viernes, enero 06, 2012

LA SOLICITUD DE SANTO TORIBIO POR EL PATRIMONIO RELIGIOSO DEL PERU


LA SOLICITUD DE SANTO TORIBIO POR EL PATRIMONIO RELIGIOSO DEL PERU

Introducción: Solicitud de la Iglesia por el patrimonio
“El empeño de quien construye y decora la casa del Señor recibe su estatuto de la Sagrada Escritura”. Mons. Mauro Piacenza, actual presidente de la Comisión de Bienes Culturales del Vaticano, en su Mensaje a los participantes en la XVIII Cátedra de Arte Sacro de la Universidad de Monterrey (9 de febrero de 2007) nos recuerda un texto bíblico realmente hermoso, tomado de Ex 35, 30-33: Dando inicio a los trabajos para la Tienda del Encuentro, Moisés les dijo a los israelitas: «Mirad, Yahveh ha designado a Besalel, hijo de Urí, [...] y le ha llenado del espíritu de Dios, confiriéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos, para concebir y realizar proyectos en oro, plata y bronce, para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor de artesanía; a él y a Oholiab [...] les ha llenado de habilidad para toda clase de labores en talla y bordado, en recamado de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino, y en labores de tejidos. Son capaces de ejecutar toda clase de trabajos y de idear proyectos»
Por su parte, el número 1 de la Academia de Historia de nuestro vecino Chile, P. Gabriel Guarda enfatiza la tarea de la iglesia por el patrimonio, particularmente por parte de pastores tan cualificados como Juan Pablo II, en quien destaca el más alto rigor en el tratamiento del tema, así como el punto de vista pastoral desde la óptica de la nueva evangelización. Ya en la Constitución Apostólica Pastor Bonus, promulgada en junio de 1988, al definir el papel de la Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio Artístico e Histórico de la Iglesia, señala que están a su cuidado, "todas las obras de cualquier arte del pasado, que es necesario custodiar y conservar con la máxima diligencia"; respecto a aquellas que no tengan uso, manda allí que se guarden "para su exposición en los museos de la Iglesia o en otros lugares", agregando: "tienen especial importancia todos los documentos o instrumentos que se refieren y atestiguan la vida y la acción pastoral"; el artículo 102 repite que "se establezcan museos, archivos y bibliotecas [...], de forma que [estén] a disposición de todos", correspondiendo a la comisión "trabajar para que el Pueblo de Dios sea cada vez más consciente de la importancia y necesidad de conservar el patrimonio histórico y artístico de la Iglesia"; un ulterior Documento del Secretariado de la misma comisión, publicado en octubre de 1992, ordenó la creación de Comisiones Nacionales para el resguardo de dicho patrimonio en todas las conferencias episcopales del mundo, lo que se ha verificado con diligencia, procediéndose a catalogar y poner en valor tales bienes en todas las naciones cristianas.
Los principales documentos producidos en este orden son los siguientes:
1. Carta circular a los Ordinarios diocesanos sobre la formación de los candidatos a sacerdocio sobre los Bienes Culturales, 15 de octubre de 1992. 2. Carta circular a los Rectores de las Universidades Católicas para el envío de la "Relación sobre las respuestas de las Universidades Católicas respecto a las actividades promovidas con relación a los bienes culturales de la Iglesia", 31 de enero de 1992. 3.- Carta circular Los Bienes Culturales de los Institutos Religiosos, 10 de abril de 1994. 4.- Carta circular La función pastoral de los archivos eclesiásticos, 2 de febrero de 1997. 5.- Carta circular Necesidad y urgencia del inventario y catalogación de los bienes culturales de la Iglesia, 8 de diciembre de 1999. 6.- Carta circular La función pastoral de los Museos Eclesiásticos, 15 de agosto de 2001. 7 Inventario de los bienes culturales de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica: algunas orientaciones prácticas (15 de septiembre de 2006)
Una de las definiciones más completas se expresa en la Carta de 2001-:"Los bienes culturales  en cuanto expresión de la memoria histórica, permiten redescubrir el camino de la fe a través de las obras de las diversas generaciones; por su valor artístico manifiestan la capacidad creativa de los artistas, los artesanos y los oficios locales que han sabido imprimir en las cosas sensibles el propio sentido religioso y la devoción de la comunidad cristiana[...]Por su contenido cultural transmiten a la sociedad actual la historia individual y comunitaria de la sabiduría humana y cristiana [...]; por su significado litúrgico, están destinados especialmente al culto divino".
Las sugerencias y directivas impartidas en estas ocasiones han tenido un profundo eco, han sido acogidas con entusiasmo, y han ido generado un cambio de opinión en el aprecio de la inestimable herencia patrimonial de la Iglesia, generando movimientos de opinión e iniciativas concretas de la mayor significación. Entre las más llamativas sobresale la respuesta de las universidades, que han ido incorporando a sus programas la temática propuesta por el papa; de particular importancia ha sido en este sentido la apertura en la Universidad Gregoriana de Roma, desde 1991, con notable éxito, de un "Curso Superior para los Bienes Culturales de la Iglesia"; cátedras análogas han incorporado a continuación, entre otras, las universidades de París, Lisboa, México y Brescia (Italia), sin contar con otros centros académicos en diversas partes del mundo. A juicio de Juan Pablo II, el patrimonio cultural y artístico de la Iglesia, que constituye un noventa por ciento del patrimonio mundial, es de un valor evangelizador incontestable, expuesto a la apreciación de los hombres de toda lengua, raza y nación, un testimonio único de la inspiración divina respecto al arte, el pensamiento y la fe[1].
Uno de los peruanos que más está trabajando el tema del Patrimonio religioso en Perú es nuestro colega Fernando Armas[2]. Nos recuerda que en su acepción más tradicional, el patrimonio es el “legado de nuestros padres”, referido a las nociones de herencia y paternidad. Es la herencia que hemos recibido de nuestros ancestros, que viene de una época pasada, y que se constituye en un legado que asegura el recuerdo de nuestra familia No sería sino hasta el advenimiento de la Ilustración, en el siglo XVIII, que la mentalidad racional, en plena crítica a la tradición y la religión, le daría al patrimonio una dimensión semántica extensiva, incursionando en la esfera de lo público. El patrimonio era ahora una herencia pública. Y no de individuos exclusivamente, sino que sobre todo de la Nación. El Estado pasó a apropiarse del discurso patrimonial, y como bien se ha señalado el patrimonio nunca más abandonó el discurso estatal, como esencial para producir la conciencia de la Nación. Así el Estado produjo y reprodujo un discurso en torno al patrimonio de la Nación, donde se reivindicaba la existencia de un legado, material y espiritual, que podía remontarse a miles y miles de años. El patrimonio, como herencia de la nación, era parte de la memoria colectiva social.
La Iglesia, que se consideraba hasta antes del siglo XVIII, en el centro de la representación social y voz de la comunidad, tuvo que declinar su puesto preponderante ante el proceso de desacralización donde la vida colectiva no sólo pasó a estar representada por el Estado, sino también por la familia, grupo o clases. Orillado el concepto de la sociedad basada en la Revelación Divina la conciencia crítica abría las válvulas del entendimiento de la sociedad como construcción histórica, que se concretaba mediante prácticas sociales en el espacio público tal como afirma el filósofo Habermas. Grupos y clases se definían en el espacio público, mientras el Estado participaba activamente a través de ella en la construcción de un discurso patrimonial de identidad. Pero, por ser la sociedad un producto de prácticas, a la larga no sólo la modernidad permitió que la Iglesia (Católica en nuestro caso) ensayara formas de penetración y presencia en tal espacio.
Pero después de una etapa de optimismo, es público y notorio en torno al Concilio Vaticano II (1962-65) el problema de las adaptaciones inadecuadas de las iglesias tradicionales, de las ventas clandestinas y de los robos de objetos de arte sacro, comienza un periodo de mayor toma de conciencia sobre el patrimonio cultural por parte del Estado y de la Iglesia. La sociedad va alcanzando niveles de bienestar que le permite dedicar más tiempo al disfrute cultural y mayores esfuerzos económicos para promover y conservar la cultura. Se impone la necesidad de establecer líneas de cooperación entre el Estado y la Iglesia
También toma cuerpo la tarea de conservar, restaurar y custodiar el gran legado histórico del arte religioso, precaver y evitar lamentables robos y expoliaciones del tesoro artístico, y la necesidad de una más estrecha colaboración entre la Iglesia y el Estado. En 1974, se proponían tres soluciones: catalogación, restauración y uso adecuado. Al inicio de la década de los 80, en varios países especialmente de Europa quedaron delineados los grandes temas del patrimonio cultural de la Iglesia, hasta el punto de quedar patente la necesidad de una Comisión Episcopal que tratara específicamente del patrimonio cultural de la Iglesia, que, en relación con la sociedad civil, ya había rebasado con mucho el campo interno de lo estrictamente litúrgico o de lo administrativo eclesiástico, para convertirse en un bien de interés social. Se había pasado del concepto de «res sacra et pretiosa» al de «bien cultural»[3].  La necesidad de tener un interlocutor válido ante el Estado, en materia cultural, y de atender la dinámica propia de los bienes artísticos e históricos de la Iglesia, llevó a las Conferencias Episcopales Española a crear una Comisión específica para el patrimonio cultural.
Dentro de esta rica trayectoria eclesial de preocuparse por los bienes, ocupa un puesto preferencial el segundo arzobispo de Lima y patrono de todos los obispos de América Santo Toribio Alfonso Mogrovejo. Mi comunicación trata de presentar algunos aspectos de su vida, obra y misión, así como su interés por los bienes culturales de la iglesia y sociedad de su tiempo.

