SANTO TORIBIO, INQUISIDOR EN GRANADA, Y SU RELACIÓN CON EL TRIBUNAL DEL PERÚ (Textos y apuntes)
El estudiante de Salamanca, nombrado inquisidor
Tras sus años en Mayorga y Villaquejida, pasa a estudiar a Valladolid y en 1562 pasa a Salamanca. Allí se encuentra su tío Juan Mogrovejo, canónigo y célebre catedrático de la Universidad de Salamanca y Coimbra, a quien ayudará en ocasiones a transcribir sus lecciones. En 1562-3 lo hallamos matriculado como estudiante sin grado; en 1563, como bachiller canonista. Vive su Universidad su momento de oro en la renovada Escolástica y en la formación de la denominada por L. Pereña "la Escuela de Salamanca". Su máximo esfuerzo será el proyectar la teología en el hombre, como persona individual y en su cuerpo social. Tal como señala el historiador y teólogo Melquiades Andrés, "Salamanca humaniza la teología aplicándola al derecho, a la economía, a la vida, desde la consideración del hombre como imagen de Dios. Aquí basamenta la dignidad e igualdad de todos los hombres y la universalidad de la ley natural". Tan sólo habían transcurrido 16 años de la muerte del gigante P. Vitoria. Allí enseñaban sus discípulos egregios Soto y Cano. Maestro suyo sería Martín Azpilcueta, el doctor Navarro, primo de san Francisco Javier. Probablemente fue alumno del célebre Fray Luis de León, pues justo los años en que se matricula para el doctorado en el Colegio San Salvador de Oviedo (1571-1575) explicaba el tratado De Legibus.
De 1564 a 1566 no hay constancia de que Toribio cursase estudios en el alma mater salmantina por lo que parece que estaría en Coimbra, acompañando a su tío el Dr. Juan Mogrovejo. Tales fechas coinciden con la preparación de los manuscritos de su tío para la imprenta, los cuales, al desaparecer los Colegios Mayores, pasaron a la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. Uno de ellos, titulado Variarum resolutionum liber de 451 folios, con fina caligrafía, fue copiado por el sobrino Toribio. A pesar de no encontrar dato alguno en los libros de matrícula de la Universidad de Coimbra, nuestro protagonista aprovecharía el tiempo para conocer el funcionamiento de la Universidad, sus cátedras, sus maestros, el ambiente cultural de la ciudad y para vivir en familia con el eminente catedrático su tío Juan y sus amigos. Esta Universidad era fruto del afán cultural del monarca lusitano, Juan III, quien había solicitado a Ignacio de Loyola misioneros para la India y a Salamanca profesores para Coimbra. Como fruto del primer pedido saldrá San Francisco Javier, de la Sorbona de París; como respuesta a lo segundo, saldrá su tío Martín Azpilcueta, el célebre Doctor Navarro, quien al ser nombrado canciller de la Universidad de Coimbra se llevará consigo por 20 años a su amigo Juan de Mogrovejo. Los dos regresarían a Salamanca los últimos años de su vida.
Uno de los amigos del Dr. Juan Mogrovejo en Compostela fue el doctor Juan Yáñez quien le ayudará en la ciudad jacobea para licenciarse en Derecho Canónico. En efecto, por estas fechas, durante los meses de septiembre y octubre de 1568, acude como peregrino a Santiago de Compostela. Con la calabaza y bordón , las conchas o veneras cosidas a la esclavina y el zurrón de caminante, así como algún hato con apuntes y títulos de Derecho, caminará en compañía de su íntimo amigo Francisco de Contrera, conocido de Salamanca, y que será su opositor en la beca al Colegio Mayor. De aquellas jornadas su escudero Sancho Dávila nos transmite la siguiente anécdota. Resulta que al entrar con Francisco Contrera en una iglesia, a la puerta, una mujer de raza negra, al verles tan malparados, sacó de su bolsa "un cuarto" y se lo ofreció como limosna. Toribio lo rechazó disculpándose: " Señora, Dios os lo pague, que aquí llevamos para pasar nuestra romería". Siempre que celebraba misa le venía a la memoria la negra y la encomendaba a Dios. No sufría que nadie llamase negro a los negros, sino por su nombre de bautismo u "hombre moreno"[1]. Mogrovejo lleva sus sueños juveniles ante el Apóstol. Pero, pragmático como era, aprovecha para titularse en Derecho Canónico. En su universidad se encuentra el Dr. Juan Yáñez, amigo íntimo y discípulo de su tío, para obtener la licenciatura en cánones. Tras unos días de sosiego, presentó su título de bachiller y fue admitido por el Claustro compostelano para obtener la licenciatura. El 18 de septiembre de 1568, en el Colegio Mayor de Santiago Alfeo de la Universidad de Compostela, a las nueve de la mañana, expone su primer ejercicio durante una hora; fue apadrinado por el Dr. Juan Yáñez y es argüido por los doctores Hernando de Andrade y Leonardo Gil. El 4 de octubre, a las 8 de la mañana, en la Catedral, ante el Rector y el catedrático Yáñez, tras la misa del Espíritu Santo, se verificó la toma de puntos. El graduando debería elegir sendos temas de los libros de Graciano y de las Decretales, que debía exponer a las 30 horas, en la Capilla de los Reyes de la Catedral. Fue examinado por los doctores de la Facultad de Cánones Francisco de Avellaneda, Fraga, Yáñez, y dos licenciados, Cisneros y Bahamonde, que dieron su aprobación unánime en la ceremonia de colación, del 6 de octubre en la capilla de don Lope, de la Catedral, a las 10 de la mañana. Estuvieron presentes los profesores citados a los que se unieron los canónigos de la Catedral, el Rector del Colegio Mayor y numeroso público. Con motivo de la canonización en 1726, la Universidad le dedicó, en la galería de retratos de académicos ilustres, un lienzo alegórico ubicado sobre la puerta de la capilla en el claustro bajo, con la siguiente leyenda (traducida del latín): Toribio Alfonso Mogrovejo, viniendo como peregrino a Compostela, fue investido del grado de licenciado en Derecho Canónico en esta Universidad literaria, el 6 de octubre del año del Señor 1568. Por su sabiduría y piedad fue elevado a la Sede Arzobispal de Lima. Por bula del Papa Benedicto XIII, de 15 de diciembre de 1726, fue puesto en el número de los santos. ¡Oh feliz Universidad que diste hombre tan ilustre para honor de España!
En febrero de 1571, licenciado en cánones, ingresa como alumno becario del Colegio Mayor San Salvador de Oviedo, en Salamanca. En este colegio, en régimen de internado, se beneficia de la selecta formación impartida: buen trato social, distinción de costumbres, ambiente de piedad (misa diaria, comunión frecuente...). J. Brufau, catedrático de Filosofía de Derecho en la Universidad de Valladolid y beneficiado también de una beca del mismo colegio de S. Salvador de Oviedo nos sintetiza en 1992 la finalidad de los Colegios Mayores:
"Apuntan derechamente los Colegios mayores a la formación de un clero secular observante y celoso en el ejercicio de su ministerio evangelizador que, asentado en una sólida formación humanística y teológica y animado de un profundo sentido religioso, se lanzara a la labor evangelizadora del pueblo fiel, sin miras terrenas de medro personal, político o económico. También entraba en sus objetivos la formación de futuros dirigentes laicos que impulsaran la promoción del bien común de la república o comunidad política".
Este Colegio fue fundado por Diego de Muros en 1521 con el objetivo de formar a los jóvenes procedentes de Galicia, su tierra natal, y de Asturias por dar nombre al colegio. Sirvió de modelo al colegio-seminario de santo Toribio fundado en Lima por el Arzobispo, así como al Colegio Real o Colegio Mayor de san Felipe, dependiente de la Universidad de san Marcos.
Los colegiales de San Salvador de Oviedo debían ser graduados en Teología, Cánones o haber seguido cuatro cursos en alguna de dichas facultades. Se exigía, como en el resto de los colegios, la limpieza de sangre, excluyéndose a todo aquel que tuviera algún antepasado judío; debía contar con 21 años; el hábito propio de los colegiales era la loba de buriel (especie de sotana de color rojo, entre negro y leonado), el bonete (gorro de cuatro picos) y la beca (faja en bandolera por el pecho y espalda) de color morado.
Conocemos los colegiales que convivieron con el santo; entre ellos, figuran hombres selectos del mundo cultural español del Siglo de Oro. De acuerdo con el Índice de las recepciones de los colegiales del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca, en el arco cronológico marcado por su estancia -febrero de 1571 a 1575- figuran:
. Simón González, de León; ingresó el 9 de noviembre de 1569, y fue canónigo de León y Salamanca.
. Diego de Monreal, de Zaragoza; de la misma promoción. En 1573 gana la cátedra de Artes, siendo después visitador del obispado de Segovia, canónigo en Zaragoza y obispo de Jaca y Huesca.
. Lope Rodríguez de Maraver, sevillano; en la misma fecha. En 1573 fue nombrado visitador del obispado de Salamanca, Encargado de Artes, prebendado en Segovia.
. Alonso de Vargas Peña, de Covarrubias (Burgos); colega también de los dos anteriores, fue prebendado de Sagrada Escritura en Coria.
. Juan de Pineda, obtuvo la beca y entró en el Colegio en la misma promoción de santo Toribio, el 3 de febrero de 1571. Natural de Piedrahita (Ávila), ingresó en la Compañía de Jesús en 1576.
