Venerable Padre Pablo María Guzmán Figueroa (Guanajuato 1897-Ciudad de México 1967)
Fue un misionero sin fronteras porque no solo trabajó en México sino en otros países de América Latina como Perú y Bolivia además de visitar en dos ocasiones Japón. En la ciudad de Lima fue nombrado director espiritual del Seminario Santo Toribio (1953-1959), cargo en el que acompañó a muchos jóvenes en su camino hacia el sacerdocio.
https://www.religionenlibertad.com/blog/16119/p-pablo-ma-guzman-figueroa-msps.html
Panegírico de Santo Toribio en la fiesta del santo el 27 de abril de 1954
Renovabis, (Lima, mayo-junio 1955, 273-27
Santo Toribio de Mogrovejo
"Ecce sacerdos magnus, quie in diebus suis placuit Deo" "He aquí un gran sacerdote que agradó a Dios en sus días"
Para expresar las glorias del Sacerdote sería preciso una voz que gozara de los privilegios de la Palabra Eterna; un corazón que fuera un trasunto del Corazón Sacerdotal de Cristo, una luz divina que pudiera sondear los secretos que Jesús tuvo al establecerlo.
Pero ha sido un instrumento débil y pequeño el escogido en esta ocasión, por la obediencia, para exaltar las glorias del sacerdocio, vivido intensamente y en su plenitud por un gran santo, que, siendo admirado del mundo entero, goza entre nosotros de singular amor, por haber sido el que dios escogió para fecundar con su santidad sacerdotal esta egregia arquidiócesis de Lima
Hablaré, sin embargo, con un grande entusiasmo porque lo hago en nombre de Dios, y porque a falta de otra elocuencia ofrecerá la de mi amor al Sacerdocio, la de mi amor al Padre y Pastor, y la misma elocuencia del Gran Santo Toribio que sigue hablando después de muerto con la grande elocuencia de las almas glorificadas.
Invocando la gracia del Espíritu Santo y la intercesión de la Santísima Virgen, trátate de cumplir mi misión en este día glorioso.
Ecce sacerdos magnus
No me detendré a narrar con pormenores la Obra de Santo Toribio que nos es bien conocida. Más bien quiero penetrar un poco en aquellas fuentes secretas y divinas que alimentaron esa vida, haciéndola tan fecunda y tan santa. Quiero estudiar al sacerdote y al obispo santo.
La santidad esencial reside en Dios. Los ángeles y los bienaventurados la cantan en un trisagio eterno. Pero en su infinita bondad Dios quiso participarla a sus criaturas cuando resolvió hacerlas a su imagen y semejanza, cuando resolvió darles un Redentor y llenarlas de su Espíritu.
La santidad querida por Dios para todos: haec est voluntad Dei, Sanctificatio vestra, la exige y la comunica con especial amor al sacerdote.
Para ello quiso tenerlo en contacto constante con el altar donde se perpetúa el sacrificio del Calvario y donde se vuelven a vivir las grandes escenas del Cenáculo al establecerse la Eucaristía y el sacerdocio y la que contempló la efusión plena y grandiosa del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Es evidente que a quien debía tocar las osas santas y celebrar el gran sacrificio eucarístico se le exigiera la santidad.
Pero como Dios no pide sin dar, para esas almas reserva sus gracias especiales. Seguramente que durante los años que precedieron a su ordenación sacerdotal, recibió Santo Toribio gracias muy grandes para su alma y que supo corresponder a ellas; pero yo quiero contemplar el principio de su gran carrera, aquella que debía consumar una muerte gloriosa en el altar en que fue ungido sacerdote y donde celebró su primera misa.
Se habla de fusiones maravillosas de las almas con Dios; por ejemplo, cuando se comulga y en ciertas circunstancias de la vida, pero esa fusión del sacerdote eterno Cristo Jesús con sus elegidos, con sus sacerdotes, el día de la unción sacerdotal, es algo inefable.
No es una unción pasajera expuesta a las vicisitudes de voluntades tornadizas, es la unión perfecta e indispensable que participa de la eternidad, - "Tú es Sacerdos in aeternum"
Es la entrega sin arrepentimiento de Jesús Sacerdote a su elegido, es la unión divina del amor substancial, que al consagrar al sacerdote lo hace entrar de lleno en los secretos de Amor de la vida trinitaria.
Siempre el sacerdote será "alter christus" que atrae la mirada complacida del Padre y el fuego abrasador del Espíritu Santo que ha de fundir al alma sacerdotal, uniéndola en un abrazo llamado a ser eterno. De allí se desprende y así se explica el gran secreto de la fecundidad sacerdotal.
Santo Toribio fue el sacerdote grande que complació al Señor, por el grande amor y devoción con que se acercaba al alar de su misa, por su grande espíritu de sacrificio, por su grande celo por las almas. Su unión con Dios lo santificó y le dio su fisonomía.
Su unión con el Padre Celestial
Todo sacerdote es llamado padre, pero el obispo refleja de un modo especial la paternidad divina. El sacerdote es padre de almas y precisamente por serlo, necesita más alimentar su alma con ese amor delicado que procede de aquel Padre de las luces de quien se deriva toda paternidad en el cielo y en la tierra y que quiso dejar abundantemente en el Obispo.
Amor paciente y compasivo, amor que estimula levantarse cuando se ha caído y a luchar con denuedo para mantenerse cuando se ha ido fiel. Estímulo para sus empresas.
