba grande ejemplo a los ministros de la iglesia y acudían a su obligación sin [32]haber falta en nada y los domingos y fiestas por la mañana, sin faltar ninguno hallándose en esta ciudad,  predicaba en la puerta de la iglesia a los indios en su lengua y a los españoles [sic]que se llegaban en las [sic] edificación y devoción de los que le oían, procurando siempre la mayor honra y gloria de Dios y dando ejemplo como tan santo dado a todos.

 

A la tercera pregunta. En el amor del prójimo fue ardentísimo en el deseo de la salvación de las almas, no perdonando trabajo ni peligro, ni visitando y confirmando, predicando a una a los indios por su propia persona y socorriéndolos en sus necesidades y enfermedades a todos los pobres, dándoles largas limosnas, gastando en esto toda su renta con tanto desinterés que no sabía qué cosa era dinero ni codicia hasta quitar de su propia persona y casa lo necesario. Porque no saliese de ella sin remedio la necesidad sin decir a nadie mala palabra ni desabrida respuesta.

 

A la 3a. pregunta dijo que sabe que el dicho arzobispo tuvo muy ardiente amor con los prójimos de quien tenía deseo se salvasen no perdonando trabajo ni peligro, porque atreviéndose muchas veces a entrar en tierra de indios infieles como entró en los Andes de Jauja y Moyobamba y Guacabamba sólo por ver si podía ganar almas [para Dios?] y reducirlas a ser cristianos, recorriendo su arzobispado tres veces en todo el tiempo que vivió no dejando pueblo ni chico ni grande que no viese por su propia persona y confirmando a los indios en partes remotas donde prelado ni visitador había entrado jamás y si  alguno estaba escondido en algún huayco o parte oculta lo iba a buscar y teniendo noticia de ellos para la confirmar y reducir a su pueblo para que fuese cristiano y algunas veces [35]

 

A la cuarta pregunta

. La sinceridad y candidez de su ánima fue tanta que en alma tan limpia nunca cupo mala sospecha de nadie ni creía mal que le dijesen de otro, antes volvía por todos y les defendía con modo santo y discreto.

 

A la 4a. pregunta dijo que siempre tuvo este testigo al dicho Sr. Arzobispo por hombre de una alma muy sincera y cándida y de muy limpia conciencia de manera que nunca se entendió, oyó ni vio que le cupiese en ellas sospecha mala a nadie ni creía mal que le dijesen de otro, antes procuraba  volver por todos y defenderlos con modo santo y discreto, procurando guardar a cada uno su derecho y justicia, sin atender a ningún respeto humano y cuando alguna persona venía a deponer de otra así eclesiástica como secular les decía [...]y pida por papel y tinta su justicia que se le hará y guardará con mucha puntualidad sin respetos humanos y con comunicarle muy a menudo este testigo por tenerle muy particular afición, al dicho Sr. Arzobispo nunca le oyó palabra ociosa por donde cree y tenía por cierto que la limpieza de su alma era muy grande y así le tenía y respetaba como a santo Prelado.

 

. A la quinta

. Sus penitencias de abstinencia comiendo poco y desabridamente, sin apetecer regalos ni convites, ayunando y disciplinándose rigurosamente . Temples rigurosos, no durmiendo en cama, gastando lo más del tiempo de día y de noche en oración.

A la 5a. pregunta dijo que sabe que el dicho Sr. Arzobispo era muy penitente [35v] y abstinente en su comer y muy parco sin apetecer regalos  ningunos de manera que todo el tiempo que fue arzobispo de este arzobispado jamás le vio comer fuera de su casa y aunque alguna vez, habiendo hecho órdenes y consagrados obispos y visitado en fiestas en los conventos de religiosas de esta ciudad y pedídole y suplicádole que los honrase quedándose a comer en los dichos conventos jamás lo hizo porque  como era tan abstinente jamás quiso gozar de regalo ninguno y comiendo este testigo muchas veces con su señoría Ilustrísima vio que su comida era muy templada y muy ordinaria sin tener manjares regalados y los días de viernes y sábados de todo el año no comía sino un poco de pescado cocido en agua o asado o alguna fruta y no otra cosa y aunque le ponían algún regalo a SS por los que comían a su mesa jamás comía de él y tenía particular gusto de que los pobres que venían a pedir limosna entrasen aunque estuviese comiendo porque jamás quiso tener cerradas puertas para ellos y les daba allí de comer el mismo plato que a él le traían con alegría notable y los[36]jueves santos después de haber dicho misa de pontifical y consagrado los santos óleos, encerrado el Sr iba a su casa donde tenía doce pobre a los que les daba de vestir y de calzar y de comer sirviéndoles él mismo a la mesa y dándoles limosna en plata y a la tarde los [sic]a la iglesia consigo y les lavaba los pies, les besaba hincado de rodillas con gran  ternura"

[...]maceraba su cuerpo con grandes disciplinas y lo aborrecía con aborrecimiento santo, tratándose siempre con rigor así en las visitas de temples muy desabridos caminando muchas veces a pie como en esta ciudad durmiendo poco y lo más del tiempo de día y de noche ocupado en rezar las horas y acudir al despacho de los negocios en que jamás se cansó, dormía ordinariamente en un estradillo de madera que tenía frente de su cama y ponía por cabecera una prensa de madera en que tenía los bonetes, lo cual se echó de ver porque como las sábanas de su cama estaban siempre limpias porque como no se acostaba en ellas ni quería que se enten [36v]diese lo que hacía, por la mañana deshacía la cama lo cual refirió a este testigo un sobrino suyo llamado el Dr. Don Luis de Quiñones oidor que fue de Quito, hombre ejemplar y de gran virtud y crédito el cual viendo que el Sr. Arzobispo su tío se encerraba siempre en el aposento donde dormía volvía vestido y a la mañana salía también así porque era tan recatado y tan casto y tan honesto que jamás le vio persona alguna desnuda, hizo un agujero pequeño en la puerta de su aposento y por él le vio echado en el dicho estradillo de madera que tenía delante de la cama muchas veces y por cabecera la dicha prensa de bonetes y cubierto con sola una frazada por donde el dicho de ver que la limpieza de las sábanas de la cama y ropa de ella procedía de no aprovecharse de ella y que hubiendo ido por su cuerpo a la villa de Saña que son 110 leguas de esta ciudad donde murió, el Dr. Don Mateo González de Paz maestrescuela que fue de esta iglesia para traerle a enterrar en ella en conformidad de lo que dispuso SSI al tiempo de su muerte, refirió a este testigo las dos cosas [37]siguientes por milagrosas. La primera que trayendo el cuerpo en una litera salieron unas indias con grandes lágrimas junto a la ciudad de Trujillo y la una traía un niño, hijo suyo, con una grandísima calentura y le pidió al dicho Sr. Maestrescuela con encarecimiento le dejase entrar al dicho niño en la litera donde estaba el cuerpo, lo cual le concedió viendo el ansia y aflicción de la dicha india y habiéndole tenido un rato dentro le volvió a sacar sin género de calentura lo cual fue suceso milagroso y el dicho maestrescuela lo refería por tal. Y asimismo que viniendo con dicho cuerpo que le traían dentro de la dicha litera y llegando a querer cruzar un río muy caudaloso porque era en verano, por cuya causa en estas partes vienen por este tiempo los ríos de la sierra con mucha abundancia y sus corrientes grandes de agua, salieron los españoles e indios [...]que aguardasen a que bajase el río no le pasase por que el día antes se vieron en gran riesgo de ahogarse dos religiosos de la Compañía de Jesús y otras personas que le pasaron [37v] y el dicho Maestrescuela pareciéndole que el calor del dicho sitio y el gran sol que hacía le podía causar alguna enfermedad, fiando en la misericordia de Dios y en el cuerpo de tan santo Prelado, a quien venía acompañando [...]se dispuso a ras del dicho río y refería que milagrosamente habían pasado echando la litera por delante y salieron del dicho río a un sitio y paraje donde estaba un grande árbol el cual estaba a dos tiros de arcabuz, distante de un pueblo y doctrina donde era cura el Maestro. Fray Francisco García del Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, el cual admirado de que pudiesen pasar el río con tanto ánimo, decía que le había dicho estas palabras formales:

- No se espante V.M. Sr. Maestreescuela que Dios haya hecho este milagro por este cuerpo santo

y haya venido a parar a este árbol porque cuando el Arzobispo de buena y santa memoria pasó por aquí en prosecución de su viaje y visita y bajando una noche estando en esta doctrina [38] y beneficio en mi casa en la sala conmigo y otras personas de su casa se salió con el rosario en la mano a la calle rezando y viendo que pasaba más de hora y media y no volvía nos salimos todos en su busca y diciéndonos un indio el camino por donde había estado que fue la ribera del río arriba a un buen trecho del dicho árbol oímos un gran ruido de azotes que se daba alguna persona y de respeto que tuvimos no osamos llegar porque no nos sintiese y nos desviamos a un lado y dentro de un cuarto de hora vimos venir al santo arzobispo con su rosario en la mano rezando con grande alegría y nos recibió con unas entrañas de santo prelado y diciéndole cómo se atrevía Su Señoría a [roto] de noche por aquella [roto] que suele haber en él muy de ordinario tigres que matan a los hombres respondió:

- Como hacía clara la noche por haber luna me fui por aquí rezando y Dios nos ha librado de todo y que por curiosidad se había levantado [38v] este religioso por la mañana muy temprano e ido a ver el dicho árbol donde la noche antes habían oído la gran disciplina que se había dado el dicho arzobispo y había hallado en el suelo con muchas [gotas¿] de sangre que así atribuía [a milagro] el haber salido con su cuerpo del Sr. Arzobispo el dicho sitio donde estaba el dicho árbol y que así se lo refirieron muchas veces a este testigo el dicho maestrescuela el cual fue un hombre de mucha virtud, letras y fe y que dijo que nos diría más de lo que le había pasado y que por los caminos por donde pasaba con el cuerpo salían los indios e indias y demás personas que por allí estaban con grandes lágrimas y llantos en demostración del grande amor que le tenían por las muchas y muy buenas obras que de él recibieron como de Padre verdadero  y santo pastor y esto responde a la

 

. A la sexta pregunta

. La paciencia y sufrimiento en trabajos y contradicciones sin haberle oído palabra descompuesta ni de enojo y habiéndose visto en grandes y graves peligros, salía de ellos contento y sosegado dando gracias a Dios sin alboroto ninguno.