. Francisco de Contreras, natural de Segovia, de la misma promoción de becarios que Mogrovejo; en 1576 fue oidor de Navarra y años más tarde de Granada. Será miembro del Consejo de Órdenes, Castilla y Hacienda, alcanzando la suprema categoría de Presidente del Consejo de Castilla. Será uno de los principales gestores ante la Corte para informar favorablemente de Toribio, de quien podemos afirmar que fue su amigo íntimo. El propio A. León Pinelo en la biografía del Santo dice haberlo tratado (p.47), que falleció el 4 de mayo de 1630 a la edad de 86 años, y que en el Colegio "fue su único o mayor amigo" (p.48). De hecho, parece que el rector don Diego de Monreal, al ver las severas y ásperas penitencias de nuestro estudiante, le encargó a como "íntimo amigo y continuo compañero" (p.51) que le corrigiese de tan excesivo celo. Será uno de los principales gestores ante la Corte para informar favorablemente de Toribio. Prueba de la amistad nos la ofrece la peregrinación que efectuaron juntos hasta Compostela.
. Diego de Zapata de Arellano, Préxamo (Calahorra), ingresó el 9-II-1574 y permanece hasta 1576. Fue prebendado de Coria, visitador del Colegio y Universidad de Oñate, de Canarias, encomendándole tareas eclesiales en Valladolid.
. Pedro de Subiza, Lecan (Navarra), ingresó en la misma fecha y fue miembro del Supremo Consejo de Navarra.
. García Cervantes de Gaeta, Trujillo (Extremadura), de la misma promoción, asesor del Conde de Monterrey en virtud de ser el mejor expediente de todo el Colegio, fue oidor de Granada.
. Pedro López de Alday, Vitoria (Calahorra), oidor de Granada y Canarias; regente de Sevilla, Consejo de Hacienda y Diputado por Álava.
. Francisco Ximénez, de Bienvenida (Orden de Santiago), ingresa también en febrero de 1574, permaneciendo hasta 1576. Fue nombrado prebendado doctoral de Segovia.
Años más tarde obtendrá beca para una plaza en el Colegio, el sobrino del Arzobispo, Pedro de Villagómez, de 3 de agosto de 1586 a 1591, quien, siendo más tarde arzobispo de Lima también, le tocaría en suerte impulsar el proceso de beatificación.
Estudia Derecho Canónico ("in utroque"=en uno y otro derecho) y Teología. Tras las bromas típicas de este difícil mundillo universitario, Toribio se ganará el respeto de sus compañeros llevando una vida limpia y espiritual. Los testimonios de estos tres años lo describen como "hombre de muy buena condición, buen entendimiento y muy estudioso".
Aunque no coincidieron juntos en sus años de colegiales, sin embargo, por la fama conseguida por Mogrovoejo, y por pertenecer al mismo Colegio, Diego de Zúñiga que al ser Oidor de la Audiencia de Granada le propondrá como inquisidor y más tarde, como Presidente del Consejo de Castilla, interviene ante el Rey para nominarle como arzobispo de Lima.
Según los estudios de A. M. Carabias Colegios Mayores: Centros de poder. Los colegios mayores de Salamanca durante el siglo XVI (Universidad de Salamanca. Salamanca, 1986, 3 vols) el Colegio de Oviedo tenía 18 becas, 9 para cánones y otras 9 para teología. Condiciones exigidas: que fuesen de Castilla y León; uno de los demás reinos; dos gallegos y dos asturianos. El objetivo fundamental del colegio era educar integralmente mediante tres pilares: el trabajo intelectual ininterrumpido, la emulación para la superación académica y la disciplina. Entre los objetivos específicos estaba el conseguir grados y cátedras. Las becas le daban derecho a una habitación o cuarto, un hábito, el alimento diario, la ayuda para la carrera universitaria, seguro de enfermedad. El horario era bien rígido. Comenzaba con el toque de campana a las cinco de la mañana en verano y a las seis en invierno. Iban a misa, escuchaban lecciones en la universidad y regresaban a las 10 u 11 para la comida. Este acto se concebía como apoyo didáctico de la formación estudiantil, ya que iba acompañado de lectura diaria religiosa. En la sobremesa, los nuevos defendían un acto de conclusión, tras el que se concedía un rato de asueto y expansión en comunidad. Por la tarde, seguían las lecciones, regresando para la cena a las 5 en invierno y 6 en verano. A continuación, los colegiales podían elegir entre retirarse a sus habitaciones para estudiar o salir a la calle; en este caso, debían ir acompañados por otro y regresar antes de completas. Tal régimen se alteraba con las fiestas en las que la jornada comenzaba más tarde, con misa solemne, comida especial y más abundante, teatro o paseo y hasta podía darse una excursión campestre. Tenían prohibido tratar e incluso hablar con mujeres, pernoctar fuera, blasfemar y jugar, llevar armas, desobedecer, bailar...
Huella indeleble marcarán en el santo los años vividos aquí; lo demuestra el hecho de fundar una misa a perpetuidad desde Lima "en tiempo que puedan hallarse todos los colegiales presentes...Hame movido a hacer esto la afición grande que tengo a esa santa casa, como es justo que así se haga y todos tengamos el reconocimiento que es razón como hijos de ella. A vuestras mercedes suplico se me encomiende a Dios en esta santa casa, para que me tenga de su mano y acierte en todo a servirle con ardentísimo amor. Yo hago lo mismo, aunque indigno, muy de ordinario, por esta santa casa, colegiales y hermanos de ella". Salamanca correspondió de forma sobresaliente a esta "afición". Para festejar su canonización organizó un octavario solemne acompañado de cohetes artificiales en 1727 y hasta dos corridas de toros en la Plaza Mayor. El cronista Guerrero dirá: "Con ser Salamanca la que dispone las más magníficas fiestas de España, preparó el Colegio de Oviedo una nunca vista...Parecía la plaza una encendida Roma".
El único recuerdo de su estancia salmantina es el altorrelieve conservado en uno de los patios del Museo de Salamanca, junto a la célebre estatua de Fray Luis de León. Es obra de L.S.Carmona y se titula "Aparición de la Virgen y San Bernardo a Santo Toribio de Mogrovejo". El material es mármol de Yelves. Procede del desaparecido Colegio Mayor de S.Salvador de Oviedo (destruido por las tropas de Napoleón en la Guerra de la Independencia). Se representa la escena alusiva a un milagro atribuido a la vida del santo. Sucedió que al sentirse llamado a ingresar en la Orden Cisterciense y dedicarse a la vida contemplativa fue disuadido por el propio San Bernardo que le indujo a seguir en la vida activa. El santo, en hábito de Colegial, se halla arrodillado ante un fondo de librería que seguramente recuerda a la rica biblioteca heredada de su tío Juan de Mogrovejo, canónigo y catedrático de Coimbra. Aparece justo en el momento de recibir la beca de colegial de manos de la Virgen ayudada por un ángel en presencia de San Bernardo sentado sobre trono de nubes.
Debemos mencionar a otros tres colegas. El primero, Francisco de Contreras, natural de Segovia, de la misma promoción, en 1576 fue oidor de Navarra y años más tarde de Granada. Será miembro del Consejo de Órdenes, Castilla y Hacienda, alcanzando la suprema categoría de Presidente del Consejo de Castilla. Será uno de los principales gestores ante la Corte para informar favorablemente de Toribio. Prueba de la amistad nos la ofrece la peregrinación que efectuaron juntos hasta Compostela. Despues, García Cervantes de Gaeta, Trujillo (Extremadura), de la misma promoción, asesor del Conde de Monterrey en virtud de ser el mejor expediente de todo el Colegio, fue oidor de Granada. En tercer lugar, Pedro López de Alday, Vitoria (Calahorra), oidor de Granada y Canarias; regente de Sevilla, Consejo de Hacienda y Diputado por Álava. Aunque no coincidieron juntos en sus años de colegiales, sin embargo, por la fama conseguida por Mogrovoejo, y por pertenecer al mismo Colegio, Diego de Zúñiga que al ser Oidor de la Audiencia de Granada le propondrá como inquisidor y más tarde, como Presidente del Consejo de Castilla, interviene ante el Rey para nominarle como arzobispo de Lima. En Madrid fue agasajado por los consejeros de Indios, de Castilla, de Hacienda y de sus excolegas de San Salvador de Oviedo que ocupan puestos importantes en la Corte.
El ambiente sosegado del Colegio Mayor fue interrumpido intempestivamente, puesto que en 1573, en pleno proceso de estudios de doctorado, es nombrado Inquisidor de Granada. Con motivo de su nombramiento deben hacer información de vida y costumbres. Se guardan documentos del proceso que nos informan de que Francisco de Chaves, notario de secretos del Santo Oficio, es enviado a recibir información de la limpieza y descendencia del Licenciado TAM, colegial del Colegio Mayor de Oviedo, año 1574. Se ocupa en el negocio nueve días "y con harto trabajo de camino por las muchas aguas". De la villa de Mayorga nos comparte que estuvo el 23 de enero de 1574 y que interrogó a diez vecinos, los cuales nos aportan interesantes datos:
1. Gonzalo Muñiz: "desde que nació y anduvo a la escuela y andar al estudio porque este testigo vivía cerca de su casa" y "que tiene al dicho lic. TAM por muy cuerdo y muy honrado y de muy buenas costumbres y buen Cristiano como hijo de tales padres"
2. Gaspar Ordóñez Mantilla: "desde que nasció"
3. Hernán Pérez, clérigo vecino de la dicha villa "desde que nasció y comunicó con el dicho Sr. Bachiller muchas veces tomando parecer como letrado que era suyo en cosas espirituales tocantes a su oficio".