1. La trascendencia del Santo Padre de América, Santo Toribio[4]
El 27 de abril del 2006 nuestra olvidadiza Lima, celebró por todo lo alto el IV Centenario de un gigante de la santidad: Santo Toribio Mogrovejo. La Universidad Nacional de San Marcos en la persona de su rector Dr. Manuel Burga conmemoró la incorporación del Santo como doctor honoris causa, el Presidente del Congreso, Marcial Ayaipoma, a nombre del Congreso de la República, condecoró a Santo Toribio de Mogrovejo con la con el grado de Gran Cruz en Grado Póstumo. Mientras que el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, entregó la medalla de la ciudad de Lima al Santo Arzobispo. Diversas instituciones como la Academia Nacional de Historia, la Biblioteca Nacional, el Museo de Antropología se hicieron eco o colaboraron en el acontecimiento. El Enviado Especial del Papa Benedicto XVI, Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, en la clausura del Congreso Académico Internacional Santo Toribio de Mogrovejo manifestó que una de las enseñanzas que debemos rescatar de Santo Toribio de Mogrovejo es su valentía de aceptar la voluntad del Señor con total disponibilidad y de entregarse al ejercicio de su ministerio sin reservas hasta el momento de su santa muerte:
“He quedado muy impresionado con la polifacética personalidad de nuestro Santo y puedo asegurarles que, si bien conocía algo de su santa e intensa vida, es ahora cuando he podido conocerlo y quiero junto con ustedes dar gracias al Señor por haber regalado al Perú y a toda América tan Santo y egregio Pastor…Hoy, a cuatro siglos de su paso por este mundo, los esfuerzos del Santo Arzobispo se notan en cada templo y poblado del territorio peruano, donde la devoción a la Eucaristía y a la Virgen son los medios que acrecientan y alimentan su fe y esperanza y, sobre todo, lo que enciende sus corazones de caridad…Debe decirse en la celebración del IV Centenario de la muerte de Santo Toribio que su testimonio de vida, su santidad, sabiduría, celo apostólico, caridad y gobierno pastoral han dejado huellas imborrables en la historia eclesial del Perú y del Continente y que los llamados a ejercer el ministerio episcopal hoy en nuestra América Latina debemos estudiar y conocer mejor su ejemplar vida porque es mucho lo que nos puede enseñar”.
Atrás quedaba un cuarto de siglo, para ser más exactos 29 años, en 1578, en que, muerto el primer arzobispo de Lima, Jerónimo de Loayza, el Consejo de Indias presentaba al rey Felipe II el perfil del sustituto:
Un Prelado de fácil cabalgar, no esquivo a la aventura misional, no menos misionero que gobernante, más jurista que teólogo, y de pulso firme para el timón de nave difícil, a quien no faltase el espíritu combativo en aquella tierra de águilas.
Nacido en Mayorga (Valladolid-España) en 1538 y fallecido en Zaña (Chiclayo, Perú, 1606) fue el segundo arzobispo de Lima y nombrado por Juan Pablo II Patrono de los Obispos de América Latina en 1983. El elegido - Toribio Alfonso de Mogrovejo- frisaba en ese momento los 39 años de edad y debió interrumpir sus estudios de doctorado en derecho civil y canónico por la Universidad de Salamanca al ser nombrado juez inquisidor de Granada. Sin pasar por ningún seminario, fue ordenado diácono, sacerdote y obispo en pocos meses, llega al Perú, donde desde el 1581 acomete la aventura de ser pastor de una de las diócesis más grandes del mundo, cuyo territorio se extendía del Océano Pacifico a la selva de la Amazonía y a los valles inaccesibles de los Andes, en un mundo en transformación y lleno de contradicciones. Efectivamente, el mundo del Tahuantinsuyo había sufrido una metamorfosis radical con la presencia española. Si nos fijamos en los factores económicos, políticos y sociales, nos encontramos en la primera fase (1580-1620) del período tipificado como del "apogeo de la plata y de consolidación de la economía interna" La administración del virrey Toledo legó a la organización virreinal las agrupaciones en poblados o "reducciones" y el régimen laboral de la mita. Debido al aumento de las recaudaciones por la extracción de la plata, especialmente de Potosí, se acrecienta el volumen del tráfico peruano con España, a la par que se forma una gran masa de población indígena que, desvinculado del marco legislativo del tributo y de la mita, aporta brazos para el desarrollo agropecuario y textil. En este contexto se incluye la anexión de Portugal a la corona castellana, el desastre de la Armada Invencible frente a Inglaterra y la pérdida del control oceánico por parte de España, con la consiguiente proliferación de piratas y corsarios en el litoral peruano. A pesar de las dificultades exteriores y otras internas -como el recrudecimiento de la guerra araucana (con la muerte del gobernador Martín García de Loyola en 1598) y el esclavismo del sur, los conflictos en el Alto Perú y Tucumán con los chiriguanos, calchaquíes y chaqueños; nos encontramos en un tiempo de auténtico florecimiento cultural, en el que proliferan la creación literaria y artística, la historia y el derecho, la lingüística y la teología -especialmente la misionología y la catequética. No se ha de olvidar que al otro lado del Atlántico, España vivía su mejor hora cultural -el siglo de oro- de la Historia.

Como subraya V.A. Belaunde en su obra Peruanidad  "Providencialmente apareció en la historia del Perú la egregia figura de Toribio de Mogrovejo…Pocas veces un hombre estuvo más preparado moralmente y mejor apercibido para llevar a cabo un glorioso destino”. Ordenado diácono, sacerdote y obispo en pocos meses, parte hacia Perú, donde desde el 1581 empieza una aventura inmensa y fascinante, ser pastor de la diócesis más grande del mundo, cuyo territorio se extendía del Océano Pacifico a la selva de la Amazonía y a los valles inaccesibles de los Andes, en un mundo en transformación y lleno de contradicciones. El Imperio de los Incas –Tahuantinsuyo- había sido conquistado hacía cincuenta años, sufriendo una metamorfosis con la presencia española que puso las bases de la nueva sociedad mestiza de la peruanidad.

Toribio “no perdió su tiempo”: se puso manos a la obra construyendo la Iglesia, que él denominaba “la nueva cristiandad de las Indias”. Trece sínodos diocesanos, tres concilios provinciales –especialmente el tercero de 1582- con sus instrumentos catequéticos como el Catecismo trilingüe ( en castellano, quechua y aymara) –primer libro publicado en América del Sur-, las Visitas pastorales, en las que llegó a cada pueblo de su dilatada diócesis recorriendo más de cuarenta mil kilómetros, son los pilares de una civilización cristiana donde las distancias entre las culturas y las tradiciones fueron encontrando en la profundización de la fe el camino de la unidad y de la identidad. Como Pablo en la primitiva Iglesia; Benito, Cirilo y Metodio en la Europa medieval; Francisco de Sales, Carlos Borromeo y Francisco Javier en la Reforma Católica, o Juan de Zumárraga y Tata Vasco en América este gran misionero indica que en un mundo multicultural y multiétnico la fe cristiana induce al encuentro y al diálogo, a la pasión para que la verdad de Cristo sea conocida como respuesta a la exigencia de infinito que constituye el corazón de cada hombre. Como otro Cristo, se hizo servidor de todos apostando por un mundo de verdad, libertad y hermandad. Su vida de contemplativo en la acción fructificó en santos como Rosa de Lima, Martín de Porres, instituciones como el Seminario o el Convento de Santa Clara, organizaciones como nuevas cofradías, parroquias, poblados, leyes y costumbres del nuevo Perú[5].

Benedicto XVI, con motivo del IV Centenario de su muerte, sintetizó su misión: “El profundo espíritu misionero de santo Toribio se pone de manifiesto en algunos detalles significativos, como su esfuerzo por aprender diversas lenguas, con el fin de predicar personalmente a todos los que estaban encomendados a sus cuidados pastorales. Pero era también una muestra del respeto por la dignidad de toda persona humana, cualquiera que fuere su condición, en la que trataba de suscitar siempre la dicha de sentirse verdadero hijo de Dios” (27 de abril 2006).

2. La Ciudad de los Reyes en 1581
Al llegar a Chancay, salieron a recibirlo hasta el Tambillo o chacra de Montenegro, los sacerdotes delegados por el Cabildo Catedralicio, Pedro de Escobar -mayordomo de la Catedral y cura de Santa Ana- y Pedro de Oropesa. El 11 de mayo hizo su entrada pública y solemne en esta capital, viniendo a pie a su iglesia, donde fue recibido conforme al ceremonial. A pesar de ser nueve los miembros, quizás por alguna enfermedad, .sólo pudieron concurrir el arcediano Bartolomé Martínez y los cuatro canónigos: Lozano, Leones, Medel y León. La comitiva iba formada por cuatro caballos con enjalmas y tomillos y sogas había llegado al barrio de pescadores, en la margen del río Rímac, hasta la iglesia del hospital de san Lázaro. Allí se revistió de pontifical y, tras cruzar el puente, bajo palio, ingresó en la indigente catedral limeña de muros de adobe y techo de paja.
Antonio León Pinelo, primer biógrafo de nuestro protagonista, describe ingenua y pintoresca, pero con la fuerza de haber consultado a testigos presentes, su entrada:
"fue recibido con la solemnidad, grandeza y aparato, que a tan ilustre y venerable Prelado se debía. Colgáronse rica y curiosamente las calles, hubo ostentosos altares, acompañáronle en larga y bien ordenada procesión los colegios, las religiones, la clerecía y el grave y noble Ayuntamiento, con gran concurso de caballeros y gente del pueblo. Empezó la entrada desde San Lázaro, y pasando por el puente, vino a la plaza mayor y por las ventanas del Palacio de los Virreyes, llegó a la santa iglesia. Entró a pie, debajo de palio, echando a todos mil bendiciones, y recibiéndolas de todos, por la fama, que ya tenía, de varón santo. Fue recibido por su Iglesia Metropolitana, en la forma que dispone el Pontifical, por los Prebendados, que entonces había, que sólo eran don Bartolomé Martínez, Arcediano, que de allí a tres años vino por Obispo de Panamá y después fue promovido al Arzobispado del Nuevo Reino: el Licenciado Juan Lozano, el Licenciado Cristóbal Medel y el Licenciado Bartolomé Leones, el Licenciado Cristóbal de León, canónigos. Porque como todavía las rentas eran cortas y así no estaba lleno el número de la erección y de las que había estaban vacas algunas, no se hallaron entonces más capitulares. Pocos días antes había entrado por virrey don Martín Enríquez, que pasó de serlo de la Nueva España. De que se arguye ese mes, en que ponemos este día; porque el virrey es cierto, que entró a cuatro de mayo; y, siendo a 24, como se dice, la entrada del Arzobispo, y que estaba ya el Virrey en Lima, sería de mayo y no de abril. Y así empezaron casi a un tiempo los dos mayores gobiernos; el Eclesiástico, en un Arzobispo de suma virtud, y el secular, en un Virrey de mucha prudencia".

            Conforme a la Real Cédula de 1579 en la que el Rey ordenaba al Virrey se desocupasen las casas arzobispales, alquiladas a particulares tras la muerte del primer arzobispo Loaysa y el tiempo de sede vacante, se preparó todo a conciencia. Desde el martes 21 de febrero de 1581 comienza la completa refacción de las Casas Arzobispales, lo que hoy es el Palacio[6]. El Cabildo eclesiástico le tributó un recibimiento triunfal. Junto a las casas arzobispales, además del arco triunfal con el escudo de armas del prelado, se montaron otros tres arcos por donde iba a pasar la comitiva, se costeó una danza de niños con trajes vistosos y no faltaron los cohetes, los fuegos artificiales y las chirimías costumbre en aquella ciudad en la entrada de los Arzobispos”. Era un viernes 12 de mayo de 1581, contaba el prelado tan sólo 42 años, nunca más volvería a España. Diego Morales, secretario del cabildo, lo recuerda vívidamente al tener que declarar en el proceso de 1631: siendo este testigo muchacho y se acuerda muy bien que entró por la puerta a pie y estuvieron colgadas las calles y hechos los altares y hubo gran concurso de gentes y gran repique de campanas y música, echando bendiciones debajo de un palio.

El propio Cabildo de Lima escribirá rápidamente al rey Felipe II: "El gran favor que nos hizo Vuestra Majestad, al dárnoslo como pastor y prelado, fue obra de una inspiración divina". Tres años más tarde, el religioso Fr. Jerónimo Águila Carrillo, se expresará en términos parecidos al propio Felipe II:”Me ha parecido escribir al presente una breve relación del estado de este reino tocante a lo espiritual en la parte que asiste por prelado don Toribio Mogrovejo, el cual está tan bien regido y gobernado por el dicho que no podía venir cosa más a propósito en estos tiempos y nuevas tierras que tenerle a él por arzobispo y pastor”[7].

