miércoles, febrero 15, 2012

RECONCILIACIÓN Y MISIÓN EN SANTO TORIBIO


En estos días en que la diócesis de Carabayllo celebra 15 años de su creación y vive la Asamblea Anual, les comparto la ponencia que preparé para el congreso celebrado en la diócesis con motivo del IV Centenario del tránsito del Santo a la gloria. (En la imagen, Monseñor Lino Panizza inaugurando la muestra de Santo Toribio en Rímini)

RECONCILIACIÓN Y MISIÓN en CARABAILLO desde SANTO TORIBIO

U
na personalidad tan desbordante como Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima y, por tanto, protagonista directo de la primera evangelización en nuestra diócesis, nos ilumina y fortalece en nuestra apasionante tarea de la nueva evangelización desde las ricas perspectivas de la reconciliación y la misión. Comienzo por presentarles una panorámica de su vida a la luz de las celebraciones del IV Centenario, en segundo lugar le acompañaremos en sus visitas, para –en tercer lugar- detenerme en lo que ha sido y está siendo fuente de nuestra programación pastoral diocesana a lo largo del último trienio, su dimensión reconciliadora.
El 27 de abril del 2006 nuestra olvidadiza Lima, celebró por todo lo alto el IV Centenario de un gigante de la santidad: Santo Toribio Mogrovejo. La Universidad Nacional de San Marcos en la persona de su rector Dr. Manuel Burga conmemoró la incorporación del Santo como doctor honoris causa, el Presidente del Congreso, Marcial Ayaipoma, a nombre del Congreso de la República, condecoró a Santo Toribio de Mogrovejo con la con el grado de Gran Cruz en Grado Póstumo. Mientras que el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, entregó la medalla de la ciudad de Lima al Santo Arzobispo. El Enviado Especial del Papa Benedicto XVI, Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, en la clausura del Congreso Académico Internacional Santo Toribio de Mogrovejo manifestó que una de las enseñanzas que debemos rescatar de Santo Toribio de Mogrovejo es su valentía de aceptar la voluntad del Señor con total disponibilidad y de entregarse al ejercicio de su ministerio sin reservas hasta el momento de su santa muerte”: He quedado muy impresionado con la polifacética personalidad de nuestro Santo y puedo asegurarles que, si bien conocía algo de su santa e intensa vida, es ahora cuando he podido conocerlo y quiero junto con ustedes dar gracias al Señor por haber regalado al Perú y a toda América tan Santo y egregio Pastor…Hoy, a cuatro siglos de su paso por este mundo, los esfuerzos del Santo Arzobispo se notan en cada templo y poblado del territorio peruano, donde la devoción a la Eucaristía y a la Virgen son los medios que acrecientan y alimentan su fe y esperanza y, sobre todo, lo que enciende sus corazones de caridad…Debe decirse en la celebración del IV Centenario de la muerte de Santo Toribio que su testimonio de vida, su santidad, sabiduría, celo apostólico, caridad y gobierno pastoral ha dejado huellas imborrables en la historia eclesial del Perú y del Continente y que los llamados a ejercer el ministerio episcopal hoy en nuestra América Latina debemos estudiar y conocer mejor su ejemplar vida porque es mucho lo que nos puede enseñar”.
Y luego, Trujillo, Chiclayo, Huaraz, Chimbote, San Ramón, El Callao la semana pasada con su Congreso Internacional... Y no es para menos. Este año 2006 se vienen celebrando los centenarios de la muerte de los dos únicos obispos de América que han conocido el honor de los altares. San Ezequiel Moreno, el I Centenario, y Santo Toribio, el IV; hace tan sólo un mes que el Papa ha canonizado al tercero, Rafal Valencia, mexicano, el primero oriundo de América. Nadie como ellos encarnan el perfil trazado por Juan Pablo II en su exhortación postsinodal Pastores gregis en su triple misión de enseñar, santificar y regir, y proponiéndoles “el ejemplo de Pastores santos, tanto para su vida y su ministerio como para la propia espiritualidad y su esfuerzo por adaptar la acción apostólica” (n.25).

Allá por el año 1578, muerto el primer arzobispo de Lima, Jerónimo de Loayza, el Consejo de Indias presentaba al rey Felipe II el perfil del sustituto: “Un Prelado de fácil cabalgar, no esquivo a la aventura misional, no menos misionero que gobernante, más jurista que teólogo, y de pulso firme para el timón de nave difícil, a quien no faltase el espíritu combativo en aquella tierra de águilas”.