4. 24 de enero de 1574. Francisco Blanco "desde que era pequeño que andaba en esta villa al estudio"..."le tenía por buen Cristiano y de muy buena fama y que después que se fue para Salamanca siempre oyó en este lugar buenas nuevas de él"
5. Jorge de Vozmediano "porque era vecino de su padre y este testigo entraba en casa del dicho su padre a pedirle parecer para sus pleitos... y que oyó decir este testigo a muchas personas en común que el dicho licenciado TAM es muy buen hombre y virtuoso y que se aplica a la virtud".
6. Bartolomé Fresco, vecino de Mayorga, "desde que nació...tiene al dicho Lic. TAM por muy buen Cristiano y de muy buenas costumbres y muy recogido y muy temeroso de Dios"
7. 25 de enero: Alonso Polo "desde que nasció
8. 27 de enero. VILLAQUEJIDA: Andrés Falcón "desde niño que no había diez años por ser su madre natural de este dicho lugar y vivieron en este lugar muchos días y íbase y veníase a la villa de Mayorga"
9. Alonso Pastor "desde antes que se fuese a estudiar a Salamanca y por ser su madre natural de este lugar"
10. Antón del Palacio, escribano "que conoce al Lic. TAM porque nasció en este lugar de VQ, viviendo a temporadas y se bautizó en este lugar y le ha tratado aquí en este lugar y de la villa de Mayorga...y que los vio juntos casados en este lugar de VQ y en la Villa de Mayorga donde este testigo estuvo en su casa...tiene al dicho Lic. TAM por muy buen Cristiano, recogido y de buena opinión y cordura".[2]
La Inquisición en Granada
Poco conocemos de este decisivo periodo de nuestro santo inquisidor. El P. COLOGAN es el único que llegó a mencionar en el título de su conferencia la actividad inquisitorial de Mogrovejo y que se convirtió en el folleto del mismo título De la Inquisición de Granada al Arzobispado de Lima: Santo Toribio de Mogrovejo ( Granada, 1953. 53 pp). El P. Pedro Leturia constata la realidad granadina como paradigma de la indiana: "Aunque es común en los historiadores el ver en la toma de Granada, como término que fue de la reconquista y unidad españolas, el antecedente obligado del descubrimiento y colonización de América; no lo es tanto, el hacer de la Iglesia granadina el origen y ejemplar de la organización político-religiosa del Nuevo Mundo. Basta, sin embargo, un examen somero de las fuentes para convencerse de que lo fue efectivamente"[3]
R.ESCOBEDO, en una de las pocas y recientes alusiones a la bula de cruzada en Indias, glosa una cita interesante de R.CARANDE: "La reconquista de Granada es el término de una lucha de siglos, pero es a la vez introito de una nueva era"[4]. "La Monarquía española, en efecto, se vio comprometida a partir de entonces en un doble frente: en la lucha contra el turco más allá de sus fronteras y en la defensa de la ortodoxia católica más cerca de ellas. La persistencia de ambos problemas le dio a la concesión un carácter permanente"[5]
El 3.VII.1496 el Papa da a los Reyes el título de "Católicos" por cinco razones, una de las cuales es su protagonismo en la empresa granadina: "...una guerra fidelísima en la Bética, no a impulsos de ambición o codicia alguna, sino por la gloria del nombre de Dios y por el afán de propagar la fe católica, sin dejaros amedrentar de ninguna dificultad, de ningún gasto trabajo ni de incomodidades y peligros, los cuales soportasteis firmísimamente, hasta que con las ayudas materiales y la bendición de la Sede Apostólica, y con la asistencia del Dios de los ejércitos la llevasteis a cabo felizmente[...]Pues es peculiar de los reyes de España luchar por la fe, y fue siempre destino de los reyes españoles vencer a los infieles"[6] Los Reyes Católicos, indignados, rechazan la concesión a la vez que formulan claramente cuál es su ideal de cruzada:
"a esta guerra no nos ha movido nin mueve deseo de acrecentar reinos e señoríos nin cobdicia de adquerir mayores rentas de las que tenemos, nin voluntad de allegar tesoros[...]Pero el deseo que tenemos al servicio de Dios y celo a su santa fe católica, nos face posponer todos los intereses y olvidar los trabajos e peligros continuos que por esta causa se nos recrescen y podiendo, non solamente guardar nuestros tesoros, mas aún haber otros muchos de los moros mesmos, que muy voluntariamente nos los darían por la paz, negamos los que se nos ofrescen y derramamos los nuestros, solamente esperando que la santa fe católica sea acrescentada y la Cristiandad se quite de un tan continuo peligro como tiene aquí a las puertas, si estos infieles del reino de Granada non son arrancados y echados de Spaña"[7]
Es consagrado obispo en Sevilla en verano de 1580[8]. Por fin, en septiembre de 1580 se embarca rumbo al Perú desde Sanlúcar de Barrameda. En la nao san Andrés le acompañan 22 personas, entre ellas, su primo y cuñado, futuro regidor de Lima y capitán general en Chile, Francisco de Quiñones, doña Grimanesa, hermana del santo, y sus hijos; don Antonio de Valcázar, vicario general, y Sancho Dávila. Además navegaba la sexta expedición de 16 jesuitas. Va como capellán doméstico, Domingo de Almeyda, futuro Deán de la Catedral de Lima, el cual conoció al arzobispo en Sevilla, a fines de agosto de 1580, y quien dará testimonio de cómo en el viaje, por mar y tierra, rezaron puntualmente las horas canónicas durante los tres meses que duró la travesía y aproximación hasta la Ciudad de los Reyes.
No ha pasado un siglo desde que la moruna Granada fuese reconquistada por los Reyes Católicos, en 1492. De forma insuperable W. Irving ha recogido su identidad y embrujo en Cuentos de la Alhambra . Tan sólo una muestra: El antiguo reino de Granada es una de las regiones más montañosas de España. Vastas sierras, desprovistas de árboles y veteadas de granitos y mármoles matizados, alzan sus crestas quemadas por el sol hasta el azul intenso de los cielos; pero en sus escabrosas profundidades se encuentran fértiles valles de intensa verdura en donde el páramo y el jardín tiene planteada la lucha por su dominio. Incluso la misma roca, por así decirlo, se ve forzada para que brote la higuera, el naranjo y el limonero y florezca la rosa y el arrayán. La contemplación de ciudades y aldeas amuralladas, construidas como nidos de águilas entre las peñas y rodeadas de cresterías moriscas o de ruinosos torreones colgados de altos picachos, hace que la imaginación retroceda, en los pasos agreste de las montañas, a los caballerescos tiempos de la guerra entre cristianos y musulmanes y a la romántica lucha por la conquista de Granada.
Frente a la Alhambra, el emperador Carlos V se había hecho edificar el suntuoso palacio poco antes de que Toribio fuese allá como inquisidor. En septiembre de 1536 se había instalado el célebre Juan de Dios que, por la predicación de Juan de Ávila, había comenzado la obra a favor de los enfermos mentales. Corre el año de 1574; estaba reciente la insurrección morisca que Juan de Austria apaciguase en Las Alpujarras. Palpita el espíritu misional, netamente apostólico, de Fray Hernando de Talavera. Los vencidos encuentran en Toribio, el más joven de los tres inquisidores del Tribunal, un padre, consejero y protector. Sus compañeros "in solidum" eran Diego Messía de Lasarte y Diego Romano; éste último fue obispo de Tlaxcala y tío del capitán Juan Reinoso, quien declaró en el proceso de beatificación relatando la decisiva intercesión del prelado Mogrovejo para salvar a su hermano, condenado a muerte por agraviar al caballero Luis de Navares. En frase de sus enemigos sería un "encubridor" como le calumniarán después, misionando en Perú. Sin embargo, el ejercicio de inquisidor le permite conocer la realidad en directo, especialmente cuando tiene que visitar las siete villas de la ciudad y sus anejos, así como las ciudades de Loja, Alhama, Archidona y la villa del Río Alejo. Fue el caso de las falsas beatas iluminadas, una de las cuales pretendía tener visiones místicas y otra que defendía la bigamia; la del que creía que la prostitución no era pecado. Sacaría lecciones de este primer contacto sistemático con la práctica religiosa y las convicciones teológicas del pueblo en una población plural. Fueron numerosos los casos tratados en los cinco años, dirigiendo más de un centenar de cartas al Consejo Supremo de la Inquisición. Resuelve una compleja querella entre la Chancillería granadina y el Tribunal del Santo Oficio. En toda su gestión granadina da muestras de rectitud como lo evidencia el hecho de que tras una visita oficial al tribunal, todos sus miembros son removidos menos Toribio.
