TRECE PAPAS EN LA VIDA, MAGISTERIO Y CANONIZACIÓN DE SANTO TORIBIO  [1]
                              José  Antonio Benito, http://ietoribianos.blogspot.com/
     
    Si  consideramos el arco cronológico extendido desde el momento del nombramiento  episcopal con el Papa Gregorio XIII, en 1578, hasta su canonización, en 1726,  por Benedicto XIII, serán once los papas que tienen que ver con el Santo. Los  ocho primeros los que dirigen el timón de la nave eclesial en vida del  Arzobispo, y los tres últimos vinculados a su beatificación y canonización. 
     
    En  estos momentos en que vivimos el gozoso tiempo de la canonización de Juan Pablo  II, nos complace añadir los entrañables textos que él le dedicó. 
     
    Aunque debido a la distancia no pudo realizar nunca la  visita ad limina, ni pudo conocer en persona a ninguno de los papas, guardó una  estrecha y filial relación con la sede de Pedro. Así lo manifestaron sus  contemporáneos como Fr. Diego de  Córdoba, OFM, Padre perpetuo de la provincia de los Doce Apóstoles del Perú,  guardián del convento grande de Jesús de Lima, notario apostólico y cronista  general de su religión y en estas provincias, en su obra Crónica de la religiosísima provincia de los doce apóstoles del Perú  del OSF Lima 1651:
     
    Los sumos pontífices y los Reyes Católicos le  estimaron en vida, escribiéndole con veneración y respeto como a uno de los  Santos Padres y Prelados de la primitiva iglesia. Y después de muerto el  consistorio de los cardenales tiene su imagen y retrato entre los varones  ilustres que honra el sacro palacio. La opinión de la Santa Vida del Arzobispo  Don Toribio quiso Dios confirmar con muchos milagros pudiendo con igual razón  decirse de él lo que San Bernardo de San Malaquías, obispo, "magnum  miraculum quod ipse fecit ipse fuit", que el mayor milagro que hizo fue el  mismo. 
     
    De  igual modo, nuestro Sumo Pontífice Juan Pablo II en el encuentro con los  obispos del Perú, Lima, en la Conferencia Episcopal, el 2 de febrero de 1985: 
     
    Es visible en Santo Toribio un  elemento de fondo, que hoy es constitutivo de la piedad popular, peruana y  latinoamericana; y que con su vida y obra él ayudó a construir: la cercanía  espiritual y el afecto cálido al Sucesor de Pedro, a quien el Señor quiso poner  como Cabeza de la Iglesia.
     
    1.  Gregorio XIII: 1572-1585
     
    Se llamaba Hugo Buoncompagni  y había nacido en Bolonia en 1502. Era profesor de Derecho y a los 28 años  obtuvo el doctorado; por esa fecha también tuvo un hijo natural pues quería  asegurar un heredero del patrimonio familiar. Se hizo sacerdote y en 1538 fue  nombrado juez en Roma. Al ser elegido Papa, había en la curia cardenalicia  fervientes religiosos -jesuitas y teatinos. El Papa continuó la reforma  emprendida por san Pío V, aunque con la alegría típica de su temperamento.
     
    2.  Sixto V: 1585-1590
     
    Su nombre brilla en la  cúspide de la linterna de la cúpula de San Pedro; de pequeño guardó cerdos.  Félix Peretti nació en 1521, fue franciscano desde los 9 años. En 1566 fue  general de la Orden y en 1570 cardenal. San Pío V le eligió como confesor. Fue  elegido papa el 24 de abril de 1585. En poco tiempo su mano de hierro frenó la  bancarrota y eliminó el bandidaje. En 1588 se crearon 15 congregaciones para  mejorar la administración eclesial. Exige que cada obispo vaya a Roma a dar  cuenta periódica de su diócesis. Se corona la basílica de san Pedro con la  cúpula de Miguel Ángel. Mejoró notablemente el Vaticano.
     
    3.  Urbano VII: 1590
     
    Juan Bautista Campagna nació en Roma. Elegido el  15.IX.1590, demostró índole bondadosa y caritativa. Hubiera impuesto a su  gobierno los decretos tridentinos pero se enfermó de malaria a los doce días  por la malaria.  Dejó todos sus bienes a obras de beneficencia. 
     
