PREGÓN 2025 MAYORGA. Alberto Pérez Castellanos
Me complace compartir el pregón de fiestas de Mayorga, la querida villa de Santo Toribio, gracias al generoso envío de Jennifer Castellanos, madre del pregonero, Alberto Pérez Castellanos.
El periodista de Leonoticias, con una larga trayectoria en televisión, prensa y radio, regresará a su pueblo natal para abrir las fiestas con un pregón cargado de memoria y homenaje. Hijo de la villa, el periodista Alberto Pérez Castellanos, que, tras recorrer redacciones, platós y cabinas de radio, regresó al pueblo que lo vio nacer en 1981 para poner palabras al arranque de unas celebraciones especialmente esperadas.
Formado en Comunicación Audiovisual en la Pontificia de Salamanca, con posgrado en Locución y un máster en Comunicación de Moda y Belleza en la CEU San Pablo, su trayectoria refleja un perfil versátil poco común en el periodismo regional. Ha pasado por Marca TV y Unidad Editorial, ha dirigido y presentado espacios en Televisión Castilla y León y La Sexta, y ha trabajado en la cobertura de Fórmula 1 en Movistar Plus y Dazn, además de poner voz a documentales y campañas publicitarias. Desde 2025, firma en Leonoticias.com, medio del Grupo Vocento, y en paralelo cultiva su faceta literaria con relatos premiados y participaciones en certámenes.
Su nombramiento como pregonero tiene un evidente componente emocional. "Es un orgullo y un honor, pero también impone respeto", ha confesado en Leonoticias. "Hablarle a tu pueblo, a tu familia y a tus amigos no es lo mismo que hacerlo en un plató. Quiero estar a la altura y que la gente se sienta reconocida", ha añadido. Y es que lo que se avecina no será un pregón convencional. Pérez Castellanos ha adelantado que quiere dar un giro al formato, con un discurso que combine emoción y memoria. "Será un homenaje a muchas personas, sobre todo a las que ya no están. Con los años, uno se da cuenta de cuántos vecinos, familiares y amigos se echan de menos", ha comentado.
Autoridades, vecinos y a todos los presentes, buenas noches. Antes de entrar en harina quería agradecer a aquellos que han pensado en mí para estar esta noche aquí; a mi familia, amigos y a todos los que estáis en este salón de actos compartiendo este momento; y también mandar un mensaje de ánimo y cariño a las familias de las personas que nos han dejado, especialmente desde las anteriores fiestas. En este punto iba a continuar, pero hace apenas unas horas modifiqué parte de este pregón porque una de esas personas es de mi familia y otras de Mayorga, y la hemos perdido hace poco más de un día.
Y es por eso que, aunque desde que conocí que tendría el honor de estar ahora aquí, he estado pensando qué quería expresar en una oportunidad así, no ha sido hasta ayer mismo cuando me he convencido de lo que quería. En mi cabeza habían pasado varias ideas, temáticas, tonos, argumentos… Pero lo que no se me iba de la mente era intentar hacer un homenaje, no sólo a los vecinos que hemos perdido en el último año, sino a todos, y hacer que su recuerdo nos siga aportando a los que seguimos aquí; y que este homenaje fuera algo diferente.
Como mayorgano que soy, los recuerdos que tengo sobre esas personas y sobre mi tierra se cuentan por miles, tantos y de todo tipo que serían necesarios muchos pregones para relatar sólo los más significativos.
Pero esa no es la razón por la que no os contaré lo que aprendí en cada paseo con mi abuelo Pedro; los infinitos recados que pude hacer; los miles de kilómetros recorridos en bici por todas partes; los ratos con los amigos de la peña; las tardes a la lumbre de vuelta en casa; los paseos; las juergas; el colegio; los largos veranos y los aún más largos inviernos; los ensayos con la banda; las meriendas de San Blas; las visitas de familiares como las que no volveremos a disfrutar de mi tío; ni cómo disfruto llegando aquí desde los distintos caminos que me traen de vuelta con y junto a mi familia.
Podría hacer de la añoranza y la nostalgia que sentimos aquellos que nos criamos aquí y que el futuro, por estudios y trabajo, nos alejó, el hilo conductor de estas palabras. Y en cierta manera será así porque son dos sentimientos que en este instante tengo muy a flor de piel. Pero no quiero que sea así, aunque sé que se despertarán al traer cada uno de los presentes a nuestra memoria a las decenas de mayorganas y mayorganos que me han marcado y que me sirven de ejemplo cada día. Personas de todo tipo: creativas, fuertes, decididas, acogedoras, generosas, divertidas… Su presente y su recuerdo nos puede llevar hacia la melancolía y, aunque insisto en que mi mente y mi corazón me lleven hacia ella, esto es un pregón así que mejor que no para la fiesta, y vamos con ese homenaje.