I. TRASCENDENCIA DE SANTO TORIBIO

Nuestro protagonista se ubica en la España de los Austria, y más en concreto, en la de Felipe II Parece que nace un 16 de noviembre de 1538, en la villa de Mayorga (Valladolid), encrucijada de caminos, entre las actuales comunidades autónomas de Castilla-León, Asturias, Cantabria y Galicia. En 1551 inicia sus estudios de Gramática y Humanidades en Valladolid, capital del mundo hispánico. En 1562 acude a Salamanca donde enseña su tío Juan Mogrovejo, catedrático universitario. En 1569 obtiene el título de bachiller en Cánones y en 1571, peregrina a Compostela, y se licencia en Derecho. Cuando cursaba estudios de doctorado en el Colegio San Salvador de Oviedo, en 1574, se le nombra para Granada como Inquisidor Apostólico. En 1580, es propuesto como arzobispo; contaba con 39 años y necesitó una apurada ordenación sacerdotal como paso indispensable para la consagración episcopal. En 1581 llega a Paita y hace su entrada en Lima un 12 de mayo. En 1583 tiene lugar el Tercer Concilio Limense del que emanan tres grandes publicaciones en quechua, aymará y español: el catecismo, el sermonario y el confesionario. En 1584 comienza su primera visita pastoral. En 1591 acomete una obra decisiva, la creación del Seminario que -dedicado en su día a Santo Toribio de Astorga- hoy lleva su nombre. Se siente, ante todo, pastor dispuesto a dar su vida por sus ovejas. A tal efecto crea nuevas parroquias. De igual modo, impulsará instituciones destinadas a la formación de líderes espirituales, académicos y sociales, en los monasterios como el de Santa Clara, hospitales como el de San Pedro, la Universidad de San Marcos, la Casa del Divorcio.. En 1593 inicia la segunda visita y en 1605 la tercera, falleciendo en 1606, un 23 de marzo, en Saña. Al año siguiente, 1607, un 27 de abril, es enterrado en Lima. En 1679 fue beatificado y en 1726 canonizado.
Fiel a la consigna del Concilio de Trento de que el obispo fuese un espejo para sus fieles, elevará muy alto el listón de humanismo y de santidad, dibujándonos una personalidad modélica que todos podemos copiar. Este universitario salmantino, trazará una estela singular, recorrerá un camino por que podrán caminar todos los peruanos con el único objetivo de llegar hasta la meta: Dios. A tal fin no ahorrará trabajo ni fatiga hasta llegar a visitar el último rincón de su dilatada diócesis, convirtiendo sus encuentros, sus visitas pastorales, en jornadas familiares en las que se cimenta la futura convivencia peruana, sobre la base de la dignidad personal y la proyección social.
Con la ley en la mano, su rostro “lleno de alegría”, acariciando a todos con su mirada y con el amor de Dios en el corazón, roturará la geografía del Perú, humanizándola, asentando la nueva cristiandad de las Indias confirmando a sus hermanos. Gracias a un carácter equilibrado, armónico, evangeliza sin imposiciones, hermana razas sin abrir heridas, crea lazos forjados en amistad exigente y gratuita, colocando los cimientos del Perú; un Perú forjado en la santidad, un Perú aglutinador de culturas, ilustrado, justo y solidario; un Perú, que a las puertas del Tercer Milenio, si quiere ser fiel a sí mismo, debe bucear en su intrahistoria y toparse con este personaje singular a quien todos llamaban “padre”.
Su Santidad Juan Pablo II en el viaje realizado al Perú hace 20 años, en 1985, no encontró mejor discurso al dirigirse a nosotros obispos que una semblanza de la vida y personalidad de Santo Toribio:

“En Santo Toribio descubrimos el valeroso defensor o promotor de la dignidad de la persona [...] Él fue un auténtico precursor de la liberación cristiana en vuestro país (Perú) [...] Él supo ser a la vez un respetuoso promotor de los valores culturales aborígenes.. Queridos Hermanos en el episcopado: Recuerdo con gran placer los encuentros tenidos con vosotros durante vuestra visita ad limina que me hicieron constatar el gran amor a la Iglesia que os anima. A ejemplo de ese gran predecesor y Patrón vuestro, Santo Toribio de Mogrovejo, sed los sabios y santos Pastores que necesita el Perú, los auténticos animadores de la vida espiritual, los promotores incansables de la dignidad de las personas y de la reconciliación. Que en esta alborada del V° Centenario de la evangelización de América Latina, la Iglesia que apacentáis sea signo e instrumento de esperanza, conciliando con sabiduría y valentía las legítimas aspiraciones de elevación temporal y los esenciales valores del espíritu. Que el Santo Arzobispo os ayude con su ejemplo a profundizar en las exigencias de vuestra tarea, para el presente y el futuro de la evangelización en el Perú. Y que la Madre Santísima, la Virgen fiel, os acompañe en vuestra generosa y sacrificada entrega a esta joven Iglesia que camina hacia el Padre bajo la acción del Espíritu. Así lo deseo, con fraterno afecto”. 

II. CARABAYLLO CRISTIANO Y LAS VISITAS DEL SANTO
Desde los inicios del periodo español el pueblo fue dado en encomienda a Francisco Martín de Alcántara, y pronto se estableció allí una doctrina que fue confiada a los mercedarios con el nombre de San Pedro de Carabayllo El padre Ricardo Cappa, SJ. , dice en su Historia del Perú, Madrid, 1888, que los mercedarios eran doctrineros en Carabayllo desde antes de la fundación de Lima en 1535 Dato que se refuerza con lo que afirma el obispo de Panamá, Fray Tomás Berlanga, quien vino a Lima en Agosto de 1535 con el fin de hacer las paces en las diferencias surgidas entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro.

La Primera Visita tuvo lugar de 1584 a1591. Acabado el tormentoso pero fecundo Concilio III Limense, en diciembre de 1583, convoca el sínodo de 1584 para dar cuenta a los clérigos de Lima de lo ordenado en el Concilio. Hasta abril se ocupa en ordenar sacerdotes y confirmar en la iglesia limeña. Tras los intensos días de Pascua, a fines de abril de 1584, emprende una visita de siete años de duración, hasta 1591. En julio de 1584 se encuentra en la costa Norte, Arnedo o Chancay, y el 19 de diciembre en Cajacay, más allá de Pativilca, y en dirección al Callejón de Huaylas o Ancash.

La segunda visita de Santo Toribio Mogrovejo se realizará desde 1593 a 1598, recorre 7.500 kms, Ancash-cerca de Chavín-, Trujillo, Lambayeque, Cajamarca, Chachapoyas, Moyobamba. Contamos con el diario de la segunda visita aún inédito. En estos años atiende 350.000 fieles. Conservamos un valioso documento, el "Diario" de la visita. La inicia el 7 de julio de 1593, en la doctrina de Carabayllo, hoy englobada en la Gran Lima hacia el kilómetro 32. La primera página descriptiva es la seis y nos informa de que el Arzobispo comienza la visita el 7 de julio de 1593 en Carabayllo a 4 leguas de Lima y que tiene como cura al P. Fr. Diego de Haro, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, buen lenguaraz. Los indios resultantes son: Tributarios, 60. Reservados, 8. De confesión, 200. Ánimas: 249 (chicos y grandes. Sínodo, 190 pesos ensayados. Cofradía del Rosario con jubileos y sin renta. Firmado: Fernando de Almansa, público notario. Confirmó: 43. A la letra dice: [F.6]
"En 7 días del mes de julio de 1593, el Ilmo. y Rvdo. Sr. Don Toribio Alfonso Mogrovejo, del Consejo del Rey Nuestro Señor, salió de la ciudad de los Reyes, en prosecución de la visita de su Arzobispado y visitó el pueblo de Carabayllo, que está cuatro leguas de la di ha ciudad, en el cual es cura el P. Fr. Diego de Haro, de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, buen lenguaraz, y halló haber los indios y ánimas siguientes:
Halló que hay, según dijeron los curacas y el dicho Padre, después de las viruelas 70 indios tributarios, y 8 reservados y 200 de confesión y 245 ánimas chicas y grandes. Tiene de sínodo esta doctrina 190 p ensayados. Hay en la iglesia de este pueblo una cofradía del Rosario que tiene concedidos tres jubileos y no tiene renta ninguna.