6a. pregunta. Dijo que el dicho Sr. Arzobispo fue muy pacientísimo y sufrido en trabajos y contradicciones y lo cupo? de ver este testigo en la fundación del colegio seminario que fundó en esta ciudad teniendo encuentros con el virrey que a la sazón gobernaba este reino en defensa de la jurisdicción eclesiástica [39] sin verle jamás airado ni enojado sin haberle oído palabras de enojo ni descompuestas y así mismo en otros actos de inmunidades de iglesia en que suele haber competencia de jurisdicción dando gracias a Nuestro Señor y diciendo siempre Dios por delante, así cuando veía estas contradicciones y competencias se regocijaba en el Señor por merecer algo con esta virtud de la paciencia y sufrimiento, y esto responde

. A la séptima pregunta

. La fortaleza y constancia de su ánimo fue tan singular que con ser humildísimo como está dicho, fue juntamente gravísimo en representar su dignidad y autoridad defendiéndola sin complacer y con quiebra de su honor a las potestades seculares.

 

7a. a la séptima pregunta. Dijo que sabe y vio que el Sr. Arzobispo tenía gran fortaleza y constancia en todo cuanto entendía que era servicio de Nuestro Señor y descargo de la conciencia y aunque se [sic]ruegos e intercesión de personas graves y de autoridad de esta ciudad ni de sus propios hermanos porque solo atendía a lo que fuese del servicio de Dios y justicia y con ser grandísimo como lo fue   así mismo gravísimo en reputar su dignidad y autoridad arzobispal, defendiendo siempre su jurisdicción con gran valor constancia y celo santo y fue gran observante del santo concilio tridentino y bienes apostólicos de Su Santidad y Reglas del pontifical [39v]y ceremoniales y mandaba que se guardasen inviolablemente y que los curas tuviesen el dicho santo concilio y les hacía cargo que en las visitas de no tenerlo y les condenaba sobre ello en penas pecuniarias. Era muy recto en las órdenes y no ordenaba a ninguno que no tuviese las calidades y requisitos necesarios conforme al dicho Santo Concilio tridentino, y esto responde a la

 

A la octava pregunta

. En la hospitalidad y castidad fue raro ejemplo desde [sic] y por los ejemplos [...] en los testigos parecía nimio en recato para no dar ejemplo ni nota de su persona.

 

8a. pregunta, dijo que el dicho arzobispo como tiene referido fue honestísimo y castísimo y muy recatado en sus acciones y un raro ejemplo de todos sin que se entendiese ni que se diese nota de su persona en toda su vida y esto responde a la

 

A la nueve pregunta . En letras fue insigne como lo testificarán los que le trataron y lo dicen todos los testigos, concilios provinciales que en su tiempo se celebraron, que sin haber habido otros se ha gobernado con ellos esta monarquía eclesiástica; por lo cual le honró Su Santidad con cartas favorables. Por todo lo cual la Majestad Humana del Rey Nuestro Señor se sirvió de honrarle con sus cartas y mucho más la Majestad Divina, testificando Su Santidad con patentes milagros, en vida y muerte y con general y común opinión en todos de santo y de vida inculpable y de ejemplo de prelados y así en la traslación de su cuerpo concurrían a procurar reliquias de él, como de santo, aclamándole todos por tal, sin haberlo habido en su vida o muerte algo en contrario. Por todo lo cual y lo que más en esta causa puede ser necesario conforme a derecho que habemos por reproducido y expreso.

 

 9a. pregunta, dijo que sabe y vio este testigo y entendió que el dicho arzobispo fue insigne en letras y saberes como tiene referido, llevó la beca del dicho colegio de san Salvador de Oviedo en Salamanca y era hombre que consultaba cosas muy delicadas del Santo Concilio de Trento a la Sede Apostólica y en esta ciudad los hombres graves y doctos que en ella había y se echó de ver en la celebración del concilio provincial del año de 83 aprobado por Su Santidad y mandado ejecutar y guardar por el Rey don Felipe II de buena memoria [40] en el cual se juntaron siete sufragáneos presidiendo el dicho Sr. Arzobispo en él y hallándose un virrey y las personas más graves y más doctas de este reino, de todos estados, juristas y teólogos, por lo cual le honró SS con cartas favorables y así mismo la Majestad del dicho Rey don Felipe II y así mismo era tan vigilante en su oficio pastoral que celebraba todos los años años sínodos diocesanos hasta que impetró de SS bula para que se celebren de dos a dos y así mismo celebró otros dos concilios

provinciales en esta ciudad y conforme a  la bula de SS . Y así mismo hizo una consueta para el régimen de esta santa iglesia y otras ordenanzas para todo el arzobispado santas y loables para la reformación del clero y pueblo. Y finalmente, fue prelado de vida inculpable y ejemplo de prelados y con la traslación de su cuerpo concurrían muchas personas a aclamarle por santo y a procurar reliquias de sus vestiduras y si no hubiera quien lo defendiera se las quitaran y así mismo fundó en esta ciudad un monasterio de monjas de santa Clara que el día de hoyes uno de los principales que en ella hay [40v]de mucha renta y de religiosas muy virtuosas y observantes y era tan humilde que con haberle dado tanta limosna de su hacienda y aplicádole todas las condenaciones que le pertenecían y pedido limosnas por cuanto el arzobispo jamás [sic]que se entendiese  que era obra suya atribuyéndola a un hombre llamado Francisco de Saldaña que dio para el dicho monasterio 13 o 14 mil pesos de a 8 [sic] y con general y con opinión y aclamación de todos es [sic] tenido por santo y como a tal lo nombran y apellidan y su cuerpo está en esta santa iglesia con muy grande veneración y devoción como de hombre santo y muy gran siervo de Dios y que esto que tiene declarado es público y notorio pública voz y fama y la verdad , para el juramento que tiene hecho y que no le mueve amor ni afición haberlo dicho así sino por declarar la verdad y razones con las virtudes y santidad de este santo prelado y que no le tocan las generales y que es de edad de sesenta y dos años poco más o menos y lo firmo de su mano.Y así mismo declaro que sabe y vio que teniendo los indios una imagen [41]de Nuestra Señora de Copacabana, de una cofradía de gran devoción en el pueblo del Cerca de esta ciudad, habiendo hecho un milagro que se declaró por  tal de un sudor que tuvo la hizo traer a esta santa iglesia catedral donde le edificó una capilla muy suntuosa donde estuvo unos pocos años hasta que se derivó para el edificio de su iglesia mayor a la cual capilla tuvo ardentísima devoción  y la continuó celebrando en ella confirmaciones y fiestas con grandísima devoción y concurso de toda esta república y el día de hoy es tenida por imagen milagrosa y de gran veneración y lo firmé.

Fdo. de Guzmán



[1]Mi obra  Crisol de lazos solidarios: Toribio Alfonso Mogrovejo Universidad Católica "Sedes Sapientiae" y Ministerio de Educación y Cultura de España, Lima, 2001, 275 pp En internet:  http://www.ucss.edu.pe/toribio.htm

 

PUENTE CANDAMO, José Agustín de la "Santo Toribio y la formación del Perú" en Historia de la Evangelización de América Pontificia Comisión para América Latina, Ciudad del Vaticano, 1992, pp.831-840.

 

[3] Le dedico un artículo referente sobre todo a su actividad en el Seminario. "Entre la Cátedra y el Altar:  la Universidad y el Seminario en tiempos de Hernando de Guzmán" Revista Teológica Limense, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Vol.XXXV, Enero-abril, pp.65-84.