Y aunque, tras decir esto, suene a que no me hago mucho caso a mí mismo…, quiero lanzar una pregunta retórica, para la que no quiero contestación pero sí que os provoque una reflexión. ¿Hasta cuándo tenemos cuerda para seguir de fiesta?
No me refiero a trasnochar y enlazar una noche con la mañana siguiente dándolo todo, que por aquí no se nos da nada mal por ciento.
No, voy un poco más allá, a mirar con realismo al presente de Mayorga y pensar en el futuro, en su futuro, en nuestro futuro. Porque está muy bien que honremos a nuestro patrón cada finales de septiembre y también el 27 de abril, pero hay que reflexionar sobre quiénes lo podrán hacer de aquí a 20, 50, 100 años… Por muchos mayorganos que hayamos emigrado y volvamos en fiestas y fechas señaladas, no dejamos de ser poco más que un parche que además merma cada año. Sí, algunos no se han ido lejos o vuelven, como es mi caso más cerca de aquí, pero seguimos sin estar aquí.
Es cierto que con algunas profesiones se hace difícil estar mucho más cerca que León o Valladolid, como es mi caso o el de muchísimos más, pero no tendría por qué ser así para siempre. Podría haber un abanico de opciones más amplio para desarrollarse profesional y personalmente.
Claro, pensaréis muchos, y yo mismo también creo que es muy fácil decirlo pero,
¿Cómo se hace? Y también está claro que no tengo la respuesta, ojalá tuviera esa capacidad. Sé que da vértigo y que pensar cómo puede asegurarse el futuro de Mayorga es una empresa tan difícil que parece imposible.
Pero quiero, por un lado hacernos reflexionar y pensar, y por otro animarnos, porque pocas cosas imposibles hay en esta vida y esta no tendría por qué ser una de ellas. Como os decía hace unos segundos, no tengo unas palabras mágicas ni una receta magistral que haga que de la noche a la mañana, nuestro pueblo, castigado como tantos otros por la despoblación y el envejecimiento, resurja y se convierta en una gran villa pujante, una pequeña ciudad donde llame la atención algo más que nuestras fiestas o nuestro patrimonio.
Pero sí que puedo animaros, y por supuesto que me incluyo entre esas personas que lo tienen que hacer, a no mirar al de al lado para que haga algo; a no esperar a que me den lo que creo que merezco o para compensarme por lo que le dieron a otro, tanto en lo personal como en lo administrativo; o a dejar de pensar en mi propio bien olvidando que todos somos piezas de un dominó, que si caemos tumbaremos a las demás.
No digo que nos convirtamos en almas de la caridad ni que dejemos de denunciar injusticias que se puedan cometer desde otras administraciones hacia nuestro pueblo primando a otros con inversiones o decisiones que no nos convengan o que nos perjudiquen.
Ni mucho menos, claro que hay que ser conscientes de todo ello, pero el mensaje principal que quiero lanzar es otro. Convecinos y mayorganos en el exilio, forasteros, a todos los que amamos Mayorga: planteemos si queremos reencontrarnos cada 26 de septiembre y que una de nuestras conversaciones siga siendo esa en la que lamentamos que cuando llegue octubre, en unos pocos días, nuestro pueblo pase casi a hibernar, que cada vez haya menos niños y más mayores, que la población caiga y que los servicios que mantenemos puedan desaparecer; o si por el contrario, lo que hacemos es charlar con alegría extra por llegar a unas fiestas más con la felicidad de ver cómo Mayorga crece en todos los sentidos.
Con proyectos que creen empleos de calidad y atractivos para que pocos o ninguno se vaya obligado, que quien decida seguir su futuro en otra parte sea por puro convencimiento y no por necesidad; que otros puedan volver y algunos más quieran venir; que desde el trabajo más pegado a la tierra al más alejado se busque un mayor beneficio comunitario y que eso dé oportunidades a todos los demás, que se genere un valor añadido desde esa actividad primaria pasando por la industrial y llegando a los servicios; y con inversiones que redunden en toda la población. En estos tiempos en los que tanto se habla de la inteligencia artificial, aprovechemos nuestra inteligencia natural para dar pasos hacia la modernización pero sin perder nuestra esencia.