Quives, capital de la santidad
Como saben Quives está camino a Canta, específicamente en el Km 63 de dicha vía. El padre de Santa Rosa, Gaspar Flores, arcabucero en la guardia del palacio del Virrey, fue nombrado administrador de un obraje situado en las cercanías de Quive en el que permaneció por espacio de cuatro años. Acerca de la condición socioeconómica de la familia, parece que nunca fue alta. Don Gaspar nunca alcanzó a tener una encomienda y tampoco participó en el grupo social alto de la ciudad. Sus ingresos a duras penas alcanzaban para mantener a su numerosísima familia. Un año antes de nacer Rosa, fue contratado como administrador de minas en Cajatambo en 1585. En 1595 fue contratado para administrar el obraje de Quives, donde trasladó a toda su familia. En 1598 sería la confirmación. Rosa comprobó y vio esa realidad. Cuando ella tenía 14 años, estando en Quives, los mineros fueron requeridos para duplicar la producción minera y establecieron dos turnos, uno de día y otro de noche. Se agravó tanto en 1600, que para que los mitayos mineros no perdieran tiempo en subir y bajar a los socavones, los retenían en el interior encerrándolos en el subsuelo desde el lunes por la tarde hasta el sábado por la tarde. Aunque hubo intentos de mejorar la situación por parte de autoridades como el virrey Conde de Lemos en 1600 los explotadores amenazaron con paralizar la producción minera y tuvo que dejar las cosas tal y como estaban. Consta que después de cuatro años de explotación, la mina de Quives se derrumbó.
La doctrina de Quives estaba al cuidado de los religiosos de la Merced. Rosa se dispuso a recibir el sacramento de la confirmación y, siendo su padrino el cura doctrinero del pueblo, Francisco González, recibió la unción sagrada de manos del virtuoso prelado”. Tal sentir coincide con las escasas fuentes que recogen datos sobre el menester: Actas del Proceso de Beatificación, Diario de la Visita de Santo Toribio, primeras biografías de ambos santos) Veamos lo que hemos documentado por el momento. En el Auto del Cuestionario para el Proceso de Beatificación, de 5 de septiembre de 1617, en la pregunta tres se dice “hasta que siendo de edad de once años poco más o menos, el señor Don Toribio Mogrovejo, Arzobispo de esta ciudad, hizo órdenes de confirmación en el pueblo de Quivi, nueve leguas de esta ciudad y confirmó a la dicha santa niña en el nombre de Rosa de Santa María. Refuerza esta información el testimonio del Contador Gonzalo de la Maza, quien afirma afirma que “esto (el llamarse Isabel) duró hasta que el señor Arzobispo don Toribio Alfonso Mogrovejo lo confirmó” El padrino sería el cura de la doctrina don Francisco González, el mismo que aparece en la relación de curas prebendados de 30 de abril de 1602 presentados por el virrey. En  Quives se encuentran en la actualidad los Misioneros de Nuestra Señora de la Reconciliación y del Señor de los Milagros. En el jardín del Santuario se conserva una piedra de molino de la época utilizado para triturar los minerales en el obraje. En el altar interior se ha incrustado la piedra donde la santa se recluía para orar. Una de las hermanas de Santa Rosa llamada Bernardita que fue confirmada junta a ella murió en Quives y está enterrada a la entrada del templo.
Rosa vivió en Quives aproximadamente unos siete años a los 17 regresó a Lima y muere el 24 de agosto de 1617. En el Diario de la Visita del Santo Arzobispo, se menciona a Quives al resumir las leguas que el Arzobispo.”Ha andado en esta visita que hizo saliendo de esta ciudad de los Reyes en 8 de agosto de 1601 años”: De Lima a Carabaillo 4 (leguas); de Carabaillo a Yungas 6 (leguas); de Yungas a Quivi 1  La distancia es de 11 leguas Al referir a los “confirmados que Su Señoría confirmó en la visita que hizo este año de 1602 son los siguientes: Villa Carabayllo, 9 personas; de Quibi (los siete pueblos; doctrina de Quivi, 7 pueblos, como San Pedro de Yaco, Araguay, Visc, Santa Olalla, San Mateo), 557, de Canta 556 Guama, 648.
En 1598, tras vivir la Semana Santa en Lima, visita sus contornos y, tomando el camino del norte, se acerca el 12 de febrero de 1598 a Arrendó o Chancay y Canta.. Esta visita se completó como se indicó anteriormente con otras visitas apostólicas como la de 1601 por Canta, Huarochirí, Yauyos, Cañete, Junín, Ica.
Como recuerdo de este singular momento, tenemos varias esculturas, cuadros, retablos y hasta templos. Cabe mencionar el retablo esculpido en madera policromada en la casa solariega de Mayorga con el grupo escultórico que representa a Santo Toribio confirmando a santa Rosa de Lima y que está bordeado por diferentes casetones con relieves alusivos a los momentos más destacados de su vida.
Fue Monseñor E. Lissón, C.M. arzobispo de Lima, quien colocó la piedra de la restauración de la ermita el 31 de agosto de 1924. El templo donde fue confirmada por Santo Toribio Mogrovejo arzobispo de Lima y la misma casa fueron declarados monumentos históricos por Ley Nº 10403 del 23 de febrero de 1946. El conjunto recibió el nombre de santuario  Y no es para menos. Allí se produjo el encuentro del santo prelado Mogrovejo, patrono de todos los obispos de América Latina, con la primera y más grande santa de toda América, Rosa de Lima. Esto sucedió, no lo olvidemos en nuestra diócesis, en Carabayllo.

