martes, abril 27, 2021

SANTO TORIBIO ALFONSO DE MOGROVEJO ¡RUEGA POR NOSOTROS! P. Pedro Hidalgo, Rector de la FTPCL


SANTO TORIBIO ALFONSO DE MOGROVEJO ¡RUEGA POR NOSOTROS!
La celebración de la solemnidad del segundo Arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, es ocasión de agradecer a Dios por haber bendecido a esta querida Iglesia limense con tan santo Pastor que -como todo santo- se hace palabra viva que el Señor nos dirige para instruirnos en su seguimiento.
La vida de santo Toribio es afirmación clara y perentoria de que en la propia existencia no hay mayor valor y compromiso que la búsqueda y el cumplimiento de la voluntad de Dios, afirmando así la relación constitutiva de toda vida humana.
Desde niño, Toribio vivió en Dios. Su cuñado afirmaba que la santidad del Santo Arzobispo se percibía desde su niñez, pues ya desde entonces se consagró a Dios y percibió las vanidades del mundo.
Si bien tuvo aspiraciones legítimas para una vida en el mundo, como la de obtener una carrera en el campo de las Leyes (lo que hoy es el Derecho), todo lo vivía como posibilidad de un servicio a Dios. Estudió diligentemente, buscó y consiguió becas, ocupó servicios en la vida pública, pero nada le alejó de su ideal de servicio a Dios a través de lo que realizaba. No consta que pensase en la vida sacerdotal, pero su presencia en el mundo era la de alguien que amaba verdaderamente a Dios y deseaba servirle.
Su amor al Señor se mostró en el esfuerzo por cultivar virtudes, las mismas que eran percibidas por quienes le trataban. La vida diaria fue el ámbito de su santidad; en medio de sus ocupaciones habituales, de la vida de estudiante, la vida familiar o luego el trabajo como inquisidor, buscó hacer todo bien para agradar a Dios y hallaba fuerza en la oración, la Santa Misa, la mortificación, la oración a la Santísima Virgen, de quien fue especialmente devoto.
El momento más significativo de su compromiso con la voluntad de Dios fue la aceptación de la designación como Arzobispo de los Reyes, algo inesperado, pues nada permite pensar que Toribio Alfonso deseaba ser misionero y mucho menos pensase en dignidades eclesiásticas; su vida recorría otros senderos. Su pasión parecía ser la administración de justicia, el ejercicio del derecho. Pero el Señor trastocó esos planes personales, haciéndole salir del propio amor y deseo para acoger el designio divino.
Treinta y nueve años tenía cuando se le pide aceptar la elección del Rey para proponerle como Arzobispo al Romano Pontífice. Ante ese proyecto vive el temor reverencial de los humildes, de quienes se sienten insuficientes para acometer las empresas divinas. Pero también experimenta la confianza que surge en quien sabe que Dios da las gracias necesarias para cumplir lo que Él pide. Su paje Sancho Dávila señala tres meses como el tiempo que se tomó el licenciado Mogrovejo para aceptar la propuesta del Rey. Sin duda debió aceptar convencido de que lo propio era aceptar la voluntad de Dios, aunque fuera inesperada e insospechada. Luego de ser nombrado escribe al papa Gregorio XIII:
«Si bien es un peso que supera a mis fuerzas, temible aun para los ángeles, y a pesar de verme indigno de tan alto cargo, no he diferido más el aceptarlo confiado en el Señor y arrojando en Él todas mis inquietudes».
Comenzó entonces una vida distinta a la que hasta entonces llevaba, llena de novedades, desde el aprendizaje de lo referente a la vida eclesiástica, pasando por el aprendizaje de las lenguas indígenas para poder anunciar el Evangelio a los naturales, y aprendiendo, asimismo, las costumbres y usos de una tierra diversa de la propia.
La tarea evangelizadora será lo suyo. El papa Pablo VI, en el célebre documento Evangelii nuntiandi 14 escribe: «Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa». Casi una descripción del servicio pastoral de santo Toribio en su vasta Arquidiócesis que era casi medio Perú actual.
Tuvo especial esmero en la catequesis de los naturales, la misma que impartía él mismo, en quechua y aymara. Su preocupación pastoral atenta a las diversas capacidades, le llevó a impulsar la edición de un Catecismo Mayor destinado «a los más capaces» y el Menor o Breve, «para los rudos» o indios ancianos. Es el llamado Catecismo de Santo Toribio, de edición trilingüe en castellano, quechua y aymara. El catecismo, el Confesonario y el Sermonario son instrumentos pastorales que impulsó para que se conociese en su integridad la doctrina de la salvación, pues tenía claro que la fe cristiana tiene como un componente esencial la formación de la mente que luego pasa a formación de la conciencia y la conducta.
Tuvo especial preocupación por la liturgia de los sacramentos pues tenía la viva conciencia que los sacramentos son medios ordinarios de comunicación de la vida de Dios, de allí que se preocupó denodadamente por el incremento y la formación del clero.
El ardor pastoral del II Arzobispo de Lima se muestra de modo especial en sus visitas pastorales. La primera visita la comenzó en 1583 y duró hasta 1590, volviendo solo una vez a la ciudad para una ordenación episcopal. La segunda la realizó desde mediados de 1593 hasta 1598. La tercera comenzó en 1601, regresó en 1604 y la retomó en enero de 1605 hasta el 23 de marzo de 1606, día de su partida a la Casa del Padre en Saña, cerca a Chiclayo. No siempre se entendieron sus Visitas, procedentes del deseo de estar entre los suyos, de predicarles el evangelio y administrar los sacramentos por cerros, quebradas, valles, tierras silvestres, etc. El Virrey le acusó y buscó fuese destituido por estar ausente de la Ciudad de Lima, pero él no cejó en su esfuerzo de encarnar la caridad del Buen Pastor que va a buscar a sus ovejas aún en los lugares más lejanos, inhóspitos y difíciles.
Hoy es ocasión de agradecer a Dios por haber tenido en esta Sede limeña un Arzobispo santo y de asumir el compromiso de responder al amor del Señor con el ardor, fervor, seriedad, responsabilidad, fortaleza, alegría y entusiasmo de Santo Toribio de Mogrovejo.
Padre Nuestro, Santo Toribio, ¡ruega por nosotros!

1 comentarios:

Vicente dijo...

STM, reuga por nosotros. yo, le llamo 2do Pablo

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