    4.  Gregorio XIV: 1590-91
    Nicolás Sfondrati.  Nació en 1535, era amigo de San Carlos  Borromeo y Felipe Neri. En su política favoreció a España en detrimento de  Enrique IV de Francia. Elegido el 5 de diciembre de 1590, falleció el 16 de  octubre de 1591. En el Quinto cuaderno de testimonios y otros instrumentos en  Lima 1661-1663 y 1664 del AAL se conserva el Breve apostólico del Papa Gregorio  XIV, 27 de marzo de 1591. Uno de los testigos declarantes en el proceso de  beatificación,  Bernardo Díez de Alcocer, declara el 1 de  noviembre de 1631, la “Relación al Papa, llevada por el P. Diego de Zúñiga, que  hizo enternecer al Papa, quien le envió una carta al Santo "consolándole y  agradeciéndole el celo con que ardía en su casa y trabajos que pasaba y esto lo  oyó este testigo muchas veces referir al dicho Arzobispo y después Su Santidad  le hizo favor de conceder facultad de poder tocar bendecir hasta cantidad de  7.000 rosarios medallas y cruces con las indulgencias”
     
     
    5.  Inocencio IX: 1591
     
    Juan Antonio Facchinetti nació en Boloña. Elegido  el 3-XI-1591 murió de repente el 30-XII-1591. Logro contener una terrible  epidemia de peste y combatió con gran eficacia el bandidaje y las diversas  sectas interiores. 
     
     
    6.  Clemente VIII: 1592-1605
    Hipólito Aldobrandini era un  notable jurista. Su apoyo al convertido rey francés Enrique IV debilitó la  posición respecto al rey español Felipe II. Gran éxito del Año Santo de 1600  con un millón de peregrinos y donativos para las finanzas papales, debilitadas  por las fastuosas representaciones del Papa. En 1599 fue decapitada ante el  castillo de Santángelo Beatriz Cerici y Giordano Bruno. Protegió a los poetas y  músicos. A él se deben la capilla y la sala Clementina, la sala del consistorio  y la restauración de la basílica de Letrán. Fue caritativo y piadoso. 
    A este papa envió una de las  cartas más representativas acerca de la iglesia del Perú, así como de su ministerio  pastoral: Relación y memorial que se  envía á Su Santidad por el Arzobispo de los Reyes de las provincias del Perú,  don Torlblo Alfonso Mogrovejo, en conformidad del motu proprio, de la Santidad  de Sixto Quinto, de feliz recordación, en que se encarga y ordena, que los  prelados den cuenta y razón á. los romanos pontífices, de todo el oficio  pastoral, y de todas las cosas que en manera alguna, pertenecieren al estado de  sus iglesias, para la disciplina del clero y pueblo, y salud de las almas, que  les está encargadas[2]  
     
     
    7.  León XI: 1605
     
    Alejandro Octaviani de  Médicis. Sobrino de León X, fue un gran diplomático. Nació en florencia.  Elegido el 10-IV-1605, murió el 27-IV- del mismo año. Dedicado a la vida  ascética popular por su magnificencia. Durante las dificultades por la toma de  posesión de la Sede del obispado de S. Juan en Laterano se sintió mal y murió a los 26 días  de su elección.
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      8.  Paulo V: 1605-1621
    Camilo Borghese era vicario  general de Roma e inquisidor, abogado, fue elegido el 16 de mayo de 1605.  Favoreció la aparición y expansión de nuevas Órdenes Religiosas; insistió en la  obligación de los obispos de residir en sus diócesis y publicó en 1614 el nuevo  Ritual romano. Apoyó el apostolado misionero en China y las Indias. Buena  administración vaticana le ayuda en la agricultura y comercio. Se construyen  nuevos acueductos, se termina la basílica de San Pedro y se amplía la  Biblioteca Vaticana.  Realiza la Villa  Borghese, símbolo del nepotismo
     