Tercera Visita: (1601-1604. La comenzó el 8 de agosto de 1601. Recorrió las Provincias de Canta, Huarochirí, Yauyos, Cañete y nuevamente Ica. En septiembre está en Sisicaya, Chorrillos. En este viaje llegará a la frontera de infieles al valle de Huancabamba y donde atravesará peripecias sin cuento. El Diario nos da cuenta de su paso por Carabayllo, Canta, Huamantanga, San José, Cauzo, Bombón, Paucartambo, San Miguel de Ullucmayo, Vico y Pasco, San Rafael y Las Yaras. En 1602, retrocede por la misma ruta y permanece hasta pasada la Semana Santa en Lima. Posteriormente , en abril de 1602, toma la ruta hacia Junín y Huánuco, por Sisicaya, Chorrillos, Yauyos, Carabayllo (Quivi, Canta, Guama),

Cuarta visita 1605-1606. Después de visitar minuciosamente la Catedral, inventariando sus bienes, parece que el arzobispo marchó a su cuarta visita con el presentimiento de no volver a la Ciudad de Los Reyes. Así lo refiere su secretario Diego de Morales, quien recoge las palabras de despedida del santo a su hermana Grimanesa: "Hermana, quédese con Dios, que ya no nos veremos más".Después de descansar por un breve tiempo en Lima, reinició su Visita Pastoral el 12 de enero de 1605, partiendo de Carabayllo, hacia Ancón, Huacho, Palpa, y Aucallama.Tras recorrer las provincias de Chancay y Barranca y, seguir el curso del río Pativilca, giró hacia la derecha y visitó algunos distritos de Cajatambo; de aquí pasa al Callejón de Huaylas y, bajando a la costa por Casma, se dirige al norte hacia los valles de Pacasmayo y Chiclayo. Señala su secretario de visita, Almansa, que el arzobispo “ha pasado grandísimos trabajos y cansancio en la prosecución de su visita, por ser este arzobispado de caminos fragosos y despeñaderos de mucho peligro, y ríos muy caudalosos y temples y cordilleras muy desabridas, y por las cuales Su Señoría Ilustrísima ha pasado sin regalo alguno, que, como Príncipe, podía llevar; sólo por no dar molestia a los indios, no permitiendo que vayan cargados con cargas suyas ni de sus criados, ni que en nada se les dé trabajo.”

Tenemos datos de Doctrina de Carabaillo para 1619: “Esta doctrina está en los llanos, dista tres leguas de Lima, es cura de ella Fray Alonso de Limpias de la Orden de la Merced; no tiene presentación del Virrey ni sabe la lengua. Tiene esta doctrina 150 personas, indios y mujeres de confesión Tiene una iglesia parroquial y pila de bautismo. Tiene dos cofradías, la una de Nuestra Señora de la Concepción, que tiene 100 pesos de a 8 r de renta situada en censos. La otra de las ánimas, no tiene renta, sino limosnas, que se dan al cura para que diga misas por los cofrades difuntos, un a cada semana cantada a 2 pesos de a 9 Tienen una casa que llaman hospital a donde no se cura nadie. (“Relación de las ciudades, villas y lugares, parroquias y doctrinas que hay en este arzobispado de Lima, de españoles y de indios. Y de las personas que las sirven, así clérigos como religiosos, dl número de feligreses que contienen y de las cofradías y hospitales que hay en dichos lugares, sus rentas y advocaciones”[1]

Nos recuerda Monseñor Severo Aparicio, presidente de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica, mercedario, obispo emérito de Cuzco, que en 1792 la doctrina de  Carabayllo ya estaba atendida por un sacerdote diocesano[2] El cambio se haría, sin duda en cumplimiento de la real cédula de 4 de octubre de 1749, por la que  se disponía que las doctrinas servidas por los regulares en el arzobispado de Lima debían pasar a manos del clero secular Años después se publicó la real cédula de 1º de febrero de 1753, dirigida  a todos los obispos de América española ordenando la separación general a los regulares de los curatos y doctrinas que habían obtenido y su entrega a los  clérigos  seculares Medida que fue el resultado de reiteradas  instancias de los obispos, hechas en diversas ocasiones. Su ejecución  se llevó a cabo, no pocas veces, en medio de oposiciones y reclamos de los superiores religiosos en defensa de sus derechos por haber fundado dichos curatos y doctrinas con enorme sacrificio. Debemos mencionar, por último, cómo con el correr del tiempo, creció la población de la ciudad de Lima, y con ello creció también la necesidad de una conveniente atención espiritual de los fieles En los últimos decenios del siglo XX la población de Lima Metropolitana creció en forma acelerada, como consecuencia de la fuerte migración de provincianos hacia la Capital Con este motivo se crearon muchas parroquias en el territorio de la antigua doctrina de Carabayllo. La autoridad eclesiástica, atenta a las necesidades espirituales de los fieles y por razones de una mejor atención pastoral, y con miras al futuro, tomó medidas más trascendentales y definitivas. En efecto, el cardenal arzobispo de Lima, Augusto Vargas Alzamora, inició las gestiones ante la Santa Sede solicitando la desmembración del arzobispado y la creación de las nuevas diócesis de Chosica,  Lurín y Carabayllo. La diócesis de Carabayllo fue erigida por el  papa Juan Pablo II por bula pontificia de 14 de diciembre de 1996 Comprende los actuales distritos limeños de Comas, Carabayllo, Independencia, Los Olivos, San Martín de Porres, Puente Piedra, Ancón y Santa Rosa de Quives El  Gobierno Peruano, por su parte, reconoció la creación  de la nueva diócesis por Decreto Supremo 001-97-JUS Como primer  obispo de Carabayllo fue designado el padre capuchino Italiano Lino Panizza Richero.

