domingo, diciembre 19, 2021

El Seminario de Lima, cuna de pastores. Renato Santino Pignano Bravo

El Seminario de Lima, cuna de pastores. Renato Santino Pignano Bravo

 

Artículo finalista en el Curso Cátedra de Santo Toribio de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima (24 de noviembre de 2021)

 

 

I.                    Introducción

 

Una de las dificultades que muchas veces podemos encontrar en nuestra reflexión teológica es la de dejar de sorprendernos. Aristóteles consideraba que la capacidad de asombrarnos era lo que movía nuestro aprendizaje. "Dejarse asombrar", quizás este es el sentido de la invitación que nos hace Jesús de ser como niños (Cf. Mt 18, 3). En efecto, de ordinario, todo niño suele asombrarse de la realidad que le rodea, no se acostumbra. En la medida que vamos creciendo, muchas veces corremos el riesgo de acostumbrarnos a la realidad que vivimos, de dejar que aquello nos sorprenda. Esto sucede, entre otras cosas, porque reducimos el espectro de lo que conocemos a nuestra realidad inmediata sin considerar que aquello supera los límites de nuestro espacio y tiempo, sino que se enraíza en la historia. No todo lo que conocemos ha sido siempre así. La realidad que conocemos no es una roca fría, dura, inamovible y ya acabada, sino que se encuentra circunscrita en el dinamismo mismo de la vida. Esto se aplica también al contenido de fe. Aunque lo esencial de ello permanece, la expresión y profundización del misterio de la fe ha variado en cada época de la historia según lo han motivado los distintos contextos. Por ejemplo, creo que esta situación la vivimos muchos de nosotros cuando somos incapaces de reconocer la grandeza que ha supuesto para la vida de la Iglesia el Concilio Vaticano II. Si nos acercamos a sus textos quizás poco de lo que está dicho ahí nos resulte extraño, pero si consideramos.

Al acercarse el 7 de diciembre, aniversario de la fundación del Seminario de Santo Toribio, considero oportuno reflexionar en torno a la gran novedad que supuso su creación para la vida de la Iglesia y, en concreto, para el Perú. Hoy en día es común identificar la formación de los futuros clérigos dentro de un seminario, sin embargo, no siempre fue así. Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, supo acoger lo trabajado en el Concilio de Trento y aterrizarlo en la realidad en la que se encontraba como cabeza de una enorme diócesis.

 

II.                 Contexto previo: Trento y la Reforma

 

El Concilio de Trento surge como respuesta al contexto de la Reforma Protestante iniciada por Martín Lutero. Este concilio tuvo que hacer frente a dos desafíos planteados por los reformadores. En primer lugar, en lo referente a lo doctrinal. En este ámbito Trento se dedicó a esclarecer y reafirmar aquellas verdades de fe que el protestantismo había negado. Esto es: lo referente a la justificación y lo referente a los sacramentos. Dentro de lo sacramental nos interesa considerar qué dijo el concilio respecto al sacerdocio.

Para los protestantes no existía realmente una distinción "ontológica" entre la jerarquía eclesial y los laicos. Es decir, entre el sacerdocio ordenado y lo que hoy conocemos como sacerdocio común de los fieles que es dado en virtud del bautismo. Lutero consideraba que el sacramento del orden era un invento de la iglesia del Papa, pero que no respondía a un designio divino. La iglesia de Cristo, decía él, estaba fundamentada en el ministerio eclesial del sacerdocio común de los laicos: "Ten por cierto, y no te dejes engañar por otra persuasión si quieres ser auténticamente cristiano, que en el nuevo testamento no hay sacerdocio visible y externo, sino el instituido por Satanás por medio de mentiras humanas. No hay para nosotros más que un único sacerdocio, el de Cristo, que se ofreció por nosotros, y consigo a todos nosotros. (…) Este sacerdocio es común a toso los cristianos. Todos somos sacerdotes con el mismo sacerdocio de Cristo" (M. Lutero. De abroganda missa privata.)

Para el reformador todo cristiano es un sacerdote, un anunciador e intérprete de la palabra de Dios. Ahora bien, esto no excluía para él la necesidad de que en las comunidades exista el oficio de predicador, que no respondía a un sacramento, sino al mandato misionero de Cristo. Así pues, la designación de un miembro que presida la comunidad no significaba, pues, celebrar un sacramento, sino la elección de una persona y conferirle el derecho de predicar y guiar a una comunidad.