Alcanzar Lima a pie desde Paita por la ruta de la costa le permitiría, por un lado, evitar los embates de la corriente contraria que recorre el litoral de sur a norte, y, sobre todo, entrar en contacto desde ya con el territorio de su inmensa arquidiócesis y sus pobladores. Una semana antes, el día 4, había entrado en la capital, desembarcando en el Callao, el nuevo virrey don Martín de Almansa. Tal era el campo de operaciones del nuevo Arzobispo. Contaba éste 42 años y comenzaba la decisiva etapa del primer período del virreinato peruano. Para R. Vargas Ugarte se estructuraría con una primera de “pacificación”, la de Pedro Lagasca (1551-65), a la que seguiría la organizativa, consumada en lo civil con el virrey Toledo e iniciada en lo eclesiástico con el arzobispo Loaysa (1561-80). La tercera, de consolidación (1580-90), tras la Junta Magna, comenzaría con los virreyes Martín Enríquez y Conde del Villar en lo civil y con santo Toribio en lo eclesiástico.

3. La forja de la identidad del Perú
Justo dos años antes de finalizar el siglo XVI, en 1598, a los 18 años de hacerse cargo de la iglesia de Lima, Mogrovejo envía una “relación y memorial” al Papa en el que da cumplida información de su labor, así como un retrato fidedigno de su dilatada arquidiócesis con cinco “villas” (Ica, Cañete, Chancay, Santa y Saña) y cuatro “ciudades” (Trujillo, Huánuco, Chachapoyas y Moyobamba). De los 30 densos apartados, seleccionamos el primero: “Después que vine a este Arzobispado de los Reyes de España, por el año de ochenta y uno, he visitado por mi propia persona [...],muchas y diversas veces, el distrito, conociendo y apacentando mis ovejas, corrigiendo y remediando, lo que ha parecido convenir, y predicando los domingos y fiestas a los indios y españoles, a cada uno en su lengua, y confirmando mucho número de gente, que han sido más de seiscientas mil ánimas [...]y andado y caminando más de cinco mil doscientas leguas, muchas veces a pie, por caminos muy fragosos y ríos, rompiendo por todas las dificultades y careciendo algunas veces yo y la familia, de cama y comida, entrando a partes remotas [...]adonde ningún Prelado ni visitador había entrado[8].
            P. Cieza, recogiendo estas realidades contrapuestas, concluye su Crónica del Perú en los siguientes términos: "Y los indios se convierten y van poco a poco olvidando sus ritos y malas costumbres, y si se han tardado, ha sido por nuestro descuido más que por la malicia de ellos; porque el verdadero convertir los indios ha de ser amonestando y obrando bien, para que los nuevamente convertidos tomen ejemplo". El mismo sentir nos ofrece Juan de Santa Cruz Pachacuti en su relación: "Y yo, como nieto y descendiente legítimo de los susodichos, siempre, desde que soy hombre he procurado ser firme y estable en el misterio de nuestra santa fe católica, exhortándoles a los próximos que fueran a más adelante en ser buenos cristianos".
            A pesar de la perturbación sufrida por las guerras civiles y la tempestuosa aplicación de las Leyes Nuevas de 1544, se puede concluir que "la cristianización del Perú fue rápida -70 años- y fulminante (por el establecimiento de parroquias, conventos, doctrinas, cofradías)... El Perú se cristianizó además externamente con la erección de cruces en cerros y encrucijadas, con capillas y templos que muy pronto llenaron el paisaje. Pero no menos ideológicamente por la predicación apostólica y la catequesis incesante a todos los niveles"(P. Enrique Fernández). Tras una primera etapa en la que predominó la violencia y la imposición (1532-1544), sucede una segunda (1544-1568) con método y orden protagonizada por el arzobispo J. de Loaysa, y la tercera de plenitud (1568-1606) con la llegada de los Jesuitas, santo Toribio Mogrovejo y el Tercer Concilio Limense, con la aplicación del concilio de Trento en Perú a través de una catequesis integral, seguida de la administración pastoral de los sacramentos por parte de un clero selecto.
            En la construcción de la identidad del Perú, será decisivo el Tercer Concilio Limense         El 19 de abril de 1583 santo Toribio, a costa de su propia humillación, reabría el concilio venciendo la animadversión reinante y haciendo caso omiso de la intemperancia del prelado de Cuzco, Lartaún, el cual se permitió afirmar ante el legado real que "el arzobispo no era cabeza ni presidente del concilio, sino el Espíritu Santo". Con motivo de tales incidentes exclamará: "No temo ni tiemblo a cosa alguna. Lo que más me ase vivir con inquietud no es lo que padezco, sino el temor de que mis ovejas, escandalizadas de estas varias revoluciones, caigan en culpas y ofensas de Dios...La consideración de que los trabajos que he padecido vienen derechamente de mano de Dios, jamás me ha puesto triste; antes, con ese convencimiento, he vivido alegre, en medio de ellos, las busco con contento". Y así, pese a las tensiones, logró convencer a los padres conciliares para que se prescindiese de la causa judicial del de Cuzco y en cambio se ofreciese al pueblo cristiano los anhelados decretos de reforma.
            Gracias a su tesón y ecuanimidad, su celo y santidad, salió adelante el Concilio, instrumento privilegiado de la reforma tridentina en América en un ambiente de absoluta concordia y unanimidad entre los asistentes. Sus normas regirán la "nueva cristiandad de las Indias" -como gustaba repetir- hasta el Concilio Latinoamericano de 1899. Será el estatuto de la Iglesia americana (cuatro arzobispados y 17 obispados) para tres siglos.        Como atinadamente escribe el P. Enrique Fernández el concilio "contribuyó fuertemente a la configuración de un solo Perú, pues en sus ordenaciones desaparece la dicotomía de temas y constituciones entre indios y españoles...Ahora (la Iglesia) mira a un solo Perú en el que hay sí, españoles y criollos, una presencia creciente de mestizos y una permanencia del mundo indígena que es el sustrato fundamental de la nueva Patria". Frutos suyos serán la fundación de Seminarios (calcados del Colegio Mayor de Oviedo de Salamanca, la organización de las visitas canónicas para comprobar que todo se aplicaba, la publicación de un "Catecismo" en los tres idiomas (castellano, quechua y aymará), el "Sermonario" (guía de párrocos y predicadores), "Confesonario" (manual de instrucciones para los penitentes).
            En la Primera Acción: inauguración, intermedio borrascoso, oposición cerrada, receso y apertura; Segunda Acción: concilios pasados, catequesis, sacramentos (matrimonio, confesión, eucaristía, varia del culto, extremaunción, orden sagrado, matrimonio de nuevo, gratuidad, doctrinas); Tercera Acción: obispos. selección, clérigos. Reforma, pueblo fiel; Cuarta Acción: visitas y visitadores, trato con los indios, culto y liturgia, doctrinas, régimen diocesano; Quinta Acción: miscelánea, un solo Perú. En tercer lugar se centra en los "complementos pastorales", impresos en 1584 y 1585 por Antonio Ricardo, quien inaugura la imprenta en Perú con los tres catecismos trilingües -castellano, quechua y aimara- (Doctrina cristiana, Catecismo breve, Catecismo Mayor para los que son más capaces), el Confesonario para los curas de indios y el Sermonario -Tercer Catecismo- "para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los Indios y demás personas". Como complemento de tan largo trabajo, deben  citarse las apelaciones y aprobación de los decretos.
Conviene subrayar como mérito excepcional de estos catecismos la traducción al quechua y aymará de conceptos sutiles y difíciles, gran parte de los cuales se tradujeron también a otras lenguas vernáculas de dentro de Perú, como la collana, cañeri, purgay, quillasinga y puquina, y fuera: en la lengua general del Reino de Chile, la araucana, en el guaraní, la mosca de Bogotá.
            Luciano Pereña destaca cinco claves para interpretar su trascendencia:
1. Fueron el medio para educar y afianzar en la fe al pueblo.
2. A través de una síntesis y purificación, el Concilio asumió la misión de los primeros evangelizadores, llevando hasta lo último su compromiso evangélico con el indio.
3. Sus textos son auténticas fuentes y raíces del mestizaje étnico cultural, propio de la fisonomía continental iberoamericana.
4. Facilita datos etnográficos (creencias religiosas, ritos y ceremonias en sus relaciones con las costumbres civiles y sistemas de gobierno inca) registrados por los misioneros con el fin de transformar su identidad originaria.
5. Diferenció claramente la parte dogmática y esencial en la formación y maduración de la fe, de la parte disciplinar y circunstancial en la implantación progresiva de la Iglesia en evolución.
           