    9.  Alejandro VII (1655-1667) 
    Tras la paz de Westfalia, el  dominio político del Papado cae. Cuando era Cardenal, Fabio Chigi, su divisa  era "hacer mucho y hablar poco"; era de Siena y tenía 56 años al ser  elegido. Problemas con Francia, Luis XIV. Alegría de la conversión de la reina  Cristina de Suecia, hija de Gustavo Adolfo, quien renunció al trono para  hacerse católica. 
    En 1656 apoyó a los jesuitas  en sus misiones del Extremo Oriente, garantizando sus modos de adaptar el  cristianismo a la cultura y a las costumbres chinas. A pesar de su simpatía por  los jesuitas, en 1666 intervino para condenar el probabilismo por permisivo; en  1656 había renovado la condena al jansenismo. En su pontificado se levantó la  columnata de Bernini. Se  hacía leer la  vida que escribió del santo Mons. M.A. Lapi mientras comía. Clemente IX (Julio  Rospigliosi): 1667-1669, fue el Paspa que canonizó a Santa Rosa, confirmada por  Santo Toribio. 
     
    10.  Beato Inocencio XI: 1676-1689 
    Nació en Como. Elegido el 4-X-1676, murió el  12-VIII-1689. Suprimió los derechos de franquicia y extirpó el nepotismo. Se  opuso a la violencia de Luis XIV de Francia. Estimulo al rey polaco Sobiesky  que derroto a los turcos en Viena. Instituyó la fiesta de María el 12 de  Diciembre. Fue quien le beatificó el 28 de junio  aunque la solemnidad se celebra el dos de julio. La revista El Amigo del Clero recoge una viva  descripción del jubiloso momento en el que trabajó magnánimamente el  maestreescuela Juan Francisco de Valladolid:
     
    La vasta máquina del templo de san Pedro se vistió  toda de damasco carmesí y de franjas de oro, habiéndose primero adornado su  gran pórtico de preciosos brocados en que competían igualmente la variedad y la  riqueza. Las grandiosas puertas de esta mayor basílica se mostraron aderezadas  con singular primor y hermosura. Sobre las armas de su Beatitud y de la  majestad Carlos II se descubría el retrato del bienaventurado Toribio en una  gran tabla de valiente pincel y de figura esférica porque no saltase la esfera  a los lucimientos deseados de esclarecido sol. Las dos puertas colaterales se  ennoblecían con las armas más gloriosas del Perú [...] En cada uno de todos los  altares, cuyo número es fatiga del guarismo, ardían seis antorchas de a dos  libras, coronándose el venerable sepulcro de san Pedro de tan numerosas hachas  que fingían sus adornos una guirnalda de luceros [...] Sobre el altar de la  catedral de san Pedro, que se eleva majestuosamente en medio de una gran  tribuna, estaba puesta la imagen del bienaventurado Toribio en un famoso cuadro  guarnecido de oro, y cubierto de un velo carmesí, que martirizaba la tierna  devoción del gran concurso que ansioso deseaba adorarle descubierto .
     
    11. Benedicto XIII: 1724-1730
    El 10 de  diciembre de 1726 es canonizado por Benedicto XIII, en compañía -entre otros-  de san Francisco Solano, san Luis Gonzaga y san Juan de la Cruz. Se publicaron  dos vidas del santo, una escrita por el oratoriano Giacomo Laderechi y una  segunda edición que dispuso el obispo de Isauria, de la escrita por Anastasio  Nicoselli. 
    El Papa Benedicto XIII, de  nombre Pedro Francisco, de la familia Orsini, era un brillante teólogo y  llevaba una vida monacal, con plena dedicación al estudio y a los pobres,  muriendo con fama de santo. El 4 de diciembre de 1726 escribía el Pontífice en  la Bula de Canonización: 
    "los grandes méritos y milagros del Bienaventurado  Toribio...nos excitaron vivamente a fin de que pensáramos en honrar con los  sublimes honores de los Santos a este insigne varón, que, nacido de la noble  familia de los Mogrovejo en Mayorga, villa de la España tarragonense en el  obispado de León, el día 16 de las Calendas de diciembre del año de Cristo de  1537, fue visto, primero por España, y después por las naciones de América,  llamadas Indias Occidentales, caminar perpetuamente por las vías del Señor y  recorrer laudablemente el estadio de todas las virtudes.
    Educador en las disciplinas liberales y en las instituciones  verdaderamente cristianas e instruido óptimamente en las doctrinas evangélicas  en Salamanca, en el colegio de Oviedo, donde se conserva con gran veneración su  brazo; del sagrado oficio de Inquisidor de la Fe en el reino de Granada, que  con grande inocencia y piedad desempeñaba, fue llamado por divino consejo y sin  saberlo y huyendo semejante cargo a la silla arzobispal de la iglesia de Lima,  a fin de que rigiera a los pueblos americanos en el Oficio pastoral. Y  sintiéndose atraído a él, por supremo impulso, lo abrazó el Siervo de Dios con  ánimo invicto, arrostrando ingentes dificultades y peligros de la vida. Consagróse  con sumo estudio y sin pérdida de tiempo a cultivar en la cristiana piedad a la  gente limeña, de corrompidas costumbres y manchada con muchas y torpes  supersticiones y después que hubo arreglado todo lo relativo a la Iglesia  limana, recorrió a pie y descalzo frecuentemente toda la Diócesis y la  provincia eclesiástica, consiguiendo con su inefable caridad extirpar de los  ánimos de sus ovejas los viles y mutuos odios que ordinariamente los dominaban.
    Conociendo perfectamente el Siervo de Dios, que nada  es más apto para obtener buenos frutos de la semilla que debe sembrarse en el  campo del Señor, que procurarse los sagrados estatutos de los sínodos, dirigió  sin demora toda su solicitud a la celebración oportuna de concilios diocesanos  y provinciales de presbíteros y obispos cohermanos, logrando reunir muchos, muy  dignos de alabanza, que aun fueron robustecidos con la aprobación de esta Sede  Apostólica.
     