En su viaje y misión en el Perú, le acompañan seis granadinos como criados, "cosa muy lógica en su caso, puesto que antes de su elevación al arzobispado de Lima, había residido varios años esta ciudad" (Lourdes Díaz-Trechuelo):
. Rodrigo Mejía, de Granada (AGI, Contratación 5538, libro 1º ff.302v-303)
. Luis de Coalla, de Granada, (f-304v)
. Francisco de Santisteban, de Granada, (f-304v)
. Baltasar Agustín, de Granada, (f-305)
. Leonor de Palomares, de Granada, (f-304v)
. Diego López de Palomares, de Granada, (f-304v)
Éste último no lo cita su biógrafo V. Rodríguez y sí L. Díaz-Trechuelo. En cambio esta autora no cita a Sancho Dávila quien, sin embargo, sabemos que es granadino por propio testimonio. Efectivamente, este "ingenioso" y solidario hidalgo conocerá allá a su fiel escudero Sancho Dávila, quien el 8 de agosto de 1631, declara ser natural de Granada, vecino de Lima, y que conoció a su amo hace 52 años, en que llegó a Granada, "al cual recibió por paje y le dio escuela y estudio y anduvo con él por todo el Reino de España cuando salió a despedirse de Su Majestad y de sus consejos, cuando le presentaron por Arzobispo de esta ciudad y en la Villa de Madrid, y de allí a Mayorga a despedirse de su madre, tíos y parientes, caminando siempre con él y en su servicio este testigo...sin faltarle un punto" . Sancho Dávila, granadino, su fiel escudero, conoció al Santo 52 años atrás, fecha en que llegó a Granada "...al cual recibió por paje y le dio escuela y estudio y anduvo con él por todo el Reino de España cuando salió a despedirse de SM y de sus consejos, cuando le presentaron por Arzobispo de esta ciudad y en la Villa de Madrid, y de allí a Mayorga a despedirse de su madre, tíos y parientes, caminando siempre con él y en su servicio este testigo...sin faltarle un punto". Destaca su vida austera sin regalos: "No recibió regalo ni valor de una manzana, desde que fue proveído por Inquisidor hasta que murió, de persona alguna ni jamás comió fuera de su casa, aunqeu en Madrid, yendo a despedirse de Su Majestad, para venir a estos reinos le convidaron muchos oidores amigos suyos y concolegas de sus Colegios y de ninguna manera aceptó convite ni regalo".El joven Sancho, quien -por propia confesión- fue "caminando siempre con él y en su servicio" nos revela algunas actitudes de Toribio. En la villa de Mayorga, debido a su gran humildad, no admitió que sus parientes y amigos le llamasen "don". Y en su largas caminatas por la meseta y las serranías en el itinerario Granada-Mayorga-Madrid-Granada-Sevilla-Sanlúcar, "no quería descubrirse" por arzobispo, pasando desapercibido al pasar por ventas, mesones y posadas. Sancho Dávila narra anécdotas pintorescas como el hacerse servir la comida "debajo de las encinas, cerca de la venta, por no ser conocido", sentándose en el suelo "sobre las capas de los criados y allí comía con algunos de ellos". Juan de Ávila, declaró el 31 de mayo de 1659, a los 60 años, que era hijo de Sancho de Ávila y Elena Rodríguez, casado, mercader, con una fortuna de 50-60.000 pesos "y que muchas veces le besó la mano pero no se acuerda de habler hablado de cosas de importancia".
Fue nombrado arzobispo el lunes 16 de marzo de 1579 por el Papa Gregorio. Hubo que arreglarlo todo para conferir las cuatro órdenes menores y el subdiaconado en Granada, en el espacio de un mes, por mano del arzobispo de Granada don Juan Méndez de Salvatierra. Mogrovejo siguió como inquisidor de Granada; allá recibió el diaconado y el sacerdocio en agosto de 1580 por el propio arzobispo Méndez de Salvatierra. Granada guardará siempre el recuerdo de su inquisidor y sacerdote. Apoyó con entusiasmo la beatificación y canonización, celebrando por bastante tiempo su fiesta en el convento de las Carmelitas Descalzas, e impulsada por Arias Campomanes, presidente de la Chancillería.
La Inquisición en el Perú
Según el historiador Agostino Borromeo, profesor de Universidad «La Sapienza» de Roma, y redactor de «Actas del Simposio Internacional "La Inquisición"» de 1998 en el Vaticano afirma que la Inquisición en España, celebró entre 1540 y 1700 44.674 juicios. Los acusados condenados a muerte fueron del 1,8% y de ellos el 1,7% fueron condenados en «contumacia», es decir, no pudieron ser ajusticiados por estar en paradero desconocido y en su lugar se quemaba o ahorcaba a muñecos.
Una revisión de las cifras dadas por Escandell nos indica que en sus inicios el Tribunal se dedicaba al control de la población blanca. En ella se incluye tanto a los denominados "cristianos viejos" como a algunos descendientes de conversos, principalmente los de ascendencia judía que, evadiendo expresas prohibiciones reales, llegaban a las colonias hispanoamericanas. Hay que reiterar que la gran mayoría de la población estaba constituida por indígenas, los cuales quedaron fuera de la esfera de acción del Tribunal conforme a lo dispuesto por los reyes de España. También resulta llamativo el alto porcentaje de procesados extranjeros, el cual supera su correspondiente participación demográfica. Esta ha sido calculada para el período 1532‑1560 entre un 8% y 12%. Ello se explica por razones de Estado que hacían indispensable controlar a posibles espías de las potencias enemigas de España.
En el Perú, la Inquisición fue creada por el Rey Felipe II en 1569 y no era sino una filial provincial del Consejo de la Suprema y General Inquisición española. La Inquisición de Lima entró en funciones en 1570, siendo Virrey del Perú Francisco de Toledo. Los primeros inquisidores fueron Serván de Cerezuela y Andrés de Bustamente; pero este último, falleció cuando se hallaba en pleno viaje desde la metrópoli hacia Lima, quedando Cerezuela a cargo del distrito limeño. El Tribunal comenzó sus acciones en un local alquilado que se ubicaba al frente de la Iglesia de la Merced, en el actual jirón de la Unión; pero, como este era muy céntrico y resultaba poco propicio para su funcionamiento, en 1584 se trasladó a la casa de Nicolás de Rivera "El Mozo", donde funcionó hasta que fue abolida.
En los dos siglos y medio de la Inquisición en Lima (cuya jurisdicción comprendía los territorios actuales del Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay) el Tribunal sentenció a 1474 personas, aproximadamente, la mayoría de las cuales fue condenada a pagar multas, rezar oraciones, colocarse el sambenito, etc. El total de los casos en que se aplicó la pena de muerte fue de 32; la mitad de ellos quemados vivos y otros tantos condenados al garrote. De los condenados a muerte, 23 lo fueron por judaizantes (15 portugueses, 7 españoles, de los cuales 4 eran hijos de portugueses y un criollo, también hijo de portugueses; 6 por luteranos (3 ingleses, 2 flamencos y 1 francés); 2 por sustentar y difundir públicamente proposiciones heréticas. El tribunal limeño se dedicaba a ver asuntos relativos a la moral pública o social, que comprendían el 65.83% del total de procesos. Lo que preocupaba al Santo Oficio era mantener vigente la escala de valores aceptados por la población; es decir, los principios cristianos tales como el respeto a Dios, a la Iglesia, a la Virgen María, al sacramento del matrimonio, al estado sacerdotal y el consiguiente voto de castidad; a los principios morales, etc. Cabe agregar que las herejías propiamente dichas sólo representan el 13.27% del total, lo que demuestra la eficacia de los controles establecidos para evitar la propagación de las sectas protestantes y la infiltración de los falsos conversos en Indias.
Las mayores sanciones que aplicó el Tribunal durante sus años iniciales recayeron generalmente en protestantes extranjeros hacia los cuales existía no sólo animadversión religiosa sino sobre todo política. El primer condenado al quemadero fue el francés Mateo Salado en el auto de fe del 15 de noviembre de 1573. Otros condenados a igual pena, por el mismo motivo, fueron los flamencos Juan Bernal y Miguel del Pilar. Muchos de los procesados como luteranos en realidad eran piratas. Cabe recordar que, por aquel entonces, Inglaterra los utilizaba en su lucha contra España para destruir su poderío económico y militar, establecer puntos de penetración en el Nuevo Mundo y asegurar su control sobre los mares. A la Inquisición fueron llevados algunos como Juan Drake (sobrino del famoso Francisco Drake), Juan Butler, Juan Exnem, Thomas Xeroel, Richard Ferruel, etc. Ellos fueron acusados de luteranismo así como de realizar proselitismo a favor de las sectas protestantes. La mayoría de ellos terminó reconciliada mientras que tres acabaron sus días en la hoguera: Walter Tiller, Eduardo Tiller y Enrique Oxley (05‑04‑1592).
Entre los casos de alumbrados destaca, sobre manera, el seguido a fray Francisco de la Cruz, el cual es considerado como uno de los más importante de la historia del Tribunal limeño. De la Cruz había estudiado Teología en Toro y Valladolid, llegando a ser catedrático de la materia; además, se desempeñó como rector de la Universidad de San Marcos. Gozaba de la confianza del arzobispo de Lima quien lo había propuesto como coadjutor. Su doctrina, tal como la entendieron los inquisidores, no sólo era contraria a los dogmas católicos sino abiertamente subversiva: enfrentaba directamente al Rey Felipe II proponiendo, inclusive, el nombramiento de otro monarca para el virreinato e instigando a la población a alzarse contra el dominio de la metrópoli.