4. Edificó y reparó iglesias
Tal es el sentir y el testimonio de varios de los declarantes en el proceso de beatificación. Así el P.  Juan de Figueroa, OP, Natural de Arequipa, hijo de García de Figueroa y de Isabel Martín, 81 años, provincial de Guamanga y de Arequipa, visitador general de las provincias de Parinacocha y Condesuyos del Cuzco, también de los conventos y doctrinas de la ciudad de Arequipa, declara el 5 de mayo de 1659: "Y que procuró que la iglesia nueva de los indios se fundase con toda firmeza conforme a la verdadera y [17v] santa iglesia romana y asimismo que recibía con notable agrado a los hijuelos  pequeños de los indios y les enseñaba la doctrina cristiana y a muchos infieles que estaban en las tinieblas de sus errores les descubrió l luz del Evangelio y a los adultos rudos se le enseñó y a los inclinados a vicios los apartó de ellos con su ejemplo y predicación aumentando siempre a los pecadores a que se arrepintiesen, que dio consejo a los ignorantes, que visitó de día y de no he sin hacer excepción algún de personas, aunque fuesen viles y a los enfermos y les hizo socorros espirituales y temporales, que edificó y reparó iglesias ...”
Por su parte el Capitán Basilio de Vargas, de Sevilla, 77 años, 14 de mayo de 1659, quien “Le conoce y le habla una vez en el convento de monjas de Santa Clara antes de entrar las religiosas en él con ocasión de ir con la mercader mujer de Luis de Pernia. Iban a ver el edificio del dicho convento que se estaba acabando "y hallaron en el claustro más principal al dicho siervo de Dios Don Toribio que les dio licencia para que entrasen a ver la obra del dicho convento y que esto sería por el año de 1604 'poco más o menos y que el dicho siervo de Dios estaba solo con los obreros y oficiales que hacían la dicha obra. y que valdrá hoy su caudal efectivamente poco más de 2000 pesos en dos negras y dos negritos pequeños y otras alhajas, y que demás de esto le deberán en dietas poco ciertas hasta cantidad de 17.000 p poco más o menos"
Un singular testimonio nos lo ofrece el más que centenario labrador Gaspar Lorenzo de Rojas, natural de La Paz, 115 años, casado, quien le conoció en la visita a Yauyos, Jauja, Tarma, Chincacocha, Ica, Nasca. En Lunaguaná, asiento de Cataquasi, "donde el dicho siervo de Dios halló muchos indios desparramados y en sus rancherías, sin población ni iglesia y considerando que la parroquia donde estaban asignados distaba de aquel paraje cinco leguas de asperísima sierra, por lo cual mandó reducir los indios y fabricó con toda presteza un iglesia parroquial a su propia costa y este declarante vio abrir los cimientos y en una procesión llevar al dicho siervo de Dios en sus propias manos consagrada la piedra que se había de asentar primero, la cual vio poner en el cimiento al dicho siervo de Dios, a un lado del altar mayor, echándole su bendición arzobispal y poniendo debajo de ella alguna moneda como fue un patacón diciendo que había de ser una barra ".
El Padre. Diego de Trevejo, OFM, de Lima, hace un recuento de sus obras al atestiguar que “junto al dicho monasterio fundó también el recogimiento de las mujeres mal casadas y últimamente sabe que edificó a su costa la capilla de Nuestra Señora de Copacabana donde le veía hacer órdenes y confirmaciones muchas veces y que a este testigo confirmó en la dicha capilla"[9]
Como compendio de su obra constructora es elocuente el artículo 34 del Sumario y memorial ordenado por D. Pedro e Villagómez, arzobispo de los Reyes  y en la Causa de la Beatificación y Canonización del Siervo de Dios el IS Don Toribio Alfonso Mogrovejo, arzobispo que fue de esta ciudad. en1662. 135  Art.34 Que emprendió muchísimas y verdaderamente difíciles cosas por Dios y por la esperanza de la bienaventuranza eterna, pues con manifiestos peligros de la vida hizo largas peregrinaciones en las muchas visitas de su diócesis, entrando a naciones bárbaras de indios, hasta entonces casi no conocidas, solamente con el deseo y cuidado que tenía de extender la gloria de Dios, en tanto grado, que muchas veces quedó solo entre aquellos desiertos, selvas y bosques, y entre las tinieblas oscurísimas de la noche, y algunas veces en los más altos despeñaderos de los montes estuvo cerca de despeñarse, pero más veces fue arrebatado de la velocidad de las aguas pasando [44] los ríos, pero salió salvo no sin auxilio de Dios, que había mandado a sus ángeles, que guardasen a su siervo en todos los caminos y un tal vez fue hallado helado de frío y casi sin aliento entre las lluvias y nieve y puso en perfección otras muchas cosas dificultosas pues edificó de nuevo desde sus fundamentos y reedificó y reparó y enriqueció muchas iglesias y lugares píos, en los cuales puso mucho trabajo y gastó y le costó muchas adversidades y halló contradicciones y contiendas.

Un detalle de la delicada conciencia de su respeto por las “huellas” del pasado como la tradición de la predicación del apóstol Santo Tomás y las huellas veneradas en una roca para lo que ordenó hacer una capilla: Antonio de la Calancha OSA, definidor dos veces, y rector del colegio de san Ildefonso de Lima, prior del convento, de Trujillo, y de esta dicha ciudad, "El Santo Arzobispo de los Reyes DTAM, en cuya diócesis caía entonces la provincia de Chachapoyas hizo cuando fue a visitar con gran acuerdo [12] y prudente cuidado averiguación de la verdad, ocasionado de la voz común y de la gran devoción que con la peña y huellas tenía toda la comarca"[10]: Lo confirma uno de los declarantes: "Averiguado por el santo Arzobispo aprobó la devoción de los fieles porque también averiguó mercedes que Dios hace por las huellas y autorizó el respecto yendo él y besando las pisadas y cóncavos de el bordón y rodillas y tras él todos sus clérigos y demás gentío hizo hacer una capilla donde quedase la losa".[11]

5. Constructor de La Catedral
La primitiva catedral de adobe sucedió al templo edificado por Pizarro y la comenzó el arzobispo Loaysa hacia 1550. Se terminó en 1551, medía 260 pies, era toda ella de adobe, excepto la capilla mayor que era de piedra abovedada y fue costeada por doña Francisca Pizarro, hija del conquistador. El citado Arzobispo emprendió la obra de la segunda catedral, dándole mayor extensión y orientándola de este a occidente y no de norte a sur como la anterior. En 1589 Mogrovejo escribía al Rey diciéndole que "no se ha puesto piedra en ella y los cimientos de media iglesia...están a medio estado de mucho tiempo a esta parte". En 1593 -tal como señala el Prelado en otra carta- Cañete mandó suspender la obra alegando que la Real Cédula en que se ordenaba la repartición prevista para su construcción estaba desfasada. En 1597 el Cabildo -en carta al Rey- informa que las obras se habían detenido, reclamando ayuda para su término.
En 1602, el Rey envió a Real Audiencia de Lima una cédula reclamando información acerca de la suma gastada y lo que se precisaba. Los oidores, de acuerdo con el repartimiento practicado, aplicaron 16.000 pesos anuales a la fábrica catedralicia, de los cuales 6.000 corresponderían al Rey. Por esas fechas Santo Toribio manifiesta su sorpresa al Monarca de que le hubiesen dicho que la obra se había detenido cuando ya se habían cubierto las bóvedas laterales. Sin embargo, sólo en 1625 se pudo inaugurar el nuevo templo.
No puede achacarse desidia ni mucho menos al Arzobispo. Pues aunque parase en la visita, fuera de Lima, la mayor parte del tiempo, lo que se necesitaba era plata y ésta correspondía gestionarla a los virreyes. Éstos -salvo D. Luis de Velasco- la dejaron a un lado. En su honor hay que ponderar que el 2 de febrero de 1601 pudo celebrarse su dedicación, aunque faltase la mitad (portadas y torres), la primera parte de la tercera catedral.Fue Mogrovejo muy celoso del decoro de la Catedral como lo demuestran sus desvelos por mejorar su fábrica y las visitas de inventario realizadas. Nos lo demuestra un documento forrado en pergamino, mandado comprar por el santo, y que se titula "Inventarios de esta Santa Iglesia de 1604 hasta 1852". La razón es patente: "habiendo su señoría visto el inventario de ellos y la poca claridad con que se habían puesto, mandó se comprase este libro donde de nuevo se asentasen y pongan con más distinción, y así resumidos los dichos bienes de los demás inventarios de ellos, su señoría mandó hacer el inventario siguiente, por el cual de aquí en adelante, se haya de tomar y tome cuenta, y se visiten los dichos bienes y ornamentos".

6. Templos y parroquias
El arzobispado de Lima abarcaba todo el virreinato excepto Cuzco y Arequipa. Estaba dividido en partidos, corregimientos en lo político y éstos en curatos. En el Corregimiento de Lima estaban las parroquias de san Sebastián, santa Ana, san Marcelo, san Lázaro y el pueblo de Santiago del Cercado. Alrededor de Lima estaban los curatos de Late, Surco, Lurín y Pachacámac, Lurigancho, Magdalena, Carabayllo. La excelente obra del Dr. J.A. del Busto San Martín de Porras (Lima 1992) recuenta las iglesias y templos de Lima: Sagrario (1535), junto a la Catedral; San Sebastián (1554), Santa Ana (1570), Santiago del Cercado (1571), San Marcelo (1573, parroquia en 1584) Nuestra Señora de Atocha (1614), San Lázaro (1626). Templos de las órdenes: Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de las Mercedes, Santísimo Nombre de Jesús y san Agustín. Todos, a extramuros, tenían sus recolecciones: Santa María Magdalena, Nuestra Señora de Belén, Nuestra Señora de los ángeles y Nuestra Señora de Guía. Monasterios de monjas: Encarnación, en 1561, de agustinas; Concepción, 1573 de Clarisas; la Trinidad, 1584 (Bernardas), Descalzas de San José, 1602, Santa Clara, 1604, de franciscanas; santa Catalina, 1622, de dominicas. Ermitas marianas: Nuestra Señora de Montserrat, Guadalupe, del Prado (1600), del Socorro (1615). Copacabana (1617), de la Cabeza (1617)

            En tiempos del Prelado, se erigieron dos parroquias. La primera, San Lázaro, en el barrio del Rímac, habitado fundamentalmente por indios. Allá existía desde 1563 un hospital o Ladrería de San Lázaro, fundado por el espadero Antón Sánchez salas para cuidar, alimentar y proteger a los leprosos. Junto al hospital se levantó una capilla que sirvió a los fieles del barrio. En 1601 se erige como viceparroquia de la Catedral y se nombra como vicepárroco a uno de los sacerdotes que atendía la Catedral, poniéndole como condición que residiese en el barrio. En 1739 fue elevada al rango de parroquia. La otra parroquia fue la de San Marcelo que, aunque existía como capilla desde el obispado de Loayza, fue erigida como parroquia en 1584, siendo su primer párroco el P. Juan Lázaro Najarro. El pobre templo de los primeros años fue enriquecido al ser habitado el barrio por gente pudiente, de tal modo que en 1599 era ya una de las mejores parroquias. Constaba de tres naves, presidiéndolas un excelente retablo dedicado a la Virgen de los Remedios. En tiempos de la República, debido a la regulación del tráfico del centro de la ciudad, se tuvo que seccionar el templo en una de sus naves.