    Benedicto  XIII, con motivo del décimo séptimo jubileo, en 1725, aprovechó para canonizar  a nuestro santo. El papa, entusiasta de las manifestaciones religiosas,  participó personalmente en la visita a las cuatro basílicas. Como dato curioso,  el papa, ante la plaga de grillos, pronunció solemne anatema en San Juan de  Letrán. En el marco del jubileo, se celebró un importante concilio provincial  después de Pascua. Fueron canonizados Santo Toribio de Mogrovejo, Francisco  Solano, Juan de la Cruz, Luis Gonzaga, Estanislao de Kostka, Juan Nepomuceno,  Juan de Sahagún. Se inauguró la Plaza de España con rampas de doce gradas cada  una y gran movimiento escenográfico. Fueron rescatados 370 esclavos de Túnez,  peregrinos en Roma, con limosnas jubilares.
     
    12. SAN JUAN PABLO II (1978-2005)
    Selecciono  dos textos magistrales entre los numerosos dedicados a nuestro Santo. El  primero, de 10 de mayo de 1983, relativo al otorgamiento por parte del Santo  Padre Juan Pablo II  del título de Patrono  de los obispos de América Latina[4].  Se reproduce el texto de la Littera  Apostolica (Juan  Pablo II 1983),  promulgado según las normas de la Instructionis de  Calendariis particularibus atque Officiorum et Missarum propriis recognoscendis. 
    A  memoria perpetua. El Consejo Episcopal Latinoamericano venera de modo especial  a Santo Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, quien en la segunda mitad del  siglo XVI y comienzos del XVII se dedicó con ferviente celo a los fieles que se  le habían encomendado y fomentó una intensa vida religiosa en toda la región,  al tiempo que se preocupó en sumo grado de los indígenas. Por ello, el  venerable hermano, Antonio Quarracino, Presidente de dicho Consejo, con el voto  de todos los obispos, ratificó la elección de Santo Toribio de Mogrovejo como  Patrón de todos los obispos de América Latina y solicitó insistentemente la  confirmación de tal elección a tenor de la norma n. 30 de las Instructionis de  Calendariis particularibus atque Officiorum et Missarum propriis  recognoscendis. Así, pues, Nos, constándonos mediante el juicio de la Sagrada  Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino que ambas cosas se han  hecho según los requisitos del derecho, acogemos gustosamente las preces y con  Nuestra suprema potestad y autoridad Apostólica declaramos y confirmamos a  Santo Toribio de Mogrovejo Patrono ante Dios de todos los obispos de América  Latina, y le otorgamos todos los derechos y privilegios litúrgicos concedidos  según las rúbricas, confiando en que, así como este Santo es para ellos  intercesor de gracias del cielo, sean los obispos imitadores de su ejemplo en  el ministerio pastoral. Sin que nada obste en contrario. Dado en Roma, junto a  San Pedro, sellado con el Anillo del Pescador, el día 10 de mayo del año del  Señor de 1983, V de nuestro pontificado. Cardenal Agostino Casaroli, Secretario  de Estado
     
    El segundo corresponde al  mensaje pronunciado por el propio Santo Padre a todos los obispos del Perú con  motivo de su primer viaje a la tierra peruana: Encuentro con los obispos del Perú
     
    Lima, Conferencia Episcopal, 2 de  febrero de 1985.
     