[4] Luis Antonio Eguiguren La Universidad en el Siglo XVI Imprenta  Santa María, Lima 1951, p.358

[5] Luis Antonio Eguiguren Diccionario histórico cronológico de la Universidad Real y Pontificia de San Marcos I, Lima 1940 pp.303-4

[6] Archivo Arzobispal de Lima Actas del proceso de beatificación de Santa Rosa, Cuaderno I, fol. 318).Edición de Hernán Jiménez Salas Primer proceso ordinario para la canonización de Santa Rosa de Lima Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima , Lima, 2002 pp.509-11

[7] Recoge el siempre bien informado Diario de Lima, I, p.53 Ed. De R. Vargas Ugarte El Diario de Lima, de Juan Antonio Suardo, 2 Vols (1936, Biblioteca histórica peruana)

[8] Ibídem p.195

[9]Archivo Arzobispal de Lima . "Causas del Seminario de Santo Toribio",. Legajos I, 9 (año 1610) y  I, 11 ( año 1612)

[10] Historia del Nuevo Mundo II, Libro 3. BAE, Madrid, 1956, pp.440-441

[11] Doy cuenta de los rectores que le suplen en el Seminario. En 1602, y en calidad de  interino, figuran  Diego García Hermoso y Francisco Osorio de Contreras, Provisor del obispado de Panamá. Nuevamente, de 1622 a 1625, figura Hernando de Guzmán. En 1626-7 encontramos a Don Santiago Santoyo de Palma, Chantre y Deán de Lima, quien en todos los escritos figura como el segundo de los rectores. El tercero, en 1627, será el Lic Juan de Alva de Alvarado. El cuarto, 1627-8, será el Dr. Juan de Guzmán, Racionero.  El quinto,1628-9, el Licenciado Pedro Lorenzo Azañero. El sexto, en 1629-37, Licenciado Sancho de Paz, Racionero. El séptimo, en 1637-8, será nuevamente el Dr. Hernando de Guzmán, por segunda vez. Por estas fechas, el Colegio vivía con bastante estrechez. En el año 1613, el Provisor y Vicario General, D. Feliciano de Vega, pasó por el mes de Enero al Seminario a fin de visitar y revisar sus cuentas y por las observaciones que hizo se deduce que los colegiales no andaban muy holgados. Nuevamente, al ser nombrado por tercera vez  Rector de la Universidad de San Marcos, hubo que buscar un sustituto al solicitado Hernando de Guzmán y el Arzobispo, Mons. Fernando Arias Ugarte, escogió para este fin al Maestro D. Pedro Lorenzo Azañero, quien -por segunda vez- ejerció el oficio desde el año 1634 al 1641, sucediéndole por un año Don Juan García Maldonado y  D. Alonso Ramos de Jáuregui Cervantes, quienes, a su vez, fueron  sustituidos  por el racionero, D. Sancho de Paz que, habiendo asumido el cargo en el año 1642, lo retuvo hasta el mes de Febrero de 1649 o, como se dice en otra fuente hasta su muerte en 1654.

[12]Ibídem.

[13] Ibídem II, 151

[14] AGI, Patronato 248, R.30, LISSON IV, 267)

[15] Entre los conspicuos miembros de la Comunidad Universitaria de San Marcos que declaran en el proceso, tenemos:

1. Lic. Juan de Cepeda, clérigo de Lima y capellán de la Universidad, visitador y Juez Eclesiástico, lo confesó por más de 14 años (99v)

1. Dr. Pedro de Ortega Sotomayor, canónigo magistral y catedrático de prima de Teología. De Lima, 42 a (139v)

2. Dr. Alonso de Huerta, presbítero, natural. de León de Huanuco, catedrático de la lengua general de los indios en esta Real Universidad y Decano de las Facultades de Teología y Artes, 66 (315). He publicado una semblanza en "Alonso Huerta, el quechuista amigo de Santo Toribio" Revista STUDIUM  Universidad Católica "Sedes Sapientiae" Lima, 2000, Año 1, nº 1 81-96

3. P. Fr. Francisco de Hervás, presbítero religioso profeso de la OSA, maestro en S. Teología por esta Universidad, 68 a (384)

4. Fr. Francisco de la Serna, catedrático de prima de vísperas de Teología, en la Univ. en propiedad, Prior y Provincial de OSA, de Huánuco, obispo de Paraguay, 50 a (415)

5. P. Gregorio López de Aguilar, SI, Las Palmas de Gran Canaria, 53 años. Religioso profeso de 4o voto, catedrático de prima en San Pablo de Artes, Moral y Vísperas, prefecto de estudios en el Colegio Real S. Martín (33)

6. Fray Juan de Andrade (f.89), 17 de junio 1689, de Lima,37 años, hijo de Juan Martínez de Andrade y Lucía de Valladolid, religioso sacerdote profeso en el orden de NS de las Mercedes y que su ejercicio es actualmente comendador de NS. de Belén, recoleta del Convento grande de las Mercedes, calificador del Santo Oficio de la Inquisición de estos reinos, doctor graduado en sagrada teología en esta Real Universidad y presentado en su Religión que ha sido secretario general de Provincia y visitador dos veces de toda la provincias y dos veces cura, una de la doctrina de Jesús, Tarma, de este arzobispado y otra de la doctrina de Guambos,

7. P. Fr. Tomás de Mayorga, de la OSA, maestro en Teología por la Universidad, 50 a, fue su criado (408)

8.. Bernardo de Yáñez, f.144 de Lima, 40 a, hijo de Juan Yáñez Banisa y Francisca del Castilla, soltero, médico graduado en la Universidad de Doctor y aprobado para el ejercicio práctico desde hace 12 años con la reválida del Protomedicato, 12.000 p

9. Melchor Vásquez, [245], de Lima, 31 a, del cap. Francisco Vásquez y Elvira de Valenzuela, viudo de Graciana de Mesa y su ejercicio y ocupación el de la medicina en que está graduado de Doctor en esta Real Universidad

[16] Archivo Arzobispal de Lima. Primer cuaderno original de la causa de la beatificación del Arzobispo de Lima Don Toribio Alfonso Mogrovejo, ff. 29v-41. El original está muy deteriorado, con varios rotos. A pesar de ello y gracias a la generosa profesionalidad  de su directora Dª Laura Gutiérrez puedo ofrecerles el presente texto.

Con objeto de hacer más inteligible la declaración de nuestro testigo incluyo el Cuestionario íntegro del proceso elaborado por el Cabildo limense, densa síntesis que presenta en nueve capítulos a los informantes y testigos que declararán ante juez y notario para enviar a Roma y tramitar el proceso de beatificación.

 

(Firma de Hernando de Guzmán, Archivo Seminario Santo Toribio)

Santo Toribio de Mogrovejo del P. Alfredo Sáenz, Colección "Patria-Cielo"

El argentino jesuita P. Alfredo Sáenz escribe con erudición y pasión. Me encantó el libro "Arquetipos cristianos" http://www.gratisdate.org/fr-catalogo.htm que contiene una completa semblanza deSanto Toribio de Mogrovejo http://ietoribianos.blogspot.pe/2012/04/santo-toribio-arquetipo-cristiano-p.html
Supongo que el libro que se anuncia amplía en algo su interesante biografía. Ojalá lleguen pronto al Perú.
Santo Toribio nació en 1538 y fue en Valladolid cortesano y académico. Siendo licenciado en derecho, Felipe II lo nombró Inquisidor de Granada, iniciando a la par su carrera eclesiástica. 

Fue nombrado por el papa Gregorio XIII Arzobispo de casi toda Sudamérica. Se destacó por su celo apostólico, serenidad de juicio, pulcritud en sus acciones y un ardiente deseo por la verdad y la justicia. Convirtió a 800 mil indígenas.

LA MÚSICA Y SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO LA MÚSICA EN NUESTRA LITURGIA Y CELEBRACIONES. P. Donato Jiménez, OAR

Notas

 

LA MÚSICA Y SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO

LA MÚSICA EN NUESTRA LITURGIA Y CELEBRACIONES

Más que hablar del santo arzobispo, cuya vida y obra ya fueron competentemente estudiadas por la celebración reciente del IV Centenario de su muerte (1606, canonizado en 1726), intentamos decir algo de la música en la época virreinal. Por tanto, la intensa actividad pastoral de Sto. Toribio Mogrovejo, y especialmente lo referente a la música, quedará englobado dentro de esta ponencia.

Al paso, nos permitiremos hacer alguna reflexión sobre las celebraciones de nuestra liturgia, o impresiones que pudieran servir de estímulo o despertador para recuperar siquiera un poco la dignidad y esplendor que corresponden a la acción litúrgica. El propio santo arzobispo querría, desde el cielo, ver brillar en su antigua diócesis el anuncio del profeta: Mis siervos estarán alegres...; mis siervos cantarán de puro contento (Is 65 13).

Después de todo, la Historia es magistra vitae, como enseñaba Cicerón (De Oarat II 9), o mejor, como lo dijeron los griegos,  ktema eis aeí  "riqueza para siempre". Hemos de aprender la lección. Y emular los tiempos para cosechar hoy, desde la mejor veta de ayer, lo que auténticamente corresponde a la siembra, al crecimiento, a la mies y al fruto. 

I. Previamente al estudio sobre la música en el Perú virreinal,  nos parece de gran interés la pregunta que se hace el musicólogo P. Samuel Rubio, OSA

"¿Cómo se interpretaba la polifonía en el siglo XVI? No lo sabemos. Por tanto, todo lo que se diga hoy sobre la ejecución de la polifonía clásica son criterios deducidos del estudio de la misma, basados en nuestro modo de sentir, quizá no muy afín con los usos y maneras de hace cuatro siglos. Cierto que esto no debe preocuparnos demasiado cuando se trata de una obra que vamos a cantar en la iglesia, puesto que lo importante en este caso es que la pieza interpretada contribuya eficazmente a la gloria de Dios y a la santificación y edificación de los fieles aun cuando su ejecución, llevada a cabo según los principios artísticos hoy en uso, estuviera en abierta contradicción con los que se estilaban en la época en que fue escrita" (La polif. clásica).