Ese fue el amor de santo Toribio para sus sacerdotes, hijos predilectos y poroso su generación será ante todo una generación sacerdotal.
Fundó el Seminario según las disposiciones del Concilio de Trento y puso su corazón en él, logrando comunicar su espíritu a una pléyade de sacerdotes a través de los tiempos. Será siempre una gloria para nuestro santo su intensa labor sacerdotal.
Su unión con Cristo
Lo llevó a una perfecta transformación en Él, buscando la gloria del Padre y la salvación de las almas. ¿Quién no admira el celo ardiente de santo Toribio que lo hizo recorrer miles de leguas por caminos difíciles para visitar a sus ovejas?
Como Cristo quiso vivir crucificado no sólo por su grande espíritu de sacrificio sino también por aquella paciencia con que soportó las penas íntimas que acompañaron su misión episcopal. Él pudo decir como san Pablo: "Christo confixus sun Cruci" … No podemos ni siquiera imaginarnos una vida tan fecunda como la de santo Toribio sin asegurar que fue fruto de su inmolación voluntaria que lo configuró a Cristo crucificado.
Nuestro grande obispo que fue al mismo tiempo pastor, misionero, legislador y, sobre todo, santo, supo de las amarguras de la cruz, pero también de sus gustos exquisitos y recónditos.
El, como san Pablo, supo de las luchas interiores, de los peligros en los caminos, de los falsos hermanos. También él fue víctima de la incomprensión y de la envidia. Pero fiel a su maestro y a las promesas de amor que le hizo cuando fue ungido sacerdote, no se detuvo en su camino hacia el Calvario, sino que pudo llegar a victorioso para morir Crucificado con Cristo en el cumplimiento de su gran misión sacerdotal.
Su unión con el Espíritu Santo
Un alma tan enamorada de la Cruz no podía dejar de atraer sobre ella al Espíritu Santo. Si la gloria de la cruz de Cristo fue conquistar para el mundo el don del espíritu Santo toda cruz unida a la de Cristo seguirá alcanzando ese don. La vida crucificada de santo Toribio aseguró en él la presencia íntima del Espíritu Santo. El espíritu Santo fu su guía, su fortaleza y el grande organizador de su victoria. El Espíritu Santo destinado a dar testimonio de cristo, quiso darlo también a través de su fiel siervo.
Multiplicó en él los carismas, pero sobre todo lo enriqueció con sus dones, llevándolo a las alturas de la divina contemplación y consumando su santidad.
Y cuando llegó este santo a la meta de su vida, en la hora de su supremo sacrificio, quiso mostrarle también la gloria de su cruz. Por eso, Santo Toribio experimentó a semejanza de Cristo esa como paradoja de la suprema alegría en el supremo dolor.
El cuadro en que pinta la muerte del santo nos confirma esto. ¡Qué alegría al saber y al sentir que había llegado su última hora! La de unirse eternamente con su Dios. Por eso, su alma cantaba cánticos inenarrables y quiso escuchar el cando de los salmos. El éxtasis de amor en que perdió la vida temporal para comenzar la eterna fue la obra del Espíritu Santo y el premio a una via toda de amor y sacrificio.
Su amor a María
Y para que no faltara a nuestro santo el perfume exquisito de la verdadera santidad, su alma cultivó el amor a María, preocupándose por hacerla amar y dejando instituciones sabiamente organizadas que perpetuaran la devoción a María.
Pudo, con su santa vida y su celo ardiente dejar en el Corazón Inmaculado y dolorido de maría uno de los consuelos más puros, el de ver a sus sacerdotes realizando la obra de Cristo en la glorificación plena de la Trinidad Santísima, sobre todo al celebrar el santo sacrificio de la Misa donde se funden sacrificios y amores de acá abajo con el gran sacrificio de Cristo, para alcanzar así lo que él alcanzó y poder realizar en el mundo la fórmula preciosa de la auténtica santidad que no es otra sino aquella caridad que impulsa a dar la vida por el amado.
Ecce Sacerdos magnus
He aquí la figura del gran sacerdote que agradó a Dios y ha cautivado a innumerables almas. Si quisiéramos sintetizar en una visión de conjunto la vida y la obra de Santo Toribio en una pintura que pudiera ser expuesta en la gloria del Bernini, me parece que debiéramos representarlo en la hora suprema del santo sacrificio de la Misa, lleno de luz divina del Espíritu Santo, ofreciendo la divina víctima ofreciéndose con Ella y como fruto de esa unión y de esa ofrenda como una corona hermosísima en torno del altar, a millares de sacerdotes santos formados en su Seminario o conquistados por su celo en todo el mundo a millares de almas escogidas que por él llegaron a la gloria , pero muy especialmente a la Santísima Virgen y a los ángeles , contemplando una vez más el triunfo del sacrificio de Cristo en la santidad del sacerdocio y en la salvación de las almas.
Y, envolviéndolo todo, aquella mirada de divina complacencia del Padre Celestial. Mostrando su amor a Cristo, su amor al sacerdote y su amor a las almas.
Unamos nuestra intención a la celebrante este día, para agradecer todas las gracias recibidas por nuestro amado patrono y para suplicarle al mismo santo que nos alcance la gracia de numerosas y santas vocaciones para nuestro Seminario; de santidad sacerdotal para los ya formados y de grandes triunfos para la gloria de dios y en esta nación amada y en la Iglesia Universal.
0 comentarios:
Publicar un comentario