IV. RECONCILIADOR
La vida de nuestro Santo Arzobispo, de exquisita caridad pastoral, le llevó a visitar a todos sus fieles hasta el último rincón. Por tanto, las cárceles también fueron objetivo de su visita. En el Tercer Concilio Limense, de 1582-83, se dedican dos capítulos de la IV acción, acerca de los castigos, el séptimo dirá que “los delitos de los indios que pertenecen al fuero de la Iglesia se han de castigar más con pena corporal que no con espiritual” y el octavo “del modo que se ha de tener en el castigo de los indios” lo harán a través de los fiscales u otros oficiales “pues no es razón que los maltratan y perturban las ovejuelas pequeñas de Cristo se disimule con ellos”. También, en otros capítulos se alienta a los sacerdotes a que visiten a los presos.

La vida amable de Santo Toribio ayudó a reconciliar enemistades y llevó a cambiar de vida a muchas personas. Resulta entrañable la visita a la cárcel de Lima narrada por su primer biógrafo Antonio León Pinelo y que supuso la conversión de un caballero limeño que había llevado a prisión a uno que lo había ofendido; aunque todos habían intentado que perdonase el agravio y evitase la condena a muerte. El Santo Arzobispo “salió de su casa a pie, con algunos capellanes y se fue a la cárcel de corte y al calabozo en que estaba el ofendido y con razones apostólicas, vivas, ruegos humildes y acciones de un Prelado, en cuyo corazón ardía el amor de Dios y del prójimo, arrodillado a sus pies y con un crucifijo en las manos, supo decir  y hacer de modo, que peleando con la pasión, odio y agravio de aquel caballero, le persuadió, le ablandó y le venció, a que diese el perdón a su enemigo…Y volviendo el Arzobispo a sus casa por la plaza mayor que estaba con infinita gente, aguardando el efecto de aquella última diligencia, fue aclamado de todos y acompañado de muchos, dando gracias a Dios por haberles dado Prelado de tanta piedad y virtud”[3]

Alonso Niño de las Cuentas. 64 años, de Lima, que fue confirmado por Santo Toribio y lo vio especialmente en el ingenio de Guayto, corregimiento de Cajatambo, destacará en su declaración de 1659: "Y que así mismo trabajó grandemente en componer discordias y reconciliar enemistades... asistió a los agonizantes y procuró indulgencia plenaria para los condenados a muerte por la justicia". Lo comprobamos clara y concretamente en las numerosas anécdotas que aportan los testigos en el proceso de beatificación de 1631 y 1659. Escojo las más significativas:

1. Calmando a las “placeras” de Mayorga: Mariana de Guzmán Quiñones, sobrina del santo, nos proporcionará valiosos datos sobre la infancia de su tío cuando le toca informar en el proceso de beatificación, a la edad de 80 años. Esta anécdota deliciosa la “oyó decir a su madre muchas veces, siendo el dicho siervo de Dios de 9 a 10 años, a persuasión de los muchachos de la vecindad de su casa, salió una sola noche a jugar con ellos a la plaza a la luna”. Parece ser que los traviesos mozalbetes vieron a unas vendedoras con canastas de comida “arrebatándoles todo lo que de ellas pudieran” por lo que, indignadas las plazeras, comenzaron a maldecir, escandalizando al inocente Toribio, el cual ni corto ni perezoso amonestó a las mujeres y les rogó que cesasen en sus imprecaciones pues ofendían a Dios, que valorasen las pérdidas y él iría a su casa para resarcir todo lo hurtado por sus compañeros. Tal como se lo dijo, con la ayuda de su madre, lo hizo, “y de allí en adelante nunca jamás quiso salir a jugar a la luna con aquellos ni otros muchachos”.
 2. Paz en el tormentoso Tercer Concilio Límense. En aquel momento, eran nueve las diócesis sufragáneas de Lima, a la que se agregará Tucumán. Al concilio asisten 8 obispos junto al metropolitano y en nombre del rey, Martín Enríquez de Almansa, virrey y vicepatrono. Tal como estaba previsto, se inauguró el 15 de agosto de 1582, fiesta de la Asunción de la Virgen, con una solemne procesión desde el convento de Santo Domingo hasta la catedral. Preside el metropolitano, acompañado de 4 obispos, más el virrey, audiencia, cabildos...El sermón corrió a cargo del obispo de La Imperial, fray Antonio de San Miguel. Se leyeron las leyes eclesiásticas, se formuló la profesión de fe y santo Toribio anunció que las sesiones privadas se celebrarían en la sala capitular, dejando las públicas para el templo catedralicio.
El P.Acosta llegó a decir que el concilio parecía “una Consulta de Estado hecha a marineros aburridos”. Sin embargo, santo Toribio no se dio por vencido, mientras tanto el P.Acosta y colaboradores habían redactado el catecismo, confesionario y parte del sermonario, el canónigo Juan de Balboa dirigía el equipo de traductores al quechua, mientras que el P.Blas Valera hacía otro tanto con el aymara.
El 19 de abril de 1583 santo Toribio, a costa de su propia humillación, reabría el concilio venciendo la animadversión reinante y haciendo caso omiso de la intemperancia del prelado de Cuzco, Lartaún, el cual se permitió afirmar ante el legado real que “el arzobispo no era cabeza ni presidente del concilio, sino el Espíritu Santo”.
Con motivo de tales incidentes exclamará: “No temo ni tiemblo a cosa alguna. Lo que más me ase vivir con inquietud no es lo que padezco, sino el temor de que mis ovejas, escandalizadas de estas varias revoluciones, caigan en culpas y ofensas de Dios...La consideración de que los trabajos que he padecido vienen derechamente de mano de Dios, jamás me ha puesto triste; antes, con ese convencimiento, he vivido alegre, en medio de ellos, las busco con contento”. Y así, pese a las tensiones, logró convencer a los padres conciliares para que se prescindiese de la causa judicial del de Cuzco y en cambio se ofreciese al pueblo cristiano los anhelados decretos de reforma.
Gracias a su tesón y ecuanimidad, su celo y santidad, salió adelante el Concilio, instrumento privilegiado de la reforma tridentina en América en un ambiente de absoluta concordia y unanimidad entre los asistentes. Sus normas regirán la “nueva cristiandad de las Indias” -como gustaba repetir- hasta el Concilio Latinoamericano de 1899. Será el estatuto de la Iglesia americana ( cuatro arzobispados y 17 obispados) para tres siglos.
Como atinadamente escribe el P. Enrique Fernández el concilio “contribuyó fuertemente a la configuración de un solo Perú, pues en sus ordenaciones desaparece la dicotomía de temas y constituciones entre indios y españoles...Ahora (la Iglesia) mira a un solo Perú en el que hay sí, españoles y criollos, una presencia creciente de mestizos y una permanencia del mundo indígena que es el sustrato fundamental de la nueva Patria”.