Habiendo considerado esto conviene ahora detenernos en la respuesta del concilio. Los padres conciliares dejaron en claro que, contrario a lo que afirmaban Lutero y los reformadores, en la Nueva Aliana si existía un sacerdocio visible al que le incumbía la potestad de consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, así como la de absolver los pecados. Asimismo, la ordenación no era una simple designación de un miembro de la comunidad, sino un verdadero sacramento instituido por Cristo. Este sacramento otorga el Espíritu Santo a quien lo recibe, así como imprime el carácter. Es decir, realiza un cambio ontológico en el sujeto.

En síntesis, el Concilio de Trento propuso como materia de fe la existencia del ministerio eclesiástico instituido por Jesucristo, así como la vinculación inherente de este con la Eucaristía.

Un segundo frente al que tuvo que hacer el Concilio fue el de la reforma de la Iglesia; es decir, lo relativo a la moral y la disciplina eclesiástica. Es innegable que se había dado un relajamiento de la moral y las costumbres por parte de la Iglesia y, en concreto, por parte de los clérigos. El antitestimonio era tal que urgía una reflexión acerca de la formación de aquellos que estaban destinados a presidir las comunidades cristianas en las distintas partes del mundo. Como podemos ver, esta necesidad se encuentra vigente aun en nuestros días: de una adecuada formación dependerá la santidad de los futuros pastores de almas.

Así pues, en lo referente a la reforma el concilio trató diversas cuestiones relativas al papado, al episcopado y a los sacerdotes que tenían la cura de almas. El motivo que impulsaba la reforma de los clérigos era la eficacia pastoral. Se buscaba que tanto los obispos como los presbíteros cumpliesen con sus obligaciones, tal como se habían entendido tradicionalmente. La gran mayoría de ellos se había convertido en coleccionista de beneficios, antes que procuradores del bien de la comunidad. Era imperante que los ministros volviesen a ser auténticos pastores de almas. Esta reforma implicó que tanto los obispos como los pastores tengan la obligación de residir en sus diócesis y parroquias. Sabemos que la norma nace cuando se relaja la costumbre. En aquel momento el don del sacerdocio había sido desvinculado de su fin original que era la atención pastoral y se había convertido para muchos en un mero título que proporciona cierto estatus social. La cura de almas era delegada por ellos a ciertos vicarios para que desempeñaran las funciones que a ellos les tocaba.

En síntesis, podemos decir que lo que buscaba la reforma llevada a cabo por el Concilio de Trento fue la necesidad de que los sacerdotes se tomasen en serio su oficio pastoral. Y para dicho fin el Concilio de Trento, en su sesión 29, Capítulo 18, dispuso la creación de seminarios en todas las diócesis de la Iglesia. Pero, ¿Qué se busca en un seminario? A dar respuesta a esta interrogante nos ayuda una cita hecha en el libro del Dr. José Antonio Benito: El seminario de Santo Toribio, trayectoria vital:

Como la juventud no bien instruida se inclina fácilmente a seguir los deleites del siglo; y, si desde la edad primera no se dirige a la piedad y religión, antes que los hábitos viciosos lleguen a enseñorearse enteramente del hombre, jamás persevera sujeta a la disciplina eclesiástica perfectamente, sin el mayor y casi singular auxiliar de Dios todopoderoso; manda el Santo Concilio que cada una de las Catedrales, Metropolitanas y demás Iglesias Mayores, a proporción de sus facultades o rentas y de la extensión de la Diócesis, estén obligadas mantener, educar religiosamente e instruir en las Ciencias Eclesiásticas un número determinado de niños, hijos de la misma Ciudad y Obispado; o si no los hubiese allí de aquella Provincia, en un Colegio cerca de las mimas Iglesias o en algún otro lugar oportuno que el Obispo eligiere (…) Los Seminarios Clericales no son Escuelas Pedantescas, sino los Colegios más distinguidos del Cristianismo, fundados de propósito para que se ejerciten en ellos con tiempo los eclesiásticos en la práctica de las virtudes, de la oración, de las funciones de la Iglesia, de las sagradas ceremonias, del canto llano, y de todas las otras cosas, por cuyo medio se hacen capaces y aptos, para atender a su perfección propia de ellos y para guiar con el tiempo las almas por el camino del Señor. (...) Un clérigo llamado de Dios al Seminario, para que por medio de la buena educación se habilite más que los otros eclesiásticos a hacerse digno Ministro del Altar, debe ser en la Iglesia del Señor lucerna ardiente y luciente, esto es, necesita arder con la santidad de la vida y alumbrar con su profunda sabiduría: quien sabe vivir bien, pero no enseñar a propósito, es totalmente inútil: y quien sabe enseñar bien y no vivir es vano absolutamente… enseñar bien y vivir como se enseña es la perfección a la que el Señor ha llamado a los eclesiásticos y a que están obligados los seminaristas, más que todos los otros2. J. Benito. El seminario de Lima, su trayectoria vital, XXVII.