Como hemos dicho, la unidad ibérica, conseguida por Felipe II en 1580, incrementó la penetración de judíos en América. El Tribunal limeño, desde el momento mismo en que se estableció, había actuado en forma benigna con los judaizantes. En cambio, a partir de dicha unión estos últimos se convirtieron en un verdadero problema para los inquisidores, los cuales comunicaron al Consejo que ingresaban por Buenos Aires y los puertos de Venezuela, Cartagena de Indias, Santa Martha, Maracaibo, etc. Desde allí, llegaban por tierra al Perú, burlando así todas las prohibiciones y los controles decretados. Los soberanos hispanos tomaban estas medidas restrictivas para evitar que casos como el de los falsos judeoconversos se repitieran en sus lejanas y extensas colonias ya que podrían tener enormes consecuencias no sólo religiosas sino también políticas y económicas. Los primeros judaizantes condenados a la hoguera fueron Jorge Núñez, Francisco Rodríguez y Pedro de Contreras (17‑12‑1595), quienes salieron en el respectivo auto de fe junto con otros penitenciados por la misma causa. Juan Fernández de las Heras fue quemado vivo (17‑12‑1595) por mantenerse pertinaz en sus proposiciones contrarias al dogma católico, entre otras, su rechazo al Sacramento de la Penitencia y al culto a las imágenes. Fernández sostenía que él era una de las personas de la Santísima Trinidad, decía tener visiones divinas, etc. Las supersticiones y prácticas mágicas de los españoles se multiplicaron en contacto con el mundo americano alimentadas por las de los aborígenes. Generalmente, se trató de procesos a mujeres que acudían a la brujería para asuntos sentimentales, ganarse voluntades o encontrar el remedio a alguna de las numerosas enfermedades. Entre estos cabe mencionar los efectuados a Francisca e Inés Villalobos, mujeres españolas pertenecientes a los grupos sociales más altos de Huamanga, que empleaban a varias indígenas para sus actividades.
En 1610 –cuatro años después de la muerte de Mogrovejo- se delimitó en forma definitiva el área de jurisdicción del Tribunal limeño con la creación de un nuevo distrito con sede en Cartagena, demarcación que subsistió hasta su abolición. Hay que agregar que algunos comisarios del distrito limeño, entre ellos los de La Plata y Chile, por su lejanía de Lima, gozaban de gran autonomía. Un análisis de la actividad inquisitorial denota un mayor impulso en los primeros años del siglo. En cuanto a los autos de fe, se llevaron a cabo cuatro: el primero el 13 de marzo de 1605; el segundo el 10 de julio de 1608 en el cementerio de la catedral; el tercero el 17 de junio de 1612 en la capilla de la Inquisición; y el cuarto el 17 de noviembre de 1614. De 1600 a 1605 fueron sentenciadas 135 causas y se celebraron dos autos de fe públicos: en el de 1600 fueron 35 los sentenciados y en el de 1605, 40. A partir del breve dado por el Papa Clemente VIII amnistiando a los judaizantes el Tribunal disminuyó sus acciones. En el período que abarca de 1606 a 1621 se sentenciaron 120 causas; se realizó un auto de fe público, donde salieron 18 reos y, asimismo, un autillo en el que se dieron a conocer 9 procesos.
En el período comprendido entre los años 1600 y 1621, se mantuvo como factor de mayor importancia lo referente a la moral pública y privada. Si sumamos los 80 casos de proposiciones (la mayor parte de las cuales son solamente blasfemias y frases escandalosas) con los 86 relativos a la sexualidad y los 9 que se refieren a sortilegios, veremos que alcanzan los 175, lo que a su vez representa más del 68% del total. Esto nos permite sostener que el Tribunal limeño jugó un rol muy importante como mecanismo moralizador y corrector de las conductas alejadas de los patrones éticos establecidos en la sociedad. En cambio los judaizantes, que son el grupo herético más numeroso (llegando a los 61 procesos) así como los luteranos que alcanzan sólo 9, constituyen, en conjunto, grupos absolutamente minoritarios que demuestran no sólo su propia debilidad sino también la fortaleza de la ortodoxia católica y la escasa penetración de las sectas. En lo que se refiere al tipo de sentencias, tenemos que la mayor parte de las mismas son abjuraciones que totalizan 173 y equivalen al 67%. Así, las dos terceras partes de los sentenciados abjuraban de sus errores, a ellos se les añadía, mayormente, algunas penas espirituales y el pago de los costos de los procesos o algunas multas. Los reconciliados y los absueltos llegaban a 30 y 29 respectivamente, mientras que los procesos suspendidos fueron 8. Resultaron condenados a muerte 6 y se quemaron 9 efigies. De los condenados al quemadero 5 eran judaizantes portugueses: Lucena de Baltasar, Duarte Núñez de Cea %ambos salieron en el auto de 1600% Duarte Enríquez, Diego López de Vargas y Gregorio Díaz Tavares salieron en el auto de 1605. El bachiller Juan Bautista del Castillo fue el único limeño condenado a la pena de hoguera %en toda la historia de este Tribunal% por proposiciones contrarias a la fe, las cuales difundió por toda la ciudad en medio del escándalo público.
Carolina González Undurraga en su tesis de licenciatura EL AUTO DE FE EN LIMA: LA EXPECTATIVA DEL SECRETO (1573-1749) lo define como la lectura pública que el Tribunal del Santo Oficio hacía sobre las causas y sentencias de quienes habían atentado, de palabra o acto, contra la doctrina católica. Lectura que se convirtió, a veces, en ceremonia, es decir: "Un conjunto de actos ejecutados con arreglo a la ley, estatuto o costumbre, para adorar lo divino o reverenciar lo profano". El auto de fe era, esencialmente, de dos tipos: público o particular, y esta calidad era proporcional a la gravedad del crimen y al tipo de sentencia. El auto público era aquel que se realizaba en la plaza mayor si había sentencia de relajación –es decir, de muerte en la hoguera– y en una iglesia si las sentencias eran graves, pero no como para caer en pena de muerte. Si las causas eran de rutina se celebraba auto particular en la sala de audiencias o en la Capilla del Tribunal, o en otro lugar que no llamara mayormente la atención. En Lima, durante el período de 1573 a 1749, se celebraron autos de fe públicos y particulares que no corresponden fielmente a la generalización anterior. Por ejemplo, el auto de 1749 es particular en "público" y el de 1608 es público en una iglesia, pero tiene una relajación. Asimismo, el auto particular de 1631, realizado en la Capilla del Tribunal, tenía "causas ridículas", pero el Virrey insistió en presenciarlo. El sermón es un discurso desde el púlpito caracterizado por su solemnidad y por elaborarse siguiendo las normas de oratoria y retórica. Sirve de ayuda para la educación religiosa puesto que trata de temas, relevantes para los asistentes, y las variedades provienen gran parte del predicador. Junto a la función represiva para que los herejes abjuraran de sus errores y volviesen a la ortodoxia, estaba la función ejemplificadora, de centinela de la fe y de rescatar para el seno eclesial. Además de con los juicios, edictos, un modo muy directo y bien práctico lo busca con los sermones pronunciados en el mismo auto. El P. Rubén Vargas Ugarte en "La elocuencia sagrada en el Perú en los siglos XVIII y XVIII" (Lima, 1942) destaca entre otros valores para el historiador el encontrarse "referidos con puntualidad muchos sucesos apenas mencionados en las crónicos y el costumbrista o el sociólogo descritos los vicios que afeaban a la sociedad de entonces o escarnecidas las pasiones que dominaban a sus hombres" p.7
En la Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima : 1569-1820. Tomo I de José Toribio Medina (Santiago de Chile 1956, 269-270) se incluye un capítulo en el que se notifica que Los Inquisidores denuncian a Santo Toribio de enemigo de la Inquisición y se describe un Auto de 1592 en el que Mogrovejo estará presente:
"Los inquisidores, que tan mal avenidos se hallaban entre sí, conservaban, sin embargo, un perfecto acuerdo en los negocios que propiamente tocaban al Santo Oficio, aunque estuviese de por medio una autoridad tan respetable como la del arzobispo Mogrovejo, que la Iglesia católica venera entre sus santos.
En efecto, un día se presentó ante ellos cierto jesuita dando relación de que un clérigo había tenido algunos escrúpulos tocantes a la obediencia y acatamiento que se debía al Tribunal por cuanto Santo Toribio y el obispo del Cuzco Fray Gregorio de Montalvo se habían juntado para hacer concilio, en que estuvieron algunos días, asociados de sus clérigos, citados para el caso, y «publicaron ciertas cosas a manera de decretos, uno de los cuales era que se escribiese a su Santidad que mandase que cuando los Inquisidores fuesen a la iglesia mayor, no se les diese el ósculo del evangelio y que la paz se las diese un sacristán u otro clérigo vestido con sobrepelliz». Este agravio, repetían ambos, «no tiene mas explicación en estos dos prelados que su poca afición a la Inquisición y el ser entrambos, aunque por diversos caminos, de los que todos juzgan no se puede fiar mucho de sus pareceres».
«También hemos tenido noticia, agregaban, de que ansimesmo escribieron se nos mandase a los inquisidores que no pudiésemos nombrar por comisarios desta Inquisición a ninguno de los prebendados de las iglesias catedrales de estos reinos, y en que claramente vera Vuestra Señoría la desafición que decimos... solamente con color de decir que las horas que sucede ocuparse en esto, no acuden a la residencia de sus horas al coro con los demás, no mirando de que más se sirve la Iglesia de lo que los comisarios hacen, que la residencia que harían en aquellas horas con los demás, ni mirando a lo que Su Santidad tiene en esto dispensado. Pasiones son de estos prelados contra la Inquisición, que no han mirado que con envialla Vuestra Señoría se les ha asegurado las conciencias, que con lo que más las encargaban en esta tierra era con los negocios que hacían por vía de Inquisición, porque cuando solos eran, no los sabían hacer, y cuando no podían lo que querían, para ponerlo a cualquier negocio, ponían nombre de inquisición, con gravísimo daño de sus ánimas, como lo hemos visto en los papeles que los Ordinarios habían hecho por vía de inquisición, que se recogieron: suplicamos a Vuestra Señoría que si tal cosa se intentase y pidiese, que Vuestra Señoría sea servido de lo reprehender, como negocio de tan mal fundamento y que el que tienen es solamente enemistad con la Inquisición».