3. Paciencia con el Virrey Cañete: García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, (1589-96) visita el territorio, ayuda a Chile, acomete la reforma fiscal con nuevos medios de tributación como la composición de tierras (legitimación de tierras mediante pago de una tasa al tesoro). Mantendrá a lo largo de su vida una actitud hostil y de recelo hacia el santo arzobispo. El insuperable narrador Ricardo Palma lo recoge en sus célebres tradiciones "Las querellas de Santo Toribio”.
El clímax del conflicto tiene lugar con motivo de la fundación del Seminario de Santo Toribio de Astorga en 1591. El arzobispo Mogrovejo, al fundar el seminario, compró una casa para que le sirviera de morada y al mismo tiempo albergara a los jóvenes seminaristas. En la fachada hizo colocar su escudo de armas, provocando inmediatamente el recelo del nuevo virrey, don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, quien tuvo la osadía de enviar un capitán de su guardia con un refuerzo de soldados para quitar el referido escudo, y además pretendió interferir en el nombramiento del Rector y Colegiales del recién creado seminario. Santo Toribio, frente a tanto atropello, excomulgó a los responsables, clausuró el seminario y acudió a la Audiencia (sin mayor éxito) y al propio Rey, logrando finalmente demostrar ante él su derecho conculcado, obligando al virrey a no inmiscuirse en los asuntos internos del seminario y a respetar el escudo de armas arzobispal, tal como lo había dispuesto  
No obstante esta comunicación suya personal y directa al Rey, Santo Toribio, que no había retornado a Lima sino a fines de 1597, tuvo que presentarse, el 14 de marzo de 1598, ante el nuevo virrey, don Luis de Velasco, ex-virrey de México, para que éste cumpliera con reprenderlo severamente, asistiendo a este hecho el Lic. Alonso Fernández de Bonilla, arzobispo de México.
El propio rey Felipe II, en contra de sus propios intereses y de su propio prestigio, desautorizará al mismo virrey enviándole la presente Real Cédula: "Le ordenó que deje el gobierno y la administración del seminario a disposición del arzobispo, así como la elección de los alumnos, conforme a lo estipulado por el Concilio de Trento y por el que tuvo lugar en la villa de Lima el año 1583".
Un último pequeño episodio ilustra vívidamente la actitud firme e inflexible del arzobispo Toribio de Mogrovejo cuando estaba de por medio la defensa de la jurisdicción eclesiástica. Lo narra, en el Proceso de 1659, el Padre franciscano Gerónimo Alonso de la Torre, limeño, 76 años.Refiriéndose al virrey Don García Hurtado de Mendoza, cuenta que, en ocasión de una ceremonia especial en la que participaba también el santo arzobispo, a éste "le pusieron la silla fuera del dosel, y entonces él mismo la cogió metiéndola dentro de él, diciendo estas palabras: "Bien cabemos, que todos somos del Consejo de su Majestad! En todo lo cual mostró su santo celo y prudencia en defender con entereza su autoridad"
En una carta al rey  desde el pueblo de Llamellín, el 16 de abril de 1596, el Santo ofreció al Virrey su perdón, a pesar de haberle calumniado tildándole de "incapaz" y de andar con sus criados "comiéndoles la misma miseria que tienen" los indios. Buena prueba de ello es su carta: "Su Divina Majestad tenga misericordia de él y le perdone [...] Yo me he alegrado y regocijado mucho en el Señor con estos trabajos y adversidades, y calumnias y pesadumbres, y los recibo como de su mano, y los tomo por regalo, deseando seguir a los Apóstoles y Santos Mártires, y al buen Capitán Cristo nuestro Redentor, con su ayuda y gracia".

4. El conflicto de la parroquia de Santiago del Cercado con los PP. Jesuitas. Claro que en el ojo de la tormenta, como instigador, vuelve a encontrarse nuevamente el virrey Cañete. Efectivamente, en 1590, don García Hurtado de Mendoza, por la llamada "cuestión del Cercado". En efecto, el virrey, haciendo caso omiso a las advertencias del Cabildo sobre la inconveniencia de trasladar al barrio del Cercado (al noroeste del "tablero de Pizarro" que constituía la Lima colonial, en las tierras que habían sido de Rodrigo Niño) a los indios que habitaban el barrio de San Lázaro, dio la orden de traslado, provocando enconada resistencia y acatamiento forzoso (además de algunos casos de fuga). Santo Toribio, quien no se encontraba en Lima en esa oportunidad, cuando tuvo conocimiento de lo sucedido se puso del lado de los indios. Nombró al célebre quechuista D. Alonso de Huerta que los atendiese en lo espiritual y cuidase de una ermita que estos indios emigrados de San Lázaro habían levantado en honor de Nuestra Señora de Copacabana. El Virrey ordenó la demolición de la ermita y la imagen hubo de ser trasladada a la Catedral"  Santo Toribio no se amilanó, y "el tiempo que todo lo remedia vino a darle la razón. Apenas hubo cesado don García de Mendoza en su gobierno, muchos de los indios que habían emigrado al Cercado volvieron a su antiguo barrio y allí levantaron una iglesia a la Virgen de Copacabana, que todavía existe"  El P. Armando Nieto ha reconstruido magistralmente el proceso, concluyendo que “suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados”. Quedan claras la “altanería y terquedad” del Virrey, el talante de concordia del General de los Jesuitas P. Claudio Aquaviva y la “paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre” de Santo Toribio[4]