7. Hospital de San Pedro
El siempre bien informado Bernabé de Cobo, S.I. en su Historia de la fundación de Lima titula su Capítulo Primero: "De la mucha piedad y religión de esta república", y parece encontrarla fundamentalmente en la beneficencia:
"No resplandece ni campea menos la piedad y misericordia con los prójimos, como lo testifican los muchos hospitales que hay fundados, donde con singular amor y regalo son curados los enfermos; las gruesas limosnas que se recogen para sustento de los necesitados; las memorias pías dotadas de buenas rentas, que se expenden en dar estado a doncellas pobres y en remediar necesidades de gente desamparada; y lo que no es de menor estimación, el buen acogimiento, agasajo y comodidad que en esta república (digna por ella del honroso título de madre común) hallan todos los forasteros de cualquier nación que a ella vienen, que es tan notable, que los más ponen en olvido a sus propias patrias y se avecindan en ésta y la tienen pro propia, atraídos y pagados del amor y cortesía con que son recibidos y tratados y la igualdad con que ella reparte entre sus habitadores, sin aceptación alguna de personas naturales o extranjeras, los bienes, comodidades y honras que otras repúblicas sólo distribuyen y comunican a sus propios hijos y naturales, excluyendo de ellos a los advenedizos y forasteros".
Miguel Rabí Chara en  El hospital refugio de incurables "Santo Toribio de Mogrovejo" de Lima. Evolución histórica. 1669 a 1997 (Lima 1997) hace un sucinto recuento de los hospitales del tiempo que estudiamos:
1. 1538. Casa enfermería promovida por gente caritativa en la calle de la Rinconada de Santo Domingo (a espaldas del convento de santo Domingo, sobre dos solares)
2. 1548. Hospital y templo de Santa Ana, sobre terrenos del Arzobispo Loaysa comprados al Veedor García de Salcedo
3. 1556. Real Hospital de San Andrés por iniciativa del Arzobispado de Lima y el Cabildo de la Ciudad. Se refunde en él las rentas y organización de la enfermería primitiva y contó con el apoyo del P. Francisco de Molina.
4. 1559. Hospital de Santa María de la Caridad o de los Santos Cosme y Damián, 1559, por la Hermandad de Nuestra Señora de la Caridad y de la Misericordia, con el apoyo de Loaysa y el Virrey Hurtado de Mendoza. Dedicado sobre todo a las mujeres con internado casi conventual; introduce como novedad la atención domiciliaria con médico y boticario al efecto; además, hay escuela de enfermeras o asistentes entre las doncellas recogidas en el hospital.
5. 1563. Hospital o Ladrería de San Lázaro, por el espadero Antón Sánchez. Instala capilla y salas para cuidar, alimentar y proteger a los leprosos.
6. 1575. Miguel de Acosta, comerciante de origen griego, y un grupo de navieros, funda el Hospital del Espíritu Santo para atender a la gente de mar.
7. 1593. Casa de Convalecencia de San Diego  para mejorar y robustecer la salud de los pacientes que egresaban del Hospital de San Andrés. Se le conoce también como Hospital de San Juan de Dios de Lima.
Aunque Lima disponía de hospitales para todos los grupos sociales, faltaban los sacerdotes. Al efecto, en 1594 se reúnen varios sacerdotes en la sacristía de la Catedral de Lima con el ánimo de fundar una cofradía, que bajo la advocación de San Pedro, para ayudar a los sacerdotes necesitados. Se redactaron las constituciones y el 29 de julio de 1595 les fue concedida la licencia de mano del Sr. Deán, Pedro Muñiz. Como Hermano Mayor resultó elegido el P. Pedro de Escobar, el bachiller Miguel Bobadilla mayordomo, Luis López de Alarcón diputado y el P. Gaspar de Montalvo, vicario de Coro. Los Hermanos serían 24, aportando 25 pesos de limosna y un cirio de 5 libras al inscribirse; anualmente, dos pesos. El resto de los sacerdotes miembros deben abonar 12 pesos y un cirio de a libra al ingresar y dos pesos al año. La fiesta principal sería el 18 de enero, cátedra de San Pedro en Roma. En un primer momento se reúnen en la misma Catedral, pero más adelante contarán con un local propio con iglesia - desde 1607- llamada San Pedro u Hospital de San Pedro.
Debido a la generosidad de los sacerdotes Gabriel Solano y el canónigo León, pudieron adquirir una casa donde se atendía a los sacerdotes enfermos desde 1598. El edificio constaba de dos patios, uno para los enfermos y el otro para los convalecientes y forasteros. El centro, que contó con el apoyo decidido del Santo, se convirtió en institución floreciente. Sin embargo, en 1671 se concedió su dirección a los Padres del Oratorio de San Felipe Neri. Con la expulsión de los Jesuitas, los Oratorianos se responsabilizaron de la iglesia y colegio de San Pablo (la actual San Pedro), trasladando a uno de sus patios el Hospital. El antiguo edificio fue traspasado a las Amparadas de la Purísima, convirtiéndose posteriormente en Escuela de Bellas Artes.
Cabe citar también el de 1598, por iniciativa de Luis de Ojeda (Luis Pecador) quien establece la Casa de Huérfanos y Expósitos, que contó con el apoyo del Virrey Conde de Monterrey y la Hermandad de Escribanos de la Ciudad, y que subsistió hasta que en 1919 se refundió en el Puericultorio Pérez Araníbar.
De igual modo, quiero citar el Hospital Santo Refugio de los Incurables, creado en 1669 bajo el patrocinio del prelado Toribio de Mogrovejo y con el auspicio de Fray José de Figueroa, OSA, don Antonio Dávila, sacerdote, donante inicial de la casa y huerta donde se produjo uno de los milagros que decidieron la canonización del Santo; además, Don Domingo de Cueto, comerciante y hombre de negocios, quien dio su fortuna; en 1698 lo regentan los Betlemitas. En la actualidad es el Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas. Juan Delgado de León, comerciante limeño de 73 años, declaró que "el dicho Siervo de Dios Don Toribio se ejercitó también en las obras de caridad corporales, (...)  principalmente desde que fue Arzobispo de esta ciudad (de Lima), dando copiosas limosnas a los pobres, y (aqu)esto de tal manera que de la renta arzobispal apenas le sobraba para el sustento y gasto decente de su dignidad; y llegó a tanto el cuidado que tuvo de socorrer las necesidades de los pobres que solía darles de sus propias vestiduras, lienzos y colgaduras de su casa, vasos de plata, y otras alhajas de valor, y algunas veces la comida que estaba dispuesta para su mesa, y la propia cama. Y esto principalmente lo hacía con los indios, a quienes dio muchas veces de comer muy cumplidamente. Y para poder socorrer a algunos pobres sin que les costase el trabajo de pedir, nombró un ministro de confianza para las limosnas secretas, y (...) de tal manera llegó a socorrer las necesidades de los menesterosos que fue comúnmente llamado el Padre de los pobres" (Actas/Procesos, 1660, f.237r). Y continuó declarando que en especial sabía, "por haberlo oído decir en el mismo tiempo que vivía el dicho Siervo de Dios, que, llegando en cierta ocasión un mayordomo del Hospital de San Andrés a pedir limosna" al santo arzobispo, éste ordenó que le dieran 200 pesos. Y poco después, cuando, desde una ventana del palacio, lo vio bajar por las escaleras, quizás cabizbajo, de regreso al hospital, y le preguntó si le habían atendido, tuvo cómo respuesta que no, pues el encargado de la limosna le había dicho que regresara más tarde. Entonces "hizo llamar a un negro esclavo suyo que actualmente le servía, que valdría de 500 pesos para arriba, y le dijo al dicho mayordomo que se lo llevase de limosna, como de hecho se lo llevó, amonestando al dicho esclavo, cuando lo llevaban, a que sirviese con todo cuidado a los pobres" (Allí mismo, f. 237r). 
Tenemos al respecto los testimonios de otros testigos, como el Padre Maestro Domingo de Almeida, Deán de la Iglesia Catedral  de Lima (cfr. Actas/Procesos, 1631, f. 6v-7v; y  el Lic. Mauricio Rodríguez, quien anota cómo don Francisco Quiñones, cuñado del Santo, cuando vio que el arzobispo había regalado al hospital el esclavo recién adquirido  y una mula de su caballería "que valía mucho", "buscó 600 pesos" y se los dio al Padre Molina, administrador del hospital, y así éste le envió de vuelta al esclavo y la mula, muy necesarios en aquel momento porque Santo Toribio estaba por salir a una visita de su arzobispado (cfr. Actas/Procesos, 1631, f.565v - 566r). Completando su magistral pincelada de la figura del santo arzobispo, el testigo Juan Delgado de León, citado líneas m s arriba, afirma que "el dicho Siervo de Dios daba muy fácil entrada a todos los que querían negociar (= tratar algún asunto) con él no poniendo dificultad alguna en oírlos, ni tardanza en responderlos, estando siempre muy atento a las quejas y necesidades de todos los pobres. Lo cual no solamente hacía en su tribunal, y en su casa por su persona, pero tenía mandado a los criados de ella que a ninguno que viniese a negociar con él se lo prohibiesen, aunque fuese pobre y de baja calidad, y que, recibiendo con agrado a todos, a ninguno dejaba ir sin el despacho conveniente" (Actas/Procesos, 1660, f. 237v).

8. Fundador de Santa Clara
Las estrechas relaciones entre santo Toribio y el Monasterio de Santa Clara se debieron entre otras razones a ser el prelado el más decidido valedor de la fundación, que se concretó en 1605. Fue decisivo el apoyo del portugués Francisco Saldaña quien donó 14.000 pesos para la obra. El 11 de agosto -fiesta de Santa Clara- de 1605 entraban las fundadoras, religiosas de la Encarnación (Justina de Guevara, abadesa, Ana de Illescas, Bárbola de la Vega e Isabel de la Fuente) a quienes se unieron doce jóvenes más. Bien pronto, le siguieron numerosas jóvenes, como una sobrina del arzobispo, Beatriz, hija de Luis de Quiñones y Grimanesa Mogrovejo, que ingresó a los pocos meses, en 1606. Tanto en Salamanca como en Valladolid (parroquia de san Martín) se encontró el Santo con la devoción a la Virgen de la Peña de Francia. Parece ser que santo Toribio llevó esta advocación a Lima y fomentó su culto entre el pueblo. Así lo manifiesta en la carta escrita al Papa Clemente VIII, con motivo de su visita ad Limina de 1598: "Está en este monasterio una imagen de la Virgen de la Peña de Francia, de mucha devoción para el pueblo, adonde acude mucho número de gente y clérigos a decir muchas misas".
Como testimonio de su cordial afecto donó su corazón que aun hoy guardan como preciada reliquia. Envuelto en un blanco lino y amorosamente guardado en una pequeña y sencilla custodia de bronce bañado en oro, desde cuando cesó de latir hace 400 años, el corazón de Santo Toribio de Mogrovejo sigue presente entre nosotros, en la iglesia del Convento limeño de Santa Clara, fundado por ‚l en Barrios Altos, a pocas cuadras de la Catedral que lo tuvo como segundo Arzobispo de Lima. Este corazón, que probó los esfuerzos del andar por los caminos de la Cordillera, subiendo hasta m s de 4500 metros sobre el nivel del mar y bajando luego al fondo de valles y quebradas sobrecogedoras, para volver inmediatamente a alcanzar grandes alturas, y así por leguas y leguas, año tras año, y que antes de la aventura andina acompañó ardoroso al incansable misionero por los arenales del desierto costero, ha dejado de latir. Pero ha sido escogido por Dios para que permaneciera aquí, a nuestro lado, como la m s preciosa reliquia de su gran apóstol, símbolo del indefectible amor con el que sigue a cada uno de nosotros desde la Casa del Padre.Así lo recuerdan en una canción original del propio monasterio, que con aire ingenuo y rima fácil revelan un particular afecto por el que consideran su padre protector:

Apóstol del Perú  padre Toribio de Mogrovejo
A ti gloria y honor por tu entrega al servicio de tu grey.
Del clero tú te preocupaste un seminario tú fundaste
Obispo tienes sacerdotes reconocemos tienes grandes dotes
A Dios con fe y gran esperanza serviste dentro de su pueblo
Después el mismo te escogió para servirle como arzobispo
Tus manos andan encallecidas un monasterio tú fundaste
para que recen por los pobres por los que sufren  y por los sacerdotes.
Tu corazón nos regalaste tu amor quedó en este suelo
que Dios por medio de tu mano bendiga al pueblo entero.