Y para terminar añadían estas palabras: «el Arzobispo de esta ciudad convocó a los sufragáneos para concilio provincial, sin tener cédulas de Su Majestad, ni hacer caso del Virrey, y solamente acudió a ello el Obispo del Cuzco. Hicieron las ceremonias de concilio y ellos solos se juntaron en él, y disolviose luego, porque no había otras cosas que tratar sino quejas del clero contra ellos dos, que traían origen de codicia, de las cuales no se trató, como ellos eran los jueces, y ansí quedo sin pedirse cosa»(Carta de Prado y Ulloa, 2 de mayo de 1591)
No andaban Ulloa y Prado menos acordes en la resolución de las causas pendientes, disponiendo celebrar auto de fe el domingo de Cuasimodo 5 de abril de 1592.
Después de haber dado el pregón ordinario de la publicación y mandado que todos los vecinos y moradores de la ciudad que no tuviesen impedimento acudiesen a las casas de la Inquisición para acompañar el estandarte de la fe, previos los convites de estilo a la Audiencia y Cabildos, que esta vez, de orden del Virrey, debían irse en derechura al Tribunal, el día señalado, a las cinco de la mañana, llegó aquél en su carroza, acompañado de don Beltrán de Castro, su cuñado, seguido por la guardia de a pie de su persona y algunos criados. Oyó misa en la capilla, y una vez concluida, pasó a las habitaciones de los Inquisidores, donde se estuvo hasta que se avisó que era ya hora de salir. Lleváronle en medio los Inquisidores, en compañía del —271→ Arzobispo, que había sido invitado para la degradación de un religioso, escoltados por la compañía de lanzas, y caminando delante los oidores de dos en dos, luego los Cabildos y la Universidad, precedidos por la compañía de arcabuceros de a caballo. Los penitentes en número de cuarenta y uno marchaban acompañados de los familiares y miembros de todas las órdenes religiosas. Resguardaban los costados de la procesión soldados de a pie, para hacer los honores al estandarte de la fe, cuyas borlas llevaba don Beltrán de Castro, solo, a la mano derecha, porque no quiso dar lado a ningún caballero, ni tomar la izquierda. En esta forma se llegó a los tablados, que estaban hechos arrimados a las casas del Cabildo y adornados con la suntuosidad de costumbre, donde el Virrey y Arzobispo tomaron asiento en cojines, dejando sin ellos a los Inquisidores, con grandísimo disgusto y bochorno suyos, que para que fueran más completos, oyeron que el Virrey mandó a uno de sus criados que sacase un montante grande, desnudo, y que se sentase a la mano izquierda del estandarte, colocado entre los capitanes de la guardia y arcabuceros193. En las otras gradas estaban los prelados de las Órdenes «y otros religiosos graves dellas, y a la mano derecha, en sus asientos, el Cabildo de la Iglesia y Universidad, y a la izquierda el de la ciudad, y junto a él, el de los criados honrados del Virrey, y un poco más adelante estaba un tablado muy enaderezado y en él mi señora la Virreina, con sus criadas, y las señoras Principales de la ciudad, que la estaban acompañando, y don Beltrán de Castro, su hermano, y mirose mucho que en todo el tiempo que duró el aucto, que fue desde las seis de la mañana hasta las once de la noche, no se menearon de los asientos donde estaban el Virrey ni Virreina».
«Antes que el aucto se comenzase, predicó el padre Hernando de Mendoza, hermano del Virrey, y hizo un sermón tan admirable cual para tal ocasión y audictorio se requería»194.
En seguida el Arzobispo degrado a un fraile de la Merced, que era de misa, «en el mismo tablado, donde había puesto un muy rico aparador de plata dorado y lo demás que convenía para aquel efecto».
Con esto diose principio a la lectura de las causas de los reos, que fueron:
Ana de Castañeda, mulata, viuda, residente en Panamá, e Isabel de Espinosa, casada en España, de donde se había venido huyendo de su marido, por hechiceras.
Marcos Pérez, griego, testificado de haber dicho en Potosí que las ánimas de los difuntos no iban al cielo, infierno o purgatorio hasta el día del juicio final, permaneciendo mientras tanto en un lugar señalado para ello.
Francisco López de Osuna, hombre perdido y jugador, porque examinando las líneas de las manos a cierta persona, le pronosticó que dentro de pocos días se había de morir.
Por haber dicho misa y confesado no siendo sacerdotes, Fray Antonio Rentería, mexicano, que se acusó de cosas deshonestísimas, y fue condenado a galeras; Fray Hernando Manrique, de Trujillo, ordenado de epístola, y Juan de Matos, portugués.
Por testigos falsos salieron Sebastián Baez y Manuel Riberos, portugueses; y por casados dos veces, Francisca de Herrera, mestiza, de Potosí; Juan Bran, Isabel Pérez y María Ángela, negros, Francisco Martín Rafael, labrador, Hernando de Silva, mulato, y Antonio de Xerez.
«Por la simple fornicación y otros delitos en razón del pecado de la carne»: Sebastián de Orbieto, Juan de Orduña, Pedro de Talavera, Miguel Andrea, irlandés, marinero, Jorge Griego, Luis Jullián, de Marsella, y dos portugueses del mismo nombre y apellido, Antonio Hernández.
Por blasfemos, Matías Rodríguez de Herrera, Juan Antonio Montes, sastre, de Almadén, Gabriel Gutiérrez de Soto y Juan, Gómez Bravo.
Pero Luis Enríquez o Luis de Torquemada, jugador, natural de Sevilla, de quien se hizo información en Bogotá, porque se había dado trazas como procurarse un demonio familiar, confesó que había afirmado que llevando un gallo a un campo donde no hubiese ruido de perros, cortándole la cabeza y poniéndola encima de un palo y tornando a medianoche por ella, se hallaba dentro una piedrezuela como una avellana, con la cual refregándose los labios, la primera mujer hermosa que se viese, en hablándola, se moriría de amor por quien esto hiciese. Y que matando un gato en el mes de enero, y metiéndole una haba en cada coyuntura, y enterrándolo, las habas que así naciesen —273→ yéndolas mordiendo, mirándose a un espejo, tenían virtud para hacerlo a uno invisible.
Hallándose en la cárcel declaró que era «cabrón y saludador», y que en señal de ello tenía una cruz en el pecho y otra en «el cielo de la boca»; refirió que en la prisión veía resplandores y sentía suavísima fragancia, ensartando de este modo hasta cuarenta y siete proposiciones, que le fueron calificadas como de tal gravedad que el Fiscal pidió se le condenase a relajación. Posteriormente confesó que por no haber sido inclinado a las mujeres se había entregado a una serie de actos que consigna su proceso, pero que es imposible reproducir aquí; siendo al fin admitido a reconciliación, saliendo con mordaza en público, y con pena de diez años de cárcel, y hábito.
Francisco Díaz, portugués, fue testificado de que viniendo camino de Lima, llegando a tratar de cosas de Dios con dos compañeros de viaje, se dejó llevar de su demasiada franqueza, refiriendo la historia del pueblo de Israel, lo que le valió la misma pena del anterior reo.
Fray Jerónimo de Gamboa, fraile de la Merced, que había cambiado de hábito y huídose varias veces, concluyendo por casarse en Popayán, fue condenado a cuatro años de reclusión y a una disciplina.
Abjuró de levi, saliendo en seguida a la vergüenza, un francés que se envió de Chile, llamado Nicolás Moreno.
Los reos más notables del auto fueron los ingleses que habían sido capturados en la isla de la Puna, Guater (Walter) Tillert, su hermano Eduardo, Enrique Axli (¿Oxley?) y Andrés Marle (¿Morley?). El primero, que cayó prisionero después de herido de un arcabuzazo, en las audiencias que con él se tuvieron dijo ser cristiano bautizado y católico, pero se le acusó de que comulgaba como luterano, de cuya secta parecía hallarse muy instruido, pues a bordo reemplazaba al capellán siempre que éste se enfermaba. Permaneció negativo durante los tres primeros años de cárcel y se habían enterado ya cinco cuando en este auto fue relajado, «y aunque al tiempo de morir dio algunas muestras de reducirse, fueron de suerte que se vio claro que lo hacía porque no lo quemasen vivo, y no porque fuese católico, que en ninguna manera se puede entender se convirtiese, ni se confesó».
Su hermano, que sólo lo era de padre, de edad de veinte años, afirmó haber sido siempre luterano, pero que desde que estaba preso —274→ se había hecho católico; mas, al cabo de tres años se desdijo, y tuvo al fin la misma suerte que Walter.
A Oxley, por estar siempre pertinaz, le quemaron vivo. Tenía entonces veintiséis años y hacía cuatro que se hallaba encarcelado195.
Morley, que revelaba menos de dieciocho años colocado primero en el colegio de los jesuitas, fue trasladado después a las cárceles, confesando que había sido protestante antes de entrar al convento, pero que entonces era ya católico, por lo cual fue reconciliado, con dos años de reclusión en la Compañía.