5. Una difamación ante el Papa y el Rey con “cartas apócrifas” de por medio. En enero de 1593, se acusó a Santo Toribio de haber enviado al Papa, sin conocimiento del Consejo de Indias, un memorial que, entre otros asuntos de importancia, contenía una queja contra ese Consejo por interferir (con consecuencias negativas) en el tema de los hospitales y los bienes de fábrica de las iglesias en la arquidiócesis de Lima. Esto provocó una dura decisión del Consejo de Indias, que en un primer momento pensó en llamar al acusado a España, para que rindiese cuenta personalmente de su forma de proceder; pero luego ordenó que el virrey reprendiera severamente al arzobispo, teniendo a la Audiencia en pleno como testigo.
 Mientras tanto, en fecha 10 de marzo de 1594, desde Lambayeque Santo Toribio escribió al rey una carta en la que afirmaba enfáticamente que él no había escrito el memorial del que se le decía autor, y que estaba dispuesto a dejar su cargo si así lo estimasen conveniente el rey y Su Santidad el Papa. Al mismo tiempo volvía a manifestar su pensamiento con respecto a varias cuestiones importantes de la administración eclesiástica de su arzobispado.

6. Paz en medio de indios de guerra. Gaspar Lorenzo de Rojas, hijo de  Martín de Cárdenas y María de Rojas, natural de La Paz, con 115 años a sus espaldas, casado, labrador y un caudal de 1000 pesos, declarará en 1659 que el dicho D. Sebastián de Loyola que hacía oficio de su secretario y demás personas que iban siguiendo y acompañando al dicho siervo de Dios, viéndole en aquellos riesgos, postrados de rodillas, le suplicaban y pedían se retirase porque de no hacerlo así habían de morir todos en aquella montaña a manos de aquellos bárbaros y habiéndolos oído el dicho siervo de Dios y llevado su rostro con el fuego del amor de Dios y llevado de la caridad evangélica proseguía en su demanda diciendo: que no podía haber guerra donde estaba la paz de Dios y prosiguiendo con su determinación se daba prisa hasta que alcanzando algunos indios de los emboscados en la ribera los regaló y echándoles su bendición los despachó a que llamasen a los demás y pospuesto el temor y aficionados a los rayos de luz que vieron salía “

7. Riñas de mozos del coro. El Padre Juan Sánchez de la Madrid, natural de Jerez de la Frontera, presbítero capellán del monasterio de Santa Clara, declara el 14 de febrero de 1659, entre irónico y simpático, que fue testigo de una pendencia de dos juguetones monaguillos:
“Y asimismo sabe por haberlo visto estando presente, que habiendo estado junto a las bolas junto a la iglesias unos mozos del coro y riñendo uno a otro le dio con una de las bolas y le descalabró y yendo aqueste descalabrado a quejarse al dicho siervo de Dios diciéndole que el otro le había descalabrado le respondió:
- Mire que no sería así sino que algún pájaro llevaría en el pico alguna piedra y se la dejaría caer encima.
Lo cual el dijo el dicho siervo de Dios para disuadirle a que no se irritase contra el que le ofendía y persuadirle a que le perdonase en cuya conformidad le dijo el dicho siervo de Dios:
-Perdónele porque Dios le perdone”.

8. Un doctrinero “insolente” y un cura “descompuesto”. El propio capellán de las Clarisas, Padre Juan Sánchez, nos revela el aguante y  mansedumbre con un sacerdote de su jurisdicción: "estando el dicho siervo de Dios en la visita de su Arzobispado fue condenado un clérigo doctrinero llamado Fulano Mondragón, el cual destinado del sentimiento, se fue adonde estaba el dicho siervo de Dios y entre todas palabras injuriosas le dijo que era en la tierra el dicho siervo de Dios como el Draque en la mar (el cual Draque era un corsario y pirata famoso que andaba robando e infectando estas costas) y el dicho doctrinero Mondragón se fue para donde estaba el dicho siervo de Dios y acometiéndole con un montante le obligó a huir y retirarse a un aposento donde se encerró diciendo:
- Oh pecador de mí, es buen hombre, es buen hombre el Licenciado Mondragón.

Singular y de grande edificación es el caso que refiere Fray Diego de Córdova. “Supo que en un .lugar de su diócesis, el Cura hacía muchos agravios a los indios y trataba y contrataba, contra lo dispuesto por el Concilio Provincial y que su vida era menos compuesta, de lo que pedía su estado. Envióle a llamar y encerrado a solas con él en un aposento, se despojó de sus vestidos y delante de un Crucifijo, con notables azotes, que caían sobre sobre sus espaldas, pedía a Dios misericordia, por aquel sacerdote. El cual viendo un acto de tan gran caridad, le pedía llorando cesase en la disciplina. Y el piadoso Prelado, con palabras afables, le dijo: “Hermano, el haberle Dios dejado de su mano, ha sido por mis grandes pecados y pues yo soy la causa, a mí me pertenece hacer la penitencia. Que es lo que se cuenta de Santo Tomás de Villanueva, Arzobispo de Valencia”

9. Cuando visitó en la cárcel al capitán Reynoso a punto de morir. Cuenta Juan Delgado de León, de Lima, "Y asimismo trabajó en componer discordias y reconciliar enemistades y en especial se acuerda este testigo que por el año de 1598 poco más o menos, estando un día enfermo en su casa, siendo estudiante, se puso a la ventana de ella habiendo oído decir que traían por aquella para ajusticiar a un fulano de Reynoso, y viendo que no traían al delincuente, oyó decir este testigo que el dicho siervo de Dos Ton Toribio había salido de su casa e ido a la cárcel pública de esta ciudad con mucha gente que le fue acompañando adonde estaba preso y para sacar luego a degollar al dicho fulano de Reynoso por haber dado de palos a otro en la puerta del palacio, el cual no se había querido bajar de la querella y movido de piedad el dicho siervo de Dios se entró adonde estaba la parte agraviada y con sus persuasiones santas y eficaces le redujo a que perdonase el agravio, con lo cual se compuso el negocio, apartándose de la querella el ofendido, con que dejaron de ajusticiar al dicho fulano de Reynoso, quedando todo el pueblo edificado y admirado de la grande caridad del dicho siervo de Dios