    Queridos Hermanos en el episcopado:
     
    1. En la sede de vuestra Conferencia  Episcopal, donde en espíritu de profunda fraternidad os reunís para organizar, coordinar  y promover la vida de la Iglesia en el Perú, me alegra profundísimamente  encontrarme con vosotros, mis hermanos Obispos de estas Iglesias particulares  que estoy visitando. Estos momentos van a prolongar y completar las vivencias y  reflexiones hechas durante vuestra visita "ad limina". Y tengo a la  vez la agradable impresión de que, de algún modo, el hermano en la Sede de  Pedro devuelve lleno de afecto la visita a los hermanos que antes fueron a  verle, dejando atrás las Iglesias que hoy me acogen en la fe.
     
    Este encuentro tiene lugar en una fecha  de gran significado eclesial. En el día de hoy, y bajo la mirada maternal de la  Virgen de Chapi, he tenido el gozo de beatificar a Sor Ana de los Ángeles  Monteagudo. En ella se concentra un pasado de ejemplar consagración esponsal a  Jesucristo, el Señor; pero también se nos señala un futuro. Ese futuro que  hemos podido vislumbrar sobre todo en los miles de jóvenes reunidos con  nosotros. La Iglesia latinoamericana tomó en su día una "opción por los  jóvenes". Ellos esperan siempre de nosotros que les señalemos de modo  inequívoco el camino de los Santos, de su plena realización como cristianos; y  no podemos defraudarlos.
     
    Es un admirable privilegio pertenecer a  una Iglesia en la que ha florecido la santidad; pero es también una  responsabilidad. Los jóvenes, tan sensibles y exigentes nos obligan a levantar  la vista, a ponernos continuamente en camino, a no desfallecer en el arduo  esfuerzo de mostrar y seguir coherentemente a Jesucristo. Ellos son esa  instancia crítica que señala que todavía podemos hacer algo más. Ellos nos  hacen descubrir que la santidad, la cual comienza con una renovación interior,  tiene indudables dimensiones sociales. Vuestra historia eclesial es rica en  preclaros modelos de vida cristiana, capaces de iluminar con la novedad del  Evangelio el presente y de guiar hacia la transformación un futuro mejor.
     
    En esta perspectiva, y como confirmación  o complemento de cuanto tratamos en Roma, deseo compartir con vosotros algunas  reflexiones que me sugiere la figura profética, central en vuestras Iglesias,  de Santo Toribio de Mogrovejo, a quien he declarado recientemente Patrono de  los Obispos de América Latina. Además, en su fiesta litúrgica, el 23 de marzo,  aprobé el Documento final de la III Conferencia General del Episcopado  Latinoamericano celebrada en Puebla de los Ángeles, bajo el lema: "La  Evangelización en el presente y el futuro de América Latina".
     
    Hay además otra coyuntura histórica de  fondo para que miremos a la figura de Santo Toribio: su gran tarea consistió en  realizar, iluminado por el Concilio de Trento, la primera evangelización del  Mundo Nuevo. Hoy os toca a vosotros realizar, a la luz del Concilio Vaticano  II, una nueva evangelización de vuestros fieles que -como dije en la alocución al  CELAM en Puerto Príncipe- ha de ser "nueva en su ardor, en sus métodos, en  su expresión" (Discurso al CELAM, 9 de marzo 1983, III).
     
    De entre las grandes lecciones que  brotan del ejemplo de Santo Toribio queremos fijarnos en algunas.
     