Aunque carecemos, pues, de datos descriptivos de interpretación o ejecución de la música en el s. XVI, poseemos abundantes elementos sobre aspectos distintos en torno a la música. No es nuestro propósito hacer un resumen de esos datos, a veces muy detallados, debidos a la labor de unos u otros investigadores. A lo largo del estudio, se percibe en general, un interés y muchas veces esmerado por la liturgia y todo lo que la rodea: cantores, instrumentos, órganos, organeros, compositores, etc. Que todo tenga dignidad y esplendor. Hubo también negligencias, unas más comprensibles, otras por desidia o desinterés de los más directamente responsables. Sin embargo, el balance es muy positivo. 

Vaya una muestra. Contaba la catedral de Lima con dos órganos, uno grande y otro menor. Al malograrse el menor, se acordó repararlo (h. 1675), en previsión por si se malograba el mayor: "para cuando acaeciese quebrarse el primero o se hubiesen de cantar algunos oficios solemnes a muchos coros, como se hacía en las Iglesias de España".  Y añade el historiador: "Buena necesidad de ser aderezado tenía el dicho órgano, pues 6000 ducados hubo que pagar al maestro para el trabajo que tomó en repararlo completamente. Mas la obra resultó primorosa. ¡Y qué bien  sonaron los dos instrumentos mayores de la Primada, durante las fiestas celebradas en 1680 con motivo de la beatificación de Santo Toribio" (Sas, p. 131). [Tomás de Torrejón y Velasco, maestro de Capilla de la Catedral de Lima, (desde 1676 hasta 1628) también compuso obras en 1681 para las fiestas de Sto. Toribio. La Mús en el Perú. p. 86].

Se habla, pues, de solemnidades, de muchos coros, como se hacía ya con tanta solera en España. Y bien elevado costo, pero valió la pena por el primor y el disfrute de los que celebraban las solemnidades. Se echa de ver el interés y aun el sentido y gusto estético que reflejan esas inquietudes.

Es sabido que casi toda la música, especialmente religiosa de esa época virreinal, es no solo influida, sino trasladada de las Catedrales y Capillas, y de los grandes compositores de la Península.

Tras los primeros años de la Conquista, con la implantación de la fe y el afianzamiento del habla castellana, ya comenzaron a extenderse los cantos populares vigentes en España: Arrorrós y villancicos, ya tan cultivados en todas las regiones españolas; los romances, históricos o novelescos; motetes y canciones; así como aires y danzas de las distintas regiones de España.  No pocas veces con la participación de indios, mestizos, criollos y negros. (La música en el Perú. p. 70-71.74).

El historiador Sas, lo expresa así: "Llegó el culto católico a las provincias españolas de ultramar acompañado con todas las manifestaciones dramático-religiosas que lo rodeaban en la madre-patria: Danzas de moros y cristianos, tragicomedias, Pasiones, Comedias  a lo Divino, Autos Sacramentales, Danzas de Corpus Christi y demás espectáculos alegóricos, en los cuales la música  ·mucho tenía que ver·" (Sas, p. 198). Sinestesia inconsciente, pero que refleja cómo la música era un elemento que salía del alma y se  metía en el alma.

La difusión en América de las obras de los polifonistas sacros de la Península fue muy rápida. Antes de 1553 ya había llegado al Cuzco un libro con 16 misas de Cristóbal de Morales, cuyo genio fue muy apreciado en todo el Nuevo Continente. (La mús. en el P. p.72).  La aceptación de la nueva música por parte de los indios, como la asunción de la fe cristiana, no fue menos rápìda. "La música religiosa, nos dice textualmente el historiador,  no fue muy difícil de asimilar para los aborígenes" (Ib. p. 72).  Las crónicas nos hablan de algunos hijos de caciques como de "grandes músicos" y de que leían y escribían música, y que practicaban el canto llano y el canto de órgano  "con educada voz" (Ib. 75). Varias capillas de cantores de Lima, entre ellas la de los Jesuitas, destacaban por la excelente ejecución vocal e instrumental, coros que estaban compuestos de "indios hábiles tocadores de trompetas, chirimías y sacabuches" (Ib. 75). Lo mismo ocurría en otras partes del Perú, especialmente en Cuzco y en Ayacucho. La música era entendida como medio utilísimo de educación y catequesis.

A mediados del s. XVI ya se representaban Autos sacramentales para la solemnidad del Corpus Christi y, por supuesto, con la participación, lo hemos dicho, de indios, españoles y negros. "Concluido el primer trigenio (sic) de fundada Lima contaba ya el coro de música con algunos seises y de dos órganos, un grande y un chico" (Sas, p. 56). (Los seises son los niños o mozos de coro, como en la Catedral de Sevilla o de Toledo).

Aunque ya el Primer Concilio Límense en 1552, tuvo que restringir algunas manifestaciones dramáticas religiosas por los "muchos inconvenientes"  a que daban lugar. Restricciones que apenas tuvieron seria vigencia, nos dice el historiador, pues  "a los mismos Cabildos no les disgustaban las comedias divinas ni profanas, cuyos textos muchas veces fueron escritos por ingeniosos sacerdotes y aun por inspiradas abadesas" (Sas, p. 198).

II. "En el arte musical no ha habido renacimiento propiamente dicho, sino un continuado desarrollo del arte de los sonidos que comenzó a mediados de la Edad Media y continuó en el expresivismo de nuestros geniales músicos polifonistas que eclipsaron al mismo Princeps musicorum (Palestrina) de la escuela romana" (Gonzalo Castrillo Hernández).

En el s. XVI, entre muchos destacados músicos,  sobresale "aquel hispano terno"(En torno al Viaje de Jerusalén de Francisco Guerrero, por Julio Alonso Asenjo), el trío de autores más grande del Renacimiento y  Siglo de Oro español en polifonía sacra:  Morales, Guerrero y Victoria. Los tres, cantores y Maestros de Capilla en sus Catedrales y otras Colegiatas. Los tres, sacerdotes de profunda inspiración religiosa. Los tres, de enorme influencia en la música religiosa de todo el virreinato.

1. Cristóbal de Morales (Sevilla, 1500 - Málaga, +1553). Niño cantor de la Catedral. Maestro de Capilla de la Catedral de Ávila. En su estancia en Roma, el propio Papa Paulo III lo introdujo en el coro papal. Director de coro en la Catedral de Toledo y maestro del otro grande de la época, Francisco Guerrero. Muy celebrado en toda Europa.

"La obra de Morales tuvo el mérito de influir en las escuelas que después florecieron en Europa en el aspecto del expresivismo. Fue uno de los que primeramente y mejor lo emplearon" (Encicl. de la Relig. Catól. Barcelona, 1953).

Exponente principal de la escuela polifonista andaluza. Su música fue muy popular y siguió interpretándose por mucho tiempo, especialmente en las catedrales de América. Sus partituras y ritmos se adaptaron durante mucho tiempo para instrumentos y fiestas populares. El célebre motete, "Lamentabatur Jacob", (1564), aún se canta en la Capilla Pontificia en la cuarta domínica de Cuaresma. Morales influyó en alguna obra de Palestrina. "Ningún compositor español del s. XVI, –afirma el musicólogo norteamericano Robert Stevenson–, fue más elogiado en vida, y durante doscientos años después de su muerte, que Morales». (Red.  v. Crist. de Morales.).

En las missas del egregio músico Christóual de Morales hallaréys mucha Música que poner: con tantas, y tan buenas qualidades que yo no soy sufficiente a explicarlas. El que a esta música se diere, no tan solamente quedará sabio: pero deuoto contemplativo. Pocos componedores hallaréys, que guardan las qualidades, y differencias de las letras. Y entre los pocos, es uno el sobredicho autor (Red).

Hay que apreciar ya los valores de estos amanuenses. Aunque el cronista no alcance o, como dice, no sea suficiente a explicar tantas y tan buenas cualidades, las percibe y vibra honda y emocionadamente al oírlas, y se ve como transido de melodías y aun de esa fascinación a que nos trasporta la música: hallaréis mucha Música que poner. Pero además intima a que, el que se dé a esta música, alcanzará sabiduría y devoción contemplativa. No en vano S. Agustín definió a la música como Scientia bene modulandi. Scientia, de scire,  un saber. Lo que nada sisa a la definición  como arte. Las letras mismas, por la música, alcanzan realce y matices nuevos para la mente y el corazón, pues la finalidad de la música de Morales era alabar a Dios.

Morales, "paladín de la Contrarreforma" (Sopeña), compuso una enorme cantidad de música, en su inmensa mayoría piezas en latín, para la liturgia, editadas en Europa. La demanda de obras suyas fue tan grande a lo largo, por lo menos, de los cincuenta años que siguieron a su muerte, que impresores de Alcalá de Henares, París y Sevilla se sumaron a la impresionante lista de ediciones internacionales, amén de copias manuscritas. En la Ciudad de México para las honras fúnebres (1559) de Carlos V, se hizo una selección de música de Morales. Francisco Cervantes de Salazar (+ 1575), profesor de retórica y entonces rector de la Univ. de México, hace esta descripción:

Con toda pompa y autoridad posible, y después que todos se hubieron sentado, se comenzó la Vigilia mayor: el maestro de capilla haciendo dos coros de música para el invitatorio, que en el uno se dijo Circumdederunt me, y en el otro el salmo Exultemus, todo en canto de órgano, compuesto por Cristóbal de Morales: comenzóse la Vigilia con tanta devoción y suavidad de voces, que levantaba los espíritus. (Juan Bermudo, s. XVI. Red. v. Goldberg).

