EL CORAZÓN DE SANTO TORIBIO EN EL MONASTERIO DE SANTA CLARA
Como testimonio de su cordial afecto donó su corazón que aun hoy guardan como preciada reliquia. Envuelto en un blanco lino y amorosamente guardado en una pequeña y sencilla custodia de bronce bañado en oro, desde cuando cesó de latir hace 400 años, el corazón de Santo Toribio de Mogrovejo sigue presente entre nosotros, en la iglesia del Convento limeño de Santa Clara, fundado por él en Barrios Altos, a pocas cuadras de la Catedral que lo tuvo como segundo Arzobispo de Lima.
Imagen del documento que comprueba la donación y entrega del corazón; custodia que contiene los restos de las cenizas y la tierra en la que estuvo depositado el corazón.
Este corazón, que probó los esfuerzos del andar por los caminos de la Cordillera, subiendo hasta más de 4500 metros sobre el nivel del mar y bajando luego al fondo de valles y quebradas sobrecogedoras, para volver inmediatamente a alcanzar grandes alturas, y así por leguas y leguas, año tras año, y que antes de la aventura andina acompañó ardoroso al incansable misionero por los arenales del desierto costero, ha dejado de latir. Pero ha sido escogido por Dios para que permaneciera al lado de las MM: Clarisas como la más preciada reliquia de su gran apóstol, símbolo del indefectible amor con el que sigue a cada uno de nosotros desde la Casa del Padre.
Así lo recuerdan en una canción original del propio monasterio, que con aire ingenuo y rima fácil revelan un particular afecto por el que consideran su padre protector:
Apóstol del Perú padre Toribio de Mogrovejo
a ti gloria y honor por tu entrega al servicio de tu grey.
Del clero tú te preocupaste un seminario tú fundaste
obispo tienes sacerdotes reconocemos tienes grandes dotes
A Dios con fe y gran esperanza serviste dentro de su pueblo
después el mismo te escogió para servirle como arzobispo
Tus manos andan encallecidas un monasterio tú fundaste
para que recen por los pobres por los que sufren y por los sacerdotes.
Tu corazón nos regalaste tu amor quedó en este suelo
que Dios por medio de tu mano bendiga al pueblo entero.
El sucesor en la silla arzobispal, colegial también de San Salvador de Oviedo en Salamanca, natural de Castroverde de Campos (Zamora) y sobrino del santo, Pedro Villagómez, tuvo la suerte de tramitar la beatificación, para la que escribió una "Vida de Santo Toribio" en verso heroico. En el Convento de Santa Clara de Lima, donde se conserva su corazón, figuran estas sentidas palabras de su sobrino y sucesor en la silla arzobispal: Al Corazón del Ilustrísimo y Revdo. Sr. Toribio Alfonso Mogrovejo que debe ser adscrito por sus méritos entre los dioses, sepultado en Lima en convento de Santa Clara. Toribio mandó que su propio corazón fuese entregado a esta urna hasta que (como un espíritu) alcance los astros.
Al que la villa de Mayorga engendró noble por su sangre
Valladolid crió y educó. Desde aquí (fue) acogido por los salmantinos que se llaman del Colegio de Oviedo,
fue digno del honor de la toga,
en Granada fue inquisidor de la fe;
por el prudente Felipe es elegido
para regir al pueblo de Lima.
Gobernó con suave gobierno
la sede que le había sido entregada,
agradable para sus súbditos y piadoso
con los pobres. En concilio enseñó
el dogma de salvación a los peruanos
transformado en un espejo y en norma
de los pontífices.
Y fundó para enseñar a los niños la escuela
que el Sagrado concilio de Trento
había mandado erigir.
Construyó este monasterio
y consagró a las monjas
para que se dedicaran a Dios
de noche y los días malos.
De su preocupación por este sector cualificado del mundo religioso nos habla la carta al Rey Felipe II en 1591, donde expone las necesidades de los monasterios:
"(Las monjas)que dejaron el mundo y a sus padre y deudos y están
siempre encomendándonos a Dios en perpetua clausura y cerramiento,
privadas de los contentos y regalos de fuera, ocupadas en oraciones y
divinos oficios y no dándoseles lugar por orden y mandato mío a
admitir visitas de nadie sino fuere de padres y hermanos con expresa
licencia por escrito y a los padres y hermanos de mes a mes tan
solamente; atendiendo en esta parte al sosiego y quietud de las monjas
que yo tengo, he deseado y deseo ya que no sean molestadas ni
fatigadas con visitas inoportunas de clérigos ni legos" (Regla y
ordenanzas del Monasterio de la Encarnación T.III, p.628).
Francisco Echave y Assu en su obra La estrella de Lima convertida en sol (230-8) nos revela íntimos y elocuentes datos:
El Monasterio de Santa Clara, esclarecido más por su fundador el Beato Toribio que amante de sus hijos los hizo herederos de su corazón, como de su espíritu, sustenta más de 220 monjas de velo negro y por todas las estrellas que brillan en este cielo de Clara, exceden el número de mil. Esmérase en observancia y penitencia alentado de las ejemplares señoras que han dejado en su muerte el buen olor de sus virtudes, como son Sorores Angela Delgado, Úrsula de Jesús, Juana de Christo, María de los Ángeles, Francisca de Alfaro, Mariana Machuca, Agustina de San Francisco, Ana de la Cruz, Luciana Centeno y Úrsula de Cristo, morena. Este Monasterio como los demás de esta ciudad están sujetos al Ordinario".
F. Pini en su popular obra Padre de los pobres, santo y amigo de Dios (Lima 1994) recoge de labios de la abadesa del Monasterio, cómo aún hoy se profesa un gran afecto al jardín de este claustro virreinal en el que la tradición popular ubica el encuentro de los jóvenes y santos, la criolla Rosa de Lima y el mulato Martín de Porres.
Allí se venera también con especial afecto el Pozo de Santo Toribio en el interior de la huerta. De igual modo, hay una casulla usada por el santo y que cada año, en el día de su fiesta, viste el sacerdote que preside la ceremonia Igual recuerdo guarda el capellán de santa Clara de Lima, Juan Sánchez de la Madrid, natural de Jerez de la Frontera. Como fuese campanero de la Catedral, conversó con el arzobispo, quien le estimuló a que aprendiese bien el catecismo y que sería bueno que se hiciera clérigo para que desempeñase su función de campanero de cuadro con la más firme tradición de la Iglesia. Francisco de Saldaña, administrador del Monasterio de Santa Clara, declarará en 1595: "este testigo le ha visto que hace una vida como un apóstol y ha caminado con él cuando andaba en la visita y le veía el modo con que visitaba y a caridad con que regalaba y acariciaba a sus ovejas y él propio los iba a buscar y si estaba algún indio enfermo que no podía acudir a la confirmación, iba él propio a su casa a hacerle confirmar porque no le hiciese daño el salir fuera".
0 comentarios:
Publicar un comentario