    2.  Evangelización para la santidad.
    La primera evangelización germinó  haciendo de la fe el sustrato del alma latinoamericana en general, y peruana en  particular (cf. Puebla, 412). Esto fue en buena parte fruto del admirable  esfuerzo apostólico de Santo Toribio de Mogrovejo y de su labor en el III  Concilio Limense, ayudado por otros insignes misioneros.
    Aquella evangelización dio como  resultado modelos ejemplares de santos. Ahí están para testimoniarlo la mística  figura de Santa Rosa de Lima, el amor a los pobres de San Martín de Porres y  San Juan Macías, la solidaridad y ardor misionero de San Francisco Solano.
    Una nueva evangelización en nuestros  días deberá infundir en los hijos del Perú esa aspiración a la santidad. Así  podrán superarse las tentaciones de materialismo que amenazan. Animar desde  dentro y estimular esta tarea ha de ser vuestra gran misión.
    Esa nueva evangelización habrá de  redescubrir y potenciar aquellos valores cristianos grabados en la fe del  pueblo; para que puedan ser respuesta a las situaciones y exigencias nuevas de  nuestro tiempo; para que hagan del Evangelio la fuerza motriz hacia la ayuda al  hermano más necesitado, visto en su dignidad de hombre y de ser llamado al  encuentro con Dios.
     
    3.  Evangelización para la unidad en la fidelidad.
    El Santo Arzobispo de Lima fue un  ejemplar constructor de unidad eclesial. En su trabajo evangelizador supo  asociar a presbíteros, religiosos y laicos en un admirable intento de comunión.  El Tercer Concilio Limense es el resultado de ese esfuerzo, presidido, alentado  y dirigido por Santo Toribio, y que fructificó en un precioso tesoro de unidad  en la fe, de normas pastorales y organizativas a la vez que en válidas  inspiraciones para la deseada integración latinoamericana.
    El mismo fue un insigne maestro en la  verdad, que amaba siempre a quien erraba, pero nunca dejó de combatir el error.  Con gran sentido de responsabilidad pastoral supo dar frecuentes ejemplos de  esa exquisita caridad de padre y claridad de maestro. Convencido firmemente de  que nunca es verdadera caridad permanecer inactivo ante las desviaciones en la  fe de los fieles, supo velar por la fidelidad a la doctrina de la Iglesia,  fundamento seguro de la comunión eclesial. Y lo hizo en un momento histórico de  importante reflexión teológica y de trabajo intelectual al servicio del anuncio  de la Buena Nueva.
     
    Ante un mundo fragmentado y con  frecuencia contrapuesto, es necesario que la Iglesia dé testimonio de fidelidad  a sí misma, a su Fundador; que ayude a sanar distancias y divisiones; que sepa  unir los corazones, salvando las rupturas insolidarias que anidan en el corazón  de la sociedad y del hombre mismo, empezando por la fractura entre fe y vida.
     
    4.  Evangelización para la dignidad de la persona.
    En Santo Toribio descubrimos el valeroso  defensor o promotor de la dignidad de la persona. Frente a intentos de recortar  la acción de la Iglesia en el anuncio de su mensaje de salvación, supo defender  con valentía la libertad eclesiástica.
    Él fue un auténtico precursor de la  liberación cristiana en vuestro país. Desde su plena fidelidad al Evangelio,  denunció los abusos de los sistemas injustos aplicados al indígena; no por  miras políticas ni por móviles ideológicos, sino porque descubría en ellos  serios obstáculos a la evangelización, por fidelidad a Cristo y por amor a los  más pequeños e indefensos.
    Así se hizo el solícito y generoso  servidor del indígena, del negro, del marginado. Él supo ser a la vez un  respetuoso promotor de los valores culturales aborígenes, predicando en las  lenguas nativas y haciendo publicar el primer libro en Sudamérica: el Catecismo  único en lenguas española, quechua y aymara.
    Es este un válido ejemplo al que habéis  de mirar con frecuencia, queridos Hermanos, sobre todo en un momento en el que  la nueva evangelización ha de prestar gran atención a la dignidad de la  persona, a sus derechos y justas aspiraciones. En ese sentido habéis querido  moveros al publicar vuestra Carta Colectiva sobre "Aplicación y difusión  de la encíclica Laborem exercens en nuestra realidad pastoral". Como  Obispos presentáis la realidad de vuestro pueblo, con sus luces y sombras, no  con el propósito de causar desaliento, sino para estimular a todos los que  puedan mejorarla.
    Interpelados por la dura realidad del  Perú de hoy, reafirmáis vuestra responsabilidad de estar presentes en el mundo  del trabajo mediante la tarea evangelizadora, de acuerdo con las funciones  específicas que el Señor ha encomendado a los diversos miembros del Pueblo de  Dios, con una clara identidad evangélica, evitando caer en reduccionismos de  cualquier signo y superando los obstáculos que impiden su misión.
    Sois conscientes -como habéis recogido  en varios documentos de vuestra Conferencia- de que la enseñanza social de la  Iglesia, elaborada en un largo periodo de experiencia eclesial, ilumina los  problemas del mundo desde la luz de la razón natural, de la fe y la moral de la  Iglesia. De ahí surge el impulso evangélico de salvar al ser humano en su  dignidad integral. Porque no se puede olvidar que tantas consecuencias para la  vida social nacen del Evangelio, como bien recuerda el documento de Puebla:  "Nuestra conducta social es parte integrante de nuestro seguimiento de  Cristo" (n. 476).
    A este respecto, me complace que en  vuestro laudable empeño clarificador, para lograr el debido equilibrio entre  inmanencia y trascendencia en el quehacer de vuestras Iglesias particulares,  hayáis publicado el reciente Documento sobre Teología de la Liberación. Confío  en que, con vuestro celo, sentido eclesial y perseverancia, las orientaciones  pastorales que habéis marcado darán los frutos deseados en el necesario y justo  empeño en favor de los más pobres.
     