A la descripción se suma la confesión del cronista, lo que supone no poco conocimiento y una cultivada sensibilidad. El mérito no es solo del compositor Morales, sino también de los cantores que, con  "su bien acordada suavidad de voces levantaban los espíritus". Un sursum corda, interjección enérgica de coraje y ánimo esperanzado; casi –o sin casi–  un imperativo,  con que se sigue iniciando el prefacio de cada misa y que ahora, en nuestros tiempos, pasa inadvertido o acaso se oye como una fórmula hueca. El cronista nos sugiere que la música ejercía de eficaz  sursum corda, que eso significa llevar arriba los corazones. Quae sursum sunt quaerite, quae sursum sunt sapite (Co 3 1-2), nos insta S. Pablo. Y no encontraremos ni saborearemos las cosas de arriba mientras nuestros corazones no estén sursum, arriba.

Y el Vble. Obispo de Puebla, Juan de Palafox y Mendoza (1600 - 1659), redactó constituciones para el  Seminario de San Juan y erigió los colegios de San Pedro para gramática, retórica y canto llano, y el de San Pablo (para grados académicos al que dotó de la excelente y célebre biblioteca Palafoxiana.

Durante su obispado y mecenazgo,  Puebla  se convirtió en el centro musical de Nueva España. Compositores como Juan Gutiérrez de Padilla, maestro de capilla de la catedral con Palafox y el compositor de s. XVII más famoso en México, llevaron los estilos musicales europeos al Nuevo Mundo.

Uno, se resiste a callar hoy la distancia que nos separa,  más que la lejanía de los siglos, el bache de las formas, la decadencia general en el gusto, vivencia y experiencia estética religiosa.

Cervantes Salazar, y otros, llegaron a comparar y a emparentar, un tanto caprichosamente, a Morales con Ribera, a Guerrero con Zurbarán o Murillo, y a Victoria con el Greco, por la intensidad dramática de la pasión religiosa.  Y hubo quien los asoció a los tres grandes místicos españoles (Sta. Teresa de Jesús, S. Juan de la Cruz y Fray Luis de León). Podrá ser, decimos, comparación un tantico arbitraria, pero no nos cabe duda de que mucho de esa unción espiritual que fluye de la obra pictórica o poética de aquellos maestros, se respira en la estética religiosa de estos tres genios: Morales, Guerrero y Victoria.

2. Francisco Guerrero (Sevilla, 1527 -  Sevilla, +1599). Niño del coro y cantor de la Catedral de Sevilla, recibió instrucción de Morales.  Maestro de Capilla de la Catedral de Jaén. Visitó Tierra Santa;  fue cautivo de los piratas, y redimido por una gran suma de dinero. Nos cuenta datos muy interesantes en su librito Viaje de Jerusalén. "Sacerdote dulce y devoto". Murió víctima de la peste.

Destaca por la variedad de emociones que fue capaz de poner en su música, desde el recogimiento místico a la exaltación (Red). Considerado por sus motetes como "el Murillo de la música". Sus motetes eran interpretados por los hijos de los caciques indios de Quito en el Colegio de S. Andrés (La mús. en el P.  p 72). 

Guerrero fue uno de los más grandes compositores españoles de todos los tiempos.  Figura dominante de la música catedralicia española a finales del s. XVI; sus obras se difundieron, impresas o manuscritas, por toda España y en el Nuevo Mundo, desde Méjico hasta Lima y Cuzco. Su música conmovió al mismo Carlos V. Muchas se siguieron utilizando más de dos siglos después de su muerte. En los últimos años de su vida se escribieron misas inspiradas en sus motetes. Durante el siglo siguiente, su Ave Virgo Sanctissima sirvió aún de modelo para nuevas composiciones.  Sus Magnificat circularon por todo el mundo hispánico. Se anticipó dos siglos en ciertas técnicas de composición; un Magnificat que figuraba como anónimo, fue encontrado en Lima, y por su avance composicional se catalogó como del s. XVIII.  Casi dos siglos después de su muerte se seguían adaptando las músicas de Guerrero para las nuevas festividades del santoral.

Los motetes de Guerrero, escribe un crítico, rebosan variedad y son siempre muy cantables. Cubren toda la gama de la devoción religiosa y, en cuanto música pura, son unas perfectas piedras preciosas.

"Hombre de gran entendimiento, [...] afable, de grave y venerable aspecto, [...] sobre todo, de mucha caridad con los pobres, de que hizo extraordinarias demostraciones [...] dándoles sus vestidos y zapatos y quedarse descalzo" (Pacheco).  Compuso 18 misas y más de 150 piezas litúrgicas diversas, incluyendo motetes, salmos, vísperas,… además de canciones sacras y profanas. Puso música a varios poemas célebres de la época, como el conocidísimo hasta los años 70,  Ojos claros, de Gutierre de Cetina.

Y aquí unas frases del sentimiento generalizado que seguramente todos compartimos. Por eso, –se lamenta el propio crítico–, le resultará más penosa la falta de coros en el culto catedralicio moderno. Es probable que Guerrero se haya preguntado por qué tantos coros y pequeños grupos modernos interpretan la polifonía religiosa de su tiempo fuera de contexto, como si se tratase de objets trouvés, al margen de la correlación natural de salmodia, música de órgano y participación instrumental, todo ello en el marco de la celebración litúrgica (Red).

Hoy, lamentablemente, son pocas las catedrales e iglesias donde se mantiene viva la gran música de la liturgia occidental. Es evidente que la música de los maestros del s. XVI es más conocida gracias a los discos y conciertos que en su contexto, en el seno de una tradición viva del Oficio Divino.

En la primera mitad del s. XX, Palestrina  y Victoria eran los preferidos de los florecientes coros litúrgicos (¡anteriores al Vaticano II!). Guerrero fue casi relegado. Su música languidecía en el olvido, mientras la de los otros dos estaba disponible en su totalidad. El mismo Morales era más elogiado que escuchado en directo. (Red, v. Guerrero).

Las ediciones prácticas comenzaron con las antologías del P. Samuel Rubio en la década de los 50, que dieron a conocer varios himnos y motetes de Guerrero. Con esas publicaciones antológicas del P. Rubio ha llegado hasta nuestros días, además de los dos grandes maestros, la riqueza y amplitud de la música del maestro Guerrero. Dudo, escribe el crítico, que diera su visto bueno a algunos profesionales modernos que parecen interpretar a menudo con piloto automático, en un estilo aséptico de fría objetividad. (Red: Golberg, El portal de la música antigua, en v.: Francisco Guerrero). Traducc. de José L. Gil Aristu).

Son palabras amargas. Destaca los florecientes coros litúrgicos...  ¡antes del Concilio! Pero esas admiraciones se nos vuelven casi acusatorias después del Vaticano II. El gusto prefería entonces las partituras de Palestrina y de Victoria, pero de todas formas, la buena música quedaba a salvo, y la oración litúrgica y de los fieles era potenciada y sublimada por las melodías bien cantadas.

3. Tomás Luis de Victoria (Ávila, 1548 - Madrid, + 1611). Niño cantor de la catedral de Ávila. Sacerdote.  El mayor polifonista español, de mística hondura musical y seguramente también el más grande de los compositores españoles que, con Palestrina, es  también "el más importante exponente de la música sacra católica", cuya música era admirada "hasta en las Indias" como corría en los epigramas. (Alguien le llamó "el San Juan de la Cruz de la música").

Estudió la teoría del canto llano y composición con algunos de los renombrados maestros. Ya en Roma, es posible que tuviese por maestro a Palestrina quien, por petición propia, llama a Victoria como sucesor en la Capilla del Colegio Romano. Asume oficios y tareas relacionadas con la música, además de la formación y enseñanza a los escolanos  o niños del coro. Compone y publica. Ingresa en la Congregación del Oratorio y vive con su fundador, S. Felipe Neri, durante siete años. Se forja en una profunda espiritualidad. Publica colecciones de motetes y de misas. Ahí se ora, se lee y se narra la Historia Sagrada, la vida de los santos. También se escucha buena música. Maestros como Palestrina, componen obras para el Oratorio: Se llamarán, precisamente, "oratorios".

"En 1585 se publica la más ambiciosa y magistral creación de Victoria: el "Officium Hebdomadae Sanctae", colección que incluye 18 Responsorios, 9 Lamentaciones, dos coros de Pasiones, un Miserere, Improperios, Motetes, Himnos y Salmos para la celebración de toda la Semana Santa" (Red. v. T. L. de Victoria). Antes de finalizar el s. XVI recibió Victoria una respetable suma de dinero " que un abogado limeño, admirador de su arte, le envió desde la Ciudad de los Reyes" (La música en el Perú, Lima 1988. p.71-72).

Vuelto a España, fue capellán y organista de las Clarisas Descalzas de Madrid. Reclamado por iglesias y catedrales, también por la Seo de Zaragoza, declinó todos los ofrecimientos. Su ingente obra se seguía publicando. Y como ocurre, también hoy muchas veces con los grandes, murió en las Clarisas casi olvidado de todos. (Red. tomasluisdevictoria.org. Miguel Ángel Botello).

Su influencia se ha mantenido vigente hasta después del C. Vaticano II, gracias a los cultores del cecilianismo, (llamado así por Sta. Cecilia, la patrona de los músicos). Movimiento de fines del s. XIX,  férvidamente animado por Perosi y potenciado por S. Pío X; supuso una reacción a los abusos y excesos de teatralidad del romanticismo. Se reclamaba para liturgia el canto gregoriano y las obras más sentidamente religiosas de los grandes polifonistas del Renacimiento: Palestrina, Lasso, Victoria...