            El sucesor en la silla arzobispal, colegial también de San Salvador de Oviedo en Salamanca, natural de Castroverde de Campos (Zamora) y sobrino del santo, Pedro Villagómez, tuvo la suerte de tramitar la beatificación, para la que escribió una "Vida de Santo Toribio" en verso heroico. En el Convento de Santa Clara de Lima, donde se conserva su corazón, figuran estas sentidas palabras de su sobrino y sucesor en la silla arzobispal: Al Corazón del Ilustrísimo y Revdo. Sr. Toribio Alfonso Mogrovejo que debe ser adscrito por sus méritos entre los dioses, sepultado en Lima en convento de Santa Clara. Toribio mandó que su propio corazón fuese entregado a esta urna hasta que (como un espíritu) alcance los astros.
Al que la villa de Mayorga engendró
noble por su sangre
Valladolid crió y educó.
Desde aquí (fue) acogido por los salmantinos
que se llaman del Colegio de Oviedo,
fue digno del honor de la toga,
en Granada fue inquisidor de la fe;
por el prudente Felipe es elegido
para regir al pueblo de Lima.
Gobernó con suave gobierno
la sede que le había sido entregada,
agradable para sus súbditos y piadoso
con los pobres. En concilio enseñó
el dogma de salvación a los peruanos
transformado en un espejo y en norma
de los pontífices.
Y fundó para enseñar a los niños la escuela
que el Sagrado concilio de Trento
había mandado erigir.
Construyó este monasterio
y consagró a las monjas
para que se dedicaran a Dios
de noche y los días malos.
El Sumario formado por su sobrino y arzobispo de Lima, Pedro de Villagómez, dedica el número 74 a destacar que el Santo edificó “templos y lugares píos”:
[36]Del "Memorial del Convento de Santa Clara" n.42, f.1 "En este año de 1605, venimos a fundar este convento de Santa Clara por mandado del Il.Sr. Arzobispo de esta Ciudad de los Reyes y fundador de esta casa y coadjutor Francisco de Saldaña, siendo abades de nuestro Convento de Nuestra Señora de la Encarnación, la ilustre Señora doña Mencía de Sosa, fundadora de su mis casa y con su bendición y beneplácito y con licencia del Sr. Doctor Miguel de Salinas, Provisor y Vicario general de este arzobispado, por tener particular comisión para esto del Ilmo. Arzobispo Don Toribio Alfonso Mogrovejo, nuestro fundador y Su Señoría la tenía de la Sede Apostólica de la Santidad de Clemente Octavo, como se verá en sus propios originales.[12]

De su preocupación por este sector cualificado del mundo religioso nos habla la carta al Rey Felipe II en 1591, donde expone las necesidades de los monasterios:
"(Las monjas)que dejaron el mundo y a sus padre y deudos y están siempre encomendándonos a Dios en perpetua clausura y cerramiento, privadas de los contentos y regalos de fuera, ocupadas en oraciones y divinos oficios y no dándoseles lugar por orden y mandato mío a admitir visitas de nadie sino fuere de padres y hermanos con expresa licencia por escrito y a los padres y hermanos de mes a mes tan solamente; atendiendo en esta parte al sosiego y quietud de las monjas que yo tengo, he deseado y deseo ya que no sean molestadas ni fatigadas con visitas inoportunas de clérigos ni legos[13]

Francisco Echave y Assu nos revela íntimos y elocuentes datos: "El Monasterio de Santa Clara, esclarecido más por su fundador el Beato Toribio que amante de sus hijos los hizo herederos de su corazón, como de su espíritu, sustenta más de 220 monjas de velo negro y por todas las estrellas que brillan en este cielo de Clara, exceden el número de mil. Esmérase en observancia y penitencia alentado de las ejemplares señoras que han dejado en su muerte el buen olor de sus virtudes, como son Sorores Angela Delgado, Úrsula de Jesús, Juana de Christo, María de los Ángeles, Francisca de Alfaro, Mariana Machuca, Agustina de San Francisco, Ana de la Cruz, Luciana Centeno y Úrsula de Cristo, morena. Este Monasterio como los demás de esta ciudad están sujetos al Ordinario"[14]. El 4 de enero del 2006 las actuales Clarisas pudieron celebrar el 400 aniversario de su fundación, constatando cómo aún hoy se profesa un gran afecto al jardín de este claustro virreinal en el que la tradición popular ubica el encuentro de los jóvenes y santos, la criolla Rosa de Lima y el mulato Martín de Porres.

9. Casa de las "divorciadas"
Las clarisas tomaron como ofensa la vecindad de la Casa del Divorcio (para mujeres separadas) y presionaron al Arzobispo para trasladar la Casa. Al Prelado le pareció pertinente la petición y, a costa del monasterio, se habilitó otro edificio ocupándolo el 24 de diciembre de 1609, en la casa de la actual Casa de Beneficencia, y donde vivieron "con admirable ejemplo, debajo del gobierno de una mujer prudente y virtuosa y de un sacerdote que les dice Misa, las asiste y las consuela", hasta 1665 en que se clausuró. Tres años después, en 1668, por iniciativa del Venerable P. del Castillo, se fundaba una casa con el mismo fin y que se denominó "Casa Real de las Mujeres Amparadas de la Purísima".
Transcribo la carta que dirigió el Prelado al Rey Felipe III, el 29 de abril de 1602. En ella nos podemos percatar la fina sensibilidad social y espiritual del prelado:
"Señor:           
En el Monasterio de Santa Clara que ha hecho Francisco de Saldaña en esta ciudad, está una casa dentro de la cerca del mismo Monasterio, con pared en medio que lo divide, sin poder hacer la comunicación, para mujeres recogidas, con iglesia, patio, porterías, celdas, tornos, locutorios, y buena y mucha anchura para oficinas y lo demás necesario, donde entran y se admiten mujeres que piden divorcio y doncellas pobres e hijas de personas que van a esas partes y a otras que no tienen donde dejarlas; obra ésta de gran servicio de Dios y que ha dado mucho contentamiento en este reino. Será gran servicio de Nuestro Señor, que Vuestra Majestad le haga merced a esta casa de alguna renta, para poder sustentar las mujeres pobres, que allí entraren, donde estando recogidas, se excusarán de acompañamientos, vestidos y otros gastos, a lo cual estando fuera, no podrían acudir y por ventura no oír misa, en razón de no tener cómodo para ello y cesará, asimismo, la ocasión de estar vagando en ofensa de Dios, las mujeres de divorcio por no tener los maridos con qué sustentarlas. Y esta casa ha costado mucho el fabricarla, y se va continuando y prosiguiendo en ella. Ha mucho tiempo hay mujeres doncellas, hijas de gente pobre y de divorcio, con una mujer honrada y principal que puede gobernar cualquier monasterio, donde las tiene con mucho recogimiento y clausura, a la cual casa he ayudado con todas mis fuerzas, diligencia y cuidado, con deseo de proseguirla adelante, entendiendo ha de ser negocio para gran gloria y honra de Dios, el que guarde la católica persona de Vuestra Majestad".

10. Copacabana
En su defensa de las poblaciones nativas, Santo Toribio llamaba "sudor de los indios" las graves y constantes injusticias que se cometían contra ellas con motivo del tributo que debían pagar. Y esta imagen del sudor, que expresa el esfuerzo y el sufrimiento que agobiaba a estos pobladores inermes, se presenta con una fuerza extraordinaria en ocasión de un acontecimiento particularmente doloroso para muchos indios, que en 1590 habían sido obligados a viva fuerza  a trasladarse del barrio de San Lázaro al barrio del Cercado, en la Ciudad de los Reyes, tal como se conocía a Lima en aquel entonces. La mañana del 28 de diciembre de 1591, la ermita donde la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, esculpida en madera de cedro de Nicaragua por Diego Rodríguez,  había sido cobijada luego de su traslado al Cercado desde San Lázaro junto con los indios, amaneció destechada y demolida en parte por orden del virrey Don García Hurtado de Mendoza, furioso por haberse el arzobispo Santo Toribio puesto del lado de los indios. Mientras se celebraba la Santa Misa, antes de trasladar la imagen de Nuestra Señora a la Catedral, los rostros de la Virgen y del Niño Jesús que ella llevaba en sus brazos empezaron a destilar abundantes gotas de sudor.
Presenciaron el prodigio y lo testimoniaron luego en la información jurídica del caso que fue encargada a Don Antonio Valcázar, el sacerdote celebrante, Simón Váez, el clérigo Juan de Pineda, el pintor Melchor de Sanabria, el labrador Gaspar de Agüero, el seglar Alonso Gómez de Castro, el Padre Maestro Alonso Huerta, cura de la ermita, el Padre jesuita Juan de Aguilar, y muchos otros testigos más.
            Merece la pena conocer el auto expedido por el legalista Mogrovejo: "En la ciudad de los Reyes, a 26 días del mes de enero de 1592 años, D. TAM, Arzobispo de los Reyes, del Consejo de S.M., habiendo visto esta información y los pareceres de los teólogos y varones píos, atrás contenidos y, tomando consejo de ellos, en conformidad de lo proveído por el Santo Concilio de Trento y, habiéndolo encomendado a Dios Nuestro Señor y exhortando a las demás personas que se hallaron en la dicha Congregación y vista del proceso, hiciesen lo propio como negocio tan importante y grave lo requiere, invocando el nombre de Cristo, dijo que reconocía y reconoció, aprobaba y aprobó por milagro el sudor que la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, que está en la iglesia nueva y parroquial del Cercado y su precioso Hijo, tuvieron alteración y mudanza de color, el día de los inocentes, que se contaron 28 días del mes de diciembre del año próximo pasado de noventa y uno, y los demás que resultan de la dicha información y por tales los declaraba y declaró y mandaba y mandó se publique en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana y en los demás partes y lugares que convengan, con toda la brevedad y solemnidad posible, para honra y gloria de Nuestro Señor y Nuestra Señora la Virgen María".
            La imagen, obra de Diego de Rodríguez en madera de cedro de Nicaragua, fue trasladada a la catedral, colocándola en la capilla ubicada junto a la puerta del perdón. Se formó una cofradía para alentar su devoción y el propio Arzobispo costeó el retablo. Aquí estuvo hasta 1606 de donde, por las obras de la nueva catedral, pasó al altar mayor y de donde se llevó en 1633 al barrio de san Lázaro, donde sigue hasta la actualidad. Podría decirse que la Virgen y el Niño se habían solidarizado con el "sudor de los indios", a quienes el santo Arzobispo había tomado bajo su protección. Varios testigos como Alonso Niño de las Cuentas, nos declaran haber visto "al dicho siervo de Dios predicando de ordinario... en la capilla de Nuestra Señora de Copacabana".Podría decirse que la Virgen y el Niño se habían solidarizado con el "sudor de los indios", a quienes el santo Arzobispo había tomado bajo su protección