    5. Evangelización  en constante sintonía con la Sede Apostólica.
    Es visible en Santo Toribio un elemento  de fondo, que hoy es constitutivo de la piedad popular, peruana y latinoamericana;  y que con su vida y obra él ayudó a construir: la cercanía espiritual y el  afecto cálido al Sucesor de Pedro, a quien el Señor quiso poner como Cabeza de  la Iglesia (cf. CIC c. 331).
    En íntima comunión con él, vosotros  estáis llamados a realizar la renovación eclesial trazada por el Concilio  Vaticano II, conscientes de ser guías del Pueblo de Dios, y servidores de la  Verdad del único Evangelio de Jesús.
    A vosotros se os ha confiado la misión  de apacentar el Pueblo de Dios peregrino en el Perú; a vosotros corresponde, en  comunión con la Sede Apostólica, como vais haciendo, trazar los caminos de la  evangelización, atendiendo a los impulsos con los que el Espíritu Santo bendice  a su Iglesia. De ahí vuestro empeño y deber de evitar magisterios paralelos,  eclesiásticamente inaceptables y pastoralmente estériles, velando con suma  caridad por el bien y fidelidad a la Iglesia.
     
    6. Queridos Hermanos en el episcopado:  Recuerdo con gran placer los encuentros tenidos con vosotros durante vuestra  visita ad limina que me hicieron constatar el gran amor a la Iglesia que os  anima. A ejemplo de ese gran predecesor y Patrón vuestro, Santo Toribio de  Mogrovejo, sed los sabios y santos Pastores que necesita el Perú, los  auténticos animadores de la vida espiritual, los promotores incansables de la  dignidad de las personas y de la reconciliación. Que en esta alborada del V°  Centenario de la evangelización de América Latina, la Iglesia que apacentáis  sea signo e instrumento de esperanza, conciliando con sabiduría y valentía las  legítimas aspiraciones de elevación temporal y los esenciales valores del  espíritu.
    Que el Santo Arzobispo os ayude con su  ejemplo a profundizar en las exigencias de vuestra tarea, para el presente y el  futuro de la evangelización en el Perú. Y que la Madre Santísima, la Virgen  fiel, os acompañe en vuestra generosa y sacrificada entrega a esta joven  Iglesia que camina hacia el Padre bajo la acción del Espíritu. Así lo deseo,  con fraterno afecto.
     