Gracias al virtuoso influjo de sano cecilianismo, se cantaban en nuestros conventos las misas y motetes de los grandes maestros;  y hemos solemnizado la Navidad entonando la llamada Kalenda, y la Semana Santa cantando los Salmos y Lamentaciones en gregoriano, y con  los responsorios de Victoria.

III. Es grande y bello nuestro patrimonio. Traemos los nombres de estos tres grandes y su breve reseña, no para mera erudición, que por otro lado, cualquiera puede hallar en una buena Historia de la Música. Lo hacemos, para resaltar los nombres y obra perdurable de los grandes hombres cuya influencia traspasa los siglos porque han expresado la belleza de la verdad religiosa y han encontrado la verdad de la belleza estética, la cual ha llegado hasta nosotros. Ellos asentaron la plataforma de la estética que se ha mantenido vigente en las más señaladas solemnidades y celebraciones litúrgicas, también en toda Hispanoamérica, justo hasta el final del Concilio.

Que no siempre mirar atrás es nostalgia, y aun, si preciso fuere, desandar el camino, máxime cuando hemos perdido un caudal que debemos recuperar de piedras preciosas y bellísimas joyas, por los bolsillos rotos de la dispersión superficial y alocada de este tiempo nuestro que aún padecemos desde varias décadas.

Hoy,  sobre todo, cuando los instrumentos masivos imponen la mediocridad, y menos que mediocridad como vigencia, y hacen famosos a quienes pecuniaria o ideológicamente les interesa, casi antes de que tengan carné de identidad; menos aún, estudios de música medianejamente serios. 

Antes se decía que "el saber no ocupa lugar". Hoy habrá que decir que sí ocupa precioso lugar, además de un tiempo precioso. Y peor, ocupa los espacios mentales que debieran ocupar los valores. Mucha de la llamada información no es saber. Por eso hay que seleccionarla  –y en casos desechar–   según el rango de los valores. Y sin caer en el falaz juego de las modas ni en la trampa de intereses espurios. Siempre ha sido la abeja símbolo de laboriosidad, orden y eficiencia; y el pueblo plasmó castizamente esta percepción en el consabido refrán: "La abeja, unas flores coge y otras deja". Es obligada, pues, la rigurosa selección estética y literaria.

Y enseña el gran Maestro de Hipona: Est quod cupias, ut ista non cupias;  non auferatur cupiditas, sed mutetur: que hay muchas cosas que desear para que no desees estas; no hay que matar los deseos, sino cambiar sus objetos. (S. 313 A 2). Que no es rico el que tiene muchas cosas, sino el que experimenta las mejores. Los valores, valen. Esa es su definición más simple y más veraz. Lo inconsistente, lo banal, la simple ocurrencia,  lo insustancial vendido incluso en discos, no tiene valor, aunque por cierto tiempo la ignorancia o el aturdimiento de muchos, –otros los llamarán chusma, o borreguismo–, quieran darle vigencia con furor y color... y estridor.

"En vano será esperar que descienda copiosa sobre nosotros la bendición del cielo, si nuestro obsequio al Altísimo no asciende en olor de suavidad;  antes bien, pone en la mano del Señor el látigo con que el Salvador del mundo arrojó del templo a sus indignos profanadores". Son palabras del piísimo,  hasta de nombre, S. Pío X, en su Motu Proprio  sobre la música (Tra le sollecitudini, 1903). Y eso que se cantaba bien la música; corregía, eso sí, las formas y excesos profanos.

Esta solicitud viene de los tiempos antiguos, sensibles a que la acción litúrgica sea celebrada con el respeto y veneración debidas.  Es oportuno recordar cómo el Cura de la Doctrina de Pampas, estamos en 1553, destaca el celo por el bien cantar y tocar:

 "El Padre Francisco Caro, cura de la doctrina de Pampas (Huaraz, prov. de Huaylas) …yo le he conocido  aver (=haber) estado en dos doctrinas mucho tiempo;  tengole por muy buena lengua y diestro en el canto y curioso en la música y culto divino teniendo maestro y cantores que acuden a ello en edificación de los naturales que es lo que parece que importa mucho para aficionarse al servicio de Dios aviendo música y ministros diestros en ella…vuestra Alteza despache celula en que se ordene  a los visorreyes …no dando lugar que los dichos maestros y cantores fiscales y sacristanes que paguen tributos y desta manera yran las cosas del culto divino en acrecentamiento y provecho destos naturales…"(1593 de guaraz (Huarás) provincia de guaylas (Huaylas) 12 oct.). (433)*1602 (20 Abr).  (Pastoral.  Servicio de la Catedral – indios (derechos).

Nos dice que el P. Caro es muy diestro en el canto, y que para el culto tiene maestros y cantores... en edificación de los naturales que es lo que "importa mucho para aficionarse al servicio de Dios aviendo música y ministros diestros en ella… Así las cosas del culto divino irán en acrecentamiento y provecho destos naturales…". Y aquí, la intuición, que no el propósito, hizo coincidir con S. Agustín en la valoración pedagógica del canto en la liturgia:  "ut per oblectamenta aurium infirmior animus in affectum pietatis adsurgat": para que el espíritu flaco se despierte a piedad por el deleite del oído (Conf  X 33 50). Todo ello indica esmero, preocupación, y gastos, por que los naturales vayan comprendiendo y viviendo, sintiendo-entendiendo los misterios de la Fe.

El arzobispo Loayza, hacia 1570, creó una escuela de música y contaba con maestro permanente de canto llano y de órgano (La mús. en el P. p.79). Y así florecían, junto con las otras artes, en los más importantes lugares del Nuevo Mundo. En Bogotá, Gutierre Fernández Hidalgo (c.1553-1620), considerado el compositor más importante de toda Suramérica, disponía diariamente, por los años de 1586, de varios seminaristas para cantar en la liturgia de la Catedral. Que esta tarea resultase dura para los seminaristas y acabaran por declarase en huelga, (la primera de América), y dejaran el seminario, dice de la exigencia y cuidado con que en la época se debía participar en la Liturgia (Ib. p.81-85).

Valdría la pena preguntarse: ¿cómo harían esos párrocos para enseñar y esos fieles para aprender y comprender el misterio que solo se expresaba en ritual latino? Algunas veces he respondido que las catedrales, monumento de los siglos y admiración del mundo, las levantó, sobre todo, la fe de los fieles. Hoy habrá que contestar que la enseñanza, catequesis y magnificencia cultual de la música en la liturgia, con sus cantos e instrumentos, los hizo, sobre todo, el celo de sus pastores y la piedad de los fieles. ¿No estaremos sufriendo hoy, por nuestro descuido general, una especie como de "castigo" el que hoy, que poseemos todos los medios a mano, comodísimos y prodigiosos de la técnica o la tecnología, nuestras liturgias sean tan torpes y desarregladas?  Sé que las causas son muchas y algunas complejas y serias. Tal vez la prudencia no responda, pero no puede uno menos de lanzar cruda la pregunta: ¿qué nos pasa, todavía hoy a más de cuatro décadas de los turbulentos años del posconcilio?

Claro que también había fallos y carencias, que trataban de corregirse con seriedad y empeño. Aquí va una muestra de lo uno y de lo otro, y de lo no poco de lo que, creemos, se podría hacer.

[Constituciones del Sínodo de S. Pedro y S. Pablo de Piscobamba:  "Constituciones Sinodales fechas por el Ilmo. Don Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo de los Reyes. Año de 1594".]

Cap. 42. Que los sacerdotes y ordenantes que no supieren cantar acudan a aprender el canto.

Por cuanto hay muchos clérigos que no saben cantar y cuando ejercen sus oficios en la celebración de las misas siendo ministros en el altar causan muchas indecencias y provocan al pueblo a inquietud murmullos y poca devoción y a divertirse de la atención que han de tener en la misa y a tener que decir y murmurar de ellos y de los que los ordenaron y jueces que no acuden al remedio de ello, nuestro provisor y vicario general en conformidad de lo proveído por el dicho concilio provincial en que ordena se enseñe el canto por el chantre de nuestra santa iglesia poniéndolo en ejecución luego como es razón sin dilación alguna dará orden y proveerá que los sacerdotes y demás ordenantes que no supieren el canto como convenga y mandándoles examinar para el dicho efecto de entender cuales son lo oigan y aprendan y ser instruidos y enseñados en ello; procediendo contra ellos así lo hagan y cumplan por todo rigor de derecho.

Y dando un salto en el tiempo, pero con el mismo celo por la Casa del Señor, anotamos unos Principios generales del Motu Proprio de S. Pío X:

Ante todo hay que eliminar con la más rigurosa intransigencia cualquier efecto que pueda ser tildado de profano: "La música sagrada debe ser santa, y, por lo tanto, excluir todo lo profano, no solo en sí misma, sino en el modo con que la interpretan los mismos cantores" (177).

"La primera ley del canto sagrado, dice San Ambrosio, es la modestia, el decoro: In canendo, prima disciplina verecundia est:  respeto que impone el lugar, la asamblea, la función litúrgica, el texto santo..." (178).