 

III.               De Trento al Perú

 

Como hemos visto hasta aquí, el Concilio de Trento además de precisar la doctrina teológica en los puntos cuestionados por el protestantismo, señaló determinadas directrices que debían regir la vida de la Iglesia en aquel siglo XVI. Ahora bien, a pesar de que a este concilio no asistieron representantes de las Iglesias de América y de que muchas de las normativas dadas no respondían a circunstancias que se daban en nuestra realidad, la iglesia de América, y en concreto la de Perú, no fue ajena a lo vivido en la Iglesia Universal. Así pues, como nos dice el padre Armando Nieto la recepción del Concilio se realizó solemnemente con la apertura del II Concilio Limense (La primera evangelización en el Perú, 36). En este encuentro se reunió el arzobispo de Lima, Jerónimo Loaysa, junto a los obispos de Charcas, Quito y la Imperial; con los procuradores del Cuzco, Lima y la Plata; así como con los provinciales de las distintas órdenes religiosas. Por varios días aquellos eclesiásticos estuvieron leyendo los textos conciliares4.

El II Concilio Limense además de recoger y aplicar las diversas directrices tridentinas referentes a la disciplina clerical, sugirió la creación de un seminario. Sin embargo, Jerónimo de Loayza tan solo pudo iniciar las clases de gramática para algunos jóvenes5 (V R. Vargas Ugarte. El Seminario de santo Toribio de Lima, 8.

 y la habilitación de una casa cercana a la Catedral de Lima6 (Ibídi. 4).

 

El III Concilio de Limense fue convocado por segundo arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, y contó con la presencia de una mayor cantidad de obispos. En él se recogerán distintas directrices del concilio precedente, lo que nos hace pensar que algunas prácticas contrarias a la buena fe se mantenían entre los clérigos y los laicos.

El padre Armando Nieto S.J. afirma que durante este concilio se pude contemplar la imagen sacerdotal del Perú del siglo XVI. En él los padres conciliares llegaron a la conclusión de que se había deshonrado la dignidad sacerdotal debido al mal testimonio de diversos clérigos, por lo que el sínodo limense "urge a que se mantenga lo referente a la información y pesquisa que se han de hacer de la vida, edad, linaje y examen riguroso que ha de preceder" (7 (Ibíd. p.45) Para dicho fin el III Concilio Limense, recogiendo la exhortación del Concilio de Trento, decidió con mucha aceptación la creación del Seminario con el fin de conseguir un clero enraizado en el lugar y mejor preparado.

Trento había dispuesto que para la admisión de los postulantes se debían reunir ciertos requisitos: "la edad de doce años cuando menos; que fuesen hijos de legítimo matrimonio; que supiesen leer y escribir y que diesen esperanzas de perseverancia" (Ibíd) Así mismo, se elegiría preferentemente a los hijos de los pobres, sin excluir con esto a los hijos de los ricos, aunque estos últimos debían solventar sus gastos.

Habiendo recogido esto, el III Concilio Limense legisló en lo referente a la erección de seminarios, y una vez que el Papa aprobó lo dispuesto en este, Santo Toribio de Mogrovejo puso manos a la obra. Se recogían los requisitos dispuestos por Trento, lo indispensable para la idoneidad: hombres de buena vida y de suficientes letras, carentes de todo signo de codicia o simonía. La regla de oro debía ser "más vale pocos sacerdotes y esos buenos que muchos y ruines" (Nieto, La primera evangelización en el Perú, 47.. Era indispensable que quienes se preparasen para el sacerdocio destaquen tanto por su austeridad y el amor a la pobreza, como por su humildad y amor al estudio. Asimismo, debían vivir la obediencia y la unidad al obispo1 (J. Benito, El seminario de Lima, XXX.).

En la línea formativa propuesta por los padres conciliares me parece sumamente relevante la exigencia de que quienes fuesen admitidos al seminario tuviesen nociones de las lenguas originales. Esto responde genuinamente al deseo tridentino de recuperar la cura de almas. Solo en la medida que los pastores conociesen la "voz" de sus ovejas estas conocerían la suya.