Salieron también en esta ocasión tres de los ingleses de la armada de Cavendish, que habían sido apresados en Quintero (pues los cuatro restantes fueron ahorcados en la plaza de Santiago), y de sus causas daremos cuenta en otro lugar.
A la hora dicha de las once de la noche, el Virrey volvió acompañando a los Inquisidores hasta el Tribunal, habiendo sido este «de los solebnes auctos y de más autoridad que se ha hecho en las Indias, según afirman los que se han hallado en muchos».
Fuera de auto habían sido falladas hasta este tiempo las causas de los reos siguientes:
El licenciado Narváez de Valdelomar, de Chile.
Fray Bernardo de Gamarra, guardián del convento franciscano de Arequipa, natural de Tordesillas, por un sermón que predicó, en que afirmaba que si alguno entraba en el cielo, habría menester particular revelación y por otras tres proposiciones, que fue obligado a retractar.
Juan de la Portilla, soldado, que juraba por las orejas de Dios.
Isabel Romero Ferrer, natural de Carmona, que habiendo sido monja profesa, vivía en hábito de viuda, y que estando amancebada, sostenía que no por eso dejaba de hacer vida santa.
Isabel de Angulo, sevillana, mujer de un soldado, que para que la quisiesen los hombres recitaba en voz baja las palabras de la consagración.
Isabel Cataño, italiana, que después de haber sido penitenciada, hurtó un ara de altar.
Domingo de Arismendi, español, y Bartolomé de Lagares, marinero, que afirmaba «que siendo soltero y en pagando, no se cometía pecado».
Fray Dionisio Adarme, franciscano, que viéndose afligido por haber maltratado a algunos compañeros, dio en renegar.
Juan de Herrera y varios negros, por lo mismo.
Juan Gutiérrez de Perales, castellano, hombre de mala lengua, que se afirmaba en que un comisario del Santo Oficio era hereje.
Fray Juan Maldonado, dominico, que abrigaba ciertas doctrinas elásticas en cuanto a la castidad de sí mismo.
Manuel Rodríguez Guerrero, que en Tucumán sacó de una iglesia a un hombre allí retraído, volviendo las espaldas al Santísimo Sacramento.
Por blasfemos Pedro Palomino, colegial, de dieciséis años, Juan Sánchez, tratante, Francisco de Hervas Sarmiento, escribano del Cabildo de Nombre de Dios, Íñigo de Espinosa, sevillano, y varios negros.
Alonso Osorio, corregidor de Arequipa, y el bachiller Álvaro Sánchez por haber puesto obstáculos a los familiares del Santo Oficio.
Por supersticiosos y mezclar cosas sagradas y profanas, Juana de la Paz, mujer pública; Ana Rodríguez, viuda; Ana Pérez de Carranza, hija de mulata; Diego Felipe, carpintero; Ana María y María de Almendras por guardar piedras de ara consagradas.
Por lo de la simple fornicación: Francisco García, mercader; Juan Ricardo, Francisco Ramos y Diego de Mendieta, ordenante; por casado dos veces, Hernando Albitez; Alonso Ortiz, testigo falso; Antonio de Espinosa, presbítero que se denunció de haber hablado mal del estado de los frailes.
Fray Pedro de Serpa, dominico, solicitante de monjas en Lima; Francisco de Castro, presbítero; Fray Francisco de Gálvez, franciscano, el agustino Fray Alonso de Mendoza y el jesuita Lorenzo López, también por solicitantes.
Benito Nicolao, griego, fue testificado de que para asar una pierna de carnero, «sacó la landresilla de ella».
Fray Pedro Rengel, franciscano, teólogo, que hallándose en compañía de otros once frailes, había dicho, «aquí estamos doce y sabemos por cosa cierta que los más estamos condenados, pida cada uno —276→ al Señor no sea de ellos». Al reo se le calificaron además otras varias proposiciones, por lo cual tuvo que abjurar de levi.
Lorenzo de la Peña, barbero, que porque le quitaban a su mujer el asiento en la iglesia, había dicho que si aquello pasaba así, no había Dios.
Pedro de Paz Maldonado, por quiromántico; Gonzalo de Valencia y Pedro Ruiz de Vildósola, por invocadores del demonio.
Hernando de Alcocer se denunció de ciertas dudas que tenía sobre el misterio de la Santísima Trinidad; Fray Francisco de la Paz de haber expresado en un sermón que los pecados que se cometían contra el Espíritu Santo, no los perdonaba Dios, y de otras proposiciones; Alonso de Prado, barbero, que negaba el infierno; y por fin, el agustino chileno Fray Juan de Bascones.
Gracias al jerónimo de Guadalupe, Fray Diego de Ocaña, y su Viaje por el Nuevo Mundo: de Guadalupe a Potosí, 1599-1605[9]. Conocemos los pormenores de un Auto en el que estuvo presente Santo Toribio:
En el año de 1605 se celebró en Lima un acto de Inquisición, al cual yo me hallé, y se celebra con mucha más majestad que en España porque se hace en la plaza un teatro y cadalso muy grande y alto, donde cabe la mayor parte de la ciudad. Asiste a él el virrey y oidores, la universidad y los dos cabildos, eclesiástico y seglar, y todas las órdenes; que es mucho de ver adonde agota sesenta años no se conocía al verdadero Dios y que están las cosas de la fe católica tan adelante que se celebren con tanta majestad y autoridad sus actos, con mucha más gravedad que en España. Pues allá, donde no se halla la persona real, se hace no con tanta majestad como acá. Salieron en este último acto 23 judíos, todos portugueses, de los cuales quemaron a los tres vivos que no se quisieron convertir y todos los demás judaizantes con sambenitos reconciliados. Hay también por acá muchas hechiceras, particularmente indias y negras, que engañan con sus embustes a otras mujeres que fácilmente y de ligero se creen de ellas; y se tuvo por buen orden no sacarlas al acto a estas mujeres, sino allá en la capilla las penitenciaron, porque cuando les leen los procesos aprende otras aquellos embustes, y por esto no las sacaron en público ni las sacarán ya más. Duró este acto de Inquisición desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche, tercera dominica de cuaresma. Yo me holgué mucho de ver la autoridad y gravedad con que se celebró. Y todo este tiempo anduvieron las compañías de lanzas y alcabuces por las calles cercando y guardano la ciudad con la guarda del virrey, que son cincuenta alabarderos los cuales siempre salen con la persona del virrey siempre que sale de casa a cualquier parte, aunque sea a la iglesia a misa.
Conocemos la prédica a través del Sermón que el muy Rvdo. Padre Fray Pedro Gutiérrez Flórez, calificador del Santo Oficio, Ministro Provincial de los Frailes menores de la provincia del Perú y del Reino de Chile, Custodias de Tierra Firme y Tucumán predicó en el Auto general de la Santa Inquisición en la Ciudad de los Reyes el 5 de marzo de 1605. Archivo Vargas Ugarte, Sermones, 10-1. Según Cristina Flórez[10], experta en el estudio de la oratoria sagrada del virreinato peruano, este sermón fue impreso en Lima el mismo año por Antonio Ricardo y Fray Pedro Gutiérrez lo dirigió al Excelentísimo Señor Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Conde de Monterrey, Señor de las casas y estado de Biedma y Ulloa, Virrey del Perú, siendo monarca hispánico Felipe III. Se contaba con la dedicatoria del doctor Melchor de Amusgo, familiar del Santo Oficio, aspecto de gran interés, si tenemos en cuenta la importancia que tienen los familiares dentro de la organización del Tribunal. El funcionario conocido con el nombre de familiar era una supervivencia de la Inquisición medieval y era un servidor laico del Santo Oficio, listo en todo momento a cumplir sus deberes al servicio del tribunal...Convertirse en familiar era un alto honor; procedían de todas las clases sociales, siendo muy numerosos y contando con importantes privilegios Asimismo, se insistía en la importancia del mencionado sermón, especialmente por el deseo que tenían los fieles de acceder a su texto impreso y más aún, debido a la importancia que tenía el virrey como cristiano y defensor de la fe. Por tal razón, se le solicita la autorización y la concesión de licencia para la impresión. En cuanto a la autorización otorgada por el virrey para la publicación, reconocía que no había la necesidad de que el sermón fuera visto o examinado por otra persona, y que la corrección debía hacerla el mismo predicador, lo que es clara muestra de la confianza en su ortodoxia, atestiguada además por su cargo de Calificador del Santo Oficio. Gutiérrez Flórez conocía muy bien las fuentes bíblicas y patrísticas así como los autores de los siglos XVI y XVII, y ha sabido hacer muy buen uso de ellas, sea como paralelos o como apoyos para sus explicaciones. En su introducción utiliza las líneas siguientes del Salmo 128: "La bendición de Yahvé sobre vosotros, os bendecimos en el nombre de Yahvé"
En cuanto a los temas que se tratan en la prédica podemos centrarlos básicamente en los siguientes:
La fe y las verdades del cristianismo
Se subraya aquellas referidas a la Trinidad, Encarnación, los Sacramentos, la gracia divina, el libre albedrío, la remisión de las culpas, la venida del Mesías, la intercesión de los santos. Asimismo, insiste en la unidad y santidad de la Iglesia con Cristo como su cabeza universal. Se ha utilizado un símbolo importante del cristianismo, el escudo, empleado en el libro de los Salmos y, sobre todo a partir de San Pablo [10] se le había considerado como símbolo de la fe (Carta a los Efesios 6, 16) Así en el texto, encontramos las siguientes referencias a la imagen del escudo: "Escudo fortísimo de la fe es el Excmo. Señor virrey conde de Monterrey que aquí con su grave presencia, autoriza, ampara y defiende las causas de la fe""Escudos son los demás oidores y jueces""Escudo es también esta florentísima Universidad y escudos son las religiones santas pues todos con sus doctísimas letras y santas costumbres hacen lo mismo""Escudos son tantos y tan gallardos caballeros que con fervientes corazones, con las armas, haciendas y vidas se opondrán a cualquier potencia que se levante en contra de nuestra fe" "Finalmente, escudo es todo cristiano público, católico que....no dudó sino que querrán en esto correr parejos con todos"[11]
La Iglesia Esta institución definida como una congregación de fieles debajo de una cabeza, Cristo, redentor en la profesión de su fe, ligados con la comunión de unos sacramentos, bajo del gobierno de legítimos pastores, principalmente el Sumo Pontífice de Cristo Redentor en la Tierra, protegida por María y que tiene como característica la victoria contra sus enemigos. La iglesia es católica y universal como lo prueban los testimonios de las Sagradas Escrituras así como de los Padres de la Iglesia. Gutiérrez Flórez hace uso también en este caso de una serie de símbolos para referirse a la iglesia, tales como la columna, el hacha y la palma para relacionarla con la verdad, la persecución y la imposibilidad de vencerla.