"Jamás la liturgia se desborda en arrebatados lirismos ni en acentos dramáticos desgarradores. "Robusta en esencia, la piedad litúrgica lo es asimismo en su expresión. No hay ternura como la de la piedad litúrgica en sus manifestaciones variadas; pero siempre es severa y tranquila; dulce, pero vigorosa. Y esto en la literatura, gestos, ritos y símbolos; diríase que la claridad y fuerza del pensamiento regulan las expansiones de la piedad, manteniéndola dentro de una dignidad y gravedad que hacen su dulzura más penetrante y sugestiva" (179).

"La liturgia pone ante nuestros ojos un programa bien definido al que todo director debe someterse con el convencimiento de que lejos de poner en riesgo su personalidad, cosa frágil e inconstante, le prestará apoyos sólidos y le abrirá un campo de horizontes ilimitados: por ella lo relativo se orientará hacia lo absoluto (180). De aquí la necesidad de que todo director posea amplios conocimientos litúrgicos: históricos y más todavía doctrinales".

"La interpretación de la polifonía clásica debe ir informada de este pensamiento: el fin de la música sagrada es la gloria de Dios; es música, sí; pero es ante todo oración. Su misión en el culto no es de llenar un hueco, distraer o entretener a los fieles. Es, por el contrario, la de dar más eficacia a la plegaria que los asistentes recitan en voz baja o escuchan en recogido silencio; la de trasportarlos a la contemplación de los misterios que se están celebrando en su presencia; misión altísima de la que estaban bien persuadidos los autores de la polifonía clásica; misión que exige una gran responsabilidad a los intérpretes de aquellas obras inmortales" (181).

Por fin, la interpretación debe ser objetiva e impersonal, con la objetividad e impersonalidad propias de la liturgia. El director no debe servirse del coro ni de la pieza que ejecuta para interpretarse a sí mismo, para expresar sus sentimientos, para lucir sus habilidades. No sería en este caso un fiel servidor de la liturgia, sino un servidor de su personalidad. Todo dilentantismo está fuera del lugar sagrado. Más: la técnica, el saber hacer tienen aquí tanto valor cuanta es su subordinación a la liturgia.

IV. Pero ¿cómo es la vida litúrgica en nuestras parroquias?

Benedicto XVI, experto en música, además de lo demás, manifiesta  su propósito por la recuperación de la liturgia; y se ha pronunciado en distintas ocasiones  sobre la necesidad de rescatar la música sacra  "tanto gregoriana como polifónica" en la liturgia. El Papa afirma que la música tiene la capacidad de "conducir al Creador de toda armonía". La belleza siempre ha sido considerada como "una vía para llegar a Dios". Y que el cristiano está llamado a dar razón (I Pe 3 15),  a dar testimonio de la verdad y de la belleza  de su fe.

Es la  otra vía, hoy tan descuidada, la "via pulchritudinis" de que ya nos hablaba el Papa Pablo VI y Juan Pablo II, y retomada ampliamente por Benedicto XVI.

Ya se lo planteaba el Card. Ratzinger 15 años después del Concilio.  Ahora, aún da pavor la respuesta.

Ratzinger habla de sensaciones contradictorias. Por un lado, la alegría por la nueva responsabilidad que se ha despertado. Nueva experiencia de comunidad y mayor participación comunitaria en la celebración Eucarística.

Por otra parte, "tenemos, dice el antiguo cardenal, un sentimiento estremecedor debido a los excesivos discursos, escasos silencios y la carencia de belleza; un recuerdo del poder arbitrario de algunos que ocultan la dignidad de la institución del Señor bajo la ridiculez (palabra elegida por el traductor) de lo hecho a medida, a nuestro gusto" (Ratzinger, La fiesta de la Fe, p. 195-6). Ratzinger no oculta el agradecimiento por la nueva conciencia de comunidad y experiencia participativa. Pero también da la alarma y apela a un examen de conciencia.

Comunidad es el nuevo descubrimiento del posvaticano. Hemos recuperado el significado de la Iglesia antigua: Sinaxis es asamblea. Es venir de distintos puntos para coincidir en un lugar, a propósito de un hecho o acontecimiento. Que eso es celebrare,  etimológicamente frecuentar, acudir varias personas a un mismo lugar para  evocar un acontecimiento, recuerdo o sentimiento común (López Martín, J. p. 74). Es la polivalencia de la Liturgia. Unida a la fe es expresión personal y social de la Iglesia.

La Liturgia es a la vez dinámica y contemplativa. Más que conocimiento astracto es inserción de la vida propia y de la comunidad en el misterio de Cristo a través del rito. Es contenido esencialmente teológico, con dimensión simbólica, es decir, proyección y expresión antropológica. Se centra en el acontecimiento salvífico –Misterio–, que se actualiza por el rito. Es la presencia sacramental de la Historia Salutis,  –liturgia-acción–, y proyectada a la vida concreta del hombre.  (Ratz. Ib.).

V. El Vaticano II ha dedicado nada menos que los dos últimos capítulos de la Sacrosanctum Concilium para hablar de la Música Sacra y del Arre Sacro (Cp. VI y VII de la SC).

Ahí se nos habla de la Tradición musical de la Iglesia como de un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas. Nos dice que el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria e integral de la liturgia solemne. Biblia, Padres y especialmente Sumos Pontífices han ensalzado el munus ministeriale de la música sacra en el servicio divino. Y añade, es claro, que el fin de la música sacra es la gloria de Dios y la santificación de los fieles (112).

Hay números que no tienen una palabra de pierde: Thesaurus Musicae sacrae summa cura servetur et foveatur.  Que se fomenten diligentemente las Scolae cantorum (114).

Urge la enseñanza musical en los seminarios e institutos religiosos donde hay que conseguir una educación estética, musical y litúrgica esmerada. No se excluyen otros tipos de Música sacra (aunque parece que muchos han leído solo hasta el sustantivo Música, sin el adjetivo sacra). Pero en igualdad de condiciones, hay que darle preferencia al canto gregoriano en las acciones litúrgicas.

El propio Card. Ratzinger contestó –contestó, digo,–  a un artículo de los teólogos K. Rahner y Herbert Vorgrimler referente a la música en la Liturgia. Ratzinger califica de "asombrosa" la opinión de ambos teólogos. Añadiríamos nosotros, sin asombro, la horaciana constatación de siempre: Quandoque bonus dormitat Homerus.

VI. La Iglesia y la música. Para que nuestra liturgia sea digna y esmerada mañana, habrá que poner hoy ya las bases de una formación rigurosa.

Hace años, una joven  –evangélica se decía–  me preguntó a bocajarro y, posiblemente, no con sana intención: –"Padre, ¿por qué la religión católica es triste?  –Mira, hija, sabes muy bien que nuestra Religión es la más alegre de todas:

–Tenemos el arpa, el salterio y los arpegios de David que acompañan los más bellos poemas que se han escrito...  El sofar y trompetas de Josué que tumban murallas de Jericó... (6 5).  Batida de palmas y ritmos de pandero y tamboril...  Danzas al son de címbalos y castañuelas...  La solemnidad del órgano que sublima hasta el aire que respiramos... Nuestro saludo es Shalom, la Paz... Nuestra aclamación, Amén... Con el grito de Maranatá proclamamos la esperanza firme en el Reino y la certeza de que el Señor vuelve...  ¿Quieres más?

Nuestros himnos más inspirados son el Ave de Gabriel, el Benditu Tú de Isabel, el Benedictus de Zacarías, el Nunc dimittis de Simeón, y el Magnificat de María... Nuestros júbilos y cantos son teruás, hosanas, efatás,  aleluyas y salves... ¿Qué más quieres? (Testim. 32, Lima, 1987).

Sin embargo muchas de nuestras celebraciones litúrgicas esconden tanta riqueza y esplendor. La culpa no está en la Religión Católica, como quería nuestra domesticada preguntante, sino en el descuido del canto religioso y sus posibilidades expresivas en casi todas nuestras iglesias.  Creo  –y no sería difícil comprobarlo– que a no pocos de nuestros fieles ahuyenta la "música" que hoy se canta en muchas de nuestras parroquias.

Por el contrario, el sonido del órgano y la música bien cantada no solo edifica a los fieles, sino que atrae poderosamente a  "los de fuera" y aun los llama a la conversión. El P. Antonio del Castillo (desde Tierra Santa donde se habían instalado en Jerusalén recientemente dos órganos, nos cuenta, allá por los años 1630),  hablando del culto y devoción en los Santos Lugares: Se procura que haya siempre voces y religiosos que sepan cantar bien; hay órganos y otros instrumentos músicos… porque además de aquellos cristianos orientales que asisten a ver celebrar los oficios divinos, son muy pocas veces las que se pasa sin que haya turcos, los cuales vienen de muchas partes para ver aquellas ceremonias y oír la música, en particular los órganos, porque son muy aficionados  ala música por no haberla entre ellos y les causa gran admiración oírla".

Los antiguos y más celosos pastores no callaron los defectos o abusos que a ellos les tocó debelar. El arzobispo Loayza, su sucesor Sto. Toribio Mogrovejo, y luego el arzobispo Lobo Guerrero, no tuvieron reparo ni temores, porque querían educar, enseñar, dignificar, construir valores, hacer cultura, evangelizar. No temieron la queja expresada, como nosotros la hemos oído en su jerga juvenil, cuando llamábamos la atención al corito de turno de jóvenes de la parroquia: "¡Nos ha hecho roche, padre!".