11. Asociaciones
Conviene insistir en la repercusión social de la fe en el ordinario ambiente laboral ya que es la fuente principal de la actividad del seglar. Como en octubre de 1998 señalaba el experto uruguayo G. Guzmán Carriquiry, subsecretario del Pontificio Consejo para los Laicos, en el Encuentro Mundial de Cofradías celebrado en Sevilla (España) las cofradías tienen cuatro características fundamentales:
- La liturgia y la vida de oración.
- la caridad atenta a los más pobres y necesitados.
- la "cultura de vivir juntos la fraternidad cristiana".
- el aporte de obras de valor artístico e histórico que mantienen viva la religiosidad popular.
 La Cofradía de San José, del gremio de carpinteros, fundada en Lima en 1560, contaba con capilla propia. Los gremios de carpinteros, albañiles y canteros indios y morenos se agrupaban en otras cofradías como la de San Juan Bautista de los Pardos en la iglesia de Santa Ana, la de Nuestra Señora de los Reyes en San Francisco o San Miguel en El Cercado. En 1630 había 57 cofradías en Lima. Proliferaron en tal cantidad que el C3L de 1583 declara que "en cuanto sea posible se reduzcan a menor número y no den licencia para ordenarse otras de nuevo sin causa de mucha importancia" (III, 44). Particular actividad desarrollan las de indígenas. Sus miembros daban de comer a los pobres, visitaban a los enfermos, celebran misa, tenían instrucción religiosa diaria y pláticas espirituales regularmente; los sábados se dedicaban a la Virgen y las comuniones eran en todas ellas frecuentes. Fueron impulsadas especialmente por los Jesuitas.
            Las órdenes terceras tenían relación directa con las órdenes mendicantes, estableciéndose en todos los lugares donde éstas fundaron. Contaban con edificios propios, iglesias y hasta verdaderos conventos. Baste recordar la Orden Tercera del Convento de San Francisco o de los Descalzos, así como la de la Merced de Lima. Estos últimos rezan diariamente por los pobres cautivos, visitan periódicamente a los presos en las cárceles y a los enfermos en los hospitales; rezan diariamente por la Iglesia, el Papa, las Misiones, los Reyes y "los jueces seculares sin murmurar jamás de sus acciones sino pidiendo a Dios les dé su divina luz para el acierto de sus gobiernos". Un domingo al mes asisten a una misa cantada con ritos especiales y se comprometen a atender a los hermanos enfermos y practicar con ellos las obras de misericordia.
            A santo Toribio le tocó confirmar la cofradía del Santísimo Sacramento en 1589. Fue gran impulsor de la Cofradía de las Ánimas; en los pueblos que visitaba fundó siempre cofradías en sufragio de ellas, alentándoles a que las sustentasen con limosnas. Era muy severo en exigir que se aplicaran debidamente las limosnas que se recaudaban para las ánimas y que se cumpliesen las fundaciones y obras pías. En llegando a un pueblo, al punto tomaba cuenta al Cura párroco. Así, en la visita de 1593 lo hizo acompañado de Marcos Cano, mayordomo, acompañado del Contador nombrado al efecto Juan de Lumbreras. La de san José parece que fue fundada por el Santo, a ruego de don Hernando Moreno. La cofradía de san Crispín y Crispiano cuenta con constituciones  redactadas por Francisco Cabello de Vargas, Mayordomo y Alcalde del oficio de los zapateros y Blas de Morales, su compañero, veedor del dicho oficio en 1599.
            Otras: Cofradía de Copacabana., Cofradía de la Purísima; la segunda fundada tras la del Santísimo Sacramento, Cofradía de la Veracruz, Visitación de Nuestra Señora, Nuestra Señora del Rosario: para españoles, indios, negros y mulatos. Según B. Cobo, en 1639, existen 25 cofradías para españoles y 13 de indios. En la catedral: Santísimo Sacramento, Nuestra Señora de la Concepción, San José, san Crispín. En Santo Domingo: N.S. del Rosario, Santa Catalina de Sena, Niños del Rosario. Vera Cruz. San Agustín: Santa Lucía, santo Crucifijo, san Nicolás de Tol entino. S. Sebastián: S. Sebastián, san Roque, las Ánimas. Santa Ana, San Marcelo, S. Francisco, Nuestra Señora de la Concepción, Soledad. Merced, Piedad, san Lorenzo, Redención de Cautivos. Trinidad: N.S. del Carmen. Niños Huérfanos: S. Sacramento. Santa Ana: S. Sacramento. De no españoles: En Santo Domingo: N.S. del Rosario de los naturales, San Agustín: San Miguel. S. Sebastián: S. Sebastián, san Roque, Ánimas Santa Ana: S. Sacramento, San Marcelo, S. Francisco, Nuestra Señora de la Candelaria. Merced: N.S, de la Concepción. Santiago del Cercado: Pilar, San Marcelo en el Cercado Compañía de Jesús: Niño Jesús. Santa Ana: N.S. de Loreto. Cercado: S. Miguel. Cercado: Ángel de la Guarda. Nuestra Señora de Copacabana. De negros y mulatos: Catedral: N.S. de la Antigua. S. Domingo: N.S. del Rosario de los negros, N.S. del Rosario de los mulatos. Merced: Santa Justa y Rufina; N.S. de Agua Santa, N.S. de los Ángeles. S. Francisco: N.S. de los Reyes, san Juan Buenaventura. San Marcelo: S. Antón. Santa Ana: S. Bartolomé, san Juan Bautista, san Jerónimo. S. Sebastián: .Victoria. S. Agustín: N.S. de Guadalupe. Ntra. Sra. del Prado. Compañía: San Salvador. Encarnación: San Nicolás.
            Todas estas cofradías tienen en las iglesias y conventos, sus capillas y altares bien adornados de retablos, relicarios, vasos de plata y ornamentos, muchas indulgencias, jubileos y capellanías; andas costosas, ricas imágenes, sus pendones de seda, cruces y cetros de plata. Fruto de esta actividad es "la mucha piedad y religión de esta república" que Bernabé de Cobo, S.I. recoge en su célebre y bien documentada Historia de la fundación de Lima hablará en el Libro segundo. Capítulo Primero:" la reverencia a los sacerdotes, el gusto y aprecio con que oye la divina palabra y la afición a todo género de virtud en que siempre se hallan personas muy aprovechadas, no sólo del estado eclesiástico, sino también muchos seglares, hombres y mujeres, tan dados a oración, mortificación y a todo ejercicio propio de gente devota, que pueden ser maestros de vida espiritual y perfecta. No resplandece ni campea menos la piedad y misericordia con los prójimos, como lo testifican los muchos hospitales que hay fundados, donde con singular amor y regalo son curados los enfermos; las gruesas limosnas que se recogen para sustento de los necesitados".

12. Universidad de San Marcos de Lima
Aunque no tengo conocimiento de su acción directa en la construcción o reparación del patrimonio de la benemérita universidad de San Marcos, quiero anotar algunos datos que nos revelan cómo veló en todo momento por su buen funcionamiento académico y espiritual. Debemos retrotraer nuestra mirada al tiempo en que la emprendedora orden dominicana -con su provincial Tomás de San Marín a la cabeza- decidiese en su capítulo provincial de Cuzco (julio de 1548) abrir un Estudio General en el Convento de Lima para la preparación intelectual de sus jóvenes religiosos futuros apóstoles entre los naturales de Indias. El Emperador español Carlos V concedió permiso el 12 de mayo de 1551 para que el Estudio General del Convento del Rosario fuese reconocido como la Universidad de la Ciudad de los Reyes, sujeta a los Dominicos, y con los privilegios de la Universidad de Salamanca. Por el Breve “Exponi nobis” de 25 de julio de 1571, recibía la aprobación pontificia. Quedaba establecida así la mayor expresión de la síntesis cultura-fe, jerarquía civil-religiosa, con el fin de buscar el progreso integral de la persona y la sociedad a partir del estudio privilegiado de la Teología, de la que todas las demás ciencias eran “ancillae” (esclavas); claro que “cada una gozaba de autonomía y dignidad propia, pero en dependencia jerarquizada y orgánica para una función de servicios: servir a Dios y a los hombres”[15]. Aquí está la explicación del por qué en la Universidad de San Marcos el primer puesto del claustro se reservó a la Facultad de Teología. Las otras facultades eran las de Derecho Civil (Leyes), Derecho Canónico (Cánones), Artes y Medicina. Las cátedras más importantes en Teología eran la de  Prima o Teología escolástica, la de Sagrada Escritura, Vísperas y Nona. Los grados eran de bachiller, licenciado, maestro y doctor. El gobierno de la Universidad corría a cargo del claustro, encabezado por el rector, que era elegido por catedráticos y estudiantes, y que estaba asistido por cuatro consejeros o consiliarios (elegidos del mismo modo), más un procurador general, el secretario y el tesorero.
            La Real Universidad de la Ciudad de los Reyes fue creada en mayo de 1551 a imagen de la de Salamanca, concediéndole en 1588 sus mismos privilegios y exenciones. Fue el Rector Francisco de León Garabito quien imprimirá numerosos ejemplares de las constituciones salmantinas para que todos los miembros del claustro sanmarquino de Lima se aficionasen al estudio de las ciencias y valorasen el título concedido. Por una carta del Prelado desde Los Andajes, 13 de marzo de 1589, en respuesta a una Real Cédula de Felipe II, se constata su preciso seguimiento de la Universidad. Le parece que la Facultad de gramática está bien dotada con las tres cátedras de menores, medianos y mayores, y por disponer del Colegio de la Compañía de Jesús. La de artes estaría necesitada de una cátedra con el fin de dar abasto en los tres años preparatorios de la Teología, que "es la orden, que si bien me acuerdo, se tiene y guarda en Salamanca". La facultad de Teología dispone de cuatro cátedras: Prima, Sagrada Escritura, Vísperas y Casos de Conciencia, que le parecen suficientes si se complementan con los colegios de la  Compañía y de Santo Domingo. La mayor necesidad la representa la Facultad de Cánones y Leyes, pues sólo ha habido dos de Prima con título de vísperas y necesitaría otras tres cátedras más con el fin de que "se leyesen de ordinario seis lecciones, que es una menos de las que los estudiantes curiosos y diligentes suelen oír en Salamanca". Acerca de los salarios cree suficiente con mil pesos ensayados las de prima, quinientos las de víspera y cuatrocientos las dos menores. Una nota muy humana cierra su informe: "como son personas legas las que han de regir estas cátedras y por la mayor parte casados y gente de familia, tienen necesidad de más ayuda".
            Santo Toribio, sobrino del catedrático salmantino, Juan de Mogrovejo, licenciado por Valladolid y Salamanca; conocedor además del mundo universitario de Coimbra, en Portugal, levantará el Colegio Seminario así como el Colegio Mayor de San Felipe siguiendo el patrón de los Colegios Mayores salmantinos. Francisco Echave y Assu en su obra La estrella de Lima convertida en sol (Amberes 1688) nos recoge el rol seguido por la Universidad en la beatificación de Mogrovejo. Le tocó predicar al Padre maestro Fray Juan de Francia y Sanz, OP, doctor y catedrático de prima de teología moral, quien se pregunta acerca de los "queridos hermanos de Toribio" y responde: "¿Quiénes han de ser sino los doctores, los maestros y todo el claustro junto de esta insigne Universidad de los Reyes, porque si Toribio sólo era una Academia entera de humanos y divinas letras y en ellas fue parto fecundo de la siempre famosa Universidad de Salamanca, por cuyo título en su insigne Colegio de San Salvador de Oviedo participa el privilegio apostólico de decir Misa y oficios de tan bien logrado hijo suyo...Y si nuestra dos veces Regia Universidad de Lima es también hija legítima de la de Salamanca, y como tal heredera de sus mismos privilegios, según se expresa en la colocación de nuestros grados; bien se sigue que Toribio y nuestro Limano claustro de Maestros y Doctores, son hermanos uterinos hijos de una madre misma y como a tales nos toca en Toribio la especialidad de su fraternal amor: Hic est fratrum amator, y en nosotros la debida correspondencia a celebrar así sus glorias y nuestra dicha para su mayor firmeza". Tras su canonización, en 1726, la Universidad de San Marcos le otorga el doctorado honorífico[16]