Seamos esa auténtica red social que siempre ha sido la convivencia y seamos atrevidos como fue nuestro patrón. Se pueden o no compartir sus ideales pero resulta difícil no comulgar con su forma de hacer las cosas: con arrojo, con mucho esfuerzo, con valentía, con una decisión inquebrantable, y sobre todo, con una humanidad desbordante que ahora escasea, y ¡ojo!, aprovechemos que aquí aún no es tanta la pérdida como en otros lugares. No hace falta que recorramos la península acumulando estudios como hizo Santo Toribio ni que crucemos el océano Atlántico para desvivirnos por una misión. El ejemplo que más nos puede servir de ayuda para que las próximas generaciones sigan reuniéndose aquí a festejar la vida en una Mayorga próspera es tener su espíritu de servicio hacia los demás.
Ya decía antes que no tenemos que ser almas caritativas al cien por cien porque no tenemos que llegar a los extremos de Santo Toribio para ayudar a quién lo necesite a costa de todo, basta con no buscar quitarle a los demás los bienes para acumularlos con desasosiego y después malgastarlos sin demasiado sentido.
Dejemos el egoísmo de lado y hagamos que el espíritu de hermanamiento que disfrutamos en unas fiestas como las nuestras, donde el disfrute colectivo es la meta, inunde nuestros actos el resto del año, de nuestra existencia en todo lo demás.
Porque, y quiero recalcar que esto no tiene que sonar a exigencia, ni mucho menos, ni a tirón de orejas; el mensaje es de ánimo para todos, de esperanza y de conectar con lo que somos, porque sé que podemos hacerlo. Que sí, que ser mayorgano es disfrutar de nuestras fiestas, de nuestras calles, de nuestras tradiciones, de nuestra tierra, de nuestra forma de ser, de nuestros recuerdos, de nuestros ancestros, de nuestro patrimonio, de nuestro orgullo de ser de Mayorga. Pero también es mucho más.
Claro que estamos llenos de anécdotas y comentarios de todo tipo, de amigos, conocidos y extraños sobre nuestro pueblo: desde encontrarte con mayorganos en casi cualquier parte del mundo, o que siempre alguien conoce a alguien de Mayorga o eso de que siempre metemos la cuña sobre nuestro pueblo. Por ejemplo, hace poco en mi nuevo trabajo en Leonoticias, un líder de UPL - Unión del Pueblo Leonés- me preguntó de dónde era en la primera vez que coincidí con él en una cobertura informativa, a lo que respondí, como siempre hago, de Mayorga. Tras sonreír me comentó que siempre decimos que somos de Mayorga, no de Valladolid. Os aseguro que no lo dije por estar en León ante un leonesista por el tema regional y no mencionar a Valladolid, es que siempre lo digo. Puede que quizá no lo haga fuera de España o en nuestro país a algún extranjero porque resulta difícil de explicar a la primera, pero a la segunda o a la tercera pues sí porque es verdad: siempre decimos que somos de Mayorga.
Pero como os quería comentar tras la anécdota y la reflexión, es que con presumir, que lo hacemos y con razón, de dónde somos o cuáles son nuestros orígenes no basta. Tenemos que dar un paso más y demostrar que el amor por ese pasado y presente es buscar que Mayorga tenga un largo y brillante futuro. Y creo que daremos ese paso porque estoy convencido de que quizá algunos ya lo quieren dar, otros lo piensan, otros puede que lo estén intentando y otros más se decidan a hacerlo pronto.
¿Cómo? Siendo como somos, no perdiendo nuestra esencia, pero dejando de lado una tendencia cada vez más peligrosa en nuestra sociedad, no solo en la mayorgana por supuesto: un individualismo que no para de crecer y un aislamiento que nos ahoga. Por eso, una ocasión como esta es perfecta para que intentemos algo que propongo, porque las fiestas son un gran momento para que, cuando estemos en pleno desfile de peñas, en la procesión, en el Vítor, en una charanga, una cena, una verbena…; parar unos segundos y sentir esa comunión de la que disfrutamos en esos instantes. Abrazar ese sentimiento, ser conscientes de lo que implica y guardarlo para que cuando llegue el 1 de octubre podamos aplicar eso que nos hemos guardado y mantenerlo siempre. No hay mayor ni mejor homenaje para nuestros vecinos que ya no están entre nosotros y que lucharon por su pueblo dando lo mejor de cada uno por los demás, que hacer lo mismo que hicieron muchos de ellos.
También está claro que para todo, desde hace ya muchos años, se necesita financiación y cada vez hay más burocracia. Y no tiene que ser un jarro de agua fría tras tanto ánimo y esperanza. No pueden ser una traba que nos frene antes de querer proyectar algo que redunde en el beneficio de todos, porque el beneficio de los mayorganos será el beneficio de Mayorga, será el mejor homenaje para la memoria de todos los que ya no pueden disfrutar de las fiestas ni de su pueblo y será lo que nos permita decir durante muchos muchos años.
¡Viva Santo Toribio!
¡Viva Mayorga!
Muchas gracias.