La iconoclasia sufrida tras el Concilio aún resulta desoladora. E inexplicable. Se dio en todas las latitudes. Y en todos los órdenes: artístico, arquitectónico, musical, litúrgico, eclesial, terminológico. No solo imágenes artísticamente talladas de valor incalculable fueron al cuarto oscuro de la sacristía, donde algunos curas, sensibles y aun "celosos", para salvarlas, las escondieron y cubrieron amarradas con paños cuyo bulto da la sensación de espectros o fantasmas, pero donde, aún podemos, gracias a Dios, encontrarlas o descubrirlas hoy. Habría que recuperar otra vez la época de las "Inventiones", es decir, del Encuentro o Aparición de tal imagen o de cual invocación, como hicieron los cristianos de Hispania a medida que pasaba el peligro de la invasión morisca.  Otras fueron a parar a anticuarios aprovechados que luego las vendieron para ocupar algún rincón de mansiones pretendidamente señoriales. Muchísimas se perdieron para siempre. Lo que algunas herejías de otro tiempo causaron por fanatismo,  casi llegó a repetirse por la ceguera y ofuscación repentina, difícilmente comprensible, en la época posvaticana. Y nos atrevemos a decir que aún no se han removido suficientemente los escombros de tanta ruina.

Y esto sucedía en los tiempos en que en los Seminarios aún se estudiaba Arqueología y Arte cristiano en los años de Teología, como recordamos los alumnos del P. Llorca. Se estudiaba la música y el solfeo en los años del bachillerato. Se practicaba el canto como actividad ordinaria, y en orfeón como extraordinaria, pero frecuente. Y no solo se cantaba en gregoriano, sino que se cultivaba su estudio, y hemos llenado, las aulas, p. ej,. de la Universidad Pontificia de Salamanca, donde hemos oído a los mejores discípulos de los grandes maestros benedictinos de la Abadía de Solesmes, del Monasterio de Sta. Cruz del Valle de los Caídos y del Monasterio de Silos. Se ejercitaba de forma frecuente el canto polifónico, religioso y aun profano, amen del frecuente y puntual canto popular. Hasta entonces se estudiaban a fondo las lenguas clásicas o sabias, como han sido llamadas, y el tesoro inagotable de los mundos griego y latino, cuya reliquia queda en lo que se llamó Humanidades porque hacían al hombre más elevadamente humano.

El volumen de aquellos estudiantes y profesores humanística y culturalmente aptos, estéticamente cultivados, como en clima propio,  hace más difícil comprender esa época de decadencia que nos sumió repentina y tan hondamente en la desolación que aún padecemos. No es culpable, por Dios, el Concilio. Bueno sería conocer las causas de dentro y fuera de la Iglesia. ¿No podríamos hoy  –y salvatis salvandis–   preguntarnos con paráfrasis respetuosa:  Si esto se hizo en el árbol verde...".

A pesar de algunos modestos intentos de reviviscencia, estamos muy lejos de resituarnos en el lugar que teológica, estética y culturalmente corresponde a la Liturgia.  Toca, pues, andar sólidamente fundados, fundamentados, para no sucumbir a los embates de hoy que, de otra naturaleza, son y sin dudarlo, más deletéreos que ayer.

Hay que recuperar las primeras reglas de interpretación. Hemos hablado de S. Ambrosio, músico, poeta y eficiente animador pastoral, él sí, de su comunidad,  algunos de cuyos himnos aún conserva nuestro breviario. Los Padres, por reverencia a los textos, crearon tradición, belleza, elegancia y nos hicieron experimentar la emoción estética. El cantare cum iubilo de S. Agustín se reflejaba ampliamente en los melismas de tractos, graduales y aleluyas que guarda nuestro Liber Usualis. Nosotros los herederos,  en la práctica, hemos dilapidado el patrimonio, henos sustituido la estética por la sensación barata de grupos que,  no solo no oran dos veces al cantar, como hacía el alma de S. Agustín, (Sal 72 1;  CCE 1156-1158), sino que nos hacen difícil orar una sola vez.  Hemos cerrado con siete llaves el tesoro de la música sacra para cambiarla por letras y melodías  –¿melodías?–  insípidas.

De mucha de la llamada "música de hoy", no hace falta que os hable. Sabéis bien que ni ha rozado vuestra alma ni se puede sostener en vuestra memoria. Mejor así.

"Las estadísticas sobre la práctica religiosa son para echarse a llorar. Se fue poco a poco eligiendo lo que a uno le gustaba.: "pick and choose", toma y escoge. Como en el mercado".  Y estas palabras, contra lo que pudiera parecer, son nada menos que de hoy, y del sereno predicador del Papa, el P. Raniero Cantalamessa.

  Uno se resiste a creer algunas apreciaciones, y sobre todo cifras, de aquellas turbulentos años posteriores al Vaticano II. El Papa Pablo VI, mártir del posconcilio, debió arrastrar la pesadísima carga y padecer la impresión de quedarse casi solo con el Espíritu Santo.

Después de la reforma litúrgica hubo un enfriamiento general en la fe y disminución del fervor de los fieles. La asistencia a la misa dominical disminuyó en Estados Unidos el 30 %; en Francia, el 43 %. La Santa Sede reconocía que en diez años, los sacerdotes en el mundo disminuyeron casi a la mitad. Las conversiones al catolicismo bajaron de forma asombrosa en el mundo. La llamada, cultivo y formación de acólitos apenas se practica. Para colmo, la proliferación de sectas de toda estofa son un hecho más que preocupante en todo el mundo católico. 

VII. Cantare et psallere negotium esse solet amantium, sentencia el Doctor y Sentidor Agustín (S 33 1).

En Grecia, la música era inseparable de la poética y el verso, y con las otras artes, pertenecían al reino superior, al de las musas, que tan enamoradamente se avienen con los amantes. La música bien cantada, no es solo  "el arte de expresar una sucesión agradable de sentimientos" que decía Kant. Apelando a la experiencia, enseñaba Cervantes  "que la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu" (Quijote, I, XXVIII 145).

El aún pagano, Agustín, era atraído al culto cristiano hasta las lágrimas, en Milán, por los cánticos y salmos en la catedral de S. Ambrosio. "Cuánto lloré con tus himnos y cánticos conmovido por las voces de tu Iglesia" (Conf  IX 6 14). El filósofo García Morente (+ 1942), se convierte al oír por radio una canción navideña de Berlioz. Y pasan por su mente imágenes de la vida de Jesús. Y se postra de rodillas e intenta rezar el Padre Nuestro.

Pero la música es mucho más: es capaz de trasportarnos a las armonías de Dios, como al joven Agustín; despertar y romper en emoción con los más altos pensamientos y los más hondos sentimientos, como al filósofo español. Cantar en movimiento ascensional y tocar de alguna manera a Dios. Es entrar con nuestros oídos en el trisagio del coro de los ángeles. El poeta intentará expresarlo así, en admiración extática:

Cuantas veces lo pienso,  /  el misterio o abarco  / de lo que está suspenso  / entre el violín y el arco.

"Quien haya experimentado el poder trasformador de la gran liturgia, del gran arte, de la gran música, lo sabrá", nos enseña convencido Benedicto XVI (La fiesta de la fe, p. 156).

La Iglesia ha querido recuperar lo histórico y lo genuino; la grandeza y la sencillez: la  sobria ebrietas, como trasunto de lo divino y lo humano en la Sagrada Liturgia.

De jóvenes, oíamos la confesión atribuida a Beethoven: que se sentía más feliz por escuchar un prefacio solemne gregoriano que por haber compuesto sus nueve sinfonías. No dudamos de la hipérbole. Verdad o invención, la anécdota demuestra el gran valor y el efecto sublime, la sobria ebrietas de los prefacios gregorianos.

Cantar, pues, pero cantar bien, que Dios tiene buen oído. ¿O es que nuestras celebraciones litúrgicas ya no son oficio de amadores? Los antiguos maestros  –y hacemos valer aquí la redundancia– nos enseñaron magistralmente a hacer actual el canticum novum  (Sal 95). A cantar el eterno cántico: el Amén, el Sí, la Verdad, la Belleza que trasciende los siglos (Ap 3). Beatus (makarios) populus qui intelligit iubilationem (teruá),  = Bienaventurado el pueblo que festeja con inteligencia  (Ser 18.  II  1. Sal 89 16). O como traduce el P. Alonso: "Dichoso el pueblo que sabe aclamarte, caminará, Señor, a la luz de tu rostro". Así S. Agustín, apoyándose en el salmo, daba sabia respuesta, y ya definitiva, al rimado interrogante del poeta:

          "Usted que sabe tanto  /  dígame, por favor,  / ¿ a qué escuela de canto  /      ha ido el ruiseñor?" .

Que el Hiponense distinguió  muy bien el canto de los hombres  –scienter cantare–  cantar sabiendo–  del canto de los pájaros. Por muy bello que sea el canto del jilguero, la grandeza del hombre es cantar humana ratione, non voce avium ( Ib.).  El hombre es capaz de modular, hallar el modus  de las cosas bien hechas (De Mus II 2) y, sobre todo, sabe qué canta y cómo debe cantar:

Fr. Luis (1527-1591), arrobado  "hasta llegar a la más alta esfera"  por las melodías de su amigo Salinas,  Maestro organista de Salamanca, le rogaba así:

   "Oh, suene de contino

 Salinas, vuestro son en mis oídos,

 por quien al bien divino

despiertan los sentidos

quedando a lo demás adormecidos".

P. Donato Jiménez Sanz, O.A.R.

Profesor de la Facultad de Teología

Pontificia y Civil de Lima.

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