    13. BENEDICTO XVI  (2006-20013)
    Con motivo del cuarto centenario del fallecimiento de santo Toribio de  Mogrovejo envió el siguiente mensaje a los participantes en las  celebraciones del cuarto centenario del fallecimiento de santo Toribio de  Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano, que tienen lugar en Lima  (Perú) del 24 al 29 de abril. 
    Amados hermanos en el Episcopado: 
    Con motivo de las celebraciones del IV  centenario de la muerte de santo Toribio de Mogrovejo, segundo Arzobispo de  Lima, deseo hacer llegar un saludo muy cordial al Señor Cardenal Juan Luis  Cipriani Thorne, así como a los numerosos Arzobispos y Obispos que se han  congregado para dar gracias a Dios por esta figura sobresaliente de Pastor.  Saludo también con afecto a los sacerdotes, personas consagradas y demás pueblo  fiel, que se unen al gozo de la Iglesia por el don que Dios le ha hecho con un  Santo tan admirable, al que pueden invocar como intercesor y en el que tienen  un modelo de vida también para nuestros días. 
    Deseo igualmente exhortar a todos a  considerar esta efeméride como una ocasión providencial para reavivar el camino  de la Iglesia en las diversas diócesis, inspirándose en la vida y obra de santo  Toribio. Él, en efecto, se distinguió por su abnegada entrega a la edificación  y consolidación de las comunidades eclesiales de su época. Lo hizo con gran  espíritu de comunión y colaboración, buscando siempre la unidad, como demostró  al convocar III Concilio provincial de Lima (1582-1583), que dejó un precioso  acervo de doctrina y de normas pastorales. Uno de sus frutos más preciados fue  el llamado «Catecismo de Santo Toribio», que se demostró un instrumento  extraordinariamente eficaz para instruir en la fe a millones de personas  durante siglos, y hacerlo de manera sólida y acorde con la doctrina auténtica  de la Iglesia, uniendo así desde lo más hondo, por encima de cualquier  diferencia, a cuantos se identifican por tener «un solo Señor, una sola fe, un  solo bautismo» (Ef 4, 5). 
    Consciente de que la vitalidad de la  Iglesia depende en gran parte del ministerio de los sacerdotes, el santo  Arzobispo fundó el Seminario conciliar de Lima, que funciona hasta el día hoy.  Es de esperar que siga dando abundantes frutos, precisamente en unos momentos  en que urge promover las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, para  abordar la ingente tarea de construir comunidades cristianas que se reúnan con  gozo en la celebración dominical, frecuenten los sacramentos, fomenten la vida  espiritual, transmitan y cultiven con premura la fe, den testimonio de firme  esperanza y practiquen siempre la caridad. 
  
  El profundo espíritu misionero de santo Toribio se pone de manifiesto en  algunos detalles significativos, como su esfuerzo por aprender diversas  lenguas, con el fin de predicar personalmente a todos los que estaban  encomendados a sus cuidados pastorales. Pero era también una muestra del  respeto por la dignidad de toda persona humana, cualquiera que fuere su  condición, en la que trataba de suscitar siempre la dicha de sentirse verdadero  hijo de Dios. 
    En esta circunstancia, invoco la  intercesión maternal de la Santísima Virgen María, para que proteja al Pueblo  de Dios que camina por tierras Latinoamericanas y lo guíe hacia la alegría de  vivir plena y coherentemente la fe en Cristo. Con estos sentimientos, les  imparto complacido la Bendición Apostólica, con una atención especial por la  Iglesia en el Perú y, en particular, por la Arquidiócesis de Lima. 
     
    Vaticano, 23 de marzo, fiesta de Santo  Toribio de Mogrovejo, año del Señor 2006. BENEDICTUS PP. XVI
        
            [1] Jean  MATHIEU-ROSAY Los Papas de San Pedro a  Juan Pablo II Rialp, Madrid 1990
             [2] Esta relación fue enviada á Roma con una carta, que puede  verse en GARCÍA  IRIGOYEN, C. Santo Toribio  Lima  1904  tomo l, pág. 285. 
     
             [3] LAPI, M.A. Vita del servo di Dio D.T.A. M. Dedicata  alla santitá di Nostro Signore Alessandro VII Pontefice Massimo Roma 1655 
             [4] Mario L. Grignani, Profesor de Historia de la Iglesia, Pontificia  Universidad Urbaniana (Roma) ha preparado un interesante estudio titulado “Santo  Toribio de Mogrovejo: de la extensión del culto a Patrono del Episcopado Latinoamericano. Estudio y publicación de los  documentos del Archivo Arzobispal de Lima” para la revista STUDIUM VERITATIS de  la Universidad Católica Sedes Sapientiae, Lima.