            Conclusión: Repara mi iglesia
El último terremoto del 15 de agosto del 2007 golpeó a muchos de los templos tocados por la mano santa de estos primeros evangelizadores, santos como nuestro Padre de América, Toribio Mogrovejo. Es el caso de Coayllo, Cañete, que se derrumbó totalmente, o el de Huáñec, donde se celebró uno de los sínodos del Santo, y que ha sido seriamente dañado. Escribió el Papa actual en su primera encíclica “Dios es amor” que los santos son los revolucionarios de la historia que han dado al mundo luz y amor. Cuando allá por el mes de diciembre del 1205 el más alegre de los santos o el más santo de los hombres felices de la historia, Francisco de Asís salió a dar un paseo y entró a rezar en la vieja iglesia de San Damián, fuera de Asís. Y, mientras rezaba delante del Crucifijo puesto sobre el altar, tuvo una visión de Cristo crucificado que le traspasó el corazón, hasta el punto de que ya no podía traer a la memoria la pasión del Señor sin que se le saltaran las lágrimas. Y sintió que el Señor le decía: "Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?". El Señor se refería a la Iglesia de los creyentes, amenazada, como siempre, por mil peligros, mas él entendió que se refería a San Damián y, como era rico, pensó que era cuestión de dinero. Se fue a la tienda de su padre, cargó el caballo con las mejores telas y se fue a venderlas al mercado de Foliño. Al regreso entregó el dinero a messer Pedro, el cura de San Damián, más éste no quiso aceptar, temiendo que fuese una burla, y por miedo a sus padres. Entonces Francisco decidió quedarse allí, y reparar él personalmente la iglesia y ayudar a los pobres, según sus planes.
Ojalá el presente evento signifique para todos nosotros un aldabonazo a la conciencia y, unidos, REPAREMOS el PATRIMONIO que se nos HUNDE. Muchas gracias
José Antonio Benito Rodríguez
Director del CEPAC. Universidad Católica Sedes Sapientiae












[1] Gabriel Guarda: http://humanitas.cl/html/biblioteca/articulos/d0431.html
[2] Entre libros y estudios, citamos: Fernando Armas Asín La invención del patrimonio católico (Modernidad e identidad en el espacio religioso peruano (1820-1950) Asamblea Nacional de Rectores, Lima 2006, 183 pp
[3] El paso se comprende mejor al considerar el caso de los archivos eclesiásticos, que, de ser meros depósitos de títulos de derechos o de trámites administrativos, han pasado a ser lugar de consulta para dar a conocer la memoria de la Iglesia y la memoria de los pueblos. De res sacra a bonum culturale hay tanto como de Archivo Secreto a Archivo Histórico abierto al público. http://www.carrasco-terriza.com/publicaciones.htm 
[4] BENITO RODRÍGUEZ J.A.: Resumo varios de mis trabajos sobre la personalidad y el contexto de Santo Toribio:
1990. "La promoción humana y social del indio en los concilios y sínodos americanos" Revista De Estudios Histórico-jurídicos Ediciones Universitarias de Valparaíso (Chile), pp.299-328
1991. "La promoción humana y social del indio en los concilios y sínodos de Santo Toribio" Actas del IV Congreso Nacional de Americanistas "Castilla en América" (Caja España, Valladolid, t.III, pp.279-294
1994. "Los derechos humanos de los indios en los concilios y sínodos americanos. 1551-1622". Derechos Humanos en América: Una perspectiva de 5 siglos. Cortes de Castilla y León, Valladolid, pp.220-231.
1995 El castellano-leonés que abrazó todas las razas: Santo Toribio Mogrovejo. Valladolid, Junta de Castilla y León.
1996. "Santo Toribio Alfonso Mogrovejo en la memoria popular" Revista del Arzobispado de Lima Abril
1997 “Santo Toribio y su grupo” Esplendor Revista de la Arquidiócesis, Lima, marzo, 33-40
1999: “El Seminario de Santo Toribio en la Historia” (1591-1999). http://www.arzobispadodelima.org/storibio/santoto.htm
2000.a "Santo Toribio: Pionero de la educación" Revista pedagógica Maestros Lima, n.13, pp.87-90
2000 b. "Alonso Huerta, el quechuista amigo de Santo Toribio" Revista STUDIUM  Universidad Católica "Sedes Sapientiae" Lima, Año 1, nº 1 81-96
2001a. Crisol de lazos solidarios: Toribio Alfonso Mogrovejo Universidad Católica "Sedes Sapientiae" y Ministerio de Educación y Cultura de España, Lima, 275 pp Se puede descargar completamente en internet: http://www.ucss.edu.pe/fondo/toribio.htm.
2001b- “Entre la Cátedra y el Altar:  la Universidad y el Seminario  en tiempos de Hernando de Guzmán” Revista Teológica Limense, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Vol. XXXV, Enero-abril
2001. c “La protección jurídica del indio en la legislación canónica de Santo Toribio y su paso por Trujillo (Perú)” Instituto de derecho Indiano y de Estudios Clásicos, Boletín nº 1, Julio 2001, Trujillo. 19-34
2001.d “Archivo y Biblioteca del Seminario de Santo Toribio de Lima” Revista Peruana de Historia Eclesiástica 7, Cuzco, 73-114
2002 "Toribio Alfonso Mogrovejo, santo forjador del Perú (Valores destacados por sus contemporáneos". Sobre el Perú. Homenaje al Dr. José Agustín de la Puente Candamo  PUCP, Fondo Editorial, Lima 2002, I, 293-312
2004 “La entrada de Santo Toribio en Lima, 1581” 9-34 Revista Peruana de Historia Eclesiástica 8, Cuzco, 115-154
2005. a Santo Toribio Mogrovejo, Misionero y pastor PUCP, DRAI, Lima  42 pp.
2005.b Santo Toribio Mogrovejo, según Sancho Dávila PUCP, DRAI, Lima  42 pp.
2006 a. Libro de visitas de Santo Toribio  (1593-1605) (Colección Clásicos Peruanos, Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial 2006, pp.450+ Introd. LVI) Introducción, transcripción y notas.
2006 b. Santo Toribio Mogrovejo. Pasión por Perú. CEP, Lima
2006. c “Las visitas pastorales de Santo Toribio según su libro” Revista Peruana de Historia Eclesiástica , Cuzco, 13-50
2006. d “Hernando de Guzmán, Rector de la Universidad de San Marcos y del Seminario de Santo Toribio (1568-1638)”. UKU PACHA Revista de Investigaciones Históricas Año 5. Nro. 9, Julio. 2006, pp.71-77
2006. e. Santo Toribio Mogrovejo (1538-1606) en Quives. IV Centenario de su muerte (Lección magistral del curso 2006, UCSS) Lima, 42 pp.
2006 f. Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, misionero y pastor en Huaraz ODEC, Huaraz
2006. gToribio Mogrovejo peregrina de Salamanca a Compostela” UKU PACHA Revista de Investigaciones Históricas Año 5.  Nro. 10, Diciembre  2006, pp.5-15
2006. h  “Santo Toribio Mogrovejo, 400 años después. Respuesta incondicional a una llamada sorprendente” Revista Teológica Limense, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Vol.XL, nº  3, 309-336l
2007.  “La nueva cristiandad de las Indias” o la imagen de Iglesia en tiempos de Santo Toribio Mogrovejo” (1580-1606) Revista Teológica Limense, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Vol.XLI, nº 1, 65-90l

[5]Todo esto se recogió en la exposición itinerante “Toribio Alfonso Mogrovejo: Identidad y multiculturalidad en América Latina” que causó un fuerte impacto en Rímini (Italia) en el Meeting por la amistad de los pueblos de agosto del 2006 y en Lima en el Instituto Riva Agüero, Casa Osambela, el mismo año y en la Sala Mamacha del Museo Nacional de Pueblo Libre desde el 19 de abril al 28 de mayo del 2007. La muestra fue promovido por el Movimiento “Comunión y Liberación” y elaborada por un grupo de docentes de la Universidad Católica “Sedes Sapientiae” de Los Olivos y se compone de 21 paneles; trata de dar a  conocer la vida del santo antes de su llegada a América, la relación de España con el mundo y con América en aquellos tiempos, así aspectos históricos, artísticos, culturales y geográficos del Perú. Además, se busca enfatizar la tarea de valorización que hizo de las culturas locales, principalmente a través del estudio de las lenguas, su escritura, difusión, y la publicación del catecismo, primer libro impreso en América del Sur y que se hizo simultáneamente en tres idiomas: castellano, quechua y aymará.

[9] 1.  (14) Primero cuaderno original de las informaciones que por autoridad apostólica han hecho en la Ciudad de los Reyes Jueces el Ilmo. y Rvdo. Sr. Dr. D. Pedro de Villagómez, arzobispo de dicha ciudad y las dignidades y 4 canónigos más antiguos de esta dicha ciudad, notario actuario el Br. Pedro del Arco y diputado el Br. Bernardo de Zela despacháronse los trasuntos de estas informaciones a 25 de noviembre del año de 1660.
[10] Crónica moralizada del Orden de San Agustín Libro 2, c.3, n.8, f.328: impreso en Barcelona 1638 f. 329, columna primera
[11] CUADERNO V Quinto cuaderno original, de testimonios y otros instrumentos hechos en la causa de la Beatificación y Canonización del Venerable Siervo de Dios D. Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo que fue de la Santa Iglesia Metropolitana de la Ciudad de Los Reyes, actuados en Lima por los años de 1661, 1663 y 1664.
1 t, Ms, forro de pergamino de 129 hojas.

[12] Sumario y memorial ajustado de las probanzas que por deposiciones de testigos e instrumentos se han hecho por el ISD D. Pedro e Villagómez, arzobispo de los Reye y demás Señores Jueces Apostólicos en la Causa de la Beatificación y Canonización del Siervo de Dios el IS Don Toribio Alfonso Mogrovejo, arzobispo que fue de esta ciudad En Lima, en la Imprenta de Juan de Quevedo y Zárate. Año de 1662. 135 pp.
[13] Regla y ordenanzas del Monasterio de la Encarnación T.III, p.628.

[15] APARICIO QUISPE, Mons. Severo Los Mercedarios en la Universidad de San Marcos de Lima
Provincia Mercedaria del Perú, Lima 1998.
BARTA, E. “Trayectoria histórica de la Facultad de Teología de Lima” Renovabis, Lima, XXV, Nov-Dic. 1965, n. 234, pp.437-467. Nueva versión con el mismo título en Revista Teológica Limense 1971, pp.25-63.
BUSTAMANTE OTERO, Luis “Del Estudio Dominico al Estatuto Universitario de 1935: Bosquejo histórico de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima” Revista Teológica Limense 1992-2, pp.244-296.
MONSALVE ZANATTI, M. “Historia de la Universidad de San Marcos y la Facultad de Teología” (1551-1640) Revista Teológica Limense Vol.XXVIII, 1994, 2-3, pp.288-331.
[16]En las Actas del Cabildo Catedralicio de Lima de 17 de enero de 1733, se anota el "Grado dado por la Universidad a Santo Toribio", para lo cual otorga como limosna 693 pesos y 3 reales

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