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Capítulo III
Del ilustrísimo Mogrovejo
Sucedió en la silla arzobispal el ilustrísimo Don Toribio Alfonso Mogrovejo, que al presente loabilísimamente vive; varón consumado en toda virtud, celosísimo de sus ovejas, y en particular de los naturales, por el bien de los cuales nunca deja de andar visitando su arzobispado con admirables obras, dignas de ser imitadas. El cual no creo que ha vivido, en más de 26 años que tiene la silla, los tres en la ciudad de Los Reyes, ocupado en caminos bien ásperos, confirmando a los niños y desagraviando a los indios que halla agraviados de los sacerdotes que entre ellos residen. Es gran limosnero; porque le ha sucedido llegar a pedir limosna un buen cristiano que en la ciudad de Los Reyes se ocupa en tener cuidado de buscar de comer, llamado Vicente Martines, para los pobres, y de acudirles con limosnas de lo que pide desde los Virreyes abajo, llegar y decirle: Señor, los pobres no tienen que comer, y librarle buen golpe de plata en don Francisco de Quiñones, casado con una hermana del señor arzobispo, en cuyo poder entran las rentas; y respondiendo no tener plata, porque se ha dado en limosnas, llegar el mismo arzobispo y echar mano de la tapicería y mandar se —21→ descuelgue, se venda y dé la plata a los pobres. Otras veces mandar sacar las mulas, y que asimismo se vendan; libérrimo de toda avaricia y cobdicia, castísimo y abstinentísimo; no es amigo de comidas regaladas, ni en los caminos, donde se requiere algún regalo, por su aspereza y destemplanza, porque es varón muy preeminente, de mucha oración y diciplina. Las penas en que condena a los clérigos descuidados y que su oficio no lo hacen como deben, las aplica para un colegio que hace en la ciudad de Los Reyes, que será cosa principal; con limosnas que ha pedido a todo género de hombres, indios, españoles, negros, mulatos, ha hecho un monasterio llamado Sancta Clara, etc. En ordenar es, como se requiere, escrupulosísimo; los interticios se han de guardar al pie de la letra, y han de pasar los que pretenden ordenarse por examen riguroso de vida, costumbres y ciencia. Cuando reside en Los Reyes, pocos domingos ni fiestas deja de se hallar en los oficios divinos, amicísimo de que todos los domingos del año haya sermones en todas partes. Con el Marqués de Cañete el segundo tuvo no sé qué pesadumbres sobre las ceremonias que a los Virreyes se hacen en la misa, por lo cual huía de venir a la ciudad; más quería vivir ausente della en paz, que en ella con pesadumbre; finalmente, hasta agora hace su oficio como un apóstol.
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