La Inquisición. Se plantea como primer auto de fe el castigo que se hizo a los sodomitas, y allí encontramos a Dios como primer inquisidor. No obstante, también hay una insistencia marcada en referirse al juicio final que sentencia a los malos y al que compara con el auto de fe que se está celebrando. El Tribunal de la Inquisición es considerado en toda su importancia puesto que "defiende, ampara y purifica la verdad, en él halla el errado, enmendado y convertido misericordia y en él es también castigado el pertinaz rebelde y duro con equidad de justicia" ".... importantísimo en la Iglesia, amable y graciosa para el católico, fiel, pues le defiende y ampara no sólo el alma, sino aún el cuerpo y hacienda" "que de lo más remoto y apartado de la tierra y de lo más oculto de sus cuidadosos recatos rastrea, descubre y saca al judío, al hereje y a los demás pecadores que le pertenecen para corregirlos, enmendarlos y castigarlos"[12].Además, se insiste en la importancia que tienen los jueces del Tribunal porque su tarea de vigilancia es realizada como los animales que vio Ezequiel, llenos de ojos de todas partes para que vigilen como cuidadosas atalayas y puedan descubrir las traiciones de los judíos, herejes e infieles. Gracias a esa vigilancia se mantendrá a España limpia de los errores y herejías, a diferencia de los países vecinos que se encuentran divididos, destruidos y arruinados.
Los buenos .Estos miembros de la Iglesia merecen la bendición porque no la persiguen, al contrario son hijos fieles de una institución que es una, santa Y católica, y que creen siempre lo que les enseña la Iglesia. No obstante, les recuerda que esa fe única se acompaña con las buenas obras y la caridad. Esta referencia es sumamente importante porque diferencia claramente el magisterio de la Iglesia Católica, que insiste en la noción de mérito por las buenas obras y la doctrina luterana de la justificación por la fe.El religioso solicita, asimismo, que se pida por la conversión de los condenados por el tribunal, así como paciencia para los penitentes y la gracia que permita merecer la gloria a todos los reunidos. Es interesante esta relación que se manifiesta entre los diferentes grupos de la iglesia y que se reafirma en otras partes del sermón.
Los castigados y las herejías
Herejes y sus doctrinas erróneas son duramente atacados en la prédica, señalando sus errores desde la antigüedad hasta el siglo XVII y ha utilizado diferentes textos de la Biblia y Padres de la Iglesia para rebatir las herejías arrianas, donatistas, maniqueas, luteranas y calvinistas, así como de los errores de judíos e infieles.El predicador franciscano considera que los herejes son gente viciosa, libre y perdida, sin Dios, sin conciencia y sin vergüenza. Son crueles, robadores, carniceros, violentos e hipócritas. Al igual que los judíos son una canalla perdida y junto con los infieles son enemigos de la Iglesia, a quien siempre infectan y persiguen. Naturalmente, considera que todos los enemigos de la Iglesia tienen mal fin y cita a autores posteriores que han hablado de ese mal fin. Es importante la penitencia para esa "gente insensata y engañada", y sobre todo en el castigo que se debe aplicar a los castigados por el tribunal como lo explicita en los párrafos siguientes:"Y al judaizante pérfido y al hereje pertinaz, al descomedido embustero, al blasfemo deslenguado, al torpe profanador del Santo Matrimonio y de los demás Sacramentos es su vista horrible y espantosa porque a unos aguarda el fuego, a otros los azotes, destierros galeras, cárceles, sambenitos e infamias, castigos merecidos de atroces maldades""Judíos, duros, rebeldes e inflexibles en errado parecer de otros tontos como tú" "esa dureza contra Cristo, no es por ser Cristo, sino por ser tu judío, cuya ordinaria condición natural y antigua fue siempre murmurar de Dios, de Moisés y tus profetas" (Salmo, 17 y Números, 16)"¡Oh, mi señor y Redentor Jesucristo!, cuánto os han costado estas míseras almas, buitres...miserables reos, vasos de ira muertos en sus errores" (Hechos de los Apóstoles y Epístola a los Romanos)
Conclusión:
Aunque fue Inquisidor en Granada no parece que fuese demasiado puntilloso. J. Pérez Villanueva nos dice que el santo no asistía a los autos de fe y que procuraba enviar representante y él marchar a las visitas.El sacerdote dominico fray Antonio Rodríguez, quien conoció muy de cerca y desde su niñez a Santo Toribio de Mogrovejo, por ser hijo de Vicente Rodríguez, el encargado de las limosnas del arzobispo destinadas a los pobres vergonzantes, dijo de él que "habiendo sido Inquisidor y siendo arzobispo en este reino, era tan humilde y tan llano (=sencillo) como si fuera un novicio de las m s reformadas Religiones (= Ordenes religiosas) de la Iglesia, no compitiendo con nadie; y aunque era uno de los mayores letrados en Derechos que había en este reino, con que decía su sentencia y la afirmaba no era (con) rumor ni arrogancia, sino diciendo que así lo sentía él" (Actas/Procesos, 1631, f. 209 v). Aun siendo así, íntimamente imbuido de sentimientos de humildad y mansedumbre, tuvo la valentía de enfrentarse, con energía y sin claudicaciones, a las pretensiones y hostilidades del virrey y de otros funcionarios y poderosos que no se resignaban a renunciar a ciertos privilegios o a ciertas prácticas injustas. Nos dirá su biógrafo León Pinelo: "Sentía en su alma notable desconsuelo, cuando se ofrecía el castigar delitos de blasfemias, herejías, judaísmo y otros semejantes. Amaba mucho a Dios y así era celoso de su honra. Quería con extremo a los prójimos y sentía con extremo el ver usar de rigor con ellos...Pero como en Dios los atributos de la justicia y de la misericordia, aunque son diferentes, no son contrarios, sino conformes y compatibles...era justiciero con misericordia y misericordioso con justicia...Aborrecía los delitos no los agresores".
[1] GUTIERREZ, I., La iglesia y los negros: P.Borges (ed.), Historia de la iglesia en Hispano-América y Filipinas (siglos XV-XIX). I Aspectos generales, Madrid 1992, 321-337.
[2] AHN, Nombramiento Inquisidor, Leg. 1572, nº 2 Inquisición Año 1574. Diose certificación 16 de octubre de 1703. Informaciones genealógicas.
[3] P.LETURIA Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica I Epoca del Real Patronato (1493-1800) Roma-Caracas, 1959, p.7 A.GARRIDO organización de la Iglesia en el Reino de Granada y su proyección en Indias S.XVI Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1979. I.PEREZ DE HEREDIA El Concilio Provincial de Granada de 1565 "Anthologica Annua" pp.381-842 Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1990, Roma A.MARIN El Arzobispo D.Pedro Guerrero y la política conciliar española en el S.XVI 2 v. Madrid, 1970
[4] R.CARANDE Carlos V y sus banqueros.La Hacienda Real de Castilla Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1965
[5] R.ESCOBEDO La economía de la Iglesia americana VIII. La Bula de la Santa Cruzada "Historia de la Iglesia en América y Filipinas" BAC, Madrid, 1992 T.I p.130
[6] Bula "Si convenit" 19.XII.1496 Cit. en J.GOÑI pp.467-468
[7] J.GOÑI Historia de la Bula...[10]pp.380-381
* "El cáliz de santo Toribio", T.II, pp.33-34. Esta tradición nos informa de la visita del arzobispo de Berito y obispo de Huánuco, Gregorio Cartagena, y del párroco de un pueblecito de Huamalíes cuya única riqueza era un singular cáliz con la siguiente inscripción: "Soy del doctor don Toribio Alfonso de Mogrovejo. Granada. Año de 1572". El vaso sagrado por el que se daría unos tres mil pesos serviría al humilde cura a reconstruir su parroquia. Nos sorprende la fecha de 1572 dado que las órdenes sagradas nos las recibirá hasta siete años después.
[9] Edición crítica de Blanca López de Mariscal y Abraham Madroñal Universidad de Navarra. Iberoamericana. Vervuert. 2010, 504 pp.
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