Un 7 de diciembre de 1590 con el nombramiento de su primer rector, don Fernando de Guzmán, se pone en marcha el gran sueño del santo pastor: una cuna de pastores, una cuna de santos, el hogar donde se forman los futuros sacerdotes de la basta arquidiócesis de Lima, que por aquel entonces abarcaba mucho más de lo que hoy comprende. Toribio soñaba con un clero sencillo y entregado, un clero que destaque por su formación, pero sobre todo por su unión con el Señor. El santo arzobispo soñó con pastores que sepan ir, como él, al encuentro de sus ovejas. Pastores cercanos y coherentes, pastores que hablasen el mismo lenguaje que la gente. Con esto no nos referimos tan solo al manejo del castellano, del quechua o del aymara, sino, sobre todo, al lenguaje del amor que es en el que nos habla el Señor y el que entiende nuestro corazón y el de las personas que nos rodean. Hoy, a puertas de celebrar un nuevo aniversario de nuestro seminario, es propicio ser memoriosos, como diría el Papa Francisco. Y que nuestra memoria agradecida se transforme en una disposición de ir tras los pasos de quien soñó con nuestro hogar y podamos salir al encuentro de nuestro pueblo.

 

IV.              Bibliografía

 

BENITO, J. El seminario de Santo Toribio: En la historia (1590-1973) su trayectoria vital. Lima: Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2016.

VARGAS UGARTE, R. Historia de la Iglesia en el Perú. Burgos: Imprenta de Aldecoa, 1959.

BENITO, J. Crisol de lazos solidarios. Lima: Universidad Católica Sedes Sapientiae, 2001.

NIETO,   A.   La   primera   evangelización   en   el   Perú.   Lima:  Vida   y espiritualidad, 1992.

VARGAS, R. Historia del Seminario de Santo Toribio de Lima. Lima: Empresa Gráfica San Martí S.A., 1969.

VARGAS, R. Santo Toribio, segundo arzobispo de Lima. Lima: Paulinas, 1971.

VARGAS, R. Historia de la Iglesia en el Perú. Burgos: Imprenta de Aldecoa, 1959.

LA SCUOLA CATTOLICA. La teología del presbiterato al Concilio de Trento, 1971.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Archivo

Etiquetas

santo toribio de mogrovejo (19) imagenes (12) biografía (5) antonio san cristobal (3) concilio limense (3) eventos (3) anecdotas (2) armando nieto sj (2) carabayllo (2) conferencia (2) enciclopedia catolica (2) evangelización (2) exposicion (2) jose antonio benito (2) juan luis cipriani (2) libros (2) sevilla (2) ucsm (2) ucss (2) IET (1) Meeting per la Amicizia fra i popoli (1) abogado (1) adriano tomasi (1) alfredo saenz (1) angel justo estebaranz (1) antigrama (1) archivo de indias (1) arquetipo (1) arquitectura virreinal (1) bautizo (1) bibliografía (1) capu (1) carlos rosell (1) carlos salinas (1) carta (1) catecismo (1) catedral (1) centro cultural España (1) concha contreras (1) concilio plenario latinoamericano (1) corazon (1) credo (1) crisol de lazos solidarios (1) defensor y padre del indio (1) deperu.com (1) documento (1) eguiguren (1) el dragon (1) enrique llano (1) escatologia (1) facultad de teologia pontifica y civil de lima (1) hogar santo toribio (1) iglesia de san marcelo (1) jmj (1) jose de acosta (1) jose maria iraburu (1) josé antonio del busto (1) las calles de lima (1) lima (1) manuel tovar (1) mezquita catedral de cordova (1) miguel león gómez (1) mision (1) monasterio santa clara (1) mula volteadora (1) multatuli (1) museo de salamanca (1) museo nacional historia pueblo libre (1) nacimiento (1) obispo de quito (1) parroquias (1) patrimonio religioso (1) patrono de los obispos (1) patrono episcopado (1) pectoral (1) ramiro valdivia cano (1) razon (1) reconciliacion (1) reforma (1) revista peruana de historia eclesiastica (1) ruta toribiana (1) san francisco de borja (1) sermon (1) severo aparicio (1) señor de los milagros (1) sinodos diocesanos (1) sínodo de piscobamba (1) takillakkta (1) telejuan19 (1) teologia conciliar (1) tomas morales sj (1) trento (1) valladolid (1) via conciliar (1) video (1) visitas (1)

Instituto de Estudios Toribianos Copyright © 2011 | Template created by O Pregador | Powered by Blogger Adaptado por: Angel Santa María (angelomar@outlook.com)