El propio Capitán Juan de Reynoso, natural de la ciudad de Valladolid, de los reinos de España, 65 años, vecino de Lima. dirá que tuvo “gran misericordia con todos queriéndolos meter en su corazón y en especial a los pobres y miserables y sus pláticas no eran otra cosa sino tratar de Dios y de su amor y andaba siempre embebido en él como un ángel y que era tan caritativo y piadoso que por hacer bien no reparaba en cosa y esto se vio que estando enfermo este testigo preso en la cárcel de esta ciudad por haber agraviado a un caballero en palacio y condenado a muerte y puesto el caballero en la plaza para ejecutarlo le pidieron al dicho Sr. arzobispo y si bien se acuerda salió de él ir a la cárcel a pedir y alcanzar perdón de la parte para el dicho su hermano por ser sobrino del dicho Sr. obispo de Tlaxcala don Diego Romano como tiene dicho y viendo que el negocio se había de ejecutar llamó a su cabildo y fueron a la dicha cárcel a pie y entró en ella y hablo a la dicha persona que era don Luis de Navares y le dijo tan fuertes razones que le movieron algo y viendo que no de todo punto perdonaba se había hincado de rodillas y se lo había pedido con lo cual el dicho don Luis se enterneció y perdonó de manera que no se ejecutó la sentencia de muerte porque se remitió a Su Majestad y lo que no habían podido muchos grandes personajes y tribunales y caballeros de esta ciudad alcanzar del dicho Sr. don Luis lo alcanzo el dicho Sr. Arzobispo con su santidad y humildad y con aquello se vino a su casa acompañándole toda la ciudad y dando muchas gracias al dicho Sr. Arzobispo por aquella buena obra que había hecho y en esto se libró el dicho su hermano que fue acto que mostró mucho su gran caridad

10. Fruto de la siembra reconciliadora: El indio Juan Huancha y San Martín. Una buena muestra del espíritu reconciliador y pacífico de nuestra gente es la del indio de Carabayllo que se negó a flagelar a San Martín de Porres. Su nombre era Juan Huancha y declaró lo siguiente en el proceso de beatificación. Era él un buen hombre, hortelano de doña Ana de Peñaranda, vecina del barrio de Malambo y aficionada al santo. Éste se presentó un día en la casa, donde era muy conocido y entró en la huerta. Al no encontrarse la dueña, rogó Fray Martín al indio hortelano que cerrara la puerta de entrada; luego, le pidió que, atándole a una escalera que había junto a un árbol, le azotase con un látigo que sacó de los hábitos. Al desnudarse la túnica interior, vio el indio cómo estaba manchada de sangre. Se resistía Juan Huancha, pero Martín le acalló poniéndole en las mano cuatro reales de plata. Comenzó a azotar sus espaldas y le llevaría dados unos treinta golpes, cuando, movido a compasión, se negó a continuar. Martín le suplicó que continuase y pudo tanto que el indio se resolvió a darle dos o tres golpes más, pero, pretextando cansancio, cesó de flagelarle. El buen indio Huancha, días después, como el santo mulato volviese a pedirle que repitiese la disciplina, cortó por lo sano y en su media lengua el espetó:
- ¿Soy yo acaso judío para azotar a los cristianos?

CONCLUSIÓN: “Ángel de Paz”
El Papa actual, Benedicto XVI, en su mensaje con motivo del IV Centenario del tránsito a la gloria de nuestro santo, destaca cómo ”Él, en efecto, se distinguió por su abnegada entrega a la edificación y consolidación de las comunidades eclesiales de su época. Lo hizo con gran espíritu de comunión y colaboración, buscando siempre la unidad...El profundo espíritu misionero de santo Toribio se pone de manifiesto en algunos detalles significativos, como su esfuerzo por aprender diversas lenguas, con el fin de predicar personalmente a todos los que estaban encomendados a sus cuidados pastorales. Pero era también una muestra del respeto por la dignidad de toda persona humana, cualquiera que fuere su condición, en la que trataba de suscitar siempre la dicha de sentirse verdadero hijo de Dios”.
Aquí está la razón de su espíritu reconciliado y reconciliador, de discípulo y misionero, “sentirse verdadero hijo de Dios”.
El nuevo ser del Perú; un Perú forjado en la santidad, un Perú aglutinador de culturas, ilustrado, justo y solidario; un Perú que, a las puertas del Tercer Milenio, si quiere ser fiel a sí mismo, debe bucear en su intrahistoria y toparse con este personaje singular a quien todos llamaban "padre". Así lo reconoce el académico de la Historia, J. Toribio Polo:
 “gran Prelado que puede considerarse como el Apóstol y Padre de la Iglesia Peruana; y que, durante 25 años, llevó la mitra y el cayado en beneficio de su numerosa grey y de las diócesis sufragáneas, y como perfecto modelo de Pastores. Sobre las ruinas y escombros del Imperio secular de los incas, que Pizarro y los suyos destruyeron, se destaca la hermosa figura de este ángel de paz, que sólo trató de disipar por completo las tinieblas de la idolatría, de evangelizar a los indios, de predicar la clemencia y el perdón, de reconciliar por la cruz al vencido y al vencedor, al amo y al siervo, y de crear un sacerdocio digno, que perseverar después que él, en las mismas faenas de la conquista espiritual”.
Sus paisanos de Mayorga se lo recuerdan en el himno cuando le cantan "Ángel de paz, nacido en nuestro suelo, tu corazón es nuestro corazón". Lo mismo le decimos, en el 468 aniversario de su nacimiento.

José Antonio Benito Rodríguez (jbenito@ucss.edu.pe)
Carabayllo, Noviembre 2006




[1] Arzobispo B. Lobo 1619 Lissón, V, nº 1282, A de Lima 301; pp.268-269)
[2] “Las doctrinas mercedarias en Carabayllo” Revista Peruana de Historia Eclesiástica nº 9, Cuzco, 2006, pp.169-174
[3] Vida de Don Toribio Alfonso Mogrovejo Capítulo XI, Lima, 1653.
[4] P. Armando Nieto: “El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)” Revista Peruana de Historia Eclesiástica nº 9, Cuzco, 2006, pp.175-188.

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